¿DEPENDENCIA? NO, GRACIAS

El proceso de adquisición de la identidad femenina ha sido uno de los temas de preocupación y debate feminista. Y quizá dentro de este campo, la dependencia ha sido uno de los elementos que más ha centrado las discusiones. Muchas veces se ha identificado la dependencia como uno de los mayores obstáculos para el avance de las mujeres. Las cosas parece que están más claras cuando nos referimos a la dependencia económica o a las condiciones de vida necesarias para lograr y disfrutar de nuestra autonomía. Pero donde es más fácil perderse es cuando se intenta analizar la dependencia afectiva y el por qué de que exista.

Muchas mujeres hemos creído que alcanzando la independencia económica reducíamos nuestra dependencia de los hombres, pero entonces ¿porque los hombres sienten esa dependencia afectiva si no dependen económicamente de sus esposas? ¿porque en nuestras relaciones aparecen esos síntomas de dependencia aunque no exista ningún vínculo económico? ¿por qué las mujeres temen que realmente nunca podrán depender de nadie ni sentirse contentas de su propia dependencia? ¿porque las mujeres (con el cambio que se ha dado y aunque sigamos estando limitadas de una u otra manera en la vida social) desean a menudo tener uno , varios hij*s para llenar su vacío y contar con alguien con el que poder establecer una relación dependiente? ¿porque las necesidades de dependencia emocional de las mujeres no están adecuadamente satisfechas aunque sean independientes económicamente? Ahora, cuando alcanzamos la independencia económica, muchas de nosotras queremos seguir teniendo una relación estrecha con nuestras parejas, pero no nos queremos sentir emocionalmente dependientes de dichas relaciones. No queremos ser dependientes sino autosuficientes e independientes, pero el caso es entender que esa dependencia afectiva a la cual me refiero la sentimos todos los seres humanos. La dependencia entendida como la necesidad que tenemos de otras personas para cubrir nuestras carencias afectivas, es a ml modo de ver, inherente a nuestra condición de seres sociales.

DEPENDENCIA AFECTIVA

Con todo esto de la dependencia, se puso a circular una noción nueva especialmente dentro del movimiento feminista. Muchas nos sentimos liberadas logrando escapar de unas relaciones tan cerradas, sin sentirnos ya inquietas, preocupadas, culpables e inseguras durante la mayor parte del tiempo. Nos empezamos a dar cuenta de que muchas veces una relación intima provoca terribles sentimientos de inseguridad en vez de esa armonía que en principio parecía ofrecer el estrecho contacto (tanto físico como afectivo o emocional) con nuestra pareja.
Lo que trato de analizar es como las mujeres aun siendo independientes económicamente no se sienten satisfechas a la hora de establecer relaciones que comporten ciertos anhelos, ciertas necesidades de comunicación, independencia emocional y ternura. Lo cual nos demuestra que la relación entre el plano económico y el psicológico es mucho más complicado de lo que nos parecía en un principio. Las mujeres encontrábamos que aunque nosotras estábamos cambiando (cambio dado gracias al logro de nuestra independencia económica) nuestra pareja no lo había hecho, ni lo estaba haciendo. En el caso de la pareja heterosexual, los hombres se estaban quedando al margen, en la medida en que no iba con ellos la realización de profundas transformaciones personales y políticas derivadas de la autonomía a la que aspiramos muchas mujeres. El movimiento también ha reatado un nuevo tema que en mi opinión es el de mayor consideración y es el de los aspectos afectivos de las relaciones ya que estos han sido revalorizados. Si nos volvemos hacia nuestras relaciones de pareja, nos daremos cuenta de la existencia de la dependencia afectiva. Pero yo creo que este problema es común entre hombres y mujeres. De este tema de la dependencia afectiva es sobre lo que voy a tratar ya que creo que nuestras amistades y relaciones sentimentales son muy importantes en nuestras vidas. Y porque de hecho creo que todas las personas nos apoyamos en ellas a la hora de avanzar y de desarrollarnos de forma autónoma.

