COMISION DE EXILIADOS ARGENTINOS EN MADRID - PAGINA PRINCIPAL

 

El Universal, México, D.F. 1 de abril de 2006

Fernando Serrano Migallón
01 de abril de 2006
México y Argentina
 

EL tiempo pasa inexorable, las sociedades y los hombres nos transformamos, a veces sin percibirlo, conforme el devenir va marcando cicatrices en la memoria. Hace ya 30 años que la vida, la libertad y la dignidad latinoamericanas sufrieron uno de sus golpes más acres.

El 24 de marzo de 1976, Argentina comenzó a vivir la peor de sus pesadillas y comenzó a escribirse uno de los capítulos más negros en la historia del continente; destruyendo el orden constitucional, allanando todo tipo de libertades y reprimiendo a una sociedad indefensa con una brutalidad difícil de comprender por su grado de barbarie y su falta de sentido, los militares se hicieron del poder en aquella República.

Como corresponde a la tradición humanitaria e internacional de nuestro país, al instante se abrió la embajada de México en la Argentina y durante los meses siguientes, cientos de asilados llegaron al país, en la tensa y esperanzada perspectiva de salvar la vida y aguardar el momento del retorno.

Muy pocos pudieron retornar en los años siguientes; la mayoría lo hicieron a finales de 1983, cuando la democracia había vuelto y la Argentina empezaba a recuperarse de sus profundas heridas. Algunos se quedaron. Pero todos, quienes llegaron y retornaron, quienes ya no quisieron volver, los que echaron raíces tan profundas que su vida había renacido por completo en México con el nacimiento de los hijos y la educación de los que habían llegado con ellos; todos, vieron sus vidas transformadas por la presencia de la cultura mexicana; al mismo tiempo, con su trabajo y su pensamiento, aportaron al México contemporáneo un legado que ya da frutos.

Los miembros de aquella migración histórica organizaron entre el 24 y el 31 de marzo lo que denominaron "Semana de la memoria y reconocimiento al pueblo mexicano"; la embajada de la República Argentina, así como la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, sirvieron de foro a un encuentro entre argentinos y mexicanos; entre quienes llegaron y quienes tuvimos el privilegio de recibirlos y, como una voz más en concierto, ellos, los que el lenguaje del exilio llamó "argenmex", la generación para la que la migración y la violencia de la dictadura son parte de la memoria y para los que esta tierra es tan su patria como lo es la Argentina.

Escuchar las reflexiones y los testimonios del embajador Jorge Raúl Yoma, de Miguel Bonasso, de Nora Rabotnikoff, de Horacio Crespo, de Antonio Piccato, de Ricardo Nudelman y de Pablo Yankelevich, significó reconstruir nuestro propio recuerdo del exilio argentino, ubicarlo en la enormidad de su dimensión humana frente a la brutalidad que castigó aquella región de nuestro continente. Había mucho que agradecer y los mexicanos podemos sentirnos conmovidos por esta muestra de honor y humanidad; pero también somos nosotros quienes agradecemos a los argentinos el ejemplo de dignidad en la libertad, de valor en la lucha por los mejores valores del espíritu, su humanidad, su conciencia histórica y su insaciable sed de justicia.

A veces, en estos tiempos, parece que nos quedaran a los mexicanos unas cuantas cosas de las cuales enorgullecernos; la sombra del presente se desplaza hacia el pasado y nos hace olvidar que algunas instituciones y algunos momentos históricos nos autorizan a sentir el legítimo orgullo de quienes pertenecemos a una nación que ha sabido ponerse del lado de la justicia y afrontar las consecuencias de sus decisiones.

El asilo político es una de esas instituciones y el exilio argentino es uno de esos momentos. Son dramáticamente inolvidables las horas de aquel 24 de marzo de 1976, cuando la televisión mexicana transmitía a una fúnebre Junta Militar, anunciar la destrucción del orden constitucional argentino; son inolvidables los momentos y las historias de escapatoria de quienes iban llegando a México con un bagaje de dolor y esperanza; es inolvidable su proceso de adaptación, de resistencia al olvido y su ansia permanente de justicia.

Es verdad que la migración argentina renovó mucho de nuestras ciencias sociales y nuestras humanidades, mucho en sicología y en periodismo, mucho en medios de comunicación y mucho también en historia y humanidades; pero es más que eso lo que les debemos y les agradecemos; al mirarnos en el espejo de otra forma de asumir la lengua española, de asumir la historia del continente y aun de la idea de la patria, los mexicanos pudimos valorar nuestros propios enfoques y puntos de vista; son el recordatorio permanente de que las instituciones y el orden constitucional son elementos indispensables para el funcionamiento del Estado y que deben estar siempre bajo la vigilancia responsable de los ciudadanos; son la muestra de que no importa cuán lejos nos sintamos de una situación crítica, siempre es necesario velar por que las libertades se respeten; pero sobre todo, son el ejemplo que tuvimos a la vista de que a pesar de todo el dolor que pueda sufrirse, siempre se puede volver a comenzar la vida.

Como mexicano, es un honor recibir el agradecimiento de nuestros amigos argentinos pero, en justicia, sólo podemos hablar de agradecimiento mutuo por la historia que hemos compartido, por el futuro mejor para el continente que todos anhelamos y por su ejemplo de persistencia en la memoria, la dignidad y la libertad.

Decano de la Facultad de Derecho de la UNAM