Movilizaciones estudiantiles
en Santiago y Temuco
Universitarios
mapuches dicen ¡Basta!
Por Pedro Cayuqueo* /
Kolectivo Lientur / 10 de junio de 2003
Diversas movilizaciones desarrolladas por los estudiantes mapuches a nivel
nacional inquietan por estos días a las autoridades. Si bien el origen del
actual descontento estudiantil se encontraría en sanciones aplicadas por la
Conadi a miembros del Hogar Indígena de Santiago, voceros de la zona sur
advierten sobre promesas incumplidas y nuevas reivindicaciones más políticas que
podrían desembocar a futuro en un escenario de movilizaciones aun mayor. Para el
Mideplan, sin embargo, se trataría de un conflicto innecesario, artificial y que
no se justificaría a la luz de las "excelentes" relaciones mantenidas durante el
último año entre gobierno y estudiantes. ¿Quién tiene la razón y quién esta
mintiendo en esta historia?. A continuación dos reportajes que hablan sobre un
mismo tema.
Que los estudiantes mapuche son
una preocupación para el gobierno, no cabe la menor duda. "Una preocupación en
materia de seguridad ciudadana eso sí", declaran con ironía los miembros de los
distintos hogares mapuches del país, los mismos que desde el lunes 26 de mayo se han
venido movilizando tanto para exigir al gobierno el cumplimiento de antiguos
acuerdos, como para solidarizar con la difícil situación que atraviesan sus
pares en las ciudades de Santiago y Valdivia. Los primeros amenazados en las últimas semanas con
la expulsión de un Hogar Indígena ubicado en Providencia y los segundos
hastiados de las promesas incumplidas de la autoridad por habilitarles un hogar
y que los mantienen por el momento como refugiados "políticos" en casas de
compañeros e incluso las dependencias del Hogar de Cristo valdiviano.
Razones para movilizarse sobran, aseguran al unísono los diferentes dirigentes
universitarios. En la ciudad de Santiago, sin ir más lejos, el lunes de la
semana recién pasada cuatro estudiantes iniciaron una huelga de hambre en la
céntrica Catedral Metropolitana, reclamando por la habilitación de un hogar
exclusivo para jóvenes mapuches en la capital (sólo existe el Hogar Indígena,
compuesto además por jóvenes aymaras y rapanuis) y principalmente por la
expulsión decretada por la Conadi de seis de sus pares como medida disciplinaria
ante un conflicto interno suscitado entre los descendientes de Lautaro y jóvenes
isleños rapa-nuis.
Si bien los cuatro manifestantes, Elizabeth Painemal, Salvador Rumían, Tereza
Romero y Leila Quinchanao fueron desalojados rápidamente al otro día del templo
por efectivos policiales, la huelga por estos días continúa sin variación. Ante
las amenazantes declaraciones tanto de Conadi como del Mideplan asegurando que
las medidas disciplinarias seguirían su curso inalterable en contra de todos
ellos, los estudiantes decidieron continuar con la movilización al interior del
propio hogar de las disputas, ubicado en calle Suecia 2072 y rodeado de
mansiones, embajadas y edificios de departamentos que contrastan notoriamente
con la humildad de la casona habilitada por la Asociación Indígena José Alcapan
-hoy desaparecida- como albergue estudiantil a comienzos de la década del 60'.
En Santiago, nos comenta un dirigente, la situación interna del hogar indígena
nunca fue de las mejores, siendo los conflictos entre mapuches y pascuenses allí existentes un verdadero secreto a voces. Estos últimos, más pacíficos, bohemios
y notoriamente menos comprometidos con la lucha de su pueblo en medio de la
soledad del océano, desde siempre habían estado en la mira de los dirigentes
mapuches del hogar, todos ellos jóvenes más curtidos en el ámbito de la acción
política y sensibles observadores de las movilizaciones, apaleos, allanamientos,
detenciones y tragedias transmitidas a diario desde la zona sur por los
noticieros de la televisión nacional.
