HOY NO PUEDEN. QUE NO PUEDAN NUNCA. (nota del Director del INTI, Martínez)

 

Todos los golpes de los últimos 60 años en Argentina han tenido el mismo objetivo: fortalecer el horizonte de quienes ya son los más fuertes, pero solo conciben la vida con las mayorías a sus pies; no creen en la equidad ni en la justicia social; ni siquiera en la democracia, aunque puedan manipularla a su favor.

Utilizaron diversos instrumentos, desde la fuerza bruta militar a los golpes de mercado. Varias veces les fue fácil. A Arturo Illía lo sacaron con los bomberos, ante la indiferencia general. A Raúl Alfonsín lo instalaron como inepto para controlar la hiperinflación. Para echar a Fernando De La Rúa les bastó con una decena de camiones recorriendo el Gran Buenos Aires anunciando saqueos y los ayudó la inmensa torpeza de una represión tan estúpida que hasta cuesta creer que no tuvo complicidad de los golpistas. En esos casos y otros, les fue fácil porque previamente los gobiernos se habían desgastado por su propia incapacidad y por la prédica sistemática y aviesa de quienes ganan cuando todos perdemos.

Solo les fue difícil con el peronismo de 1955. Tan difícil, que debieron prohibir, matar, desaparecer personas, hasta hacer volar por los aires todo vestigio de tejido social, intentando extinguir esa llama que una vez prendida no se apaga jamás: la sensación íntima de millones de argentinos que se puede  aspirar a una comunidad más justa.

Tan, pero tan difícil les resultó, que finalmente ellos y nosotros creímos que podían perder, cuando el 25 de mayo de 2003 asumió el gobierno nacional Néstor Kirchner en nombre de aquellos mismos ideales de medio siglo antes y a medida que fue construyendo su camino de gobierno.

Otro día podremos discutir si se hizo hasta ahora todo lo posible y necesario. Incluso, debemos discutir si la mirada hacia adelante es enteramente adecuada. Hoy me interesa entender otra cosa: por qué ellos creyeron que podían perder y nosotros que podemos ganar.

La primera razón: Porque Kirchner subordinó irreversiblemente a la corporación militar y porque se liberó del instrumento dictatorial alternativo: la deuda externa y el FMI. El escenario de gobierno consiguió una independencia respecto de esos factores que ni Perón había podido lograr. 

La segunda razón: Porque la redistribución de ingresos, buscada y conseguida dentro de los límites de un sistema que tenía un punto de partida enormemente injusto, fue de ancho espectro y con muchas formas de intervención. Las paritarias; los aumentos del salario mínimo y a los jubilados; los planes asistenciales y finalmente la asignación universal por hijo, constituyen un sistema que resulta muy difícil de desarmar o contrarrestar.

Esos dos grandes aciertos pusieron a Néstor y luego a Cristina en el medio del ring y por primera vez en medio siglo, con las apuestas a favor.

A mi criterio, en el juego de poder faltaron dos cosas:

a) Se subestimó a la corporación agraria. En parte se pecó de desconocer  que las comunidades con fuerte influencia agraria viven con naturalidad la dependencia de los poderosos. La influencia del patrón de estancia sobre la vida local se vive en términos distintos que la relación empleador empleado en el ámbito industrial. Enfrentar en bloque a la corporación fue sinónimo de enfrentar a pueblos enteros, que no manejan sus contradicciones internas de la misma forma que en las grandes ciudades.

b) Se descuidó la participación popular activa y su reflejo más evidente: la militancia presente en la calle. Probablemente la confianza en los instrumentos aplicados durante cuatro años y los resultados tan auspiciosos no permitieron percibir que la calle es siempre importante para frenar a la reacción. Recuerdo la sorpresa cuando los ruralistas colmaron algunas cuadras de la avenida Libertador en Buenos Aires y rápidamente se auto asignaron una capacidad de movilización que el Gobierno no mostraba.

La pérdida de aire consiguiente, en una lucha que hay que controlar minuto a minuto, llevó a dejar de contar con el control de las dos Cámaras del Congreso y la reacción pudo construir un imaginario de deterioro y de fin de ciclo.

El año transcurrido desde ese momento muestra que eso estaba lejos de ser cierto. Desde hace décadas la reacción solo intenta construir sobre el desgaste del proyecto popular, porque está claro que ni siquiera pueden mostrar en blanco y negro el país que pretenden. Como contaba Menem: “Si decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie”. 

En esta realidad, que necesitaría mucha más extensión para describirla completamente, Néstor Kirchner se murió en un segundo.

No cabe duda que Cristina Fernández es tal vez el cuadro político más sólido que accede al primer nivel desde 1983. Tampoco cabe duda que el tremendo trauma saca lo mejor de adentro de los sectores populares y la calle se recuperó en un santiamén, además con una convicción doble: que no hay que regalarla y por parte de la reacción, que jamás podrían conseguir esa presencia para promover otra cosa que el odio, y ni así.

Sin embargo, es necesario asumir con convicción que ellos vuelven a creer que pueden ganar. Basta leer Clarín, La Nación o Perfil, para ir desde el sofisma a lo miserable, con una intención común: corroer, desarmar, recuperarse. Simultáneamente, es necesario no engañarse. Existe un público para esa prédica, que es capaz de creer que sus tres ambientes y el autito para dar vueltas los fines de semana los pueden conseguir en cualquier contexto; que la política les importa un pomo; que las mejores condiciones de vida son a pesar de los gobiernos y no por ninguno de ellos. Francisco de Narváez ganó las elecciones de 2009 en Buenos Aires. Cuando alguien crea que el triunfo es seguro vuelva a releer esa frase de ciencia ficción y se dará un baño de realidad.

Para consolidar el camino; para cumplir lo que hoy millones proclaman – apoyar a Cristina – hay tres niveles de responsabilidades:

1 – En la base social, creer en la participación. Esto no es solo ganar la calle y adherir. Es también saber qué se puede hacer para mejorar la vida comunitaria; estudiar; proponer; desarmar los argumentos reaccionarios.

2 – En la tarea legislativa desde lo nacional hasta lo municipal, construir propuestas que sirvan a los compatriotas y a la vez dejen a quienes se dicen progresistas y se terminan aliando a la reacción, en la disyuntiva pública y real: O están con las mayorías o están por los cargos.

3 – En la tarea ejecutiva, de cualquier nivel, hacer con y para los compatriotas.

Es necesario que la reacción vuelva a sentir cabalmente que esta vez puede perder. Que se pongan nerviosos, que salgan de sus cuevas, que argumenten para la clase media pancista y para los poderosos. Que se vean obligados a mostrar que les molestan los impuestos; que se sepa que se robaron empresas; que se robaron niños; que no les importa de nosotros. Que deban discutir nuestras políticas sociales, productivas, de ciencia y tecnología. Que no les quede tiempo para seguir comparando a Cristina con Isabel; para seguir pronosticando el Apocalipsis. Que se dispongan a ser espectadores de una Argentina de todos y para todos. De la cual serán responsables Néstor Kirchner, Cristina Fernández y todos nosotros, los que creemos que vamos a ganar.