NOVIEMBRE2006
Carta abierta a hij@s de
militantes argentinos exiliados
Somos hijos del exilio. Nacimos o crecimos en otro país a
causa del terrorismo de estado impuesto en la Argentina en la década
del ´70. Nuestros padres fueron perseguidos políticos y se
tuvieron que exiliar porque sus vidas y las nuestras corrían
peligro. Desde pequeños sufrimos las consecuencias de la
violenta represión que azotó a nuestro país. La Dictadura
instauró un Plan sistemático de exterminio para implementar un
Modelo económico que perdura hasta nuestros días, dejando un
legado de exclusión social, desigualdad e impunidad.
El exilio viola la integridad humana, coarta violentamente el
derecho a vivir y crecer libremente en tu propia tierra. Estás
forzado a irte del país, no hay elección. Esa fue la única
posibilidad para nuestros padres de seguir con vida y de proteger
la nuestra. Sentimos todo esto como una fractura, una ruptura
innegable. Te arrancan de tu tierra y debes comenzar en otra
parte. El cambio es dramático. Ese sentirse arrancado de lo
propio, afecta profundamente al ser, altera su forma de vida y su
propio presente. El exilio que nos tocó vivir es una violación
a los Derechos Humanos. Una situación traumática y
conflictiva que forma parte de nuestras vidas. Sus consecuencias
han sido muchas y aún hoy persisten.
De todas las atrocidades cometidas por el Golpe de Estado, como la
desaparición de personas, las torturas, los secuestros
clandestinos, las persecuciones y la apropiación de niños, el
exilio quedó oculto y relegado. Algunos exiliados fuimos
volviendo, silenciosamente, de a poco, sin poder hablar de esta
dolorosa experiencia. Otros aun siguen en el exterior.
Durante muchos años pedimos justicia por las desapariciones,
torturas y castigo a los represores y a sus cómplices. En muchas
de nuestras familias también ocurrieron estas atrocidades. Estas
violaciones a los Derechos Humanos eran más urgentes para
denunciar y repudiar. Así, las consecuencias del exilio quedaron
dejadas de lado pero, tantos silencios y omisiones no borraron las
heridas.
¡Acá estamos los Hijos del Exilio! Creemos que ya es tiempo de
hablar de todo lo que nos pasó y que nos pasa. La dictadura
devastó a toda una sociedad y aun hoy seguimos sufriendo sus
consecuencias. Todavía no tenemos la dimensión del daño social
que provocó en nuestro país. Es por eso que, 30 años después,
siguen emergiendo las secuelas de lo siniestro.
Ahora tenemos la edad de nuestros padres cuando el terrorismo de
Estado los obligó a irse. Crecimos, estamos acá, queremos contar
nuestra versión de lo vivido ¡¡¡No queremos que se repita
Nunca Más!!!
La necesidad de reflexionar y procesar lo que sentíamos
individualmente, en soledad, hoy se nos presenta colectivamente. Hijos
e hijas de exiliados nos empezamos a reunir y hablar de nuestras
historias. Nos encontramos con otros que pasaron por la misma
experiencia. Al juntarnos, descubrimos por primera vez un espejo
en el cual reflejarnos. Durante años nos habíamos sentido un
"bicho raro", cargábamos con una marca que nos
diferenciaba del resto. Ahora, nos reconocemos en esta diferencia.
La salida en la gran mayoría de los casos, implicó irse
con lo puesto, dejar la familia, el trabajo, los compañeros,
escaparse sin un destino cierto. Muchos estuvieron en varios países,
hasta que encontraron donde quedarse. Siempre añorando volver,
mientras pasaban los días, los meses y, finalmente, largos años.
Había que acomodarse a otro sitio totalmente ajeno y rearmar una
vida cotidiana sin pasado y sin historia.
Para nosotros la vida en el exilio fue criarnos lejos de la
tierra donde muchos nacimos, lejos de la tierra de nuestros
padres, sin abuelos, tíos, ni primos. En muchos casos, además,
tuvimos que aprender otra lengua, cantar otras canciones, cambiar
de escuela, tener que explicar porqué estábamos allí. Crecimos
teniendo que guardar un secreto. Nuestra historia siempre fue
confusa: entre el silencio y el miedo, ya que debíamos callar la
razón por la que nos habíamos ido de nuestro país. Convivimos
con padres que renegaban de su realidad, no se integraban a los países
que nos albergaron. Nosotros los veíamos sufrir su desarraigo.