“Sólo era cosa de tiempo para que estallara el conflicto”, nos recalca la
fuente. Y ese tiempo llegó definitivamente el verano pasado, cuando aprovechando
el alejamiento temporal de los jóvenes rapa-nuis del continente, la nueva
dirigencia mapuche decidió tomar de una vez por todas el toro por las astas y
resolver de un plumazo el histórico problema. En una draconiana decisión, los
jóvenes mapuches decretaron en marzo de este año expulsar del hogar a la
totalidad de sus pares rapanuis, aduciendo razones disciplinarias que tanto los
sancionados como las autoridades del gobierno informadas del hecho rechazaron de
manera tajante. Y no sólo las rechazaron a nivel de discurso, ya que tras
conocerse públicamente en la prensa lo acontecido entre los jóvenes de ambos
pueblos, las autoridades resolvieron devolver el golpe expulsando por su parte y
también en una drástica decisión a seis jóvenes mapuches supuestamente
involucrados en los hechos.
"Por medio de la presente
comunicó a usted que ha perdido el beneficio “Beca Hogar Indígena”. Lo anterior,
en consideración a que usted ha contravenido las normas citadas en el Título
VIII, de las causales de pérdida del beneficio. Dichas normas son efectuar al
interior del hogar propaganda proselitista con fines políticos o religiosos,
comprometer los intereses y/o prestigio del hogar, usar indebidamente sus bienes
y no dar aviso en forma inmediata a la Administración de la presencia de
personas ajenas al recinto durante la noche... Por este motivo, se le pide hacer
abandono inmediato del Hogar Indígena", rezaba en sus puntos centrales la
carta-ultimátum recibida el 25 de mayo por los estudiantes Abraham Santis
Calbullanca, Gabriel Huenupi, Mauricio Neculhueque, Alvaro Trango, Marcos Rojas
y Salvador Rumian. Huelga destacar que el contenido de la misiva, firmada por la
Administradora María Alejandra López Aguirre, recibiría más tarde el apoyo
irrestricto de las autoridades encargadas del tema estudiantil mapuche a nivel
de gobierno.
"Los hogares deben funcionar con un cierto conjunto de normas que todos
respeten, porque no parece lógico que unos jóvenes expulsen a otros cuando todos
están estudiando supuestamente y todos están recibiendo un beneficio que
obviamente necesitan para cumplir esa tarea. Eso nosotros no lo vamos a permitir
porque no parece lógico que unos jóvenes se tomen, se auto-arroguen cierta
autoridad para expulsar otros que además son de una etnia distinta", señalaría a
los medios de comunicación Jaime Andrade, Coordinador de Políticas y Programas
Indígenas del gobierno y actual Subsecretario de Mideplan, justificando de esta
manera las medidas disciplinarias aplicadas en contra de los "excluyentes" y
"racistas" jóvenes mapuches, tal como los denominó de inmediato la derechista
prensa escrita y televisiva de la capital.
Sin embargo, para los escasos miembros aymarás del hogar indígena, actores en
teoría neutrales de todo este conflicto, las razones de los mapuches para
expulsar a los rapanuis no habrían sido del todo tan antojadizas como señala la
máxima autoridad indigenista de la Concertación. Ni menos producto de una
persecución política, como denunciaron algunos de los todavía sorprendidos
estudiantes rapa-nuis expulsados del hogar y que tuvieron al reconocido modelo
de Canal 13 y antiguo beneficiario del hogar, Hotu Iti, como uno de sus más
fervientes aliados a nivel de cobertura en los medios de comunicación. "Se trató
de una medida disciplinaria ajustada a nuestra realidad", sostiene Javier
Condori, 24 años, estudiante de asistente dental en el Inacap y uno de los tres
aymarás que actualmente viven en el hogar indígena junto a más de una veintena
de mapuches.
"Los problemas con los pascuenses eran más bien domésticos: las fiestas, que son
gritones, que se comían la comida del resto. Cosas así. Ellos son súper
fiesteros, les gusta la música fuerte. Son de esos tipos que no te hablan sino
que gritan. Siempre llegaban con minas y gente de afuera. A veces iban a
golpearme la puerta para que fuera a carretear con ellos. Yo tenía que apagar la
luz y hacerme el dormido. Eso durante la semana. Y como hay gente mapuche que
trabaja y estudia eso molestaba mucho. Por esa razón empezaron los problemas
entre ellos", señala Condorí en un reportaje publicado por el semanario Zona de
Contacto.
Y para que no quede lugar a dudas, agrega: "Los amigos de los pascuenses iban al
hogar cuando ellos no estaban. Llegaban y entraban. Y se comían la comida de
todos. Por eso querían echarlos. Los mapuches siempre decían que preferían tener
la casa llena de aymarás pero sin ningún pascuense carretero", finaliza Condori.
