Intervención de Víctor De Gennaro en el III Encuentro Continental de Lucha contra el ALCA

La Habana, 29 de Enero de 2004

"El enemigo siempre parece más grande cuando se lo mira de rodillas"

 

 Compañeras y compañeros:

 

Para mí realmente es una emoción y una alegría inmensa, y un privilegio también -porque no decirlo-, poder estar aquí hoy con esta palabra, expresando mi sentimiento y el compromiso. Aquí están los compañeros, también secretarios de distintas centrales sindicales que participaron de la reunión del Frente de Trabajadores que organizamos ayer y Pedro Ross, con los que comentábamos que se olfatea y se vive un nuevo tiempo, ¿no? Es otro run run, otro debate. Y yo recordaba -y por eso no quiero dejar de expresar este sentimiento y este compromiso- que hace 10 años, en 1994, cuando arreciaba esa política neoliberal, los primeros días -enero o febrero-, yo transitaba con otros compañeros, recorriendo las provincias de mi patria, con el solo grito de esa rebeldía zapatista que se instalaba en el horizonte americano, para decir No a los tratados; caminábamos el país desde el Norte, desde el Este, desde el Sur, desde el Oeste, para hacer una gran Marcha Federal hacia Plaza de Mayo, esa plaza que seguramente ustedes han ido conociendo en estos últimos años por la comunicación pública... tratando de sacar de las entrañas de nuestro pueblo la fortaleza para caminar y gritar allí, en la Plaza, a los que nos estaban saqueando y entregando, que queríamos ser una nación.

 

Y teníamos en ese momento algo que para nosotros era invalorable: teníamos a Cuba. Yo que soy militante desde la época del 70, acepté, conocí y quise a Cuba de muchas formas, me dieron muchas cosas durante todos estos años -a mí y a muchos de mi generación-, pero lo que nos dio en el 60: la utopía, en el 70: la esperanza, en el 80: las realizaciones, no es nada comparado con lo que nos dio Cuba -su pueblo y el Comandante Fidel-, durante los 90. (Aplausos prolongados).

 

En el momento de la noche oscura más grande, donde nos decían que no se podía, peor aún, que no se debía ser feliz, este pueblo, este Comandante, se paraban y se constituían en una verdadera estaca ante el imperio, y nos planteaban ese desafío, que era creer en nosotros mismos y creer en la posibilidad de transformar. Por eso compañeras y compañeros, esta emoción, esta emoción y este compromiso, que no alcanza a salvar todos los agradecimientos y los homenajes que hagamos aquí en Cuba, por lo menos yo lo siento así. Siento que el verdadero homenaje que este pueblo va a tener, es en el momento que nosotros logremos la liberación de nuestras patrias y la felicidad de nuestros pueblos. (Entre aplausos prolongados).

 

Vengo de un país que fue el ejemplo de esa política neoliberal. Es más, lo instalaban en el horizonte, lo felicitaban en el Fondo Monetario, lo mostraban en el mundo. Mostraban esa "epopeya" de la transformación de la Argentina, una y otra vez. Y la verdad que es cierto que se aplicó. Se aplicó una política de saqueo y de destrucción. Nos transformaron. Se inventó el hambre en un país hecho de pan. Esa es la verdadera transformación de ese sistema neoliberal: ¡Inventar el hambre!, en un país que produce alimentos para 300 millones de personas y que hoy tiene más de 54% de la población bajo la línea de pobreza. Ese es el "mérito" de ese sistema. Se privatizó y se saqueó. Es más, yo quiero señalar algunos datos y mostrar que no sólo se privatizó, se extranjerizó. Al principio de la década del 90 de las primeras 500 empresas que más facturan, el 32% eran extranjeras; hoy, el 73% son extranjeras, tienen su sede en el exterior, el 19% están asociadas a una transnacional, y el resto –poquitas-, fueron de capital nacional en su origen, pero se han trasnacionalizado en sus decisiones. Se extranjerizó. Es más, extranjerizar era más importante que privatizar. Se decía que las empresas estatales nuestras eran deficientes porque eran manejadas por el Estado, pero ahora las tiene el Estado francés, o la tiene el Estado español, la tienen otros estados. Lo importante era desnacionalizar, era el tiempo que, sin lugar a dudas, se iba socavando la base de nuestra nación mediante la aplicación de esa política de entrega.

