COMISION DE EXILIADOS ARGENTINOS EN MADRID - PAGINA PRINCIPAL

EL CAMPO

 

Por Eriberto De Pablo (*)

 

En el cielo las estrellas

En el campo las espinas

En el medio de mi pecho

La República Argentina

 

La mayoría de los niños de hace medio siglo atrás, quizá algo menos, hoy no tengo idea, aprendimos este versito, que nos ponía en contacto con el cielo, el campo y la República Argentina. Claro que lo de las espinas nos ponía a la defensiva, cosa que más atendíamos,  sobre todo, cuando en diversos potreros, remontábamos barriletes esquivando esas odiosas espinas, que para mejor nos -engalletaban los ovillos y las -colas.

 

Pero más allá del campo y las espinas de barriletes y galletas, había algo más de fondo. Que comprenderíamos, dejando la poesía y comenzáramos a leer mapas catastrales, como para darnos cuenta de la diferencia entre potreros, campos, pampa y desiertos. Como también, las diferencias entre -tierras de pan llevar, fincas, estancias y latifundios. Así mismo la diferencia entre campesinado, pequeños, medianos y grandes productores; cabañeros, criadores y terratenientes. Es decir, el arte de las diferencias en esta cuestión de la tierra, más que filosófica o económica, es ética. No se puede poner todo y a todos, en la misma bolsa.

 

España realiza una clásica división en solares, como lo muestran los planos fundacionales, más o menos como podemos apreciar en -Carmen de Patagones: el fuerte, la plaza, la iglesia, los solares por manzanas y -tierras de pan llevar. Después seguía, hacia el Norte, la pampa y hacia el sur, el desierto. Ambos con dominio del indio. Pero, de dónde le viene a España el derecho a las tierras del Nuevo Mundo  para tales fundaciones. En principio, del Papa y luego, por el Tratado de Tordesillas. En ambos, se establece una línea imaginaria, tomando como referente las islas de Cabo Verde. A 350 leguas marinas de ellas al Oeste, pertenecerá a la corona española y al Este, a la de Portugal.

 

Pero no nos apresuremos. O que no nos apuren, como para caer en el simplismo de pensar, que - desde ese momento - los aborígenes, las poblaciones originarias, nativas, etc. fueron despojadas, porque ni la historia ni los hechos muestran que haya sido así. Por empezar, estas poblaciones no tenían sentido de posesión de la tierra. Para ellos era como decir el viento, el aire, el calor del sol, el agua, el fuego, el oxígeno, tienen -dueños. Nada de eso. Todos estos bienes eran comunes. Propios de la especie. Tal como dice el Génesis – aunque ellos lo ignorasen -  fue dado al hombre para que se -enseñoree sobre los peces del mar, las aves del cielo y de todo animal que se arrastre sobre la tierra. Tampoco los españoles tenían la tierra por bien privado, en tanto pertenecían, dentro del sistema monárquico, al Rey.

 

Desde aquí vale pensar que los españoles por esta situación originaria mandato de Dios, por cierto ellos muy católicos, apostólicos y romanos, manejaban – además por el otro motivo: la existencia de la monarquía - sólo la tenencia de la tierra, en tanto la posesión era del Rey. A tal punto, que, en la que luego sería la Provincia de Buenos Aires, en 1810/16, sus tierras, que la corona había ocupado, no superaba -El Saladillo, por tramos caudaloso arroyo según unos, río para otros, que desemboca en la Bahía de San Borombón. Y luego de extenso -hinterland de pertenencia de tehuelches, mapuches, etcétera, perdido entre la pampa y el desierto, estaba el Fuerte de Río Negro, en buenas -relaciones comerciales con indios, bucaneros, corsarios y piratas, que las distancias del poder siempre favorecen alternativas atípicas, sobre todo, cuando está en juego la sobrevivencia de  vecinos y allegados.

