COMISION DE EXILIADOS ARGENTINOS EN MADRID - PAGINA PRINCIPAL
BUDAPEST: 50 AÑOS DESPUÉS
Héctor Anabitarte
Desde un bar de Budapest, el "Danesi", a
unos 200 metros del colosal Parlamento, al que es imposible
acercarse. Llegan las delegaciones extranjeras, entre ellas, la
española encabezada por el Rey Don Juan Carlos. Hay
manifestantes, una parte de la oposición se propone
"reventar" el solemne acto, hay manifestantes pacíficos,
otros no.
La represión stalinista que comenzó aquel 23 de
octubre de 1956 fue feroz y eso que Stalin hacía tres años que
estaba muerto (Putin ha dicho que lamenta lo ocurrido hace 50 años,
3.000 muertos, 200.000 exilados, pero que la actual Rusia no
tiene nada que ver con aquello.
La sublevación popular en Budapest tiene un cierto
parecido con el Madrid de la Guerra Civil, veinte años antes.
Un pueblo se enfrenta con la más poderosa máquina militar del
momento, mientras que las llamadas democracias miran para otro
lado.
Al margen del conflicto porque el Gobierno mintió, y
lo reconoce, toda la ciudad es un mar de banderas, escarapelas,
brazaletes, un mar, no un río, porque se desplazan en diversas
direcciones. Visito el Museo del Terror (dejo libros en
castellano que se refieren a la tragedia de hace medio siglo).
En una planta el terror sufrido durante el régimen fascista
nativo, luego la ocupación nazi, e inmediatamente la del Ejército
Rojo. Un nudo en la garganta, la gente, mucha gente, y con niños,
va recorriendo las salas y habla en voz baja. En un patio
cerrado, pequeño, un gigantesco tanque soviético, posado
suavemente en un fondo negro, y el agua, que apenas cubre la
parte de abajo de la cremallera, en un murmullo, va cayendo
despacito (está atrapado, está cautivo). La gente se pregunta
cómo pudieron colocarlo allí; ¿lo habrán desarmado pieza a
pieza y lo habrán vuelto a armar?. Mucha paciencia, mucha
habilidad, recordar merece el esfuerzo.
En la avenida del Museo, la Andrássy,
escenificaciones del Levantamiento a través de unos 300 metros:
un muchacho tirado en el suelo, con una ametralladora, entre
hojas secas, es otoño, con una bala en la cabeza, una mujer,
toda de negro, está a su lado, lo mira, y de pié, un
sacerdote. Vehículos de la época, armas, cascos, una pareja,
de pié, chica y chico, armados, con los ojos fijos, les sacan
fotos. No se nota crispación, rencor, están recordando
apaciblemente.
Pero esto no es todo. En otra parte de la ciudad, una
de las sinagogas más hermosas del mundo y el Museo del
Holocausto húngaro: es muy dramático también, y dos fotos
acusadoras, judíos ahorcados en la calle rodeados de civiles,
no se se a nadie uniformado...
Los húngaros viven en un lugar de alto riesgo, en el
centro de Europa. Hace mil años vinieron de Asia buscando
mejores pastos. La violencia se convirtió en costumbre, en
tradición. La invasión mongola, la turca, el levantamiento
contra Austria en 1848, cruelmente sofocado... Sin embargo,
parece ser que los habitantes de esta ciudad no son rencorosos:
una plaza importante se llama Moscú, una avenida, Atila.
En el hotel, una empleada que sabe castellano y hace años
estuvo haciendo turismo en Aranjuez, le gustó mucho el Palacio,
tiene mérito, Budapest está lleno de espléndidos palacios. No
simpatiza con los manifestantes, dice que todos sabían que se
estaba viviendo por encima de las posibilidades, asegura que son
un pueblo "cainita" (no es esa la palabra que utiliza
pero sí el sentido). En la calle no lo parecen, educados, piden
disculpas ante un mínimo roce, hablan en voz baja (En el
Mercado, imprescindible visitarlo, una voz por encima de todas,
es una española).
Ciudad cordial, cordial pero contenida. Los mayores de
65 años de la UE no pagan en los transportes públicos,
iniciativa que se podría imitar. Se puede recorrer toda la
ciudad en cómodos tranvías.
Se dice que la gente es muy guapa, es cierto, desde
los tranvías, dos paisajes, el de la calle y el del pasaje. Señoras
mayores, impecables, con una estética de otra época, algunas,
con un poco más, podrían parecer ridiculas pero se contienen.
Encantadoras.
Policías a caballo con los sables desenvainados
(impresionan), bombas de gases, pero la policía es una muralla
azul infranqueable. Frente a una comisaría los policías se están
poniendo los chalecos antibalas y algunos, amorosamente, le
hacen mimos a un bebé, seguramente hijo de uno de ellos.
Al otro día, la ciudad está en calma, los periódicos
informan de más de cien heridos en la refriega. Flores, flores
que se venden en muchas tiendas, ancianas que las venden en las
calles, y en monumentos, en lápidas, en lugares que alguien
sabrá por qué ahí. Dos chicos, de 11 o 12 años, con mochilas
de la escuela, esperan el tranvía, dejan subir primero a las señoras.
Budapest ha logrado asumir y no de manera resignada
tanto horror durante tantas décadas, y lo ha colocado en los
museos, no en los sentimientos, en su vida cotidiana. La
empleada que visitó Aranjuez piensa que el ingreso de Hungría
en la UE es como un seguro de vida, de prosperidad. Igen (si) a
la UE.
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