REPRODUCIDO DE PAGINA12 DEL 2 DE MAYO DE 2010
EL PAIS › LA GUERRA SUCIA DESDE
LA SEDE CENTRAL DE LOS JESUITAS
“La patota salió del Colegio Máximo”
Un laico católico y un ex jesuita revelan las relaciones de
Bergoglio con Massera y la represión. Una patota operativa golpeó a
la novia del primero dentro del Colegio Máximo para que revelara
dónde encontrarlo. El sacerdote manejaba el auto de Bergoglio, quien
le contó sus encuentros con Massera y le habló del plan político del
ex dictador. Una monja y una ex religiosa hablan del rol de
Bergoglio en el secuestro de Yorio y Jalics.
Por Horacio Verbitsky
La plana mayor jesuita en 1976. De izquierda a derecha, Víctor
Zorzín, Rector del Colegio Máximo; Andrés Swinnen, Maestro de
Novicios; Jorge Bergoglio, Prepósito Provincial; Carlos Cravena,
Ministro del Colegio Máximo o vice superior, e Hipólito Salvo, ex
Provincial en la Argentina.
El médico Lorenzo Riquelme, hoy de 58 años y residente en Francia,
dice que la patota que lo secuestró y lo torturó en 1976 salió de la
sede principal de la Compañía de Jesús, donde vivía y era principal
responsable el superior provincial Jorge Mario Bergoglio. Riquelme
tenía militancia en la Juventud Peronista y en el movimiento
cristiano vinculado con los curas del tercer mundo. Para averiguar
dónde encontrarlo golpearon a su novia, que trabajaba en el
Observatorio de Física Cósmica de San Miguel, dentro del predio del
Colegio Máximo. Riquelme cree que se trató de un grupo operativo de
la Armada que tomó posiciones allí después del golpe. En esos
apremios participó un sacerdote que con autorización de Bergoglio
era capellán militar de la Escuela de Suboficiales General Lemos, en
la vecina guarnición de Campo de Mayo. El ex jesuita Miguel Ignacio
Mom Debussy, hoy de 63 años, hizo los votos el 13 de marzo de 1976 y
Bergoglio fue su padrino de ordenación el 3 de diciembre de 1984. En
los viajes entre San Miguel y la Ciudad de Buenos Aires en los que
le hacía de chofer, Bergoglio le habló del proyecto político del
jefe de la Armada, Emilio Massera, y le comentó que se había reunido
con él varias veces.
El mago González
El Observatorio fue un lugar de encuentro de la militancia en los
últimos años de la década del 60 y los primeros de la siguiente.
Mucha gente de la zona almorzaba en su comedor, que era muy barato,
y pasó a ser punto de reunión y de discusiones políticas. Entre
quienes pasaron por allí estuvo Marcelo Kurlat, El Monra, uno de los
dirigentes de las FAR, que luego del golpe murió al resistirse al
secuestro por el grupo de tareas de la ESMA. El periodista Horacio
Ríos trabajaba en la Municipalidad de San Miguel (hoy General
Sarmiento), militaba en la JTP e integraba la comisión directiva del
sindicato municipal. Su madre y su hermano trabajaban en el
Observatorio. Ríos ayudó a crear una comisión interna muy combativa,
que entre 1973 y 1975 logró importantes reivindicaciones. Los
jesuitas no estaban muy conformes con que la efervescencia política
de la que habían participado afectara sus propias instituciones. La
esposa de Ríos era Graciela Podestá, quien entre 1999 y 2003 fue
diputada bonaerense por el Frepaso. El ex jesuita Alberto Sily narra
que poco antes del golpe muchos científicos y técnicos del
Observatorio recibieron cartas con amenazas de la Triple A y cinco
de los principales se exiliaron, en Uruguay y en México. Podestá y
Ríos recuerdan a un jesuita de apellido español, que no trabajaba en
el Observatorio pero vivía en el Colegio Máximo, que siempre
“llegaba con dos tipos armados con FAL”.
