COMISION DE EXILIADOS ARGENTINOS EN MADRID - PAGINA PRINCIPAL

Texto leído por Miguel Sclarek  de COEPRA en la sesión del día 07/04/2005 de la Comisión de DDHH y Garantías de la Honorable Camara de Diputados, sesión donde se debatió la Ley de Reparación del Exilio

 

Antes que nada, queremos agradecer al Sr. Presidente de esta Comisión Diputado Perié y a los demás Diputados por habernos invitado y por habernos dado el uso de la palabra.

También agradezco a mis compañeros por designarme para leer este escrito que refleja el pensamiento de todos y para cuya redacción además de las nuestras hemos utilizando palabras de otros compañeros exiliados especialmente de los compañeros del CEA–M, Comisión de Exiliados Argentinos de Madrid como una manera de tenerlos a todos presentes aquí hoy con nosotros.

Señores Diputados:

7 años han pasado desde que el 28 de noviembre de 1998, por primera vez en esta Cámara, los entonces Diputados López Arias, Losada, Conti, Busti y Bordenave presentaran el proyecto que sirvió de base para la redacción de la ley de reparación del exilio que hoy están ustedes analizando.

7 años, desde que a instancias de los Diputados autores del proyecto los exiliados fuimos convocados al Salón de Los Pasos Perdidos para apoyar esa presentación.

Y 7 años desde que a partir de esa convocatoria fue creada nuestra Comisión de Ex Exiliados Políticos de la República Argentina COEPRA.

7 años en los que han pasado y cambiado muchas cosas en nuestro país, pero no la actitud de nuestra Comisión, que en ningún momento abandonó el objetivo para el que fue creada: promover la promulgación de una ley que reconociera el exilio como una violación de los Derechos Humanos.

Hoy estamos aquí como desde hace 7 años defendiendo este proyecto que ya tiene la sanción del Honorable Senado de la Nación y a expresar que queremos que se apruebe sin demoras. 

Para decir esto hemos venido un grupo de ex exiliados políticos, representando al exilio argentino.

Pero este grupo, presente aquí, no lo representa solo en el sentido de actuar en nombre del resto de los compañeros exiliados.

Lo representamos en el sentido de que en este grupo se concentra el dolor y el sufrimiento de una parte de los sobrevivientes de una generación de compatriotas que en un momento de la historia de nuestro país se atrevió a soñar con un destino mejor para nuestra patria y fueron perseguidos por esto.

Somos una parte de las víctimas del Terrorismo de Estado que se estableció como política en nuestro país a mediados de los 70.

En este grupo, ustedes ven a personas que fueron secuestradas, torturadas, violadas por los que dijeron que venían a “reestablecer el orden” y sumieron al país en la noche más negra de la historia Argentina.

Aquí estamos, los que estuvimos presos y pudimos escapar, los que sufrimos atentados contra nuestra vida, los amenazados de muerte, los que debimos recoger y enterrar los restos de nuestros seres queridos, amigos o compañeros destrozados por las balas de las Itacas de la triple AAA y las fuerzas de seguridad transformadas en asesinas del pueblo y también estamos, los que seguimos sin poder hacerlo, los familiares de los compañeros desaparecidos.

Aquí están también, nuestros hijos que debieron acompañarnos en el destierro.

Somos parte de los que, con una tergiversación del idioma propia de los ideólogos del nazismo, fuimos acusados de subversivos por quienes subvirtieron la Constitución Nacional, derrocando a cuanto presidente electo se les ocurrió.

Somos parte de los que fuimos acusados de asesinos, por los herederos de los fusiladores de cientos de trabajadores desarmados en la Patagonia en las huelgas de 1923 y 24, los cobardes criminales desaparecedores de 30.000 compañeros en la década del 70.

Somos parte de los acusados de ponedores de bombas por los impiadosos bombardeadores de Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955.

Somos los acusados de defender ideologías extrañas al sentir nacional, por los formados en las escuelas militares de EE.UU. y el canal de Panamá y que aplicando lo que allí aprendieron, llevaron la deuda externa de 7.000 millones de dólares a 45.000, atando nuestro destino como Nación al sojuzgamiento de organismos internacionales como el FMI, e impusieron a sangre y fuego, una política económica que condenó al 51% del pueblo argentino a la miseria.

Pero aquí estamos.

Somos sobrevivientes de la masacre.

Y estamos discutiendo los contenidos de una ley de reparación del exilio, con cuya aprobación, los exiliados políticos tenemos conciencia de que seremos objeto de un hecho justiciero sin precedentes que forma parte de la política de Derechos Humanos que se está comenzando a delinear en nuestro país con las leyes que se han votado últimamente, poniendo a la Argentina como ejemplo en el mundo.

Vincular el exilio a los Derechos Humanos, es un reclamo de primer orden contra un estigma de cruel vigencia entre los grandes padecimientos de la humanidad.

