Por Pablo Stefanoni
Desde La Paz
El viento helado sopla con fuerza en Tiahuanacu, donde se
encuentran los restos arqueológicas de uno de los imperios más
antiguos del continente. Miles de mallkus (jefes indígenas) formados
militarmente delinean un impresionante horizonte de ponchos rojos y
sombreros negros sobre gorros de lana para hacer frente a las bajas
temperaturas altiplánicas. Vinieron hacia estas geométricas ruinas
precolombinas para escoltar a “su” presidente, Evo Morales, que
sería “posesionado” algunas horas más tarde. Los tradicionales
chicotes (rebenques) encarnan la autoridad de la “guardia
comunitaria” que se hace sentir. “Primero los mallkus, después
los civiles”, se quejó uno de ellos ante una malla de alambre que
intentaba resistir la presión de las miles de personas que intentaban
ingresar por una puerta estrecha a la sede del primero de los tres
actos de asunción de Evo Morales. Unas 100 carpas verde oliva les
dieron a las proximidades de los templos un aspecto militar, pero las
tiendas de campaña no eran para los uniformados sino para los jefes
comunales que pasaron la noche para terminar de ajustar los
preparativos.
Tiahuanacu recibió a una multitud entusiasta: además de los
campesinos, cientos de “turistas revolucionarios” y no tanto, que
no quisieron perderse este evento histórico, viajaron como pudieron
los casi 80 kilómetros que separan a este poblado turístico de La
Paz. Los argentinos fueron uno de los grupos más numerosos entre una
multitud que reunió a unas 30.000 personas. “Es un paso más en la
lucha antiimperialista”, dice un militante del Movimiento de Unidad
Popular de la provincia de Buenos Aires, y agrega que “el hermano de
Evo Morales milita en el MUP, en el barrio Futuro de La Plata”.
También miembros del Partido de la Revolución Democrática (PRD) de
Miguel Bonasso, y de la Corriente Clasista y Combativa (CCC) se
sumaron a la concentración popular que combinó mística y política
de la dura.
Los jefes aymaras se tomaron en serio su tarea, “cuidar al Evo”, y
se mostraron inflexibles con quienes intentaron traspasar la valla
humana, entre ellos algunos periodistas acreditados que equivocaron el
camino y fueron obligados a caminar varias cuadras para “entrar por
la puerta de la prensa”. La mayoría de los jefes andinos provienen
de Achacachi, la combativa población donde, durante los
multitudinarios bloqueos aymaras de abril de 2000, el capitán del ejército
Omar Jesús Téllez fue sacado del hospital donde se encontraba
internado y asesinado como venganza por la represión militar que se
había cobrado la vida de varios indígenas; y, después de las
masacres de septiembre y octubre de 2003, los achacacheños expulsaron
a los policías del pueblo y los reemplazaron por “policías
sindicales”. Pero ayer lo que concentró a multitudes de pobladores
y periodistas no era la violencia sino la fiesta.
Detrás de los curtidos rostros cobrizos podía adivinarse la alegría
de estar haciendo historia: “Salimos de nuestras comunidades a las 2
de la madrugada, otros que viven más lejos durmieron en las carpas,
esto es muy importante para nosotros y para todo el pueblo boliviano.
Evo Morales recibirá el bastón de mando para acabar con la
discriminación, la pobreza y el desempleo”, decía uno de ellos en
aymara dejando en evidencia que el apoyo al nuevo gobierno de
izquierda no es un cheque en blanco. “Ya volvimos millones, en mi
vida había visto algo así”, dice el mallku Luis Chávez en
referencia a la frase “Volveré y seré millones” atribuida aquí
al caudillo aymara Tupak Katari y no a Eva Perón. Al mediodía
–cuando el frío y la lluvia abrieron paso a los intensos rayos del
sol del Altiplano– la silueta de Morales apareció en uno de los
cerros que rodea el templo Kalasasaya y donde se erigen los restos de
la pirámide de Akapana. Entre proclamas de “Jallalla (viva) Evo”
y “Jallalla Bolivia”, el líder aymara apareció vestido con una réplica
del manto religioso andino (unku) que perteneció al período imperial
tiahuanacota y que fue usado después de 10 siglos, con la ayuda de la
tecnología digital que permitió recrearlo con alto grado de
similitud con las prendas usadas en la época precolombina. Además,
los sacerdotes indígenas “purificaron” al nuevo presidente indígena
con agua de un manantial sagrado y de manos de cuatro amautas
(sacerdotes indígenas) provenientes de Tiahuanacu, Charazani,
Samaipata y el Chaco boliviano el líder cocalero recibió el báculo
o bastón de mando indígena que le otorga el cargo de máxima
autoridad entre los pueblos andinos.
