José Mujica. Testimonio de su época guerrillera

ENTREVISTA REALIZADA POR RODRIGO VESCOVI

Nota introductoria de la redacción

La inédita entrevista a Pepe Mujica que reproducimos en este número, pese a su antigüedad no deja de ser un tesoro por las valiosas reflexiones de primera mano sobre la convulsa década anterior a la dictadura en Uruguay y los paralelismos que se pueden dar con la izquierda abertzale actual pese a las diferencias en el contexto histórico. El encuentro con Pepe Mújica se da en 1995, apenas diez años después de su salida de la cárcel, de la renuncia pública a lucha armada (que para muchos ya era un hecho desde 1972) y la decisión de integrar al MLN-T (Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros) en el marco político legal uruguayo dentro del Frente Amplio. Hace trece años se produjo el abandono definitivo de la lucha armada de ETA y el proceso de integración de la izquierda abertzale «oficial» dentro de EH Bildu. Por lo tanto, las reflexiones de Mújica no solo tienen un valor por sí mismas, sino que pueden ayudarnos a entender los pasos dados por el MLNV (Movimiento de Liberación Nacional Vasco) desde la lucha clandestina hasta el Congreso de los Diputados en Madrid.

INTRODUCCIÓN

Muchas de las opiniones y frases del carismático expresidente son conocidas y hasta citadas. Sin embargo, últimamente, Mujica evita reivindicar su época guerrillera y realizar un análisis profundo al respecto. De ahí que para conocer el balance sobre su accionar armado sea importante desempolvar y publicar un documento de hace casi treinta años. En la entrevista que le realicé en 1995, cuando hacía apenas una década que había salido del presidio, Mujica mantenía viva la crítica social y recordaba bien, los que para él fueron, los principales aciertos y errores de la guerrilla urbana. En ese año, Mujica empezaba su carrera política parlamentaria como diputado; en las legislaturas siguientes sería nombrado senador, luego ministro de agricultura y, por último, presidente del gobierno, cargo que desempeñaría hasta marzo de 2015.

Mi encuentro con Mujica

Al acabar la carrera de Historia, en la Universidad de Barcelona, volé hacia Uruguay para realizar el trabajo de investigación con el que elaborar mi tesis doctoral: Luchadores sociales, Uruguay, 1968-1973. Aterricé en el aeropuerto de Carrasco el 27 de noviembre de 1994, un día en el que se celebraban elecciones nacionales. Quería vivir aquél ambiente político. Ganó el Partido Colorado, pero por primera vez en la historia un tupamaro había sido elegido diputado: José Mujica. Para hablar con él, y conocer a otros ex guerrilleros, asistí al Foro que su agrupación política, el Movimiento de Participación Popular, celebró en el Hotel Lago. Estuve presente en las mateadas donde se discutían los pasos a seguir: combinar la carrera electoral con la militancia barrial. Cuando tuve la oportunidad, me acerqué a Mujica y le expliqué mi idea de escribir un libro sobre el período más caliente de la política uruguaya. Le dije que quería entrevistarlo con calma. Me dijo que lo ideal sería que esperara a que se instalara en el Palacio Legislativo, donde presumía que tendría mucho tiempo y poco qué hacer. No se equivocó. Una vez allí, manifestó sentirse como un florero.

El resto del día en el Foro del Hotel Lago lo pasé alternando los diferentes círculos de discusión y conociendo a otros posibles entrevistados. Tenía clara la importancia del testimonio de los militantes anónimos. Por la tarde, corrieron los choripanes y un vino muy peleón. Como clausura al acto, Mujica tomó el micrófono y esperó a que los presentes acaben de corear: «¡Tupamaros! ¡Tupamaros!». Cuando empezó a hablar me sorprendió su lenguaje campechano y su acento, parecido al de los humildes peones rurales. Por lo que decía y por cómo lo escuchaban me di cuenta que era un político muy carismático, pero nunca pensé que aquel tipo de pinta desprolija y voz atronadora, tres lustros más tarde, se convertiría en el presidente de la nación.

