Comisión de Exiliados Argentinos ->Madrid


Desde mi pueblo, en el que nací en 1930, en el que vivo desde 2003, al que volví después de 71 años, después de un largo camino en el que estuve cerca de 40 años en el otro mi país, Argentina. Hace una hora me llamó por teléfono mi amigo y compañero Julio Míguez, responsable de la página Web CEA–M, de la “Comisión de Exiliados Argentinos en Madrid”. Me recomienda que abra la página web y en ella enlace con el diario de “Página 12”   y lea:   “Fue un  campo de concentración legal”


 Quiero desde aquí acompañar a los centenares de ex presos que en estos días estarán por Trelew y Rawson

¡Como olvidar las dos semanas de tortura en la base de Rawson!, la primera en noviembre 1976 y la segunda en mayo de 1977. Esta vez me llevaron junto con mi mujer  Elena y mi hijo Fernando de 16 años, de ellos no voy hablar, pues, respeto su silencio.

Me voy a referir de lo que fue para mi y para mis compañeros la vida en la cárcel de Rawson desde un punto de vista diferente a la represión, aunque en el relato pueden aparecer aspectos de la misma.

Quiero reflejar lo que fue para mi, un militante y dirigente medio del partido comunista en la capital federal y cuando me detuvieron secretario del regional de Trelew que abarcaba la zona norte del Chubut desde Comodoro Rivadavia por el sur hasta Río Negro por el norte y a lo ancho desde Esquel en la cordillera hasta Puerto Madryn en el Atlántico, la dirección política estaba en Trelew. Tenía 47 años, casado y dos hijos el mayor, como dije Fernando  de 16 años, la niña Estela de 11 años.

Pasé por 3 pabellones, ello me dio lugar a compartir la prisión con compañeros muy diversos en ideología, profesión y de distintos lugares de nuestro país.

Siempre tuve muy mala memoria, hoy agravada por mis 77 años, por ello con dolor no puedo recordar los nombres de muchos compañeros les pido disculpas cuando me refiera a ellos lo haré por referencias de políticas, profesión o provincia.

De entrada me metieron al pabellón 7,  me encontré con los obreros de Sierra grande, con los petroleros de Comodoro Rivadavia, los del Gas de Santa Cruz, también había de la Pampa, un dirigente sindicalista del que no recuerdo el gremio, sé que era de un sindicato Cristiano, me resultó muy interesantes las conversaciones que mantuvimos, coincidíamos en mucho, un cristiano y un ateo luchábamos en lo sindical y en muchos aspectos políticos por lo mismo. < Me preguntaba ¿porque en mis más de 20 años de militancia no nos habíamos encontrado en el camino?>.

Con el compañero de Sierra Grande me hice muy amigo y luego en los años 80 le volví a ver cuando por la actividad política visité distintos lugares de la Patagonia. Perdona , querido amigo de mi mala memoria, te parecerá difícil, pero es así.

 Sí recuerdo los nombres de mis compañeros y correligionarios; Obreque de Caleta Olivia, Galo Oviedo de Comodoro, y el querido por todos los presos, el “viejo” Ovejero dirigente petrolero de Comodoro, dos médicos de Neuquén, un peluquero de Bahía Blanca que llegó a jugarse por mi por una provocación ideológica que me hizo un carcelero, esos que dicen que para los comunistas primero está el partido y luego la familia. Éramos unos 30 presos. El tiempo que estuve en este pabellón fue muy corto, pero de una riqueza humana indescriptible.  Lo mismo me sucedió en los otros pabellones que me enviaron.

Sin previo aviso nos quitaron todo lo personal, todo lo que daba tu identidad, desde los juegos de mesa, el diario Jornada de Trelew, cortaron para siempre la hora de radio, nos vaciaron la celda de todo lo personal, salvo lo imprescindible para la higiene.

Nos quitaron las fotografías y cartas de la familia. Junto con una serie de medidas represivas, prohibieron las visitas indefinidamente, no permitieron entrada de nada, de lectura, revista, libros, papel para escribir cartas, bolígrafos, ropa, dinero, nada.

