“¡Mamá!”, escribió su hija en un
mensaje de texto. “En la tele están diciendo que sos la nieta
88.” Belén estaba en medio de una conferencia de prensa, en la
casa de las Abuelas de Plaza de Mayo, donde alguien daba cuenta de
su historia, una historia que todavía conoce de a partes y que
empezó, de algún modo, el 13 de mayo de 1977 con el secuestro de
sus padres.
Rosa Luján Taranto conoció a Horacio Altamiranda en un baile,
cerca de Florencio Varela, tres años antes del secuestro. Los dos
militaban en el PRT-ERP con 16 y 18 años. Después del primer
encuentro se pusieron de novios, en 1973 tuvieron a Christian Adrián,
en 1975 a Natalia y para mayo de 1977 esperaban a Belén, que
llevaba siete meses y medio en la panza.
“Yo decía, y hacíamos cuentas”, dice ahora Irma Rojas, la
madre de Horacio Altamiranda y abuela de Belén. “¿Habrá nacido
en junio, en julio o agosto? nos preguntábamos; tenía que ser en
uno de esos meses, porque no sabíamos cómo los estaban
tratando.”
Rosa Luján y Horacio estuvieron secuestrados en El Vesubio, se
pudo reconstruir más tarde a partir del testimonio de
sobrevivientes. A los ocho meses de embarazo a Rosa la llevaron, sin
embargo, a la maternidad clandestina que funcionaba dentro del
Hospital Militar de Campo de Mayo, para una cesárea. Ella volvió
después del parto a El Vesubio y pudo hablar de lo sucedido con sus
compañeras de detención.
Elena Alfaro fue una de ellas. Sobrevivió a El Vesubio y dio su
testimonio en el Juicio a las Juntas. “María Luján”, dijo, era
el nombre que Rosa había elegido para su hija. En 1998 y 1999
declararon Susana Reyes y Ana María di Salvo en las audiencias de
los Juicios por la Verdad. Ellas también recordaron el traslado de
El Vesubio a Campo de Mayo, pero dijeron que Rosa ni siquiera había
podido reconocer el sexo de su hijo porque se lo “arrebataron”
cuando nació.
Esos datos le sirvieron a Irma para alimentar de algún modo la búsqueda
durante cada uno de los últimos treinta años. Primero entre las
Madres de Plaza de Mayo, donde estuvo cuando todavía estaba
convencida de que su hijo y su nuera podían aparecer con vida; eso
hasta 1982. “En ese momento, ya no pensábamos que ellos estarían
vivos, dejamos y empezamos a buscar a mi nieta.” Puso la foto de
los dos en la bandera que las Abuelas llevan a las marchas sin
saber, porque todavía no tenía idea de dónde estaba su nieta, que
Belén también alguna vez se detuvo a ver alguna de las fotografías.
Carlos Altamiranda es uno de los tíos de Belén que estuvo en la
casa de las Abuelas, para la noticia de la restitución. “Por lo
que sabemos –dice–, la criaron unas personas, la adoptaron
legalmente, porque se la habían dado de un convento. Parece que el
padre que la crió falleció el año pasado, y ahí ella agilizó el
trámite. El parece que siempre le dijo que era adoptada, la verdad,
y ella empezó a pensar que por ahí era hija de desaparecidos.”
Lo que sucedió con Belén desde entonces empezó a reconstruirse
de a partes y hace pocos meses. Hasta ahora las Abuelas dan por
cierto que nació los primeros días de agosto de 1977 en Campo de
Mayo y que a minutos de nacer se la arrebataron a su madre. Tres
meses después de su nacimiento, “el Movimiento Familiar Cristiano
la entregó en adopción”, dice un comunicado de Abuelas. Desde
ese momento vivió en Buenos Aires hasta los diez años, se trasladó
a Córdoba con los padres adoptivos y hace dos años marcó por
primera vez el 0800 de Abuelas para empezar, titubeante, con una búsqueda
que suspendió.
En noviembre de 2006 volvió a conectarse con las Abuelas de la
filial de Córdoba, para entonces y como sucede con muchos de los
nietos, su padre adoptivo había fallecido.
“Como ella sabía que era adoptaba no tenía problemas y
conversaba de todos estos temas con esa señora”, explica Irma.
Como tiene un hermano adoptivo también habló del tema. El la animó
a dar los últimos pasos, como lo hicieron los amigos. Andá vos, le
dijo, que después también voy a ir yo. Pero además la animó
aquella mujer. “Vos –le dijo– tenés que reencontrarte con tus
raíces.”
La filial de Abuelas Córdoba dio intervención a la Comisión
Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), que hizo una
investigación de sus documentos. Belén conoció así su partida de
nacimiento, el legajo de adopción y pidió los análisis inmunogenéticos.
El viernes de la semana pasada, el Banco Nacional de Datos Genéticos
del Hospital Durand le informó al juzgado federal 1 de María
Romilda Servini de Cubría que la joven pertenece en un 99,99 por
ciento al grupo familiar Altamiranda Toronto.
Belén viajó a Buenos Aires el lunes a la mañana para
encontrarse con los cuatro abuelos y con su gente.
“Yo siempre digo lo mismo”, se la oye a Irma ahora, sentada,
en la casa de las Abuelas, como en un final de fiesta. “Uno no los
vio nacer, no los vio tener sus primeros dientes ni hacer las
primeras gracias, pero ahora vamos a disfrutarlos.”
Belén es la nieta 88 recuperada, de una larga lista de espera.
“Para nosotros esto es una victoria”, dijo Estela Carlotto ayer.
“Porque es vencer a la maldad con el bien.”