HORACIO PILAR:
LA CAZA DEL ARABESCO
por Raúl Santana
Hay
algo que si en un comienzo me dio mucha rabia, con el correr de los días y los
meses se transformó en serena alegría: me refiero al silencio que casi todos
los medios mantuvieron, primero con la aparición de Igual atacaría x
3. último libro de Horacio
Pilar, y segundo con su muerte. Salvo la contratapa que le dedicó Antonio Dal
Masetto en Página
12,
no tenemos noticia de ninguna otra mención. Al principio me indigné y hasta llegué a pensar en
una confabulación: después fui cayendo en la cuenta de que al fin Pilar nunca
hizo nada por su poesía (salvo crearla) y mucho menos moverse en esos medios
donde proliferan las pequeñas o grandes famas poéticas:
esos medios donde la poesía pareciera surgir de recetas que imponen los
diversos diccionarios poéticos de moda, estableciendo las dosis de imágenes,
metáforas y también su sintaxis para alcanzar esa especie de escritura que pone con
claridad en la página: la falta de imaginación, inspiración y creación en
palabras discretas, acertadas y sin mayores alternativas; digamos una poesía
razonable. Era natural que un poeta de la talla de Horacio
Pilar, intenso, desprolijo, abierto, sin tics,
fuera inaudible para todo ese mundillo de los medios que arribó, por ejemplo, a
esas "extraordinarias" periodizaciones
que hablan de los 60, los 70,
los 80 y los 90;
periodizaciones ridículas que nada aclaran sobre
la vida de la poesía, pero le dan a un vasto público algo así como un fixture
del curso de la creación. La poesía de Pilar llega en diciembre, cuando tenía
que llegar en junio, anuncia en octubre lo que fue de enero, pero canta,
"como cantó Tirteo", para aquellos que
—como escribió su gran amigo Federico Gorbea— (lo parafraseó) "velan, y no dejan perseguir
sus oídos con un eco". Ellos no advierten el paso de los días, los meses
y los años, cuando leen y gozan a los grandes poetas que siempre están
convocando esa dimensión existencial
—que
aborda toda poesía que se tenga por tal—,
para
abrir ese interrogante que es una posible ecuación: ¿poesía y eternidad? En un poema de Pilar lamentablemente perdido, pero
del que mi memoria guardó algunos fragmentos, dice el poeta: "La m
suelta la o hasta el final del muerto /
y hay por fin una cuenta parecida a la unidad del cero
/
después de una aventura numerosa. Y ese humito".
Aquí vida es lo que acontece en la propia palabra entre la m y la o, esa o que
también es el cero después de una aventura numerosa: y el humito (tan macedoniano)
es porque a ese poema perdido Pilar lo había titulado "Elogio del
suicida" y termina con unos versos que configuran todo un programa:
"Lo que has hecho /
será llamado poesía /
por los que saben que las palabras libres /
atraviesan el corazón de los hombres /
y nos lavan con la mirada de los muertos". Vivos y muertos se entrelazan
cuando las palabras se vuelven libres de esa temporalidad que asedia a nuestro
tiempo. Cuando apareció Igual atacaría x
3 y tuve el honor de pre Ante la Obra completa
de Horacio Pilar, sólo podrían estallar algunos
motivos de deslumbramiento en estos poemas que
instauran su propia lógica y sus propios espesores
semánticos, negándose a ser despojada de su cuerpo y de su
resonancia: o todo o nada. En los poemas "Papa" y
"Semántica", para citar sólo dos ejemplos de los endemoniados
juegos que hace el poeta entre el afuera y el adentro del poema,
estableciendo una
extraordinaria tensión, nos dice en el primero: "He visto los tubérculos
de la papa /
poseídos de un sudor penoso /
tornarse negros y tibios
/
sobre la tabla de aquel galpón..." para
concluir después de otra estrofa intermedia: "Los he visto ahora /
a través de breves años de memoria /
y he decidido enterrarlos aquí
/ En el segundo ejemplo, un poema dedicado al colibrí,
concluye: "La puertita de esta poesía debe
quedar abierta /
pues estos pajaritos no soportan el cautiverio
/
y la palabra puertita debe quedar abierta/ y por lo menos un ojo tuyo debe
quedar abierto /
porque en ojos cerrados no entran colibríes.