Por cierto, esto último planteado por el joven aymará dista mucho de ser un mero
chisme interétnico. Los propios rapanuis reconocen implícitamente en el mismo
reportaje sus diferencias "culturales" y de comportamiento con los mapuches al
explicar, por ejemplo, la particular forma en que algunos habían logrado
ingresar como beneficiarios al recinto estudiantil de Providencia hace ya
algunos años.
"Cuando llegué al hogar un par de amigos pascuenses que vivían ahí me dijeron que llevara mis cosas y me instalara no más. Pero como yo quería hacerlo bien fui a hablar con el grupo de cinco dirigentes mapuches que manejaban el hogar. No me querían aceptar. Decían que no quedaba espacio y que no querían más pascuenses porque mis amigos eran muy carreteros, que tomaban todo el día, que no iban a clases. Así que tuve que mentir para entrar, diciéndoles que no era como ellos. De esa forma me aceptaron", reconoce a la Zona de Contacto Javier Hereveri, 23 años, estudiante de electrónica en el Inacap y uno de los cuatro isleños expulsados por la pretoriana dirigencia mapuche 2003.
"No se trata de un conflicto
entre etnias", enfatiza por su parte Álvaro Trango, joven estudiante mapuche y
residente del hogar indígena, ante la ola de versiones malintencionadas surgidas
desde un sector de la prensa capitalina e incluso desde organizaciones mapuches
que no entendieron –“y que nunca preguntaron”, agregan los estudiantes- las
verdaderas razones de fondo para sancionar a los isleños. No se trata de
persecución étnica o racismo mapuche, aseguran. “Esa medida -la expulsión de los
pascuences- la adoptamos porque queremos un hogar ordenado, sin problemas y que
pueda recibir a más jóvenes mapuches", señala Trango más que convencido.
Y es que a las diferencias culturales y de comportamiento personal reconocidas
por los propios rapanuis expulsados se suma una histórica demanda de los jóvenes
mapuches por contar en la capital con un hogar que los agrupe solamente a ellos.
"Como estudiantes mapuches, como pueblo", enfatizan. En un comunicado público
emitido el pasado 27 de mayo, los miembros del Hogar de Providencia dejaban en
claro sus intenciones de luchar por la creación de un hogar mapuche en la
capital y denunciaban además lo que ha sido la tónica en la relación entre
mapuches y autoridades de gobierno en los últimos años. Nos referimos al eterno
tema del incumplimiento de los acuerdos.
"A tres años del compromiso
asumido por autoridades de gobierno a través de Conadi, de construir un Hogar
Universitario Mapuche en Santiago, compromiso ratificado a principios de este
año por Marcos Huaiquilaf, Director Regional de Conadi, César Marilaf, encargado
de Educación y Cultura de Conadi y Jorge Millaquén representante de Mideplan, en
el que se establece que este hogar sería habitado exclusivamente por estudiantes
mapuche, aún no hemos obtenido resultados concretos a nuestra demanda,
demostrando una vez más la incompetencia y la falta de seriedad de los
organismos de estado al tratar todo lo concerniente al pueblo mapuche", señalaba
el comunicado.
La versión del gobierno en este punto, sin embargo, dista mucho de aquella dada
a conocer por los universitarios mapuches de la gran urbe. Para el gobierno,
tales acuerdos jamás habrían existido. Sólo un compromiso firmado en Temuco a
fines del año 2001 y que hablaba de la "probable" implementación para el año
2001 de un nuevo hogar indígena en la capital, ubicado en las dependencias
abandonadas de un antiguo edificio del Ministerio de Salud cercano al Club
Hípico. Un hogar indígena "modelo", bajo la tutela de algún organismo de
gobierno (y no autónomo como todos los otros recintos existentes) y que una vez
habilitado podría servir como albergue para otros 26 estudiantes provenientes de
los diferentes pueblos indígenas del país. Nada de hogar mapuche ni de
autogestión. Menos de algún grado de autonomía.
"La lógica de los hogares es una
lógica de hogares indígenas, son mapuches en el caso del sur porque de manera
natural el grueso de los jóvenes son mapuches, pero en el caso de Santiago
tenemos que acoger a jóvenes de otras etnias. Eso es definitivo, ya que es
imposible que podamos construirles un hogar para cada uno”, fue la categórica
respuesta del Subsecretario de Mideplan Jaime Andrade al ser consultado respecto
de la probabilidad de establecer un hogar exclusivamente mapuche en Santiago.