 

La pampa y el desierto no sintieron alterar el orden natural, que los españoles no  modificaron más allá de sus acotadas fundaciones, siguiendo esquemas del derecho internacional de entonces, que, de algún modo, Tomás Moro registra en su Utopía. Las tierras eran realengas y los colonos sólo contaban con precaria tenencia, supeditada en general a la buena o mala relación que tuviesen con la corona y/o sus funcionarios. Como así también al grado de coexistencia logrado con los indios, que, tanto la historia como Martín Fierro, se encargan de confirmar que no eran muy amistosas que digamos.

 

Pero la tierra desde una nueva división del mundo ahora llamada internacional del trabajo, impulsada por los británicos, sufre modificaciones sustanciales, sobre todo por cuanto desde que Rivadavia es ministro de Martín Rodríguez, celebra un empréstito con la Banca Baring Brother  que exigió como garantía, la hipoteca de las tierras que no fuera de tenencia de los colonos y/o pueblos. Esta situación, llevó que años más tarde, en 1826, habiendo llegado a la presidencia el mismo Bernardino Rivadavia, desde la Constitución unitaria que duró tanto como él en su -sillón, apenas un año y necesitado de recursos financieros hubo de apelar a la tierra; pero como estaba hipotecada, inventó la -enfiteusis. Que (en realidad era ésta una práctica romana) a diferencia de aquella, es que ellos daban la tierra en propiedad y aquí se apeló a la tenencia, contra pago de un canon.

 

Según Jacinto Oddone [1], se entregaron tierras de dos a cien leguas cuadradas. Así, 538 enfiteutas -obtuvieron en conjunto tres mil doscientas seis (3.206) leguas de tierra en hectáreas (son 8.656.000), que van desde Chascomús a Bahía Blanca. ¿Algunos nombres? Anchorena Tomás. Anchorena Nicolás. De Álzaga Félix. Alvear Carlos. Azcuénaga José. Balcarce Marcos. Capdevila José. Cascallares Mariano. Cascallares Francisco. Chiclana y Olivares. Cueto Juan.  Díaz Vélez Eustaquio.  Borrego Luis. Ezcurra Felipe.  Fresco Teodoro. Frías Iramain y Cía.  Garay Juan y José. Gallardo Santiago.  Gaona Juan. Lacarra Ezequiel.  Lara Ramón. Linch Patricio. Miguens José. Morón Gregorio.  Otamendi Hilario. Pacheco Angel. Pereyra Bartolo, Pedro, Felipe. Peralta Miguel. Rauch Federico. Rozas José. Rozas Felipe. Sáenz Valiente Francisco, Bartolomé. Senillosa Felipe. Terrero Juan M. Vela Pedro. Zelarrayán Andrés. Etcétera. Etcétera. Etcétera.

 

Luego vendrá don Juan Manuel de Rosas que no ingenuamente dará en posesión lo que era sólo tenencia, tras pago de canon, que los enfiteutas no pagaron, como tampoco pagarán la compra de 1.500 leguas de tierras, efectuada en 1838. Los nombres de los -apellidos dados se repiten y se consolidan como terratenientes. Rosas no reconoce a los ingleses la hipoteca, pero consiente en el proyecto agropecuario de autoría del Foreign Office. La clase terrateniente, al principio ovejera, por la lana que demandaban los talleres ingleses y luego, vacuna, cuando el frío y los barcos lo permitieron y la demanda de carnes y cueros comenzó a sensibilizar el mercado europeo, será reconocida como oligarquía.

