La «Salud Pública» como herramienta totalitaria de la Dictadura Médica Industrial

Un cambio de paradigma científico para recuperar la salud del planeta y sus habitantes

Escribo este artículo en los días en que se cumple un año de la denominada «pandemia COVID-19» que ha supuesto una agresión sin precedentes a los derechos y libertades fundamentales de prácticamente toda la humanidad y que nos va a servir de punto de partida en esta reflexión que quiero compartir con los que luchan, con los que desobedecen, con los que se hacen preguntas al margen del guion prefabricado por los de Arriba, con quienes, a pesar de las enormes dificultades y peligros, están empeñados en cambiar el mundo o, para decirlo de modo algo menos pretencioso, en procurar una vida un poco mejor y menos deshumanizada para nuestros hijos y nietos.

Os propongo partir de una pregunta que puede concentrar en su respuesta todo lo que me propongo decir en estas pocas páginas: ¿Cómo ha sido posible que siete mil millones de personas se crean el discurso oficial y obedezcan sin rechistar renunciado a sus derechos más elementales? La respuesta corta es: obediencia y terror. La respuesta larga la vengo desarrollando desde 2020 y que os animo a leer en los artículos que he venido publicando y en las entrevistas en las que he tenido la oportunidad de contarlo [1]. Así que aquí comenzaremos con una síntesis que nos permita dar el salto hasta el tema que he anunciado en el título y el subtítulo de esta apología de la desobediencia.

Idiotas

El médico y científico a contracorriente Wilhelm Reich desveló a lo largo de su poliédrica obra los mecanismos que el poder utiliza para fabricar ciudadanos obedientes [2], mecanismos que se concentran principalmente en los tres primeros años de vida: parto medicalizado, distorsión de la lactancia y crianza deshumanizada, todos ellos analizados en profundidad por Casilda Rodrigáñez y Ana Cachafeiro en su obra «la represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente» [3].

En el siglo transcurrido desde que Reich comenzó a estudiarlos, esos mecanismos se han perfeccionado a través de una serie de herramientas para perpetrar esa triple agresión, fundamental para el dominio y para continuar ejerciéndolo después de los tres años en los que –a la educación familiar más o menos represiva, castradora, coercitiva– se suman otras instituciones, tanto las específicamente educativas como otras que actúan en múltiples terrenos; aquí nos vamos a centrar en el de la salud y la enfermedad.

Los ciudadanos de las polis helenas llamaban «idiotés» a aquellos que no aparecían por la Asamblea dejando así en manos de otros las decisiones que afectaban a todos [4]. Los idiotas son pues el paradigma de la dejación, que juega un papel fundamental en nuestra historia. La inmensa mayoría no es ignorante, por el contrario sabe lo que tiene que saber, es decir, lo que está mandado que sepa. La inmensa mayoría son más bien idiotas, es decir pasivos, indolentes, acríticos, incapaces de hacerse preguntas y tomar decisiones. En definitiva, son obedientes.

Fabricado pues el ciudadano idiota, que es la inmensa mayoría, no existe dificultad especial en conseguir que acepte cualquier cosa, que la acepte como verdad indiscutible e incluso como dogma infranqueable, con la característica propia de todos los dogmas: no ser percibidos como tales. En la modernidad, el discurso de verdad y por tanto el discurso creador de dogmas es el científico.

El escritor argentino Ernesto Sabato [5] explicaba que el ser humano está más dispuesto a creer cuando menos entiende lo que se le dice, de modo que el intrincado discurso de la ciencia ha conseguido imponerse como discurso de verdad que la inmensa mayoría acepta sin discusión dándose la paradoja de que el método científico se presenta como una contrapartida a la religión y las creencias pero convirtiéndose él mismo en una creencia mucho más peligrosa que las derivadas de las religiones, que al fin y al cabo no niegan lo que son [6].

Como corolario, las instituciones investidas del prestigio académico que ellas mismas se conceden entre sí, apoyadas, financiadas o controladas por el capital farmacéutico y biotecnológico al que también contribuyen a dar su patente de corso, se convierten en sedes de la pseudo iglesia del cientificismo cuyas encíclícas son las publicaciones científicas, especialmente las biomédicas [7].

Esto por lo que respecta a la obediencia.

Un dogma es la clave

La segunda parte de nuestra respuesta es el miedo. ¿Cómo se consigue que millones de personas tengan miedo a que una enfermedad se produzca, no porque se empeñen en hábitos de vida insanos o porque vivan en lugares hipercontaminados, sino que lo haga arbitrariamente, como si literalmente les cayera del cielo? ¿Cómo se justifica desde el poder que las personas deban protegerse manteniendo distancias, reduciendo sus contactos o tapándose la boca? ¿Cómo se podría argumentar que una persona puede poner en peligro la salud de otra, no agrediéndola, atropellándola o incluso malaconsejándola, sino con su mera cercanía? ¿De qué modo sería posible legitimar detenciones, registros, aislamientos, confinamientos, así como procedimientos obligatorios de diagnóstico, tratamiento o prevención aludiendo a un peligro colectivo? En definitiva, ¿cómo sería posible que la gente rechace visceralmente los totalitarismos políticos o impuestos manu militari y acepte con pasmosa tranquilidad el totalitarismo sanitario en nombre de la «salud pública» impuesto por la Dictadura Médica Industrial?