ROLES IMPUESTOS

Hemos vivido demasiado tiempo subyugad*s por el mito de que los hombres son activos, fuertes, robustos e independientes y las mujeres somos pasivas, débiles, desvalidas y dependientes. Yo creo que podemos encontrarnos con la dependencia afectiva en todas las relaciones humanas (amistad, sexo, pareja, madre, padre, hij*s, herman*s, etc…). A pesar de que siempre se diga que las mujeres somos dependientes y los hombres independientes, si cambiamos de perspectiva, cabe señalar que se pueden satisfacer las necesidades de dependencia de todo el personal. La dependencia no es como algunas personas piensan “la negativa a asumir y aceptar responsabilidades” sino una necesidad humana básica. El logro de la autonomía y la independencia de las personas, se apoya en la satisfacción de las necesidades de dependencia (solo cuando el niño o la niña se siente segura afectivamente, es capaz de relacionarse de una forma abierta con los demás; de tal manera que crece sintiéndose lo suficientemente confiada como para ser independiente).

TEMOR A LA INDEPENDENCIA

Algunas mujeres, por su parte, sienten temor a la independencia y al éxito, pero no porque estén abocadas a depender de los demás sino todo lo contrario, porque han sido educadas para que los demás dependan de ellas y para dar prioridad a las necesidades ajenas (primero las de sus hi*s, luego ya las de sus parejas, hermanos, amistades,…). Así tradicionalmente las mujeres hemos sido dependientes económicamente, pero también hemos ejercido siempre la custodia del lado emocional de la familia y nuestra propia dependencia afectiva. Sin embargo, es importante distinguir entre la manera en que las mujeres; se comportan de forma dependiente (“no puedo clavar un clavo”) y sus necesidades de dependencia (“necesito a alguien que me respete, me quiera y me comprenda”). Yo creo que estas necesidades de dependencia no vienen dadas por el género femenino o masculino en si, sino que son fruto de todo el sistema educativo en el cual se basa esta sociedad.

Cuando venimos al mundo somos completamente dependientes. No podríamos crecer ni sobrevivir sin comida, cuidados físicos y atención emocional. Este contacto afectivo constituye un elemento muy importante para nuestra realización como personas. Aquella persona que nos atiende y nos cuida desde el principio y más adelante (nuestra madre por lo general) se convierte en nuestro cordón umbilical psicológico. De ella dependemos para existir; estamos fundidos con ella y aquello que emocionalmente nos entrega da forma a nuestra personalidad. Esto es tan importante como la atención física que recibimos para desarrollar nuestro cuerpo. Vemos pues, que tanto niños como niñas están íntimamente ligados con su madre. Pero tal y como la psicología ha detectado, existen varias fases o etapas afectivas desde que nacemos; la primera de ellas denominada separación-individualización se da de 18-30 meses de edad. Esta etapa no es superada de la misma manera por el niño que por la niña.

La previsible dependencia del bebé, el hecho de tener que asumir que es vulnerable, que necesita cuidados y atención, constituye un reto que madres y padres afrontan de forma distinta y de un modo condicionado por el género de cada uno. La madre se preocupa por si será lo suficientemente afectiva mientras que al padre lo que le obsesiona es si podrá mantenerlo. Hacen falta dos personas para traer al mundo un bebé, pero por lo general son las madres las encargadas de criarlo por lo cual establecen con él relaciones diferentes a las de los hombres. El contacto, la comprensión que establecen con la criatura no son equivalentes para un padre y para una madre.

EDUCACIÓN AFECTIVA

Como ya he mencionado anteriormente el recién nacido no posee una personalidad determinada y hasta los cuatro años aproximadamente, los bebes no empiezan a imponerse y a luchar por su autonomía e independencia. Cuando el bebé empieza a dar sus primeros pasos en ese proceso de individualización que le convierte en una persona, comienza a esperar de los demás la satisfacción de las determinadas necesidades que antes le procuraba su madre. El bebé comienza entonces a percibir sensitivamente esa nueva sensación del “yo”, a sentir su separación de la madre. Cuando el bebé comienza a dar sus primeros pasos, empieza a alimentarse de otras fuentes que no dependen de su madre, cuando empieza a comunicarse por si mismo está comenzando su separación-individualización de la madre. Veamos pues, como niños y niñas -educados y tratados según su género- sufren por esta separación y no quedan cubiertas ciertas necesidades afectivas. Niños y niñas son motivados emocionalmente de una manera sutilmente distinta, unos como “vencedores” y otras como “vencidas”.