La primera vez que Mujica llegó al Palacio Legislativo lo hizo con su atuendo habitual -ropa de calle, zapatos gastados y chaqueta vaquera- y en ciclomotor. Uno de los guardias no lo reconoció y, preocupado porque había aparcado en el lugar donde los políticos dejaban sus coches, le preguntó:

—¿Va a quedarse mucho rato?

–Cuatro años, si no me echan los milicos antes –contestó Mujica, aprovechando el malentendido.

Pocos días más tarde de esa anécdota, me presenté en su despacho con la grabadora en la mano. Mujica se preparó para hablar largo y tendido y le pidió a su secretario que solo le pasaran una llamada si era muy urgente. Durante una hora contestó a mis preguntas y después me invitó a seguir la charla la semana siguiente. Volví a mi casa satisfecho con su testimonio y con la sensación de haber estado con alguien lúcido y humano pero que había claudicado totalmente. El Pepe, como también lo llaman, ya no soñaba con la revolución y se encaminaba a convertirse en un gestor y títere del sistema. Pese a todo, sus reflexiones sobre el período álgido de luchas sociales en Uruguay, entre 1966-1973, son imperdibles. Parte de esas dos entrevistas, realizadas el 27 de febrero y el 3 de marzo de 1995, las publiqué en el libro Ecos revolucionarios (2003)1, junto al testimonio de otros cuarenta luchadores sociales. A continuación los pasajes más interesantes.2

 

FRAGMENTOS DE LA ENTREVISTA REALIZADA EN 1995

Causas del surgimiento de la guerrilla

El Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T)3 primero fue una cosa autodefensiva. Nos preparábamos para lo que se venía: bandas fascistas, asalto a la Universidad, apaleamientos. El régimen liberal progresista de Uruguay se descomponía, se notaba no sólo en la superestructura sino también en la base de la sociedad. Como fenómenos que contribuyeron a la fundación de nuestra organización y al aumento de la implicación política y combativa en Uruguay, entre otras, estarían el auge del movimiento obrero y estudiantil y la revolución cubana. Las revoluciones triunfantes tienden a exportar modelos.

Sobre la tesis que culpa al MLN-T de provocar el Golpe Militar

¿Qué es primero el huevo o la gallina? ¿Fue la lucha del MLN-T y el planteamiento de la metodología armada o la actividad armada del MLN-T es la respuesta al inicio de ese proceso golpista? Nosotros hemos sostenido que el Golpe de Estado empezó con la presidencia de Pacheco en 1967, no vino de golpe, o de un golpe, si no que fue todo un proceso, Pacheco gobernó muchísimos días con medidas especiales. El Parlamento gobernando por decreto era de hecho un golpe de estado. Compañeros de la dirección del Partido Comunista Uruguayo, en cambio, sitúan el golpe de Estado mucho más tarde, en julio 1973, cuando se da el quiebre institucional.

Razones para la fundación del grupo armado

Nuestros compañeros cañeros [peones cortadores de caña] estaban en la cárcel acusados del intento del robo a un banco. Organizamos un operativo para intentar liberarlos, pero fracasamos. Las explicaciones de por qué no lo pudimos hacer, en gran medida, dieron origen al MLN-T. A mediados de los años sesenta, nos dimos cuenta que teníamos que cambiar formas de organización, disciplina y dedicación.

Clandestinidad

La soledad del revolucionario es algo que golpetea mucho sobre todo en los tipos de organización clandestina, de acción urbana, porque está compuesta de muchas horas muertas.

Lucha armada versus terrorismo

Raúl Sendic [líder y fundador del movimiento guerrillero] siempre pensaba en el valor político de la acción. Estábamos contra el explosivo, porque da la imagen del terrorista. Perseguíamos la mínima violencia y la máxima simpatía. Eso complicó nuestro accionar porque es muy difícil desarmar a un milico sin matarlo. Teníamos la preocupación de salvarle la vida. ¡Y hermanito!, sacarle el fierro a un tipo que va armado, te complicaba todo. Si vos ibas a lo mejicano y le encajabas un tiro era facilísimo.