Ese fue el sacerdote que participó en los apremios a la novia de
Riquelme. Su nombre era Martín González. Mientras la golpeaban,
González le sugería que colaborara. “El torturador malo y el
torturador bueno”, dice Riquelme. Antes que comenzara a operar la
Triple A ese sacerdote se comportaba “como una ovejita” pero luego
del golpe “pasó a ser un lobo”, dice Graciela Podestá. Mom Debussy
se sorprendió al conocer ese rol. “Lo considerábamos muy bueno. Nos
divertía con sus actos de prestidigitación. Cuando murió lo afeité y
lo coloqué en el cajón”. Para Riquelme fue más que una sorpresa:
“Era como si mi padre me hubiera traicionado, como una violación.
Nosotros teníamos una agrupación de scouts, de la que González era
capellán. Hacía magia, nos sacaba pañuelos de la oreja, nos enseñaba
los trucos”. Ambos consideran imposible que estos hechos pudieran
ocurrir sin aprobación de Bergoglio, quien ejercía un control
absoluto sobre todo lo que ocurría en su sede. “Cuando asumió como
provincial, en julio de 1973, mudó la curia provincial, que estaba
en la calle Bogotá, de Caballito, al Colegio Máximo, para controlar
mejor a los novicios y a los profesores. Allí se apropió del
departamento del rector, y lo redecoró. Constaba de despacho,
dormitorio y baño. Decía que cada uno es libre de hacer de su culo
un florero, pero controlaba todo, desde la mentalidad a lo que
hacías, se metía en las habitaciones individuales, revisaba cada
cosa”, relata Mom Debussy.
Lorenzo Riquelme entonces. El estudiante de medicina secuestrado por
la patota que salió del Colegio Máximo.
Mom Debussy se define como “la oveja negra de una familia de la
oligarquía”. Por vía paterna desciende de Juan Martín de Pueyrredón
y su abuelo materno era hermano del músico francés Claude Debussy.
Su madre fue fundadora de la Democracia Cristiana, “de la línea
garca de Manuel Ordóñez”. Eligió ser jesuita porque se llamaba
Ignacio y era “la orden más aristocrática y combativa”. Riquelme, en
cambio, proviene de una familia humilde y creció en el Barrio La
Manuelita, a pocas cuadras del Máximo. “Pasaba el día con los
jesuitas”, evoca. Cuenta que en “el pequeño Vaticano” que era San
Miguel “todos se conocían. También los milicos vivían allí. Iban a
misa en el Colegio Máximo y sus hijos estudiaban en los colegios
católicos. Muchos militantes del Peronismo de Base vivían en el
Barrio Villa Mitre y trabajaban en el Colegio Máximo, durante los
años culminantes del progresismo católico, en 1972 y 1973. Había
también ex seminaristas. Estaban en comunidades orientadas por el
sacerdote italiano Arturo Paoli”. Bergoglio se encargó de suprimir
ese fenómeno. En la primera congregación provincial que presidió, en
abril de 1974, dijo que los jesuitas debían evitar lo que llamó las
“ideologías abstractas no coincidentes con la realidad” y reaccionar
con “sana alergia cada vez que se pretende reconocer a la Argentina
a través de teorías que no han surgido de nuestra realidad
nacional”. Mom Debussy recuerda que hacia fines de 1974, “Bergoglio
nos mandó a una manifestación de Isabelita en la Plaza de Mayo”.
María Estela Martínez de Perón salió al balcón “vestida de rosa y
habló de anular contratos con la Siemens. Al frente de nuestro grupo
puso al maestro de novicios Andrés Swinnen. Tuvimos que ir todos con
una bandera argentina”. Bergoglio era amigo personal del coronel
Vicente Damasco, a quien visitaba en su casa de la calle Asunción,
en Villa Devoto. Damasco fue encargado de la custodia de Juan D.
Perón y profesor de Planeamiento y Organización en la sede San
Miguel de la Universidad jesuita del Salvador. Con el asesoramiento
de Bergoglio elaboró un proyecto de reforma constitucional. El
primero de sus ocho principios orientadores decía que “la Divinidad
es la medida de todas las cosas”.
