Comisión de Exiliados Argentinos ->Madrid
Editorial del País del 10 de octubre de 2007 acerca de la figura del Che Caudillo GuevaraEl romanticismo europeo estableció el siniestro prejuicio de que la disposición a entregar la vida por las ideas es digna de admiración y de elogio. Amparados desde entonces en esta convicción, y a lo largo de más de un siglo, grupúsculos de las más variadas disciplinas ideológicas han pretendido dotar al crimen de un sentido trascendente, arrebatados por el espejismo de que la violencia es fecunda, de que inmolar seres humanos en el altar de una causa la hace más auténtica e indiscutible. En realidad, la disposición a entregar la vida por las ideas esconde un propósito tenebroso: la disposición a arrebatársela a quien no las comparta. Ernesto Guevara, el Che, de cuya muerte en el poblado boliviano de La Higuera se cumplen 40 años, perteneció a esa siniestra saga de héroes trágicos, presente aún en los movimientos terroristas de diverso cuño, desde los nacionalistas a los yihadistas, que pretenden disimular la condición del asesino bajo la del mártir, prolongando el viejo prejuicio heredado del romanticismo. El hecho de que el Che diera la vida y sacrificara las de muchos no hace mejores sus ideas, que bebían de las fuentes de uno de los grandes sistemas totalitarios. Sus proyectos y sus consignas no han dejado más que un reguero de fracaso y de muerte, tanto en el único sitio donde triunfaron, la Cuba de Castro, como en los lugares en los que no alcanzaron la victoria, desde el Congo de Kabila a la Bolivia de Barrientos. Y todo ello sin contar los muchos países en los que, deseosos de seguir el ejemplo de este mito temerario, miles de jóvenes se lanzaron a la lunática aventura de crear a tiros al "hombre nuevo". Seducidos por la estrategia del "foquismo", de crear muchos Vietnam, la única aportación contrastable de los insurgentes seguidores de Guevara a la política latinoamericana fue ofrecer nuevas coartadas a las tendencias autoritarias que germinaban en el continente. Gracias a su desafío armado, las dictaduras militares de derechas pudieron presentarse a sí mismas como un mal menor, cuando no como una inexorable necesidad frente a otra dictadura militar simétrica, como la castrista. Por el contexto en el que apareció, la figura de Ernesto Guevara representó una puesta al día del caudillismo latinoamericano, una suerte de aventurero armado que apuntaba hacia nuevos ideales sociales para el continente, no hacia ideales de liberación colonial, pero a través de los mismos medios que sus predecesores. En las cuatro décadas que han transcurrido desde su muerte, la izquierda latinoamericana y, por supuesto, la europea, se ha desembarazado por completo de sus objetivos y métodos fanáticos. Hasta el punto de que hoy ya sólo conmemoran la fecha de su ejecución en La Higuera los gobernantes que sojuzgan a los cubanos o los que invocan a Simón Bolívar en sus soflamas populistas. Cartas de los lectores de El País sobre el editorial "Caudillo Guevara" 1) Sobre Guevara
No hace falta haber sido guevarista o serlo hoy para considerar su nota
editorial de ayer, Caudillo Guevara (EL PAÍS, 10-10-2007), un
insulto a la inteligencia y a la sensibilidad, un ejemplo más del tipo
de discurso "autorizado por la policía y vedado por la lógica",
que decía Marx. Para empezar, es de una ignorancia supina atribuir en
exclusiva al romanticismo europeo el prejuicio de que entregar la vida
por las ideas es digno de admiración y elogio. Sólo un inculto puede
escribir eso. En segundo lugar, es sectario denominar muerte al
asesinato de Guevara en La Higuera y encima atribuirle el propósito de
dotar al crimen de un sentido trascendente. En tercer lugar, es una
manipulación incalificable identificar lo que hizo el internacionalista
Guevara con movimientos terroristas, nacionalistas o yihadistas
de ahora. En cuarto lugar, es un infundio, digno del peor revisionismo
histórico, presentar la vida y la acción de Guevara y de sus
seguidores como mera coartada para un autoritarismo de signo contrario,
que no germinaba entonces, como dice su editorial, sino que existía ya
en el continente americano. En quinto lugar, es absurdo presentar a
Guevara como puesta al día del caudillismo latinoamericano: los
extremos sólo se tocan en la cabeza del editorialista de EL PAÍS. ------------------ 2) La figura del Che Al proceso de mitificación de la figura de Che Guevara que
produjo la leyenda dorada que ha rodeado su vida y obra ha sucedido una
