Siguen las medidas del
gobierno de la ciudad.
Excelente carta de
Mauricio Kartun.
DESPEDIDA
A LA ESCUELA DE
TITIRITEROS
Date: Sat, 29
Dec 2007
10:11:39 -0300
Queridos
exalumnos,
compañeros
profes
y
amigos
del
ambiente
titiril
Unas
palabrejas
de
despedida
al
ámbito.
Después
de
quince
años
de
gozoso
trabajo
he
sido
despedido
del
Taller
Escuela
de
Titiriteros
del
TGSM.
Fue
de
sorpresa
y
por
la
espalda
porque
no
hubo
ningún
conflicto
–al
menos
manifiesto-
que
lo
hubiera
hecho
suponer.
Uno
notaba
que
lo
miraban
desde
hace
tiempo
con
ojos
cruzados,
pero
pensaba
que
no
les
daría
la
cara
(con
la
cara
de
los
funcionarios
en
este
país
siempre
te
quedás
corto).
Con
el
soso
eufemismo
de
un “Nuevo
plan
de
estudios
más
técnico”
y de
necesitar
mi
horario
para
el
“Agregado
de
horas
de
práctica”
me
han
dado
groseramente
el
toque
con
un
vulgar
email.
Sonaba
todo
tan
disparatado
que
apelé,
explique
la
importancia
de
esta
cátedra
en
la
escuela,
su
reconocimiento
internacional,
di
ejemplos
como
si
hicieran
falta
…
Pero
no
me
dieron
ni
bola,
claro.
No
dramatizaré
sobre
el
hecho
porque
no
hay
aquí
en
juego
al
fin
y al
cabo
valores
tan
solemnes
(el
hecho
de
que
yo
me
llame
Mauricio
no
significa
que
el
quía
haya
decidido
aniquilar
del
ámbito
público
a
todos
sus
opositores
homónimos).
Hay
en
cambio
–y
esto
sí
se
veía
venir-
alguna
humanoide
incontinencia
de
recelos
personalistas
(de
esos
que
mirados
desde
afuera
dan
un
poquito
de
piedad
y
otro
poquito
de
risa).
Y
hay
diferencias
ideológicas
de
fondo.
Pensar
en
titiriteros
sin
dramaturgia
es
ideología,
claro.
Hacer
una
escuela
para
formar
solo
intérpretes
es
ideología.
¿Intérpretes
de
qué
textos
si
no
hay
siquiera
aquí
un
repertorio
sólido?
¿Para
trabajar
dónde
si
solo
hay
una
compañía
oficial?
Formar
intérpretes
es
formar
creativos
cuando
deberían
formarse
creadores.
Es
formar
dependientes.
Es
usar
el
formidable
aparato
de
una
escuela
para
hacer
un
vulgar
semillero
en
el
que
elegir
cada
tres
años
a un
par
de
afortunados
que
ligarán
un
contrato
temporario
en
el
San
Martín
(reemplazando
a
los
que
tocó
echar)
y
mandar
al
resto
a
vender
títeres
de
dedo
en
la
feria
de
Parque
Centenario.
Es
crear
entre
los
alumnos
la
peor
de
las
competencias.
Es
ideología.
Tremenda.
Éstos
son
años
de
mucho
trabajo,
de
manera
que
no
me
angustia
demasiado
el
contrato
perdido.
Soy
medio
inmune
además
al
virus
del
rencor
así
que
ni
me
ha
hecho
rechinar
los
dientes
ni
me
he
despertado
en
la
noche
rodeado
de
gatospardos
(que
es
como
dicen
que
suelen
ser
todos
los
gatos
de
noche).
Me
han
echado
de
tantos
colegios
además
en
mi
adolescencia
que
he
adquirido
cierta
templanza
en
situaciones
analógicas
y
hasta
he
aprendido
a
disfrutar
sus
ventajas:
en
colegio
nuevo
no
te
conocen
y no
es
difícil
convencerlos
de
que
sos
mejor
de
lo
que
sos.
En
un
cuarto
año
en
una
escuelita
de
Caseros
llegué
incluso
en
el
primer
cuatrimestre
a
abanderado.
Se
me
arruinó
el
yeite
porque
se
avivaron
de
que
me
habían
expulsado
el
año
anterior
de
otra
y ni
tenía
aprobado
tercero,
así
que
me
echaron
otra
vez,
pero
mientras
duró
fue
glorioso.
Encima
como
era
mayor
de
edad
la
directora
me
mandaba
a
hacer
trámites
con
su
Renauld
Gordini…
Volviendo
a lo
nuestro.
Me
da
un
cacho
de
pena
sí
el
asunto
por
los
futuros
alumnos
que
se
perderán
de
conocer
mis
chistes
históricos,
pero
ya
encontraré
la
manera
de
vincularme
con
ellos
y
contárselos
(y
de
paso
algunas
cosas
útiles
que
pueda
enseñarles
sobre
la
profesión)
Estoy
rumeando
algunas
clases
en
la
vereda
a la
salida
de
la
escuela.
Para
fastidiar
nomás.
No
sé
si
serán
pedagógicamente
efectivas
pero
funcionarán
seguro
como
gauchita
performance.
Estoy
en
estos
días
en
mi
retiro
verde,
disfrutando
de
esta
actividad
paradójica
que
nos
toca
a
los
jardineros
de
hacer
un
lugar
para
estar;
y
estando
pensar
en
qué
hacer
en
él.
Escribo
estas
paparrucheces
ahora
estando
sentadito
a la
sombra
y
mirando
mis
plantas.
Tengo
en
el
parque
algunos
Cipreses
Lambertiana
con
cuyas
asombrosas
manías
he
aprendido
a
convivir.
Tienen
las
muy
pijoteras
una
condición
congénita
que
se
llama
“alelopatía”.
Para
que
nada
pueda
crecer
debajo
de
ellas
y
les
dispute
alguna
vez
el
espacio
emiten
unas
sustancias
químicas
que
inhiben
el
crecimiento
de
cualquier
especie
debajo
de
sus
ramas.
Pero
yo
les
he
tomado
el
tiempo
y
les
hago
un
engañapichanga
muy
rendidor:
les
hago
unos
pozos
que
relleno
con
tierra
sana.
Ahí
planto.
La
lambertiana
sigue
destilando
hormona
y
convencida
de
que
es
un
destructor
omnipotente
y
mientras
tanto
alrededor
le
crece
sano
un
pequeño
vergel.
Lo
hago
desde
hace
tiempo.
Sirva
de
humilde
receta
para
quienes
deban
convivir
con
Lambertianas
en
su
propio
jardín.
También
de
explicación
para
cuando
dentro
de
unos
años
alguien
se
pregunte
¿cómo
pudo
crecer
esta
planta
tan
verde
en
ese
lugar
sombrío?
Esta
es
una
carta
personal
enviada
a
amigos
del
medio
simplemente
para
que
no
aparezcan
luego
-con
la
noticia-
raras
especulaciones
sobre
el
hecho.
No
tiene
voluntad
alguna
de
solicitar
adhesión,
buscar
reacciones,
ni
solicitar
publicación,
cadenas
ni
reenvíos
(Dios
me
libre
y
guarde…).
No
espera
siquiera
respuesta
(porque
no
hay
pregunta).
Es
lo
que
es.
Muchas
gracias
a
los
alumnos
titiriteros
por
todo
lo
que
de
ellos
he
aprendido.
Muchas
gracias
a
los
títeres
por
enseñarme
a
aprender
de
lo
quieto,
lo
pequeño
y lo
callado.
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