COMISION DE EXILIADOS ARGENTINOS EN MADRID - PAGINA PRINCIPAL
PARA MAS INFORMACION:  ENLACE A LA PAGINA DE COEPRA

PAGINA 12 El país del Sábado, 24 de Junio de 2006

ENLACE A LA NOTA ORIGINAL EN PAGINA12

 

El exilio como otra violación a los derechos humanos de la dictadura

La Comisión de Ex Exiliados Políticos de la República Argentina (Coepra) realizó una semana de encuentros sobre “Exilio: historias de un pueblo”. En los debates surgieron las dudas sobre la ley que está en debate acerca de las indemnizaciones.

Subnotas

Las jornadas fueron el motivo convocante para que se reencontraran ex exiliados y sus hijos.
“Somos militantes, nuestro principal reclamo no es monetario: queremos una ley que reconozca el exilio como violación a los derechos humanos”, dijo el arquitecto Miguel Schclarek, integrante de la Comisión de Ex Exiliados Políticos de la República Argentina (Coepra). Schclarek destacó la semana “Exilio: historias de un pueblo” como un paso “importantísimo” porque los ex exiliados instalaron el tema y enfrentaron el silencio. “Muchos todavía tenían miedo de hablar y decir que eran exiliados.”

Animados porque el presidente Kirchner habló del tema durante el acto del 24 de marzo, los ex exiliados plantearon que el suyo es un problema de toda la sociedad, ya que, dijo Schclarek, “cuando se obliga a mucha gente a irse del país, la realidad queda restringida de opiniones” y agregó que, pese a las diferencias políticas, “estamos unidos por nuestros reclamos”. Estos reclamos, en su mayoría, implican diversos reconocimientos: los años de exilio para poder completar los aportes jubilatorios, los títulos y estudios hechos en el exterior, entre otros. “Algunos exiliados viven una situación de trabajo precaria, al irnos quedamos desconectados laboralmente, lo que llevó a que muchos hagan changas para sobrevivir”, contó Susana Gabanelli, de Coepra, quien también destacó la lucha de la Comisión para que se apruebe la ley de reparación del exilio, que contempla a sus hijos como víctimas de la represión.

El proyecto de ley tiene media sanción en la Cámara de Senadores y en la de Diputados fue aprobado por dos Comisiones: Derechos Humanos y Garantías y Familia. Actualmente está bajo análisis de la Comisión de Justicia y luego deberá ser aprobado por la de Presupuesto y Hacienda. Hay 17.000 “exiliados puros” (personas que dejaron el país sin haber estado detenidos) esperando que se resuelvan sus pedidos. El tema resulta particularmente preocupante por la avanzada edad de muchos ex exiliados, que todavía no han podido rearmar su vida. “Tenemos compañeros viviendo en Cáritas”, admitió Schclarek, que al ser preguntado por quienes siguen exiliados, aseguró que están en permanente contacto a través de Internet y dedujo algunos de sus motivos para no volver: “En el ‘83 (Raúl) Alfonsín no planteó un plan serio de repatriación, y hoy tampoco lo hay. Es probable que por esto muchos no hayan vuelto, además de que muchos ni siquiera tienen un lugar dónde vivir. Estamos viejos, y si alguien quiere venir acá hoy no tiene ninguna seguridad ni condiciones para hacerlo”.

Los que volvieron tuvieron que enfrentar el variado imaginario de la sociedad que, a veces, roza lo patético: “Hay gente que cree que tuvimos un exilio dorado, como si nos hubiéramos ido de vacaciones”, dijo Gabanelli, que tras la asunción de Alfonsín vivió tres años con todas sus cosas embaladas, esperando que caducara su pedido de captura. “El mito del exilio dorado –explicó Schclarek–. fue una tarea de desinformación, la misma que intentaron para decir que no existían los 30 mil desaparecidos.”

Para los ex exiliados, la vuelta fue tan terrible como la ida. Si para sus hijos fue como un segundo exilio, para ellos fue como volver a empezar. Además, Schclarek admitió que “el exilio genera culpa en el momento y después, como militante, pensás por qué no te tocó morir a vos en vez de a tus compañeros”. La semana organizada por Coepra juntó a esos bueyes perdidos, que se reencontraron para actualizar experiencias y vivencias del exilio. “Ver otros compañeros y también a algunos que la vida fue alejando –dijo Gabanelli– fue muy movilizante y emocionante."

NO SABÍA SI CONTAR TODO
Mariana Chávez era la mejor alumna de su colegio en Aluminé, provincia de Neuquén, pero no pudo ser abanderada porque era mexicana. Valeria Roig tuvo una maestra que la ninguneaba y que, sin conocerlo, insultaba a su padre: se llamaba Beatriz Viola, la hija del ex dictador. Yara Girotti se ponía un casete y le contaba a sus compañeros que venía de Holanda porque a su papá le había salido un trabajo en Philips: “No tenía fuerza para contar todo, y además, no sabía si contarlo, si lo iban a entender y a quién debía contárselo”.

Hace dos meses, mientras acompañaban a sus padres a las reuniones previas a la Semana del Exilio, los hijos se dieron cuenta de que tenían demasiadas cosas en común y se organizaron para decir algo diferente sobre el exilio: “Sentimos que ya era hora de salir del silencio”, dijo Mercedes Fidanza. Para Roig, una de las cuestiones más duras fue “ser menor de edad en medio del exilio y reconstruir la historia de mis padres. Nosotros no éramos militantes pero los acompañamos al exilio, sin entender de qué se trataba”. La vuelta, que para algunos era otro exilio, también implicaba una dura adaptación: “Traíamos otros códigos culturales, hablábamos castellano... pero con acento mexicano, brasileño, venezolano. Llegamos llenos de miedo”, cuenta Fidanza. Hoy los hijos intentan evitar la “jerarquía del horror”, que privilegia algunos sufrimientos sobre otros.