El militarismo presente en el MLN-Tupamaros

Cuando vos construís un aparato armado, este quiere arreglarlo todo a los tiros. Los aparatos armados son como las gallinas, que están programadas para poner huevos, y van a querer poner huevos. No le pongas un detonador 22 a quinientos kilos de dinamita, porque la falta de potencia del detonador te hace desperdiciar la carga, porque no explota, pero la deflagración provoca un gran susto susto. Las clases populares también temen por su vida y se asustan. Y además, no desafíes al enemigo si no estás preparado. Tal vez ese fue uno de nuestros errores.

Autocrítica por haber entrado en la guerra sucia contra el Estado

El enfrentamiento contra los escuadrones de la muerte, fue una guerra policial y sucia que nos relegó de la gran guerra. Sin apoyo popular marchás. Tendríamos que haber tomado territorio. Nos preocupamos por la guerra chiquita, porque le dieron a un compañero, y no tuvimos en cuenta la gran guerra, no le dimos la suficiente importancia al hecho de que podríamos haber tomado el cuartel de artillería y medio barrio del Cerro y la Teja. Acumulamos fuerzas tan rápidamente como las despilfarramos. En determinado momento nos quedamos sin estrategia y realizamos acciones armadas que incentivaron al enemigo, que lo asustaron, que lo obligaron a ir a una batalla sin cuartel.

Evitar enfrentarse al Estado de aparato a aparato

Nosotros éramos conscientes en eso de no caer en una guerra de aparato contra aparato, pero el arrastre de la propia organización nos pasó por arriba. Los aparatos armados quieren arreglarlo todo a los tiros y establecen presión política. Es natural. ¡Después que fabricaste el juguete aguántate las consecuencias! Además, nosotros teníamos a mucha gente joven, muchísima. Las organizaciones políticas no son ejércitos de ordeno y mando. Se arma un diálogo de ida y vuelta permanente. En el Ejército si uno se quiere vengar porque le mataron al hermano le dicen «cállese la boca». «Soldado que piensa la caga» dicen los militares, pero nosotros queríamos otra cosa y eso tuvo un costo. ¡Vaya si lo tuvo! Es en ese sentido es lo que digo que fuimos malos militares.

Y hablando de militares, ¿trataron de ganar adeptos entre ellos?

Sí, pero no establecimos una política derrotista revolucionaria4. En ese sentido fuimos poco leninistas y por eso alguien decía por ahí, «nosotros no sabemos hacer la guerra». Tuvimos bastantes compañeros militares y los despreciamos. No tuvimos una política correcta hacia ellos. Una vez me manda el Bebe [Sendic] a ver a un tipo, que años después me lo encontré en el penal. Era un marino [militar de la Marina] que vivía por Punta Gorda. El tipo poco más que se cuadra y me pide órdenes. ¡Y seguro, estaba formado así, hermano! Y yo pensaba, «y yo qué le digo ahora a éste» «yo que sé». Aquí el milico es despreciado. Un país adonde, después de 1904, tuvo al milico en el cuartel, como al perro atado en el fondo.5 Ese desprecio nos llevó a infravalorar la simpatía que pequeños sectores [castrenses] tenían hacia nosotros. Una vez que estaba encerrado en un calabozo escuché un diálogo entre militares uruguayos y argentinos. «Si estos tipos estuvieran en la Argentina ya hacía rato que habrían desaparecido», concluyó el argentino. Y cuando los tipos se van, un oficial uruguayo dice: «¡Son una mierda!». Y el que decía eso era uno de nuestros fachos [militares de tendencia fascista y golpista].

Plan de resistencia ante un golpe de Estado y derrota militar

La clase obrera sabía que si había un golpe de Estado iba a resistir con la huelga general y la ocupación de fábricas. Eso lo sabía y estaba preparada, pero en julio de 1973 no tenía dirección revolucionaria. El aparato estaba deshecho. Nosotros estábamos presos. El enemigo tuvo la claridad de irnos golpeando por separado, de irnos dividiendo. El dividirnos por partes fue una astucia suya. A los sectores menos combativos los dejaron para después, porque si nos golpeaban todos juntos nos unían. Hicieron lo contrario, tratando de aislar, primero, al enemigo principal. Los sectores de izquierda más oscilantes pensaron que haciendo buena letra se iban a salvar. Hay una parte de lo militar que se subestima y es, justamente, el manejo de lo político con lo militar. Es muy fácil observar la ley de la concentración [balance de fuerzas] en un campo de batalla, pero el combate político-militar es una cosa distinta y, en ese aspecto, fuimos pésimos. Ser buen militar no es solo tener eficiencia en el tiro, es poder concentrar fuerzas y de no dejar concentrarlas al enemigo.