enconada campaña de ataques y descrédito cuyo propósito es
sustituirla por otra leyenda, pero ésta negra, que ponga fin a toda
posible consideración positiva del sentido de su lucha. Las numerosas acciones lanzadas con ese fin, entre otras, aquí en
Francia, el libro del periodista exiliado cubano Jacobo Machover La
cara oculta del Che, se sitúan en el marco de la poderosa
movilización ideológica mundial que, inspirada en la doctrina de los neocons
norteamericanos y lanzada por sus think tanks, aspira a privar de
legitimidad todas las opciones de progreso y a abortar las iniciativas
políticas que las revindiquen. El editorial de EL PAÍS Caudillo Guevara del pasado día 10
se sitúa en esa línea, que no creo que corresponda, ni en su simplista
y sesgada argumentación ni en la agresividad de sus modos expositivos,
con la posición dominante de este periódico. Pues intentar acabar con el mito de Che Guevara a fuerza de
insultos y de infundios, y reducir la complejidad de su persona y
planteamientos -no puede olvidarse sus críticas a la Unión Soviética,
entre otros lugares en el discurso de Argel- al comportamiento de un
terrorista, no es sólo una falsificación de la historia, sino que,
sobre todo, representa la total negación de cualquier hipótesis de
transformación radical de la sociedad. Lo que en América Latina
equivale a condenar a la miseria y a los enfrentamientos suicidas a un
continente. Destino que se opone al propósito fundacional de EL PAÍS y
a su compromiso con la lucha por las libertades y la justicia social en
España y, hoy, desde su recién inaugurada condición de diario global
en el mundo. Que muchos de quienes tenemos algo que ver con él queremos
que se mantenga y confirme. José Vidal-Beneyto 14/10/2007 ------------------ El Defensor
del Lector del periódico El País y el editorial sobre Guevara JOSÉ IGUEL LARRAYA 14/10/2007 DEFENSOR DEL
LECTOR DE "EL PAIS" Un editorial de EL PAÍS publicado el pasado miércoles ha
puesto en pie a muchos lectores de España y de América. Caudillo
Guevara es el título del editorial que ha generado la mayor
protesta de los lectores que este defensor recuerda. Las cartas y
llamadas recibidas transmitían tanto sorpresa como indignación
por la valoración que realizaba el editorial de la figura histórica
de Ernesto Guevara, el Che, con motivo del 40º aniversario
de su fusilamiento en Bolivia. Sobre el Che se ha escrito mucho. Cualquier lector interesado
puede encontrar una bibliografía abundante, detallada -diarios,
memorias, ensayos, biografías, novelas, películas, canciones-,
para contrastar sus propias impresiones. Porque su imagen, la
imagen que tomó el fotógrafo Korda en el puerto de La Habana, y
que ha sido impresa en camisetas y banderas, en pasquines y
paredes, forma parte ya de la iconografía del siglo XX entre los
emblemas de la revolución. Y no sólo de la Revolución Cubana. De las protestas de los lectores elegiré, con la arbitrariedad
con que fraccionamos la realidad los periodistas, tres cartas,
entre muchas. Llegan tanto de América como de España. A Cristina
Retta von Römer, José Manuel Rúa y Carlos Neri, lectores que
han protestado, les une un elemento común, constante en otras
cartas y llamadas. En su inmensa mayoría advierten de que no hay
que ser guevarista, ni extremista, "ni siquiera de
izquierdas", para discrepar o criticar el editorial. "Cualquier latinoamericano honesto, dotado de un mínimo
sentido común, de información auténtica y sensibilidad social,
sabe distinguir entre lo que son 'asesinos disimulados' bajo la
fachada del 'mártir', de la acción de hombres que, equivocados o
no con los métodos a seguir, pretendieron ser coherentes con un
ideario tendente a revertir situaciones de verdadera violencia
social en que América Latina estuvo inmensa por siglos:
dependencia económica, explotación del campesinado,
analfabetismo, pobreza extendida, desigualdades e injusticias
sociales a granel", escribe Cristina Retta. "Hoy, Latinoamérica vive en gran parte de sus países un
giro político importante, al que se denomina de 'izquierda',
tendente a atender la acuciante situación de esas sociedades en
movimiento. Los cambios se imponen implacables, por maduros y
exentos de violencia. Pero sin la revolución social de los años
sesenta, fracasada, dictaduras militares de por medio, la realidad
de hoy no sería la misma", añade Retta. José Manuel Rúa considera que "el punto álgido de la
perversión" llega en el editorial al convertir al Che en
coartada para los regímenes represivos de América Latina.