Así investido, el nuevo mandatario llegó hasta la Puerta del Sol
donde lo esperaba el vicepresidente Alvaro García Linera ataviado a
la usanza “occidental”: con un saco de corderoy color vicuña y
pantalón negro.
“Desde Tiahuanacu empieza una nueva era para los pueblos del mundo,
sólo con la fuerza del pueblo vamos a acabar con el Estado colonial y
con el neoliberalismo, y podremos doblarle la mano al Imperio”, abrió
un Evo Morales que, bajo la imponente geometría tiahuanacota,
proyectaba la imagen de un príncipe coronado. “Les pido a los indígenas
que me controlen y, si no puedo avanzar los suficiente, empújenme;
estamos ante el triunfo de una revolución democrática y cultural”,
continuó mientras la emoción iba ganando a los presentes.
Morales llamó a concretar la ley de convocatoria a la Asamblea
Constituyente para “refundar el país”, convocó conciliadoramente
a su rival indígena Felipe Quispe a sumarse a esta etapa de cambios y
no dejó de mencionar a “las clases medias intelectuales” entre
los arquitectos de la nueva Bolivia. Dijo también que “este
movimiento político levantó en alto la imagen de Bolivia ante la
comunidad internacional” y que “no vamos a superar la era de odio,
discriminación y saqueo mediante la venganza sino convocando a la
unidad”.
El discurso del líder del MAS evitó arriar las banderas de su
movimiento, entre las que se destaca el antiimperialismo y el
anticolonialismo: “Pasamos de la resistencia a la toma del poder.
Demostramos que se puede derrotar democráticamente los intereses
externos, queremos seguir avanzando para liberar a Bolivia y a América
latina. Vamos a seguir las luchas de Tupak Katari y las tareas que dejó
el Che las vamos a llevar adelante nosotros”, remató en uno de los
momentos más emotivos del acto, aunque esto no alcanzó para contar
con la visita más esperada: la del presidente cubano Fidel Castro,
quien finalmente no asistirá hoy a la transmisión de mando “por
motivos de última hora”. La ceremonia terminó con regalos de los
representantes de los pueblos indígenas del continente. Una
estadounidense cosechó silbidos que fueron cambiados por aplausos
cuando dijo que “representaba a los indios de la isla de la Tortuga,
cerca de la frontera con Canadá”. Un ex guerrillero guatemalteco le
regaló un morral “donde llevamos la agenda de la concientización
popular y la participación comunitaria”.
Hoy terminarán de llegar los presidentes y delegaciones que asistirán
a la ceremonia oficial de cambio de mando, en un número inédito en
la historia boliviana, entre ellos el argentino Néstor Kirchner
quien, según voceros del MAS, permanecerá pocas horas en La Paz.
También estarán Ricardo Lagos –el primer mandatario chileno que
asiste a una transmisión de mando en Bolivia en más de medio
siglo–, Hugo Chávez y Luiz Inácio Da Silva. Ayer, entre tantos indígenas,
se destacaba la presencia de un blanco de elevada estatura. Todo el
mundo se preguntaba quién era. Resultó ser... Janez Drnovsek,
presidente de Eslovenia. Entretanto, la ciudad andina se prepara para
la multitudinaria concentración de esta tarde, cuando Evo Morales y
Alvaro García Linera aparezcan en la Plaza de los Héroes, sede de
las últimas sublevaciones sociales por la nacionalización de los
hidrocarburos, para “jurar ante el pueblo”. Mineros, cocaleros e
infinidad de sectores sociales provenientes de todo el país dirán
presente. Todos con la misma meta: “Cambiar la historia y construir
un país más justo”, un objetivo que en el pasado reciente hizo
correr sangre y hoy despierta el calmo, pero firme entusiasmo de la
gran mayoría de los bolivianos