Las celdas quedaron todas idénticas nada identificaba al que la habitaba. Incomunicación absoluta con el mundo exterior. Redujeron las horas de recreo a una diaria en el patio caminando en fila india de a dos por el patio de cemento mirando siempre al suelo.

Como dice el poeta español Marcos Ana que pasó 20 años en las cárceles de Franco. Todo es cemento, el suelo es cemento, el cielo es cemento…

Se nos prohibió hablar en grupo de más de 5 ó 6 y siempre sentados alrededor de una mesa con un celador escuchando nuestras conversaciones. No podíamos invitar con un cigarrillo ni dar fuego a nadie; tomar mate de a uno sólo, tú sólo con tu mate, tu yerba, y tu pava. Para calentar el agua de a uno poniendo la pava encima de la única estufa que había en medio del pabellón.

Cuando recibías correspondencia, al siguiente día la quitaban, la ropa la imprescindible, la teníamos llenas de agujeros y desgarrones, cuando nos permitían remendarlas nos daban una sola aguja para el pabellón y el color de hilo que les daba la gana.

Estábamos aislados del mundo, solo el viento permanente de la Patagonia y alguna gaviota que se posaba sobre el ventanuco de la celda, que luego también la tapiaron.

Simultáneamente produjeron una reubicación de los presos de acuerdo a su “peligrosidad, o procedencia política”, por lo que fue, solo lo saben los carceleros.

Pero sí comenzó un trato durísimo en especial para loa que fuimos a los pabellones 1 y 3, no sé como era el 5. A mí me llevaron al 3.

La inmensa mayoría eran compañeros del PRT y algún “garronero” que otro, en nuestro argot los que no tenía militancia política ni gremial, y yo, un comunista solito aislado de tu grupo.

Ello me dio otra valiosa oportunidad para conocer mejor a los luchadores sean del color político que sean.

Los compañeros del PRT eran muy jóvenes, yo parecía su papá, un grupo numeroso de cordobeses y tucumanos, catamarqueños y de otros lugares. Eran marxistas, muy puros, muy jóvenes, quizás por su edad un poco ingenuos, esto es una opinión mía y sin importancia simplemente sirve para matizar lo que fue mi estancia en los distintos pabellones de la cárcel de Rawson.

La  dureza en el trato que nos sometían se fue relajando y nosotros fuimos encontrando como manejarla.

Volvieron las visitas para los de la zona una vez por semana y para el resto una vez cada mes y medio.

El que yo recibiera visita semanal me convirtió en un preso importantísimo para la entrada de información. Elena me traía la información de lo sucedido en los siete días. De la hora que duraba la visita el grueso lo dedicaba a las noticias.

Nos hablábamos por medio de un micrófono y con vidrio por medio teníamos que mezclarlo con otros temas familiares para que no nos cortasen las visita, mi hijita nos miraba, no quería interrumpirnos y de cuando en cuando me hacía un gesto o un seña cariñosa, ahí sonaba la voz del carcelero que me decía: Calero diga a su hija que deje de hacer señas o le corto la visita.

Ya en el pabellón teníamos organizados los grupos esparcidos por las mesas. Yo daba la información al mío entre mezclado con anécdotas familiares, cuando terminaba nos desperdigábamos por los distintos grupos para llevar las noticias de Elena al resto del pabellón.

Aprendimos a conversar tratando de despistar a los celadores, discutíamos, cambiábamos opiniones siempre con mucho respeto.

Mi estancia en este pabellón fue muy corta, pero me quedó un grato recuerdo, una experiencia para no olvidar y un amiguito, un pibe de 18 años aproximadamente, luego nos vimos varias veces en los años 80 por las calles de San Telmo. Un fuerte abrazo si lees estas líneas.