"Según este razonamiento, el que lucha contra la opresión
no hace otra cosa que dar motivos al opresor para mantener y
aumentar la opresión". El Che, recuerda el lector, "no
se enfrentó contra ningún régimen democrático, sino a
dictaduras militares". Y subraya una circunstancia que
posiblemente haya contribuido a la universalidad del mito.
"El Che renunció a instalarse en el poder y optó por seguir
luchando contra la injusticia y la opresión en otras partes del
mundo". Carlos Neri considera que el editorial "no se queda corto
a la hora de escupir arrogancia". Para este lector, "no
hay otra manera de definir el criterio que se aplica al dejar
trascender que aquellos que siguieron el camino del Che fueron
incautos sin sentido común y por eso ofrendaron sus vidas sin
saber lo que hacían". Una constante en las cartas de protesta ha sido la
caracterización del Che como un caudillo. "En Latinoamérica,
el caudillo tiene una definición y perfiles muy propios que no se
ajustan a lo que fue la vida y la acción de ese
latinoamericano", escribe Cristina Rotta. Y en España, después
de 40 años de dictadura, la palabra caudillo tiene nombre propio. No es tarea habitual del Defensor dar curso a las cartas que
discrepan de los editoriales del diario. Ni entrar a debatir sobre
la figura histórica del Che Guevara. Los historiadores
desmenuzarán su vida y su obra; se levantará su bandera o se
condenará su ejemplo, pero valorar una vida y una época como la
suya en las 467 palabras de ese editorial es, posiblemente, una
tarea imposible. La simplificación alimenta las peores polémicas. Aquellas en
las que los sentimientos se imponen a los argumentos y las
descalificaciones a los hechos. El editorial terminaba diciendo que hoy ya son pocos los que
conmemoran su ejecución en La Higuera. Pero la polémica que ha
suscitado ese mismo comentario demuestra que su memoria, el mito,
está viva todavía a los dos lados del océano. Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector por carta o
correo electrónico (defensor@elpais.es), o telefonear al número
91 337 78 36. _______ Carta
de Osvaldo Parrondo, editor de Boletín
Argentino, al director de "El País" Desde
su fundación soy lector de El País, y me sorprende el giro que está
tomando desde la muerte de su fundador y el nuevo enfoque de: “El periódico
global en español”. Los ataques al gobierno actual, coincidentes con
los poderosos medios de la derecha y el Editorial sobre
el Ché, me indican que hay cambios profundos y esta última nota es
digna de figurar como propia en un periódico del Imperio Murdoch. Pero
además, en momentos que en todo el mundo se conmemora el aniversario de
su muerte, corren ríos de tinta, videos, programas de todo tipo,
libros, documentales y películas sobre la vida de Guevara, El País
afirma que ya sólo se recuerda su muerte en La Higuera, Cuba y
Venezuela, cita mezquina que empaña la trayectoria del mi “Diario
independiente de la mañana”. La lucha del Che en el Congo se explica
en la defensa francesa de su fiel aliado, el dictador Mobutu,
el actual proceso de recolonización por parte de Estados Unidos para
quedarse con los impresionantes yacimientos de todo
tipo de minerales del infortunado país, al cual Nelson Mandela intentó
ayudar en vano junto con Guevara, y el último golpe de Estado instigado
por el Imperio que intenta colocar un peón útil y corrupto para
apropiarse de sus fabulosas riquezas. De
últimas tragando mi rabia e impotencia por ese Editorial murdoch-aznariano,
espero que al menos se trate del principio de una serie de enfoques de
este tipo y así veamos desfilar en la página 14 del Diario: Las tropelías
españolas en América, las invasiones sangrientas del Imperio USA en
Vietnam, Afganistán, Corea, Irak y África. La implantación de
dictaduras genocidas apadrinadas por el mismo Imperio en Hispanoamérica.