El proyecto de Massera
“Ahora dice que viaja en subte y colectivo. En la larga década en
que yo lo serví no iba a ningún lado sin el auto, ni siquiera a los
barrios que estaban a pocas cuadras, como La Manuelita”, refuta Mom
Debussy, quien subrayó y anotó su ejemplar de El jesuita, la
autobiografía que Bergoglio acaba de publicar en su descargo. Los
viajes más largos eran entre San Miguel y la Ciudad de Buenos Aires.
Varias veces le comentó encuentros con el miembro de la Junta
Militar Emilio Massera. “Me dijo que quería proteger a los novicios
y estudiantes (dos veces aparecieron milicos cuando yo estaba en el
noviciado, nos hicieron salir, nos apuntaron. Después no nos
acosaron más). Estaba en negociaciones con él porque quería que la
Marina comprara el Observatorio de Física Cósmica, lindero al
Colegio Máximo”. No se llegó a un acuerdo y en diciembre de 1977 lo
compró la Fuerza Aérea. Varias personas que trabajaban allí “fueron
secuestradas y cuando recuperaron su libertad, fueron despedidas por
Bergoglio”, dice Riquelme. “Hay quienes dicen que los protegía,
porque les pagó el último sueldo”.
A Mom Debussy, Bergoglio también le habló en los viajes del proyecto
político de Massera.
–¿Con simpatía?
–Seguro que con disgusto no. Le parecía bien que fuera contra Videla.
Yoga y oración
En La Manuelita estaba la parroquia Jesús Obrero. Allí se instaló el
sacerdote Jorge Adur, quien era integrante de Montoneros, con tres
seminaristas de la orden asuncionista que estudiaban teología en la
Facultad que funcionaba en el Máximo. Con Adur tenían un vínculo
afectivo pero no político, porque “para ellos toda la política era
el diablo. Nos lo habían dicho a los pibes del barrio para
desaconsejarnos la militancia. Meditaban diez horas por día, hacían
yoga y oración. Pensaban irse a la Patagonia por un año a meditar.
Eran contemplativos, como Jalics”, dice Riquelme. Dos de esos
seminaristas, Carlos Antonio Di Pietro y Raúl Eduardo Rodríguez,
fueron capturados el 4 de junio de 1976, en un operativo del
Ejército y la policía con armas y uniformes a la vista. Adur no
había ido a dormir esa noche al barrio. “Por la mañana los vecinos
se turnaron para esperarlo en la parada de colectivo y avisarle para
que se fuera.” Diez días después, “un grupo del Ejército me levantó
a mi y a Haydé Balmaceda, de la Unidad Básica de La Manuelita, que
era ayudante de una clínica. Creo que el lugar al que nos llevaron
era una comisaría, a veinte minutos del Camino Negro, donde nos
tuvieron encapuchados. Tenía celdas, baño y sala de torturas, con
electricidad. Nos torturaron y nos preguntaron por esos curas y por
la posta sanitaria de Montoneros”. Dos días después los sacaron en
un camión, a las 4 de la mañana. Riquelme se cayó sobre una persona,
que le preguntó:
–¿Quien sos?
–Lorenzo.
–¡Que suerte, no quería morir sola! –le respondió Balmaceda.
Los llevaron a un descampado y los hicieron arrodillar. “Yo quería
morir de pie y gritando alguna consigna heroica como en las
películas. Pero tenía la garganta cerrada. Me pegaron un empujón y
se fueron. Pensé que estaba muerto. Haydé me decía que nacimos de
nuevo el mismo día y que la gordura la salvó de que la violaran.”
Guardias con FAL
Durante los días de ausencia de Riquelme, el capellán Martín
González le dijo a su novia: “Este se fue a curar guerrilleros”. La
detuvo en el Colegio el grupo de marinos que se habían instalado en
el Observatorio. Mientras le pegaban, González participaba. “Decí
dónde está, mejor que hables porque si no no puedo hacer nada por
vos”. Riquelme se había refugiado en la casa de una compañera de
facultad, hija de un militar. A las nueve de la noche la novia no
pudo resistir más. Lo llamó por teléfono al número que él le había
dado, le preguntó dónde estaba y le pidió que la esperara allí.
“Veinte minutos después caen y me levantan. Encapuchado, me llevan
hasta una casa operativa, creo que en Bella Vista. No me creían que
ya había estado secuestrado, me torturaban y me decían que había
estado curando gente.” A la madrugada lo sacaron de allí. Uno lo
asía del brazo.