"Puestas así las cosas, solo queda el recurso de la movilización y la
resistencia", aseguran por su parte los jóvenes mapuches del hogar indígena de
calle Suecia, decepcionados de lo que ellos denominan el “doble estándar” de las
autoridades de Mideplan. Y más aún ahora, cuando una eventual orden judicial de
desalojo amenaza con expulsar por la fuerza a los seis estudiantes mapuches
sancionados por las autoridades de Conadi metropolitana e incluso por la propia
Junaeb, actual administradora externa del recinto universitario. Si bien el
escenario futuro no se ve para nada fácil, los estudiantes dicen estar
tranquilos. Más aun cuando se saben apoyados en esta lucha no sólo por algunas
organizaciones mapuches urbanas con base en la capital, sino que también y
principalmente por los numerosos y combativos hogares universitarios existentes
en la zona sur del país.
Si bien los actuales miembros del Hogar Indígena de Santiago no participan activamente en el movimiento estudiantil sureño y manifiestan una mayor sintonía con el trabajo político vinculado a las comunidades mapuches, los distintos hogares de la zona sur no han dudado en salir a la calle, quemar neumáticos e incluso enfrentarse con las fuerzas policiales en los últimos días como una forma de solidarizar con sus perseguidos hermanos del norte. Espontaneismo, podrán decir algunos. Solidaridad de pueblo, prefieren llamarle todos ellos, dejando en claro que cuando atropellan a un mapuche es todo el pueblo quién debiera sentirse en los hechos agredido.
Si existen en Chile universitarios que saben lo que significa luchar decididamente por sus derechos y recuperar aquello que consideran propio, esos son los universitarios mapuches de Temuco. En abril del año 1997 y tras un prolongado período de movilizaciones, lograron recuperar como albergue estudiantil mapuche un abandonado recinto de capacitación campesina ubicado en calle Las Encinas -a una cuadra de la Universidad de La Frontera- y que el INDAP, propietaria del recinto, pretendía demoler para transformar en confortables y modernas oficinas. Tras más de un mes de ocupación y de resistencia ante un sin fin de desalojos policiales, los estudiantes agrupados en la Coordinadora de Estudiantes Mapuches de la IX Región lograron derrotar la intransigencia del gobierno y el recinto les fue finalmente habilitado como hogar estudiantil.
A partir de ese momento, más de 100 estudiantes mapuches de las Universidades Católica y de La Frontera contaron de manera estable con un albergue donde poder residir durante el transcurso del año académico. Pero no sólo eso. A poco andar los estudiantes, conscientes de su capacidad de movilización y la necesidad imperiosa de nuevos albergues, optaron por retomar las movilizaciones y exigir al gobierno la construcción de un nuevo hogar estudiantil. No resultaría nada fácil, pero tras un sin fin de marchas, barricadas, huelgas de hambre, enfrentamientos con la fuerza pública e interminables ocupaciones de la Subdirección Nacional de la Conadi, nuevamente los estudiantes se saldrían con la suya.
Es así como a mediados del año 2000 y ante la impotencia del corresponsal de El Mercurio en La Araucanía -que catalogaba constantemente en sus artículos a los universitarios como "vándalos violentistas"- y de personeros de Conadi más preocupados del "estado de derecho" que de la difícil realidad por la que atravesaban los estudiantes de su pueblo, autoridades del gobierno entregaban a los universitarios sureños un hogar cuyo costo superó para el fisco los 400 millones de pesos, emplazado en la vecina comuna de Padre Las Casas, con capacidad para otros 80 jóvenes y que hoy se ha transformado en el segundo más grande del país en su tipo, antecedido sólo por el histórico recinto de Las Encinas 01020.
Ambos albergues, más el "Pvram Peyvm Zugu" de Temuco, "Huilliche" de Osorno y otro par de colectivos universitarios, conforman en la actualidad la columna vertebral del Movimiento Estudiantil Mapuche, referente que desde la última gran movilización del año 2001 había venido impulsando una serie de conversaciones con las máximas autoridades de Mideplan y Conadi a objeto de intentar resolver por la vía del diálogo las necesidades más urgentes de los estudiantes como sector. A saber, la construcción de nuevos hogares mapuches en las ciudades de Santiago, Valdivia y Osorno y la realización de un estudio de demanda para la implementación de una política presupuestaria orientada en la misma línea.