 

Por 1857 con gestión de Bartolomé Mitre se consolida una subdivisión interna del trabajo agropecuario, en la dirección de corresponder como -granero al gran taller del Mundo, según divisa de Cobden. Se acude entonces a una, para nosotros, -nueva institución: la del arriendo, que consolida no sólo el proyecto y sus asociados externos, sino también la condición de terratenientes y especuladores de tierras. Muchos de los nombres citados arrendaron tierras de acuerdo con la Ley de Octubre de 1857. En conjunto, 333 personas sumaron 1.221 leguas. De este modo- según el citado autor, a quien seguimos, a 1928 entre las familias que son dueñas de más de treinta mil hectáreas, tenemos por citar algunas: Luro con 411.938 Hectáreas. Pereyra  Iraola 382.679. Álzaga Unzué 232.336. Anchorena 191.218.  Pradere 187.034. Guerrero 282.449. Leloir 181.036. Santamarina  158.684. Duggan 129.041. Martínez de Hoz 101.259. Bunge 74.417.  Crotto 52.013. Stegmman  41.141. Otamendi  40.159.  López  Lecube  38.513. Tornquist 36.419. Etc. etc.[2]

 

Como vemos, la igualdad de la Constitución no condice con las diferencias originarias y un -estado benefactor, no de bienestar, que dio tierras en leguas cuadradas a troche y moche, contrario sensu de lo pretendido por Mariano Moreno, en el Plan de Operaciones, que debía distribuirse con equidad y justicia entre toda la población, adelantando que la tierra debía ser para quienes las trabajan. Siglo y medio después lo sostiene Perón. Pero los mismos intereses de propios y ajenos, terminaron con aquel, como luego, el 16 de septiembre de 1955, concluirán con Perón.

 

El economista Eugenio Blanco, al hacer diagnóstico y pronóstico de la Realidad Económica Argentina como Ministro de Hacienda de la Nación, en 1956,  desde su balance, señala que no debía el campo seguir subvencionando la industria nacional sustitutiva de las importaciones. Es evidente que los intereses del campo, siempre pospusieron los intereses de la Patria Grande y del pueblo argentino. Los intereses del sector, que diferenciamos para no meter a todos en la misma bolsa, separando al productor-propietario que labora la tierra, de los terratenientes y especuladores y de quienes de la importación de manufacturas y exportación de la producción agropecuaria hacen su poder, privilegios y beneficios, aún cuando deban imponer el no consumo de carne al pueblo argentino.

 

Algunos, con argucias distractivas, pretenden confundir con que ya no existen los tales terratenientes, que los latifundios han sufrido – dicen - la erosión de las -herencias, etc. etc. Sin embargo, su presencia, no sólo emblemática, es concreta y contundente cuando se trata de defender el proyecto agroimportador, que, dicho sea de paso, tolera una población de sólo diez millones de habitantes. Mucho de lo que nos toca vivir en la actualidad, tiene relación con estas -espinas que vienen del campo.

 

José Luis de Imaz, en Los que Mandan- 1961- nos da un estudio sociológico de la configuración de las estructuras de poder en el Capítulo  VI, Los más grandes propietarios. Nos reencontramos con tales nombres ahora, con agregados como S.R.L. (Sociedad de Responsabilidad Limitada) y no pocos encubiertos con lo de S.A. (Sociedad Anónima) con lo que las familias zafan de la erosión generacional y la herencia: ¡Los campos no se tocan! Serán fuentes productoras de finanzas, más que de alimentos… ¡y todos contentos! Claro, menos el pueblo, que sobrelleva vedas por la Iglesia (Semana Santa) el Estado (no comer o no vender carne) y el mercado (por precios prohibitivos). Por otra parte, se da entrecruce de capitales entre campos e industrias a través de emprendimientos nacionales y/o multinacionales. Y así, el establishment de la economía agroimportadora, ¡contento!

 

Desde la Revista  Noticias (años 1993/1994 números 888/94 en adelante) publica una serie de notas sobre las familias tradicionales: Anchorena, Álzaga, Alvear, Ocampo, Martínez de Hoz, Ramos Mexía, Uriburu, Larreta, Pueyrredón, Peralta Ramos, Bunge,  Lynch, Lezica, Pereyra Iraola, Zapiola, Mujica y Láinez, Rosas, Urquiza, Rothschild, que no por causalidad coincide con los apellidos de enfiteutas, luego propietarios, de más de cien mil hectáreas y nada menos, en la pampa húmeda con valor diferencial de la tierra.