 

Se animaban a decir "el fin de la historia", "el fin de las luchas de las ideologías", pero hicieron algo peor en nuestra patria, decretaron el fin del trabajo. Dijeron que no hacía falta más, como si se pudiera producir riquezas sin el esfuerzo humano, sin la capacidad de los trabajadores. Ahí nos plantamos y comenzamos a transitar un tiempo de recuperación de nuestra identidad de clase. La clase trabajadora no es solamente la que tiene empleo, la clase trabajadora es el trabajador precario, el desempleado, el pensionado, el jubilado; no puede ser que solamente reconozcamos como trabajadores a sectores privilegiados -entre comillas-, en esta sociedad. La cultura de la unidad, la solidaridad, es la clave. Esa es la rebelión más importante que implantamos cuando empezamos a construir ese desafío de la rebelión, una rebelión que termina en el 2001, pero que nadie nos regaló, nadie; se construyó de a poco.

 

Ese 2001 fue muy importante. Terminó, sin lugar a duda, con la caída, con el derrocamiento de Cavallo y De La Rúa, pero empezó en Porto Alegre. Fue en Porto Alegre, lo debo decir, donde nos dimos cita miles y miles de resistentes para construir lo nuevo. Nadie que no resiste necesita de lo nuevo. Ahí empezó, y ahí lanzamos nuestro desafío de convocar a la primer marcha contra el ALCA. Se hizo en Buenos Aires. Vinieron trabajadores de Uruguay, del PIT-CNT, de la CUT de Brasil. Hicimos un tránsito, una movilización. Se incorporaron, participaron los movimientos sociales. Fue una movilización espectacular.

 

Y yo no quiero dejar de decirlo porque el enemigo, en la comunicación hegemónica, siempre trata de decir que perdemos; cuando perdemos, perdemos, y nos mete hasta la humillación, y cuando ganamos trata de secundarizarlo y hacerlo aparecer como que hemos perdido. En ese 2001, los compañeros de Quebec, los compañeros de los Estados Unidos, los compañeros de Cuba, y de todos los sectores de autoconvocatoria, caminaban por Canadá escuchando que el Presidente De la Rúa decía que en Argentina se iba a firmar en el 2003, en la reunión de los Presidentes, la posibilidad del acuerdo del ALCA. En esta marcha que teníamos en Buenos Aires, yo decía: Nos quieren humillar. Argentina que alguna vez tuvo una década de felicidad para nuestro pueblo, que la tuvo en el 50 o que soñó y peleó por una patria diferente en el 70, debía ser humillada, haciéndonos pagar el precio de que esa firma se hiciera en un pueblo que sí ha tenido una actitud clara antiimperialista durante toda su historia. Querían venir a la Argentina a hacerlo y tenemos que festejar, y por eso quiero reivindicar -porque parece que se nos olvida- que el 2003, compañeras y compañeros, terminó sin firmarse en la Argentina, porque De la Rúa no pudo hacerlo... (Aplausos prolongados).

 

Claro, empezó un nuevo tiempo. Abrió una instancia. Se manifestó en toda su dimensión la crisis. Crisis de ellos, pero también crisis nuestra. Empezó otra etapa, en lo bueno y lo malo. Una etapa en donde ellos demuestran que no convencen más como convencían en mi tierra. No es el camino al primer mundo, ya no es la salida individual la adecuada, ya no es que se van a salvar. Ya no. No convencen, pero siguen matando. Nos matan en distintos lugares del mundo, en Iraq. Nos matan con su proyecto, lo siguen mostrando. Porque intentan aplicar este genocidio por planificación de la desigualdad, que significaría la aprobación del ALCA. Por eso decimos que no a ese ALCA, pero también nos quieren matar si no aceptamos el ALCA, con otros instrumentos que son parte de la misma política y proyecto. Por eso yo no entiendo cuando algunos compañeros diferencian entre lo que significa el ALCA y el Plan Colombia. Para mí son dos instrumentos de una política de dominación. (Aplausos).