Mi último traslado fue al pabellón 1, en el que reagruparon a los veteranos políticos, a los que querían controlar mejor. Mis compañeros del pabellón 1, los iré recordando y si puedo por su nombre: Estábamos, como siempre uno por celda, a mi lado vecino en la contigua celda, del número no me acuerdo, el estimado abogado Benamo, Rector de la Universidad se Bahía Blanca y secretario del P. Peronista local. Hicimos una buena amistad, como con otros hablábamos de cuando saliéramos para el trabajo político en común, en la Patagonia , cuando derrotáramos a la dictadura Nos visitamos en el exilio en París y Madrid. Un gran abrazo y hasta siempre.

Pichinini, ejemplo de luchador y dirigente sindical, siempre humilde pero de una firmeza inigualable. Mucho bueno podría decir de ti, nos mandaron a este lugar con el objeto de quebrarnos pero fue todo lo contrario crecimos en humanismo y en solidez política y de clase, y tu aportaste mucho en ese sentido. Nos hemos visto una sola vez en Madrid en los años 80. Por ese tiempo en la Revista Resumen de Madrid escribí un artículo sobre tus cualidades humanas y militante saliendo al paso de unas vulgares difamaciones hacia tu persona. Nos hemos enviado saludos varias veces a través de CTA, he seguido tu vida política desde la distancia,  desde aquí un gran abrazo.

Antes de seguir voy hablaros de lo más triste de mi estancia en el penal, Conocí a Osvaldo De Benedetti, El Tordo que fue fusilado en Tucumán hablamos mucho, también para el futuro, me contaba de sus padres que Vivian en Santa Fe, no recuerdo bien si tenía un hijo, no lo recuerdo, fuimos amigos en esas circunstancias. Un día lo trasladaron, estábamos acostumbrados a que entrábamos y salíamos etc. pero esta vez fue a que lo asesinaran. Querido amigo te recuerdo con mucho amor.

Camarada Zamorano, tucumano sin par, después de la dictadura nos hemos visto algunos años en la militancia política, pero siempre te recordaré en nuestras conversaciones por el pabellón, tus ocurrencias tu chispa irónica y principalmente tu larga detención. Tu siempre deseo de denuncia del horror presidiario y de castigo a los verdugos, y lo hiciste a tu salida, cumpliste tu compromiso. Hoy aunque no sigo en el PC ello no quita el respeto que por ti siento y lo mucho que rescato de nuestra estancia en Rawson, y me consta que también tu saliste fortalecido.

Hablando de tucumanos no quiero olvidarme del compañero Morales de militancia montonero, muy apasionado. También hablamos mucho para del futuro. Un fuerte abrazo.

Sería injusto olvidarnos de los cordobeses de este pabellón el joven sindicalista del gremio de la construcción y de su compañero Rojas. A Rojas le faltaba una pierna, minusvalía aprovechada para “verduguearle”  en toda ocasión. No le arreglaban la muleta para que resbalara y cayera al caminar, en el recreo en el patio como no podía caminar en pareja le dejaban sentado en el suelo de cemento en el centro del patio. Abrasarse en verano y helarse en el invierno patagónico. No os olvidamos.

 También me recuerdo del compañero peronista Chumbita.

 Hay más y más, pero es imposible acordarme de todos, os pido disculpas.

Antes de terminar este relato quiero referirme a la persona que “rompió” nuestro aislamiento exterior, me refiero al sacerdote de Comodoro Rivadavia que vino a dar ayuda espiritual, confesar a los creyentes católicos, una misa semanal y como no teníamos nada para leer nos consiguió que nuestros familiares, que ya se empezaban a autorizar las visitas nos pudieran traer la Biblia. Todos terminamos conociendo casi al dedillo lo principal de la Biblia. Este sacerdote concedió entrevistas a todo aquel que quisiese hablar con él, fueran o no temas religiosos. Hubo acuerdo general de entrevistarlo, a las pocas entrevistas comenzó a dar su opinión sobre nuestra situación carcelaria y las perspectivas que teníamos, a uno de los compañeros llegó a decirle, que no tuvieran miedo que pronto saldríamos en libertad la gran mayoría, menos los terroristas y marxistas.  Cuando llegó el día de oír misa nuestro grupo al igual que el conjunto del pabellón decidimos participar. Nos había unido la represión por nuestra lucha y no permitiríamos que nos dividiese la religión, así se lo hicimos saber al sacerdote. Nuestro camarada  de Comodoro el petrolero Obejero, pidió la entrevista y le comunicó al sacerdote nuestro respeto por los creyentes y que estaríamos en la misa con el mayor respeto.