Los crímenes y aberraciones de la Iglesia Católica (ver el caso Von
Wernich), el genocidio de Ariel Sharon en Shabra y Chatila (1982), el
arrebato de Cuba a España por parte de USA para entregársela a Lucky
Luciano y Meyer Lansky y de paso tener mozuelas y mozalbetes gratis para
excursiones sexo- timberas. El desenmascaramiento del Nobel Kissinger
como cerebro inductor del asesinato estatal de decenas de miles de
personas…. En fin, pueden ustedes tirar del hilo de la historia que
voy a seguir esta saga que promete ser muy interesante. O dejará de ser
mi diario independiente para siempre. Osvaldo
Parrondo DNI 00.386.151 OPINIONES DE
EL PAÍS (Y DIARIOS DE DERECHA)
sobre venezuela en particular (apoyando el golpe contra chavez del
11 de abril de 2002) 13/04/2002 DIARIO EL MUNDO Y SU VISION DEL GOLPE A CHAVEZ
__________________________________________ EDITORIAL DE EL PAÍS SOBRE LA CREACION DE UN BANCO SUDAMERICANO (INDEPENDIENTE DEL FMI Y DEL BANCO MUNDIAL) EDITORIAL El Banco de Chávez 11/10/2007 La apuesta del presidente venezolano Hugo Chávez para convertirse en el líder de América Latina va en serio. Una cosa es crear Tele-Sur, la cadena de información y doctrina que quiere vender al mundo de habla española la versión bolivariana y socialista de la historia, signifique eso lo que signifique, y otra muy diferente crear un banco, también del Sur, que compita con las instituciones crediticias internacionales, costando los barriles de crudo que le va a costar a Caracas. Pero si la aventura es políticamente relevante no lo es sólo porque Chávez adquiera a marchas forzadas una legitimidad internacional que, posiblemente, arrancó cuando el presidente colombiano Álvaro Uribe le pidió que mediara con la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), sino porque Brasil no puede permitirse el lujo de ignorar la iniciativa. Y lo decisivo de la constitución del banco, en la que se han mancomunado Venezuela, Brasil, Argentina, Ecuador, Uruguay, Bolivia y Paraguay, es que con la presencia de Brasilia y Buenos Aires, el proyecto deja de ser un trasunto de Caracas, cuyas credenciales democráticas son cada día más dudosas, para convertirse en plan de integración latinoamericana, que nadie podrá dominar por sí solo. El nuevo Banco del Sur se limita en su recluta, como exigía el presidente Lula, a América del Sur, obviando el problema de incluir o no a Cuba, como habrían preferido Chávez y el presidente boliviano Evo Morales, pero nace también sobre la base de un cierto igualitarismo que otorga un voto tanto al menudo Uruguay como al gigantesco Brasil, según defendía el líder venezolano. Y si de entre los países hispanófonos sólo han quedado fuera Perú, Colombia y Chile, es verdad que este último, bajo gobierno socialdemócrata, ha adquirido un carácter próximo al de observador. Esa transversalidad entre socialdemocracias a la europea, gobernación que podemos predicar de Brasil, Uruguay, y hasta cierto punto Argentina, a la espera de ver qué ocurre en Ecuador, y la izquierda más agreste e inclasificable de Venezuela y Bolivia, es lo que más anima a dar un margen de confianza a una institución presuntamente encaminada a prestar sin contrapartida política, al revés, según dice esa izquierda radical, del Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial. Y todo lo que, dentro de un comportamiento democrático, favorezca el desarrollo de Latinoamérica, es positivo. |