Sin embargo, desde la firma del primer acuerdo con el Subsecretario de Mideplan, Jaime Andrade, en diciembre del año 2001, mucha agua pareciera haber pasado bajo los puentes de dicho diálogo condenado irremediablemente al fracaso, como parecen reconocer todos ellos. Esto al menos es lo que señalaron a los medios de comunicación los dirigentes de Temuco mientras una serie de barricadas estudiantiles obstaculizaba el tránsito en una de las principales arterias del barrio universitario local el pasado 5 de junio. La movilización, organizada en apoyo a los estudiantes del hogar indígena santiaguino expulsados por la Conadi, culminaría con serios incidentes, enfrentamientos con Fuerzas Especiales de Carabineros y un duro emplazamiento por parte de las autoridades que supuestamente encabezaban el diálogo con los universitarios.
Inmediatamente tras conocidos los hechos, el Subsecretario de Mideplan, Jaime Andrade, se apresuró en calificar como absolutamente "injustificada" la movilización de los estudiantes, amenazándolos incluso con abandonar como gobierno las instancias de conversación existentes a la fecha de persistir los estudiantes de Temuco en esa -para él- incomprensible postura. En el caso de los hogares de la IX región, señaló Andrade a El Gong, como gobierno "se han realizado múltiples reuniones con ellos, se ha trabajado en sus requerimientos, en un estudio de demanda para hogares en seis regiones que lo esta haciendo la USACH, pero la verdad de las cosas es que aquí hay que optar por un camino o por otro, porque aquí optamos por el camino de dialogar u optamos por el camino de enfrentarnos, así de simple", señaló.
Mucho más duro en sus apreciaciones del nuevo escenario de movilización estudiantil sería sin embargo el flamante y recién asumido Subdirector Nacional Sur de Conadi, Rubén Quilapi Cabrapan, quién a través de un comunicado público largamente citado por la derechista prensa local no dudo en calificar de "violentistas" e "irresponsables" a los estudiantes movilizados aquel día en defensa de sus legítimos derechos. "Como organismo del estado lamentamos profundamente que la violencia sea nuevamente el mecanismo de presión utilizado por los estudiantes mapuches para conseguir sus objetivos, considerando que la Conadi ha elegido el diálogo como método para avanzar en las peticiones. Nuevamente son las dependencias que Conadi ha privilegiado para el uso de los estudiantes mapuches, las que son foco de violencia injustificada que atentan contra el orden público y en especial de los vecinos del sector", señalaría Rubén Quilapi en su declaración, dejando en claro para todos los estudiantes la objetiva visión que tiene del problema el otrora hombre fuerte del organismo indigenista en la VIII región.
Pero más allá de estas
declaraciones para el bronce, los estudiantes mapuches de la zona sur tienen
claro que la etapa del diálogo con el gobierno pareciera haber llegado
irremediablemente a su fin y que independiente de lo que diga o dejen de decir
las autoridades, tanto sus luchas como sus metas a largo plazo han cambiado de
escenario radicalmente. Hoy, independiente de lo que acontezca o no con el
particular conflicto mapuche-pascuense que enfrentan sus pares de la comuna de
Providencia, los estudiantes sureños parecieran decididos a continuar de manera
indefinida con sus movilizaciones. Las mismas que se iniciaron el pasado 26 de mayo, contemplando
incluso una toma de las oficinas del Programa Orígenes en Valdivia por parte de
universitarios huilliches de la Universidad Austral y que -según Julio Marileo- significan tan sólo el comienzo de un proceso mucho mayor de
fortalecimiento y unidad del movimiento estudiantil, de cara a mayores desafíos
políticos que trascienden la coyuntura actual y aquellas reivindicaciones
marcadamente asistencialistas que los han caracterizado en los últimos años.