A pesar de la derrota militar, sobrevivieron políticamente

El principal error de nuestros enemigos fue que llegaron tarde [a reprimirnos], por eso vivimos políticamente. Otero, el jefe de policía, en 1971 dijo: «a los tupamaros los derrotamos ahora o nunca». La realidad y la naturaleza del país no dejaron que nos liquidaran antes. De haber sido así hubiéramos muerto como las otras organizaciones de América Latina; razón por la cual mucha gente opina que el MLN-T fue derrotado militarmente pero no políticamente.

El método de lucha como frontera entre grupos revolucionarios y reformistas

Desde el punto de vista estrictamente teórico, de autodefiniciones, no era posible hacer una separación tan tajante [reformismo-revolución], entre lo que podía ser el Partido Comunista del Uruguay, en aquel entonces, con el MLN-T o incluso con el Partido Socialista. En mayor o menor medida todos se definían como corrientes revolucionarias; en cuanto a la finalidad que se perseguía, que no era precisamente la de mejorar este sistema, sino la de luchar por un cambio global, de tal envergadura, que se pudiera ir hacia una sociedad sin clases. Pero las diferencias aparecían en cuanto a las prioridades del qué hacer concreto. Las cuestiones metodológicas tenían mucha más importancia que las de carácter teórico y era precisamente allí donde aparecían las diferencias: en las posturas concretas de plantearse ante los conflictos sociales. Fuera del MLN-T, se impulsaba un tipo de dirección que para nosotros era mucho menos cuestionadora y se englobaba en los cánones que, de alguna manera, abría el sistema, priorizando la lucha parlamentaria y gremial. Ni por asomo se planteaba la cuestión de la lucha armada. Luego con los años nos fuimos enterando que el Partido Comunista Uruguayo (PCU) había vertebrado un pequeño aparato que se planteaba usarlo en situación de quebrante institucional, para intentar dar una respuesta. Pero el esfuerzo invertido en eso no guardaba comparación con las otras actividades que hacía el político. Incluso, dentro de los grupos que van a dar origen al MLN-T existen varios que militaban en el Partido Socialista Uruguayo, y que van a entrar en contradicción, por estas cuestiones, con sus propias direcciones partidarias. Todo esto hay que verlo en el contexto de lo que era el mundo y América en esa época.

Sindicalismo, Tendencia Combativa y unidad obrera

A fines de los sesenta se va ir dibujando una corriente sindical, que es minoría en cuanto a la cantidad de gremios que engloba y que no debe verse con una influencia directa del MLN-T -aunque en alguna medida se vio salpicada por su lucha- que se llamó la tendencia combativa. Eran sindicatos de punta que, estando en la misma central, querían profundizar las luchas y dar respuestas puntuales de mayor envergadura, de mayor importancia, que aquellas corrientes que, en mayor o menor medida, estaban influenciadas por el PCU, que por ejemplo había entregado el conflicto de la carne en la década del cuarenta, y otros. Se produce así un dibujo de tendencias en la Central de Trabajadores. En medio de esa lucha de tendencias hay una unidad formal, con contradicciones importantes y sistemáticas, en la que se convive y se mantiene cierto margen de unidad real. Tal vez no éramos conscientes, pero, todo ese proceso, va desembocar más adelante en el Frente Amplio: algo bastante difícil de entender para un espectador de la izquierda tradicional de otro lugar. Ni lo del Frente Amplio ni la Central de Trabajadores, con diferencias tan grandes, es algo común. Hemos ido aprendiendo del respeto por la diferencia política y la convivencia, y creo que es una característica capital de este movimiento popular. Sigue habiendo una vereda [acera o barricada] de enfrente clara, y esas diferencias, que a veces son muy importantes, no logran desdibujar la importancia de esa vereda que está enfrente. Esta discusión se mantuvo bastante tiempo, pero ahora puedo decir, que uno de los logros dentro de la Convención Nacional de Trabajadores6 fue haber acuñado esa cultura de respeto.