 

De acuerdo a las cotizaciones dadas en 1992, tomando 900 dólares por hectárea y propiedades de 100.000 hectáreas, daría 90.000.000 (noventa millones de dólares, que multiplicados por 3 serían 270.000.000 (Doscientos setenta millones) de pesos ¿Qué tal? Y eso, sólo contando nada más que hasta cien mil hectáreas.

 

Téngase en cuenta estos montos y compárese con la desocupación, la canasta familiar, los niveles de pobreza, los salarios, los 450 de los jubilados, etc. etc. y el sistema impositivo distorsivo que carga las espaldas y bolsillos de quienes no tienen ni para poner un quisco.

 

La democracia republicana debiera replantear y ayudar al replanteo de esta injusticia por proyecto y por sistema  La Argentina, en la emergencia, debe tener el aporte de todos, pero más, de los que más pueden y no a la inversa como ahora. El bolsillo de los trabajadores también es propiedad privada.

 

Como decía Jauretche aquí hay que barajar y dar de nuevo. Claro pero quien le pone el cascabel al toro. Mientras se trate de expropiar fuerza de trabajo, producir desocupación, bajos salarios, etc. etc. que es sacarle “capital” a los trabajadores y clase media, a esta última con corralitos, con impuestos a las ganancias, a todos con los impuestos distorsivos como el IVA, etc. etc. todo está bien, pero eso si no insistan con retenciones, impuestos a la tierra improductiva, el control de gestión, disminución del crédito, etc. etc. Menos, aún, se le ocurra a nadie expropiar un -campito o unas -vaquitas por caso a Santamarina (1954) o a Álzaga Unzué o Pereyra Iraola, etc. etc., porque entonces, la revolución o el golpe de estado, acompañado por todas las instituciones del orden establecido, más los nombres del establishment, serán parte de una agenda golpista, que está quieta porque no le va mal y no porque precisamente sea democrática.

 

En este momento frente a las disposiciones y manejo de la política económica no sólo agropecuaria por el gobierno de Néstor Kirchner, es evidente que está moviendo el avispero. ¿Y el Pueblo, dónde está?

 

El 25 de Mayo próximo tendrá una tercera oportunidad: la primera fue en 1810, la segunda el 17 de octubre de 1945. Caso contrario, dimensionando la envergadura de capitales, poder, etcétera que reúnen nos más de cien familias, es posible que ésta tercera sea la más necesaria.

 

Indudablemente en el campo están las espinas pero también es cierto que en el cielo están las estrellas. Entre ellas, la Cruz del Sur que indica una vía láctea más pródiga que la terrena, en tanto aquella es para todos y ésta para algunos.

 

En casos límite, con tal soberbia como para no olvidar que alguien dijo frente a los fusilamientos de 1956  -se terminó la leche de la clemencia y así fusilaron, proscribieron, persiguieron, encarcelaron, discriminaron, postergaron, prescindieron, exiliaron, desterraron, torturaron, asesinaron en formas abyectas y de lesa humanidad.

 

Hasta cuándo ¡-Catalina, agarrate que vamos a galopar! La tierra, debe ser para quienes la trabajan y considerada de bien común. Basta de -engalletarnos la existencia, sobre todo, si es cierto que en medio del pecho tenemos, aún, la República Argentina.

 

 

* Militante de la Resistencia Peronista, ex obrero metalúrgico, especialista en educación a distancia, filósofo, actual catedrático de la Universidad Nacional del Comahue en el CURZA-Viedma – su correo: edepabloc@speedy.com.ar

 [1] Oddone Jacinto  La Burguesía Terrateniente Argentina – Ediciones Libera – 1967

 [2] El diario Río Negro (26.XII.92) da los valores de tierras en dólares por hectáreas, por años y por tipo de producción. Tomando los extremos, tenemos: Período Zona maicera Zona triguera Zona invernada Zona cría

1983 2.070 820 773 350   / 1992 2.608 950 983 452

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