"El conflicto entre los hermanos mapuche y rapa-nuis no es nuestro tema
principal. Solidarizamos con ellos, es cierto, pero creemos que se trata de un
problema interno y esta en sus manos buscar la forma en que lo van a resolver. A
nosotros nos preocupan otras cosas, más políticas y que trascienden ese episodio
lamentable. Aquí el gobierno esta incumpliendo o dilatando acuerdos tomados a
fines del año 2001 y entre ellos se encuentra la construcción de un hogar
mapuche en Santiago que aun no se resuelve. También la habilitación de un hogar
en Valdivia, que tampoco se ha concretado y otras reivindicaciones de tipo más
políticas que tenemos el deber de poner nuevamente en la agenda del gobierno",
señala Marileo, dirigente del
Hogar Las Encinas y uno de los principales voceros del movimiento estudiantil mapuche en la
zona sur del país.
Una opinión similar es la que nos expresa Ricardo Luna Chodil, estudiante de
origen huilliche y dirigente del Hogar "Pvram Peyvm Zugu" de Temuco, quién si
bien solidariza con sus hermanos expulsados del hogar indígena de Santiago,
prefiere centrar su análisis en aspectos más de fondo de la problemática
estudiantil actual. “Nosotros queremos centrar el tema de discusión en las
actuales reivindicaciones que tenemos como movimiento. Estos temas creemos que
son mucho más importantes y por supuesto que bajo esta lógica el enredo entre
mapuches y rapa-nuis en Santiago sólo actúa como un elemento distractor, que el
gobierno utiliza para desviar la atención del movimiento estudiantil,
confundirnos y hacernos perder el tiempo”, señala enfático el dirigente, alumno
de cuarto año de Pedagogía Intercultural en la Universidad Católica de Temuco.
“Las autoridades dicen que los estudiantes hoy no tenemos motivos para
movilizarnos, pero no es cierto. Hoy, a más de un año de los acuerdos firmados
en Temuco, tenemos muchas razones para movilizarnos y el conflicto generado en
Santiago es sólo uno de ellos. Hoy la realidad de los estudiantes como sector no
es de las mejores. Ya hemos denunciado el grado de hacinamiento de nuestros
hogares, la falta de alimentación, de implementos básicos y la ausencia de
políticas de estado tanto en este como en otros temas. Esas son cosas que aun no
están resueltas, para nada”, señala por su parte Julio Marileo.
“Tampoco temas como la implementación de un presupuesto anual y de una
legislación pertinente que garantice a los hogares existentes en el país su
normal funcionamiento”, advierte Carmen Jaramillo Hualamán, para quién además
todos estos temas “gremiales” y de marcado tinte asistencialista constituyen
también un punto de partida. “Los estudiantes no sólo debemos preocuparnos de
aquellos temas que nos aquejan como sector, sino también de aquellos que afectan
a nuestro pueblo y relacionados con la lucha general por nuestros derechos, la
libertad de los presos políticos y la recuperación del territorio histórico
mapuche usurpado por las transnacionales y el estado chileno. Esas son tareas
que debemos asumir, pero para eso necesitamos un movimiento estudiantil
cohesionado y combativo. En esa línea y con ese norte creo que estamos
trabajando todos los hogares de la zona sur en estos días”, finaliza la vocera.
La lucha de los estudiantes sureños en la búsqueda de trato digno por parte de las autoridades no constituye ninguna novedad. Desde siempre, desde los tiempos de la trágicamente desaparecida Federación de Estudiantes Indígenas de Chile (FEI) tras el golpe militar del año 1973, los universitarios mapuches han debido lidiar tanto con la indiferencia de los diferentes gobiernos de turno -decididos a transformar la educación pública en una nueva mercancía transable en la farra del mercado neoliberal-, como con la indiferencia de un movimiento mapuche que proclama con diversos matices el absurdo regreso a la "comunidad perdida" como paradigma exclusivo de la acción política de nuestro pueblo.
Esta vez sin embargo el escenario pareciera serles más propicio. Un mayor nivel de organización, una capacidad de convocatoria en ascenso y una administración laguista deslegitimada en el tema mapuche hacen vislumbrar el inicio de algo importante. Los dirigentes que aceptaron participar de este reportaje dicen tener claro cuales son sus tareas a futuro. Uno, fortalecer la unidad de los estudiantes como sector. Dos, demostrar que dicha unidad también sirve para luchar y no sólo para sentarse a tomar mate en reuniones con debates entre convencidos. ¿Estarán las autoridades de gobierno y principalmente el resto de los dirigentes de nuestro pueblo a la altura de los desafíos planteados por esta nueva generación de líderes?.
* Su autor es Periodista, director del sitio web de noticias Kolectivo Lientur.