Participación de la guerrilla tupamara en la fundación del Frente Amplio (1971)

Tuvimos mucho que ver, muchísimo, en la creación del Frente Amplio (FA). Nosotros somos fundadores, de hecho, del FA. Si lo hicimos desde la clandestinidad, bueno, no teníamos otro camino. Pero nuestros compañeros representativos, legales, que funcionaban afuera. Yo podría citar una serie de nombres históricos, como Benedetti, Astori, Curiel, la Agrupación estudiantil, Daniel Vidart. Intervenían en todo ese proceso. Desde la cárcel negociábamos con abogados que militaban en el Frente Amplio. Fuera, con nombres históricos, intelectuales ligados al 26 de Marzo. Somos fundadores, a pesar de haberlo hecho en la clandestinidad. Retiramos a compañeros del brazo armado; muchos de los cuales se sintieron cuasi sancionados, y los pusimos a construir una columna especial que militaba en el 26 de Marzo.

Tuvimos la necesidad de combinar todos los frentes de lucha. Eso no quiere decir que no existieran todos los problemas que te plantee al principio, como la tendencia de la juventud hacia el accionar militar. También dentro del parlamentarismo nos encontramos con una sorpresa, parlamentarios integrantes de otras tendencias políticas que concordaban con nuestros planteos, como Erro, Michelini y Alba Roballo. Manteníamos relaciones con gente del espectro de los partidos tradicionales, e incluso teníamos relaciones con un presidente de la cámara de representantes.

Liberación Nacional y reformismo

Nosotros no nos planteábamos de inmediato la construcción de un modelo de sociedad socialista. La cuestión medular era la liberación nacional, estábamos en un área pobre y subordinada a los vaivenes del mercado mundial. Sin el desarrollo de fuerzas productivas importantes cualquier proyecto finalista resultaba totalmente irrealizable, por eso nosotros anteponíamos esa cuestión y lo veíamos prioritario, desde el punto de vista cronológico. Estábamos dispuestos a transitar con aliados que se pueden catalogar de reformistas y seguimos, porque por esa razón estamos acá [en el Palacio Legislativo]. Es ser fiel a ese tipo de visión que no significa estar de acuerdo con la visión y la finalidad que tiene el reformismo. Eso nos llevó muy tempranamente a segregar a un tipo de gente que para definirla tendríamos que decir ultraizquierdista y el término es injusto. El paso que dimos al fundar el Frente Amplio nos costó una fenomenal discusión interna. Muchísimos de nuestros compañeros de base no la entendían y no la han entendido; empezaron a entender con la respuesta que nos dio la gente en la calle. Cuando nosotros largamos la organización de masas aquello crecía como hongos. Es decir, que aquello que era totalmente potable para una masa, no era medianamente potable para nuestro militante tipo, que tenía resistencias ideológicas.

¿Un ejemplo sería el grupo escindido del MLN-T conocido como 22 de Diciembre?7

Sí, tiene que ver. Cuando nos adherimos al Frente Amplio algunos compañeros se fueron. Algunos son héroes de América Latina, como Daniel Ferreira,8 que se fue a practicar la solidaridad con movimientos armados en América Latina.

Sobre la política parlamentaria

Las estrategias parlamentarias también tienen su peligro, corren el riesgo de sentarse en la mesa de las coordenadas sociológicas del enemigo. Es un problema que tal vez estemos padeciendo hoy. ¿Para qué sirve esta mesa? ¿para qué sirve todo esto? [señala a su alrededor, al Palacio Legislativo] El otro riesgo es el aislamiento. Son los dos extremos a evitar por los revolucionarios.