Las chicas aprenden muy pronto y en su sentido más auténtico que sólo podrán apoyarse en ellas mismas y que no hay nadie que las pueda asistir emocionalmente. Las mujeres son educadas para satisfacer las necesidades afectivas de los demás y para responder emocionalmente de ellas. Les crecen una antenas afectivas que les alerta sobre las necesidades de los demás. Su propia necesidad y su deseo de ser comprendidas, de ser tenidas en cuenta, les pone sobre la pista de las necesidades de los demás. El mundo afectivo de la mujer está plagado de estados carenciales, de los suyos propios que debe reprimir y de los otros, ante los que se anticipa y reacciona. La negación o quizá ese modo inconsecuente de tratar las necesidades de dependencia de una mujer, provoca en ella los sentimientos de desprecio de una misma, renuncia y confusión. Porque si una necesidad es negada, una termina por convencerse de que no tenía razón. Una niña siente que una parte de sí misma es mala e inaceptable. Para superarlo, intenta arrinconar su parte necesitada y también aquella otra que sabe lo que quiere, y pretende alcanzar los objetivos que los demás encontrarán aceptables. Entierra su lado dependiente y durante este proceso pierde una parte de sí misma.

INSATISFACCIÓN

Si las necesidades de dependencia de un niño o una niña no son satisfactoriamente atendidas, resulta difícil pasar a la siguiente fase de desarrollo emocional: el proceso de conversión en una misma. Existen varias razones para explicar el hecho de que las madres estén dotadas de complejos sentimientos a la hora de criar a sus hijas:

1.- Las madres se sienten obligadas a preparar a sus hijas para que sean afectivamente generosas; siendo cariñosas y sensibles y desarrollando un radar afectivo. Educan a sus hijas para que no sean egoístas sino generosas, que presten atención a las necesidades de los demás antes que a las suyas propias, ofreciendo su mano (finalmente su regazo) como una red invisible de protección.

2.- La mujer no recibe de su marido la atención deseada y de aquí, que su hija se dé cuenta de que las relaciones entre sus padres son desiguales.

3.- Teniendo en cuenta que la madre está en cierta medida necesitada, es posible que busque en su hij* el contacto afectivo que le falta en otro momento de su vida. Y al educarla puede que sin darse cuenta se ponga a ella misma como candidata, de tal manera que su relación puede llegar a estar plagada de estas necesidades insatisfechas en su momento.

4.- La madre es a su vez una hija y además la hija de una hija. Tiene que enseñar a ésta la tarea de hacerse mujer y también la de reprimir su voluntad de querer demasiado.

LA PRESENCIA DEL PADRE

Pueden preguntarse dónde está el padre y cómo éste influye en la evolución psicológica de la niña y en su relación adulta con los hombres. La ausencia y presencia de el padre influyen en la atmósfera afectiva. Cuando está, es objeto de la atención de la madre; cuando se marcha, aquella vuelve a recaer sobre nosotr*s. Desde la perspectiva de una niña pequeña el padre es un misterio, una figura poderosa que siempre está marchando. Ella no tiene poder para retenerlo ni podrá llamar su atención. Se da cuenta de que si no lo embauca con su belleza, con su encanto y con sus intentos por gustarle (tal y como lo hace su madre) no podrá llamar su atención. La niña lo vive como alguien al margen, diferente y más allá de su mundo inmediato. Cuando al dar sus primeros pasos, empieza a separarse de su madre, le atrae la posición fuera de órbita que ocupa su padre. Puede entonces intentar acercarse a él, pero la disponibilidad del padre estará restringida por las exigencias derivadas de su rol social.

Así pues, la hija aprende a no esperar un cuidado emocional satisfactorio (después de todo, la madre se siente carente de él y no se lo ofrece) y aprende también a obtenerlo de otro modo: dando a los demás. Comienza entonces a sentirse de la misma forma que su madre. Cuando las mujeres hablan de “algo perdido” están intentando explicar ese cuidado frustrado de sus madres que les hace sentirse tan incompletas.