 

Pero además de la crisis de ellos empezó la crisis nuestra. Ahora podemos, volteamos gobiernos, hay cambios, hay instancias, empezamos a vernos. Y ahí empezamos a entender que hay claridad para saber lo que no queremos, pero todavía no tenemos claridad y organización para definir lo que queremos. Ese tránsito de construir la fuerza organizada para instalar un proyecto alternativo. Resistir, compañeras y compañeros, es fundamental. Por eso hay que aprobar un plan, pero además hay que empezar a abrir la cabeza, el corazón, para pensar otras cosas.

 

Además de resistir que es fundamental, también hay que pasar a la ofensiva. Hay que empezar a decir lo que queremos. ¿Qué sociedad?, ¿qué queremos? Hay que empezar a discutir el ALBA. Hay que empezar a discutir una comunidad de naciones latinoamericanas. Hay que empezar a discutir las propuestas. Tenemos historia, proyectos, que tienen que empezar a alumbrar ese debate. Pero para que eso suceda no solamente hay que enfrentar la debilidad de las ideas, hay que enfrentar algo que anida después de la derrota y el genocidio de hace décadas, que es el temor a ganar, a creer que se puede ganar. Hay muchos compañeros que tienen temor de discutir lo que pensamos, lo que queremos, y de definir una sociedad, porque ese temor está todavía ahí, en la necesidad de resistir, de mantener, de ¡cuidado! Porque, ¿creemos que se puede ganar?, ¿creemos que es legítimo ganar? Quizá eso es lo que se apuntala como uno de los problemas más importantes.

 

Y yo creo, compañeras y compañeros, que nos merecemos empezar a sentir la alegría de volver a creer que se puede ganar. Porque si uno no está convencido no puede ir a convencer a los demás. Y necesitamos estar convencidos de que se puede, para ir a convencer a nuestros pueblos que vale la pena apostar a ser felices nuevamente en nuestras patrias.

 

Yo no entiendo a esos compañeros que dicen: "No, ahora es un momento difícil, duro, preocupante", refiriéndose a esta nueva etapa de la que hablamos. Yo quiero compartir y es una reflexión, pero quiero decirlo con mucha prudencia y con mucho respeto a todos, para mí este tiempo es distinto, no es duro, difícil, ni complicado. Duro, difícil, complicado, era antes, cuando estaban los Fujimori, los Menem, los que entregaban y saqueaban a nuestros países y nos reprimían con las dictaduras. Hoy hay otro tiempo, otro oxígeno, otro espacio. Ahora nos podemos poner contentos que después de muchas décadas el pueblo venezolano haya vuelto a poner a su Presidente después del golpe. (Aplausos fuertes y prolongados, gritos, no se oye lo que dice). Ahora nos podemos poner contentos compañeras y compañeros que en el 2003 hayamos empezado un primero de enero viendo a Chávez, a Fidel, allá en Brasilia, encontrándonos porque asumía Lula; por primera vez un trabajador había sido elegido Presidente (Aplausos fuertes y prolongados).

 

Contentos, con mis compañeros argentinos que estamos aquí también, más allá de cualquier especulación partidaria, porque en la República Argentina, donde los pañuelos blancos de nuestras madres y abuelas fueron un ejemplo en nuestra nación y en el mundo, se derogaba la Ley de Obediencia Debida y Punto Final...

 

(Aplausos fuertes y prolongados)

 

Parece que ya se anuncia el triunfo de Tabaré, compañeras y compañeros. El 7 de diciembre, el pueblo uruguayo definió claramente sus pretensiones. Impidió la privatización de ANCAP, la empresa petrolera, en un plebiscito que es un ejemplo en Uruguay. O no nos vamos a poner contentos de escuchar a Evo Morales aquí, que más allá que no se hayan hecho todavía las elecciones en Bolivia, nos habló como el verdadero Presidente... (Aplausos).

 

Esto no nos debe confundir. Joao Pedro manifestó el otro día, para mí en forma brillante, espectacular, esta necesidad: no confundir las tácticas de los gobiernos con las tácticas de los movimientos populares y sociales. ¡No hay que confundirlas! No es blanco o negro. Hay que avanzar en esa construcción de fuerzas propias. Por eso yo tengo el orgullo de estar en una Central cuyo Congreso, con 9000 delegados, aprobaron la construcción de un nuevo movimiento político, social y cultural en nuestro país.