Polarización social y apoyo

Hubo un proceso de definición importante que se va a expresar también en el crecimiento de la derecha. De la extrema derecha. El que va a sentir el golpe es el centro. En las elecciones de 1971, a pesar de que se produjo el surgimiento del Frente Amplio, ganó la derecha. En la calle existían barrios o zonas donde teníamos bastante simpatía. En la Teja, por ejemplo, se planeó una operación secundaria [disturbios], para concentrar a los cuerpos represivos cuando se iba a realizar la gran fuga de Punta Carretas. Sin embargo, los fenómenos que se desataron, vecinos espontáneamente creando quilombo, fueron mucho más allá que los objetivos que se perseguían, se nos fue de las manos el asunto; lo que reflejaba también una situación social. No fuimos capaces de aglutinar y organizar esa simpatía que habíamos generado. Chocamos con obstáculos permanentes. Quizá sea la impotencia congénita de las organizaciones armadas.

Políticos con armas

Creo que el que mejor nos definió fue Real de Azúa que dijo que no éramos una guerrilla si no «políticos con armas». Esa tal vez fue nuestra grandeza y nuestra debilidad. No se puede hacer la guerra sin estrategia, pero es posible hacer corrientes políticas sin estrategia.

El poder es más complejo

La teoría bolchevique sobre la toma del poder, que se desparramó por el mundo, y que nosotros absorbimos, es un raquitismo de pensamiento propio de la época. Experiencias como Nicaragua demuestran que el poder es mucho más sutil y profundo. Hoy sabemos que el poder es una cosa mucho más compleja, pero nosotros nos movíamos en los parámetros bolcheviques de aquel tiempo.

Las diferencias con el Partido Comunista Uruguayo y el caso de la Guerra Civil Española

La diferencia aquí, entre organizaciones, no tuvo la crudeza de Catalunya, era otra época, no estábamos en guerra. Hubo tensión, pero no como aquello de mayo del 37 en Barcelona. Nuestras diferencias fundamentalmente con el PCU en la época, y también con otra gente de izquierda, iban más en lo metodológico [el PCU era contrario al uso de la lucha armada en Uruguay]. Buscamos una política de hechos que tendía a arrastrar para establecer una especie de hegemonía. Los papeles que se escribían, que obligaban a definirse, eran puntuales. En esa época habíamos acuñado un estilo de escribir. La palabra «imperialismo» la habíamos borrado. No la usábamos. Había una cantidad de sonsonetes que había acuñado la izquierda que nosotros la habíamos borrado de nuestra política. Usábamos un lenguaje sencillo, parco. Muy difícilmente nosotros sacamos un documento oficial. Nosotros éramos un poco lo contrario a todos esos movimientos de izquierda que parece que tiene que tomar posición frente a todos los problemas que acontecen en el mundo. Buscábamos que, más bien, fueran los hechos los que expresaran. [La propaganda armada] era nuestra forma de comunicación.

Lucha armada versus participación parlamentaria o sindical

Elegir la lucha armada, no significaba el desprecio automático de las otras luchas. Por lo menos en el campo teórico. Desde el punto de vista práctico y concreto… Porque una cosa es lo que los hombres piensan y otra cosa la tendencia sociológica que se despierta a posteriori. Nosotros abogábamos porque un militante sindical siguiera siendo militante sindical, pero en el conjunto de la militancia de base se iba incorporando un cortoplacismo, que producía una especie de desprecio por todo lo que no fuera puramente militar, una especie de adoración a las armas. La gente estaba cansada de la militancia de base y quería integrar las estructuras armadas. Era un fenómeno de hecho, en contra de lo que pensaba la dirección.9 En una organización dividida en columnas, compartimentada, donde los gestos políticos de la dirección tenían dificultades para llegar, por los temas de seguridad. En el momento de máximo esplendor éramos una organización prácticamente joven. Hicimos un balance de los cuatrocientos presos que en 1969 estábamos Punta Carretas y el promedio de edad andaba por los 22 años. Manteníamos cerca de quinientos contactos diarios, clandestinos, en Montevideo. Creo que empezamos a padecer, desde el punto de vista militar, un desgaste, éramos demasiados para una estructura clandestina. Tal vez por eso también decidimos apuntalar y vertebrar la creación del Frente Amplio.