Exigir la reparación del arrebato de la identidad personal y colectiva tras el destierro obligado, debe ser una bandera de convicción: Los estados que expulsan población mediante el terror, la exclusión o el quebranto económico, deben responsabilizarse de su barbarie.

Dice Edward Said, el escritor emblemático que falleciera hace poco en Estados Unidos y pertenecía a un pueblo que sabe mucho del exilio, el pueblo Palestino: “El exilio es la grieta insalvable producida por la fuerza, entre un ser humano y su lugar de nacimiento, entre el yo y su hogar. La desdicha esencial de esta ruptura no puede superarse. Ciertamente existen historias que presentan al exilio como una condición que abre la vida a episodios heroicos, románticos, gloriosos y hasta triunfales. Pero son solo historias, esfuerzos para vencer la inválida desdicha del extrañamiento. Los logros de cualquier exiliado están permanentemente carcomidos por su sentido de la pérdida.”

Estas frases expresan con claridad el drama individual del exiliado. Pero además con la expulsión de una parte de su población, el mismo estado en su conjunto pierde la riqueza que da la variedad de visiones, de creencias, de estilos de vida que componen un pueblo.

Por eso, la lucha por los Derechos Humanos debe empezar por el respeto que deben tener los estados ante la integridad del cuerpo social, sin discriminaciones, sin deformaciones, sin exclusiones, sin expulsiones.

Debe terminarse con el método de "el que no está conforme que se vaya", o "el que no puede pagar que mendigue en el extranjero", el antiguo “comunistas a Moscú”, el a “llorar al Muro de los lamentos”, “los negros al África”, o el más novedoso, el “a esos que protestan hay que matarlos a todos”.

Como producto de esos incivilizados criterios hay millones de seres humanos en el mundo, invadiendo fronteras a pecho descubierto sin coste alguno para los estados que los echan, millones de desterrados vagando por países extraños que buscan un lugar en dónde hallar lo negado en su tierra natal.

Miles de argentinos lo hemos experimentado en carne propia a partir de la política de Terrorismo de Estado que se instauró en nuestro país a mediados de los 70.

Esta ley reparatoria del exilio, mas allá de tener un fuerte contenido político, da cumplimiento en este tema, a las obligaciones asumidas por el Estado Argentino en materia de Derechos Humanos, en especial a la obligación de protegerlos y reparar su violación.

Por medio de la ley se obligará al Estado Argentino a indemnizar justamente a las víctimas de la violación a derechos fundamentales establecidos en el artículo 14º de nuestra Constitución, dando estricto cumplimiento a lo establecido en la Convención Americana de Derechos Humanos, instrumento internacional incorporado a ella, y que establece que los estados partes están obligados a indemnizar a las victimas, mediante una reparación justa e integral.

Tenemos claro que en nuestro caso, esta ley reparatoria, marcará un hito, aportando otro Nunca Más: Nunca más un estado indiferente y mucho menos cómplice del destino de compatriotas perseguidos por sus ideas o peor aún, por la sospecha de poseer una idea política diferente o tener un pariente o un amigo que la tuviese.

Queremos finalizar con las palabras que nos envió desde Francia Alicia Bonet Krueger la que fue compañera de uno de los compañeros fusilados en Trelew:

“El exilado político argentino es respetado, escuchado, se ganó un lugar en cada país por la fuerza interior que demostró siempre y por la fidelidad a los valores morales fundamentales; ese respeto hoy parece que esta llegando a la Argentina. Esta vez con la "ley del exilio" parece que las cosas se están poniendo en su lugar.

Nunca podremos recuperar las personas que fuimos, ni las casas que nos rompieron, el exilio produce una herida total - profunda- irreversible, te quedas partido en dos. Por suerte, nos llevamos nuestras raíces en nuestros bolsillos, porque ellas nos permiten saber de dónde venimos, porque de ellas salieron nuestros hijos que hoy le han puesto a nuestros nietos nombres de compañeros, ¡qué revancha! Ni nos callamos, ni nos mataron y hoy transmitimos nuestra historia en los cinco continentes.

Y ahora ustedes desde allí nos reconocen como "victimas de la dictadura y la represión." No nos justificaremos mas por estar vivos, por haber rehecho nuestras vidas.

No seremos "turistas" cuando volvemos a Argentina. Seremos argentinos enteros en cualquier parte del mundo. Seremos una sola persona aunque tengamos varios pasaportes y comenzaremos a hacer los duelos interminables.

Considero que se deben concretizar las reivindicaciones que propone la "ley del exilio" como un trabajo fundamental y urgente.

Pero queda un gran camino para recorrer, que es el de incorporar en la memoria colectiva y a la historia argentina toda nuestra diáspora.”

 

 

Texto leído por Miguel Sclarek  de COEPRA en la sesión del día 07/04/2005 de la Comisión de DDHH y Garantías de la Honorable Camara de Diputados, sesión donde se debatió la Ley de Reparación del Exilio