–¿Qué va a pasar? –preguntó Riquelme
–No sé, están decidiendo –le respondió.
Lo llevaron hasta una ruta y lo tiraron en una zanja. “Cuando se van
me levanto, camino y reconozco que estoy a 200 metros del Colegio
Máximo, en el barrio que está enfrente.” Recién días después,
Riquelme pudo hablar con su novia. “Me cuenta que me entregó porque
González le dijo que colaborara. Yo lo conocía desde que fui boy
scout. Siempre venía de la Escuela Lemos con chofer en una F100 del
Ejército, acompañado por dos guardias con FAL. Nunca pude acercarme
para hablar con él.” Graciela Podestá recuerda que el sacerdote de
apellido español comentó: “Espero que esto sirva de lección”.
El uso de armas era habitual en el predio jesuita. “Bergoglio nos
mandaba a hacer guardia nocturna con carabinas .22 y balas de plomo,
cuando se recuperó la pileta de natación de los fondos del Máximo y
hubo algún intento por bañarse de la gente del barrio aledaño, donde
hacíamos catequesis y visitábamos las casas”, recuerda Mom Debussy.
Riquelme fue uno de los jóvenes que lo intentaron. “El hermano
Rivisic me tiró con la 22, porque me metía en la piscina. Me pasó
cerca de la pierna y me dijo que la próxima vez me tiraba a pegar”,
recuerda.
Almuerzo con granadas
En el Observatorio “había gente izquierdosa. Mariano Castex llevó
ahí a muchos profesores de Exactas reprimidos en la noche de los
bastones largos, curas progres, ex seminaristas. La Marina lo
limpió. En 1975 hubo un Congreso controlado por el SIDE y la
Marina”, dice Riquelme. Sus recuerdos coinciden con los de Mom
Debussy. Ellos no se conocen y las entrevistas se realizaron por
separado. “Bergoglio invitaba al Colegio Máximo a oficiales de Campo
de Mayo, que venían de uniforme. Una vez llegaron varios con ropa de
combate y unas granadas redondas colgando. Los recibió en el comedor
viejo del tercer piso, que después el mismo Bergoglio clausuró.
Estábamos cenando y llegaron con un capellán”, recuerda Mom Debussy.
Podestá y Ríos cuentan que en el barrio corren historias sobre
cuerpos enterrados en las adyacencias del Colegio Máximo y su viejo
cementerio. Según esa leyenda un cuidador del Colegio y varios
vecinos vieron fantasmas de gente sangrante.
Después del segundo secuestro, Riquelme se fue a vivir en una casa
de la calle Malabia al 1400, en la Ciudad de Buenos Aires, que
pertenecía a la Faternidad de Hermanitos del Evangelio Charles
Foucauld. Allí vivían los curas Jesús y Mauricio Silva Iribarnegaray.
Mauricio trabajaba como barrendero municipal. El 22 de mayo de 1977,
Riquelme se fue de la Argentina hacia Francia, donde aún vive. Su
hija, nacida en París, se apasiona por entender aquella época. Desde
hace dos años estudia Ciencias Políticas en la Argentina. “Mauricio
me acompañó al aeropuerto. A él lo secuestraron quince días
después”, y sigue desaparecido. En París, participó en la denuncia
de las atrocidades de la dictadura. “Adur estaba deprimido. Algunos
padres le escribieron que era un sinvergüenza que vive en el dorado
exilio y a mi hijo lo mataron. Por eso aceptó ese rol ridículo de
capellán del llamado Ejército montonero. Lo secuestraron en 1980
cuando llegó con documentos falsos e intentó ir a Brasil para
acercar a las Madres de Plaza de Mayo al papa”. Desde París,
Riquelme le hacía el control telefónico. Cuando Adur dejó de llamar,
Riquelme avisó a los asuncionistas, que son dueños del diario La
Croix, pero recién al cabo de una semana aceptaron publicar una nota
en condicional. “Me decían que Adur sabía lo que le podía pasar.
Jesús también sabía, les contesté”.
http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-144966-2010-05-02.html
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