Crecimos añorando una tierra que apenas habíamos conocido. La
Argentina se reducía a un par de postales, olores y anécdotas.
Al resto de la familia lo conocimos por fotos, casettes, cartas y
contactos ocasionales.
El regreso a la Argentina, después de instaurada la
democracia, ha sido muy difícil. Fue muy duro tratar de encajar
en una sociedad llena de prejuicios e indiferente a la peor
pesadilla de nuestra historia. Fue decepcionante adaptarse a una
sociedad que no podía, no quería o no sabía contenernos y que,
incluso, muchas veces nos acusaba de habernos ido. Llegamos a una
Argentina que no nos esperaba.
El exilio de nuestros padres luego se convirtió en el nuestro.
Porque cuando ellos "volvieron", nosotros "nos
fuimos". Nos fuimos del lugar donde habíamos crecido o
nacido, que para ellos era ajeno, pero que para nosotros era el
nuestro. Y tuvimos que dejarlo para empezar de nuevo en “su”
querida Argentina.
Sentimos la pérdida de nuestro mundo, de nuestros amigos, de
nuestro entorno y cotidianeidad. De la noche a la mañana todo lo
que nos rodeaba había cambiado, y eso nos golpeo emocionalmente.
Esa es nuestra marca, así crecimos y construimos nuestras
identidades.
Llegamos a la Argentina como extranjeros. El exilio partió en dos
nuestras vidas. Somos argentinos, pero también mexicanos, españoles,
venezolanos, nicaragüenses, italianos, ecuatorianos, holandeses,
brasileños, israelíes, canadienses, franceses, costarricenses,
peruanos, suecos, etc. ¿Cuál es nuestra identidad? ¿Cuál
es nuestro lugar en el mundo? En muchos casos somos apátridas,
extranjeros, indocumentados. Tenemos doble o triple nacionalidad,
somos argentinos por opción, debimos cambiar el documento.
La doble nacionalidad que albergamos, la argentina y la de los países
que nos refugiaron, nos dificulta echar raíces. Algunos de
nosotros, después de mucho tiempo, hemos podido aclarar este
conflicto fundamental. En diferentes momentos de nuestra vida nos
sentimos o decidimos ser argentinos. Otros, aún continuamos
buscando un lugar de pertenencia donde construir nuestras vidas,
algunos hemos vuelto a los lugares donde vivimos, otros elegimos
nuevos rumbos.
Todos transitamos en mayor o en menor medida, la condición de ser
el otro, el diferente. Crecimos integrados en los países que nos
albergaron, pero con el conocimiento de sabernos diferentes. Y
luego, una vez en Argentina, continuamos siendo el otro, nuestras
vidas han estado signadas por ello: siempre fuimos el extraño, el
apátrida, el que no encajaba.
Somos hijos de una generación arrasada. Hombres y mujeres que
trabajaban para construir una Argentina mejor para todos, más
justa y solidaria. Y que nos enseñaron valores e ideas donde lo
esencial era un proyecto colectivo, que nos incluya a todos, un
proyecto de país basado en la justicia, el amor y el respeto por
la dignidad humana. Esos ideales han sido la herencia de nuestros
padres. El dolor, el desarraigo, la sensación de no pertenencia,
el desgarro: esa es la herencia de la dictadura militar.
Sabemos que también hay hijos de exiliados viviendo en diferentes
países. Algunos porque no volvieron nunca a la Argentina. Otros
porque no tuvieron un lugar en nuestro país, y otros siguen
buscando su lugar en el mundo.
También estamos en esta tierra, que de a poco y con mucho
esfuerzo, fuimos haciendo nuestra. Nos identificamos en nuestra
experiencia pasada y también en quienes somos ahora. A pesar de
que quisieron callarnos instaurando el miedo, creemos que un
pueblo sin memoria no puede construir un futuro digno. Así,
juntos, construiremos el futuro.
Creemos que en grupo podremos concretar nuestros sueños de un país
justo, solidario, con libertad y en democracia.
Hoy nos unimos por la identidad, la justicia y la construcción
de una memoria colectiva. Necesitamos contar nuestra historia y
esperamos que el exilio, se trate como lo que es, un problema de
toda la sociedad.
Invitamos a otros hijos e hijas de exiliados y a quienes se
sientan parte de estos ideales y quieran participar, que se sumen
a nuestra propuesta.
¡EXILIO NUNCA MÁS!
Contacto:
hijosdelexilio@yahoo.com.ar
hdelaplata@yahoo.com.ar
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