En diciembre de 2023 nos dejó Alfredo M. Bonanno. Longevo, había nacido en pleno fascismo. Con él, por ley de vida, gotean ahora su abandono los nacidos en la década de los treinta del pasado siglo. Su muerte nos priva de las aportaciones de uno de los últimos titanes anarquistas, entregada su vida y su militancia a la revuelta. Su figura entronca dentro de nuestra tradición libertaria en la misma categoría de sus gigantes, tanto por su presencia activa en lugares y tiempos convulsos como por la amplia difusión de sus reflexiones.
Caracterizamos a Bonanno como titán por la envergadura de su figura, pero también porque, como los titanes, asaltó el olimpo anarquista. Un olimpo ideológico en el que figuras y axiomas referenciales se habían tornado poco a poco en reverenciales. Contra estas reverencias, ajenas al espíritu iconoclasta consustancial al anhelo anarquista, Bonanno protagonizó sucesivas revueltas contra la fosilización de las ideas y las prácticas libertarias. Pues si el anarquismo es en sí un torrente en permanente construcción que se transforma y adapta en su lucha contra los tiempos y desafíos de cada época, también ha generado guardianes de una ideología fosilizada que necesariamente hay que derribar. De este modo, y en el contexto del anarquismo hispano, Bonanno ha jugado como figura en rebeldía contra las diferentes caracterizaciones del Dominio. Pero también contra los axiomas libertarios inmovilistas de las diversas épocas por las que transitó su vida militante.
No es por tanto casualidad, que la primera apuesta editorial de la militante Campo Abierto allá por 1977 en su colección de Debate Libertario fuera «Autogestión» de Alfredo M. Bonanno. Porque aquel texto veía la luz en un contexto de fuerte debate interno entre las diversas corrientes libertarias que eclosionaban con la reorganización de la CNT. Un ansiado relanzamiento anarcosindicalista que habría de actualizar sus premisas teóricas y prácticas para adecuarse a la realidad de un nuevo movimiento obrero. Es este contexto en el que aparece “Autogestión”: un compendio en el que se maridaban las aportaciones consejistas con la tradición libertaria, y que surgía como una fusión propia para los convulsos tiempos que había vivido y se vivían en la península itálica. También por entonces, Bonanno viajaba a nuestras tierras frecuentando las compañías de los más heterodoxos libertarios locales, quienes pronto serían alejados de una CNT ya fragmentada por la fuerza centrífuga de las nuevas ortodoxias.
Sus textos de síntesis bebían también de una irreverencia situacionista que nunca hizo ascos al uso creativo del plagio o a la provocación propia de las vanguardias artísticas. Así, en aquel año publicaba e Italia «La gioia armata», en el que reivindicaba armarse de placer para enfrentar gozosamente la vida y la lucha emancipatoria. Sería condenado por ello. Aún así, el juego continuaba y poco después los chicos serios de la revista «El viejo topo» mordían el anzuelo y publicaban el falso «Testamento político» de Sartre, tras el que se encontraba Bonanno.
En la segunda mitad de la década de los ochenta y con la aparición de nuevas generaciones libertarias vuelve también a sentirse la figura referencial de nuestro titán. Los nuevos grupos activistas tendrían en consideración la producción contemporánea del por entonces llamado «anarquismo revolucionario» en revistas italianas como Provocazione o la labor editorial de su hermana anglosajona Elephant editions y de la incansable Jean Weir. En ellas no se buscaba precisamente la distancia con la práctica ilegalista anarquista, ni con los recientes «años de plomo». Esto les colocaba cerca de los nuevos rebeldes que tampoco encontraban su hueco en las organizaciones libertarias clásicas supervivientes, repletas de renovadas rigideces, y que apostaban en su imaginario político por la práctica y la estética del enfrentamiento urbano. Por otro lado, periódicos como «Sicilia Libertaria» en el que Bonanno colaboraba, se constituían en referencias próximas a las nuevas fusiones entre tradición libertaria y luchas de liberación nacional que emergían por entonces. Con todo, las continuas entradas en prisión, condenado también por haber participado en atracos recaudatorios, impedían con frecuencia su anunciada participación en los diversos foros y encuentros de la época. La leyenda del titán se iba tejiendo.
A mediados de los siguientes noventa, Bonanno publicaba su «La tensione anarchica». En paralelo, grupos juveniles libertarios albergados en los locales cenetistas van evolucionando hacia la práctica de la acción directa, queriendo de este modo distanciarse, según su análisis, de una marginalidad en la que se habían acomodado las organizaciones libertarias. En Italia comienza el llamado «Proceso Marini» por el que se persigue al «insurreccionalismo», procesando a decenas de anarquistas y se conceptúa a su área divulgativa y a ciertos de sus autores como los ideólogos de la misma. Entre ellos, nuevamente a Bonanno por «apología». La estela represiva tendrá consecuencias en el estado español con las detenciones de Córdoba de 1996 y visibilizará la opción «insurreccionalista» local. Y con el nuevo milenio, el Black Bloc popularizaba la táctica del enfrentamiento anarquista de los más jóvenes en las protestas contra la globalización capitalista, potenciando a su vez la toma de iniciativa anarquista. Los conceptos de «organización informal» y similares, divulgados en folletos y artículos por Bonanno desde los ochenta, se instalarán con fuerza durante una década. Será entonces cuando se traduzcan y publiquen con más profusión sus opúsculos o los textos atribuidos. Las propuestas se instalaban también al otro lado del charco, vigorizando escenas libertarias similares en algunos territorios de América Latina.
En 2009 detenían nuevamente a Bonanno en Grecia, como participante en un atraco. El dilatado proceso judicial coincidiría con el inicio de la crisis de la deuda soberana del estado helénico, que hizo tambalear la Unión Europea. La crisis removió las bases de la sociedad griega, convirtiendo voluntad en posibilidad real de construcción de un cambio radical anticapitalista. De este modo, el dinamismo del área anarquista en aquella larga crisis elevó la relevancia de la propuesta «insurreccionalista» durante otro lustro. Pese a ello, a unos pocos discutibles topes en eficacia de la articulación militante en organización informal y a los elevados costes humanos del ilegalismo, se unió en algunos ambientes juveniles activistas la conversión de la propuesta anarquista insurreccionalista en una nueva ideología fosilizada. Bajo la abreviatura «insu» se hizo identificar una pequeña comunidad que hacía de la pose de revuelta su modo de vida, y para la que la figura de Bonanno pasaba de referencial a reverencial. Los potentes debates internos del área del anarquismo revolucionario, que eran muestra también de su riqueza y dinamismo y que se prodigaban en momentos álgidos como durante el Proceso Marini o la crisis griega, preferían ser ignorados por la comunidad «insu» hispana.
La respuesta del ya anciano militante fue diluir el protagonismo que le atribuía la prensa y que encandilaba a los autoproclamados seguidores. Así, la última tarea iconoclasta del titán radicó en negar el espectáculo Bonanno.
Jtxo Estebaranz
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