 

Así como ellos construyeron este poder con sindicalistas, con militares con religiosos, con empresarios, con partidos políticos, con intelectuales, que les sirvieron de base, hay que construir un contrapoder. También hay sindicalistas, religiosos, militares, partidos políticos o intelectuales que sí abrevamos una nueva sociedad. Una sociedad donde se discuta con toda claridad -por lo menos para nosotros-, la distribución de las riquezas, la soberanía, la democracia. Que sea capaz de recuperar nuestras identidades, identidades que -como nosotros definimos- la primera es de la clase.

 

¡Seguimos siendo orgullosamente parte de la clase trabajadora! Pero también entendemos que no hay liberación de nuestra clase si no hay liberación nacional. Y en nuestros países la liberación nacional también tiene que ver con una concepción de liberación latinoamericana. O acaso no lo aprendieron los pueblos originarios que los unió la represión del primer genocidio, o no lo comprendimos nosotros con nuestras gestas libertadoras en el siglo XIX. Es así. Aprendimos esa necesidad también de, además de la identidad de clase trabajadora y la identidad latinoamericana -bueno, para ser más justos como yo lo siento, identidad indo-ibero-afro-americana (Aplausos). Dos identidades, y una nueva, que yo he sentido y quiero compartirlo, el 15 de febrero del 2003. Desde el 15 de febrero del 2003 yo sentía que también los revolucionarios del mundo estábamos expresando una nueva identidad, cuando salimos a la calle -ese 15 de febrero- a repudiar el genocidio en Iraq. Porque lo que está en juego no es solo una guerra, sino el destino de la humanidad, lo que está en peligro es la propia especie humana si dejamos que ese señor siga siendo capaz de imponer la guerra y el genocidio a todos nuestros pueblos. (Aplausos).

 

Yo termino con la misma emoción y el mismo compromiso. Pero si no lo digo me quedaría mal. Ustedes saben que estamos en un momento muy especial. Aquí se ha dicho: entramos en la recta final..., que ya no hay preocupación, no importa si perdemos... Yo la verdad, que después que supe que el Presidente estuvo en Monterrey, que convocaron a todos los presidentes en el 2005 en Argentina para reunirse que firmen..., yo, siento..., yo empecé a sentir una alegría: ¡Bueh... vienen para acá!

 

Y nosotros también, ¡todos vamos a ir ahí! Y vamos a ir con otra fuerza, estoy seguro, con otro tiempo, con otra dinámica, y podemos gritar nuestras verdades. Casi que olfateo ese tiempo, y lo olfateo por dos razones, porque está en juego algo más que una posibilidad de ganar: ¡Es imprescindible que ganemos! (Aplausos)

 

En el último congreso de la CTA se decía: Pan, trabajo, soberanía, democracia, pero a mí me sorprendió que la bandera del congreso dijera: ¡Por nuestros hijos! Una consigna que parece que no es de una central sindical. Y los trabajadores dijimos: ¡Por nuestros hijos!. Yo entendí algo más cuando German Yucra, boliviano del MAS me hablaba de que ellos creían que había llegado el tiempo de pachakutik, tiempo de liberación, tiempo de pelea porque la tierra se muere, porque el planeta no puede esperar, ese grito que decía de los compañeros, de nuestros pueblos originarios que está empezando a andar y a caminar por la tierra latinoamericana, la rebelión va más allá. Si no tenemos los brazos suficientes, las cabezas suficientes o la organización suficiente... Es imprescindible hacerlo, porque la tierra se muere y con ella nuestros hijos, y también nuestros hijos. Por eso es imprescindible que ganemos: Por la tierra y por nuestros hijos.

 

Y yo compañeras y compañeros, cuando estaba muy mal, en los momentos que nos tironeaban diciéndonos que había que entregarse, abrevé en todos los grandes peleadores esta América Latina, que la tenemos y es grande, en Túpac Amaru. en Bolívar, en Artigas, en José Martí, ¡Cómo no! Pero hubo uno, el libertador de mi patria, que en los peores momentos siempre lo tenía presente con una frase que, sin lugar a dudas, quiero transmitir y compartir con ustedes. Él decía: "El enemigo siempre parece más grande cuando se lo mira de rodillas." Don José de San Martín nos dejó ese desafío... (Aplausos fuertes y prolongados) y estoy seguro que seremos capaces de ponernos de pie...

(Aplausos y exclamaciones).

 

 

Trascripción y edición: Pasado y Presente XXI,

La Habana, enero 2004

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