/
Conclusión: /
sólo Dios en la Virgen /
y una sola semántica". Aquí el poema se hace jaula y con qué velocidad y
con qué gracia hace cortes inesperados adentro de la lengua. Estas
modulaciones, tan frecuentes en la barroca alquimia de Pilar, estas dicciones
dichosas y exultantes, más que juegos, son algunos de los sistemas de
transformación que hace de sus poemas, verdaderas máquinas irreductibles que
lanzan destellos a derecha y a izquierda brillando con una luz pareja. Así como hay poetas que nos enfrentan, monocordes,
a una idéntica disposición de garganta, Pilar
nos propone una multiplicidad de disposiciones como si lo presionaran de abajo,
de arriba, o de ambos costados, haciendo de su voz
una extensa polifonía que no se priva de nada abordando desde la semántica
hasta un intimismo de música de cámara (como en
los poemas Exilio I, II, III, IV). Pero ya ven, me encuentro pecando de lo que advertí
y ya estoy tratando de explicar lo que llevo en el corazón que, como dijo G.
Deleuze: "Es el órgano amoroso de la
repetición". ¿Qué hace mi cabeza
—órgano de los intercambios— atisbando abordando
mi corazón? ¿Podrá pasar algo de un órgano a otro? Hace
muchos años, en 1960,
Pilar escribió un poema que puede ser una respuesta para este dilema: "La
víbora /
su elástico puñal /
está caída
/
está abajo del mundo /
a la altura del pozo /
enroscada en su peso /
con su hechura de rama sin brote /
de árbol desesperado /que se come los pájaros
/
por el sabor del cielo". Tratando de
desentrañar al poema, a la cabeza le pasa como a la víbora de Pilar:
sólo se come los pájaros pero el sabor del cielo
exige otra boca, otro paladar. El
15 de febrero de
1999,
un mes antes de cumplir los 64 Cuando éramos jóvenes y andábamos día y noche por
las calles y los cafés de esta ciudad que Pilar tanto amaba, entre las locuras
que hacíamos, hubo un juego que retorna a mi mente con mucha fuerza: se trataba
de la caza del arabesco. Horacio se quedaba mirando al vacío, acechante, y de
pronto gritaba ¡un arabesco! extendía su mano hacia la nada delicadamente, lo
tomaba (preferentemente por alguna punta) y comenzaba a hacer movimientos como
si el arabesco se resistiera. Luego explicaba con toda seriedad que había
arabescos rectos, curvos, y que los más difíciles de cazar eran los que
combinaban las dos formas; decía que están en todas partes y que hay que
prestar mucha atención porque son invisibles y exigen una gran concentración.
Recuerdo el sobresalto de una señora que viajaba tranquilamente en el tren
cuando Horacio, luego de advertirle, cazó un arabesco en frente mismo de su
cara. Ese juego inocente de muchachos irreverentes volvió a mi mente con mucha
fuerza, cuando comprendí que esos arabescos que están en todas partes y son
invisibles, pues bien, son la poesía. Buenos Aires Agosto de 1999
|
EXILIO I
El fuego junto al muro por dentro de estas ruinas con sus manos calientes va levantando el humo que se derrama afuera como lana carpida. El resplandor sonámbulo convoca la mirada, su perfume dorado baja por mi garganta, y cristales sonoros con inquietud de chispas encienden los espejos del recuerdo. Abajo, madre brasa en frágil cáscara contra el aire desgaja su naranja en boca del vacío. Con su incesante giro lo alimentan, y aplacando el pensar del pensamiento borran la distancia sobre el tiempo con sus nadas ardientes.
La casa abandonada, mi hambrienta soledad. y estas ramas heladas que gané a la tormenta, son razones de hogar que las llamas consumen.
Afuera, en los patios del cielo, recrudecen los truenos traídos por el viento, látigos y relámpagos ruedan entreverados, lentas tropas de nubes cierran el horizonte. En busca de madera retorno hacia la noche. 1976
EXILIO II
La
cuerda de mi voz lanza su red y arrastra La
delgada nostalgia Si
la memoria confunde los espacios, 1979
EXILIO III
En la casa PROHIBIDA, 1979
EXILIO IV
Entre
palabras la tierra del silencio En
el canto mi padre, cuidando su jardín, Esta
es mi condición
1979
VOLVER
A LA PAGINA PRINCIPAL DE |