Los niños se encuentran bajo la expresa prohibición de no desarrollar características maternales. Quizá sea más importante, desde el punto de vista de la psicología masculina, el hecho de que aquella parte de la madre que el niño incorpora, pero cuyo desarrollo no se ve favorecido, resulta reprimida en el inconsciente, donde adquiere un significado mucho más profundo y amenazador. El niño intenta separarse de la mujer a la que ha estado unido y se ve en la situación de tener que definirse como un ser distinto a ella. Reprime aquellos aspectos de su propia personalidad que había adoptado de ella, se separa defensivamente y establece fronteras psicológicas que esconden su propia feminidad y dependencia. Inconscientemente, llega a sentirse asustado de las mujeres y de su poder, sepultando este miedo bajo sus recuerdos infantiles. Así pues vemos como el niño por su parte, deberá disociar su mundo del de su madre; deberá identificarse con su padre, quien hasta cierto punto es un extraño comparado con el ambiente familiar y el olor materno ya adquirido. Deberá ser como su padre y desenvolverse por el mundo. Aquí aparece su primer problema ya que en su primer año de vida ha estado fundido psicológicamente con su madre, y ha adquirido elementos de la personalidad de ésta durante el desarrollo de la suya propia.

IDENTIFICACIÓN

Cuando empieza a asociar que es distinto de su madre empieza a identificarse con su padre, pues ambos pertenecen al mismo sexo. No solamente es una persona distinta sino que es radicalmente diferente a ella. En el momento en que empieza a identificarse con su padre (a los dos años aproximadamente), deberá excluir de sí mismo lo femenino. Debe empezar a construir una idea de sí mismo en tanto que es diferente a ella. Al crecer el niño, se estabiliza esta separación. Es un varón, juega con juguetes de chico, no quiere jugar con muñecas ni a los cacharritos, no quiere ser una niña. El niño juega a ir a trabajar, quiere ser como papa (ser como papa, pasa por la negación de aquellos aspectos que le asemejan a su madre y por negar el hecho de que ella forma ya parte de él.) Debe actuar de forma masculina: no debe llorar, debe tratar de ganar, de ser el primero, de triunfar. La confianza y la idea de sí mismo llega a depender de sus logros, de su maestría, de su habilidad. La madre, enredada en la telaraña del patriarcado, coopera en la creación de una escisión en la personalidad de su hij*. Con todo esto se van entrelazando las leyes sociales, la posición de su madre, el estado evolutivo de la individualización y la identificación sexual. Se cree que en su inconsciente sigue perdurando el recuerdo del poder de la madre y el de su negación, y también el de la elaboración interna de aquellas relaciones de poder.

Incrustados en su inconsciente, se hallan al mismo tiempo el temor y la admiración hacia las mujeres.

Cuando es niño, el varón tiene a su madre, forman una pareja. Al ir creciendo, se da cuenta de que su madre esta unida a otro hombre. Esto provoca una sacudida psicológica en el niño, que tiene que aprender a manejarse en este nuevo triángulo. Experimenta extrañas sensaciones hacia su padre. Puede percibir la posición de poder que éste mantiene frente a su madre. El niño es estimulado para que se identifique con él, para que construya un vínculo, una alianza basada en su pertenencia al mismo sexo.

Así pues, cuando los bebés crecen (siendo capaces de hacer cosas por sí mismos) y se separan de sus madres, se van independizando poco a poco. Cada paso hacia la individualización nos va alejando de la fusión primitiva y de la dependencia absoluta.

LA SOMBRA DEL PATRIARCADO

Vemos así como las mujeres y los hombres sufren bajo la figura del patriarcado. Los dos géneros están restringidos en múltiples aspectos y áreas de expresión desde su nacimiento. Para el niño ser hombre significa ser capaz de actuar en el mundo, ser alguien de peso, dotado de cierto poder y esto tiene sus ventajas pero para ello tendrá que pagar su precio psicológico bajo el patriarcado. En una relación íntima, esta parte oculta de la personalidad del hombre se ve claramente afectada. El caso es que, debido a que las madres educan a sus bebes condicionadas por el sexo biológico de este (tal y como impone el sistema), normalmente las necesidades afectivas de ambos no quedan satisfechas; lo que conlleva a que tanto hombres como mujeres (por supuesto de diferente forma) sientan la dependencia hacia otra persona que las cubra.
He hablado bastante sobre la dependencia de las mujeres, sobre la dependencia del niño y de la niña con respecto a su madre; pero, ¿que pasa con los hombres?

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