NOTAS:

  1. Ecos revolucionarios está agotado pero se puede descargar el pdf en https://lazoediciones.blogspot.com/2019 /08/rodrigo-vescovi-accion-directa-en.html o en https:// www.mediafire.com/file/0zhgtj727bpz4im/Ecos_Revolucionarios_COMPLETO.pdf

En Barcelona la editorial Descontrol publicó buena parte de este libro y lo tituló Anarquismo y acción directa. Uruguay, 1968-1973.

  1. La entrevista completa se puede escuchar en el Archivo de Lucha Armada «David Cámpora», ubicado en El Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos.
  2. El MLN-T fue la principal guerrilla uruguaya, operó entre 1963 y 1972 y llegó a tener ochocientos integrantes y más de dos mil colaboradores.
  3. El derrotismo revolucionario es la práctica de fraternización entre los soldados rasos, como parte de la unión del proletariado mundial, y el ataque a los propios generales, como parte del ataque a la burguesía mundial. El miembro de la Primera Internacional Eugène Pottier, por ejemplo, hizo el siguiente llamamiento: «¡Paz entre nosotros, guerra a los tiranos, huelga a los ejércitos, culatas al aire, rompamos filas! Si se obstinan esos caníbales, en hacer de nosotros unos héroes, sabrán pronto que nuestras balas son para nuestros propios generales».
  4. Muchas viviendas en Uruguay tienen un jardín de entrada y un patio interior, el primero se cuida más, porque es el que ven los vecinos. Si hay algo vergonzoso que guardar, se escondería en el patio del fondo. En la metáfora de Mujica el milico (por extensión todos los policías y soldados), para los ojos del nuevo país civilista, pacífico y progresista, era como un perro guardián desagradable al que se prefería ignorar para que tuviera el menor protagonismo posible. Los tupamaros apenas hicieron trabajo de propaganda entre la soldadesca y el Parlamento, en abril de 1972, con la declaración de Guerra Interna, devolvió a los militares el protagonismo que habían tenido antes de 1904, debido a las interminables guerras civiles.
  5. La CNT uruguaya, que para la formación de sus siglas se inspiró en la CNT de la región española, fue una central sindical que se fundó en 1965 para impulsar a un plano superior la lucha por las reivindicaciones económicas y sociales de los trabajadores de la ciudad y el campo, por el mejoramiento de las condiciones materiales y culturales del conjunto del pueblo; por la liberación nacional y el progreso de la patria, en el camino hacia una sociedad sin explotados ni explotadores.
  6. 22 Diciembre (Tupamaros), MUSP, PCR-MIR, FER y FRT se constituyeron como pequeños grupos que en ciertos momentos tuvieron su importancia y que se caracterizaron por su extra parlamentarismo e integraron la tendencia combativa, movimiento crítico a la política reformista sindical.
  7. Daniel Ferreira alias Felipe, también conocido como el Lobo Feroz, representa al militante autónomo que, a pesar de ser sancionado y apartado de la organización tupamara por sus críticas al reformismo y centralismo de la dirección, siguió luchando por su cuenta y estructurando y vengando a compañeros. En 1972 se refugió en Cuba, más tarde viajó a Europa, realizando expropiaciones, y murió en un enfrentamiento armado en Chile en 1986, como integrante del MIR chileno.
  8. Es de justicia informar que varios militantes de base a los que entrevisté afirmaban lo contrario, que ellos querían radicalizar las luchas barriales y de fábrica y que la dirección del MLN-T les ordenaba no dar la nota en la vida pública y especializarse específicamente en las tareas armadas. De ahí que muchos de los luchadores sociales más radicales y carismáticos, aquellos capaces de convocar una huelga o manifestación por si solos, acabaron encerrados en un zulo durante semanas, clandestinos, a la espera de salir al exterior para realizar una operación puntual. En el apartado Aparatismo y militarismo y, del libro Anarquismo y acción directa, Uruguay, 1968-1973, aparecen varios testimonios en este sentido y un proyecto de descentralizar armas, para que no se concentraran únicamente entre los tupamaros si no que estuvieran al alcance de todos los núcleos proletarios que luchaban contra el régimen.
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