Dos anécdotas al respecto, está claro que todos éramos bien conocidos por los Celadores, y yo en particular por ser el secretario del partido comunista de la zona, si cabe con más razón ya que cuando había visitas, las tenía todas las semanas sin falta de mi mujer Elena y de mi hija Estela, mi hijo para su seguridad tuvimos que enviarle a las afueras de La Plata.

Cuando te sacan para la visita tienes que pasa por varias puertas de rejas en cada una, aunque voy llevado por un carcelero con las manos encadenadas,  el otro carcelero, el de la puerta, pregunta por tu nombre y apellido y yo en voz muy alta para que me oigan los compañeros de los pabellones lindantes contestaba, LUIS EUGENIO CALERO, SEÑOR CELADOR. Eso sucedía todos los domingos a las 17 horas aproximadamente.

Un día cuando estábamos en la hora de encierro en las celdas pasaron preguntando desde afuera quienes querían ir  a misa, cuando golpearon mi celda me preguntaron ¿Calero va a salir para la misa, al decirles bien fuerte que sí, parecieron no entender nada  y me repitieron la pregunta les di la misma contestación. El hecho anecdótico es que en el acto religioso estuvo todo el pabellón salvo el compañero responsable del grupo  PRT, no se había enterado de lo que habíamos acordado.

La última “verdugueada”

La dirección militar de la cárcel adoptó en el mes de junio de 1978,  la metodología de llamar a diversos presos de distintas corrientes políticas para un tipo de interrogatorio un tanto “cordial”.

Un día me llamaron a mí; el carcelero me dijo Calero venga a la reja y prepárese para salir, <no había ninguna indicación por la que me pudiera orientar>. Me encadenaron un brazo por detrás de mi espalda y me llevaron ante el “jefe militar”. Estaba sentado tras su escritorio delante de cual había un pequeño taburete parecido al de los limpiabotas, en él me hicieron sentar y me dejaron solo con el jefe.

Me pregunta nombre y apellido, se lo doy.

Me vuelve a preguntar qué tipo de estudios he realizado,  le digo los de primaria y algo más. -Le estoy  preguntando estudios políticos-. Levanto mi cabeza por primera vez y le miro a los ojos fijamente, no sé que habrá leído en ellos <Pero decían… si no hablé bajo la tortura de mi hijo y mía, no esperes que te conteste a vos>. Después de unos segundos alzó la voz y dijo: Celador lléveselo a la celda.

Siempre que recuerdo esta escena ¡Cómo la gozo!

En marzo de 1998 salió el decreto sobre mi expulsión, en mayo del mismo año se concretó. Así comenzó la paradójica de que un español fuera exiliado argentino en España, muchos no lo entendían.

No puedo terminar este escrito sin hacer un especial recuerdo para mis camaradas de Trelew, comienzo por Ángel Bell que lo detuvieron una tarde de noviembre de 1976 en la carretera que va de Trelew a Rawson, no apareció más. Bell era maestro de primaria, dirigente de la Liga Argentina por los derechos del hombre en Trelew, y desde ahí ejerció como apoderado para la solidaridad con Santucho

Una semana después me detuvieron a mí. Cariños inmensos para su compañera Hilda que la dejaron con un hijo de meses.

A los compañeros que se hicieron cargo de mi familia hasta mi expulsión: Federico García, El Gallego y a su familia; Pedro Coronel de Rawson y a su familia, Luis Rossi de Rawson y a su familia y muchos más.

A todos camaradas y amigos os tengo y os tendré por vida en mi corazón

 

20 de Agosto de 2007
Luis Calero
Arenas de San Pedro, Ávila, España