La respuesta a esta pregunta y a muchas otras similares es: el dogma de la Teoría Microbiana de la Enfermedad o Teoría de la Infección cuyo complemento es la idea de Inmunidad. El sentido común nos dice que si te alimentas mal, respiras aire contaminado, duermes poco y mal, no haces ejercicio… tendrás problemas de salud. Pero el dogma ha sustituido al sentido común y lo ha hecho de un modo tan flagrante que lo que la mayoría considera de «sentido común» es que uno «coja» una enfermedad o se la «pegue» a otra persona independientemente de los hábitos y condiciones de vida.

A partir de ahí, cualquier afirmación que provenga de la autoridad sanitaria alertando de un nuevo virus mortífero y de las medidas que han de tomarse para combatirlo, se aceptarán sin rechistar independientemente de lo absurdas o contradictorias que sean y por mucho que una minoría de herejes muestre una y mil veces la evidencia lógica, documental, histórica, científica proveniente de fuentes honestas, rigurosas e independientes que las contradiga.

¿Cómo ha sido posible llegar a esta esperpéntica situación que pone en peligro, no solo la salud y la vida sino la esencia misma del ser humano y su relación con el entorno, una situación en la que los mentirosos y corruptos hablan en nombre de la ciencia mientras los verdaderos científicos son calificados de charlatanes, ignorados, desprestigiados y perseguidos?

Puesto que he dedicado mucho tiempo y energía a analizar las relaciones de poder y sus consecuencias en el terreno de la salud y la enfermedad [8], voy a concentrarme en este caso en la cuestión de fondo, es decir: el paradigma científico-médico que ha posibilitado las actuales relaciones de dominación, la distorsión de la salud y la biología, el abandono de la responsabilidad sobre nuestra salud, la concepción de la enfermedad y en consecuencia el diseño de nuestras instituciones sanitarias, todo ello encerrado en un círculo vicioso de retroalimentación destructiva.

Dos paradigmas

Para exponer de modo claro y sintético lo que quiero expresar enfrentando dos modelos o dos paradigmas de salud, es importante interrelacionar una serie de factores encadenados de la siguiente forma:

BASE TEORICA

  • CONCEPTO DE SALUD

  • CONCEPTO DE ENFERMEDAD

  • MODELO MÉDICO

A partir de ese desarrollo histórico y funcional vamos a analizar dos modelos opuestos que podemos denominar Estático (el actualmente imperante) y Dinámico (el que proponemos como alternativa vital):

BASE TEORICA BASADA EN LA ANTIBIOSIS

  • CONCEPTO DE SALUD ESTATICO

  • ENFERMEDAD OPUESTA EN LA SALUD

  • MODELO MÉDICO EN CONTRA DE LA NATURALEZA

  • SISTEMA SANITARIO DOMINADO POR LA INDUSTRIA

BASE TEORICA BASADA EN LA SIMBIOSIS

  • CONCEPTO DE SALUD DINAMICO

  • ENFERMEDAD INTEGRADA EN LA SALUD

  • MODELO MÉDICO EN A FAVOR DE LA NATURALEZA

  • SISTEMA SANITARIO HOLISTICO AUTOGESTIONADO

El modelo actualmente imperante es básicamente mecanicista y tiene como referencia teórica el neodarwinismo, una genética determinista y una biología reduccionista dominada por la antibiosis, es decir por una concepción antivida. Todo ello ha generado una visión de la enfermedad como opuesta a la salud y una medicina en su mayor parte dedicada a luchar contra la enfermedad para supuestamente recuperar la salud, una medicina eminentemente farmacológica enfrentada con la naturaleza que viene provocando una explosión de iatrogenia sin precedentes [9] y todo ello integrado en un modelo de Sistema Sanitario –independientemente de que sea público, privado o cualquiera de sus múltiples combinaciones– influenciado o controlado por la industria.

En contraposición, un modelo dinámico se caracterizaría por ser eminentemente holístico –es decir, que contempla todos los elementos implicados en su conjunto y en sus relaciones y no de forma aislada como si despiezáramos una máquina— y tendría como referencia la nueva biología que cuestiona el neodarwinismo y propone una visión epigenética en la que por, decirlo así, el destino no está escrito. Desde esta visión la enfermedad sería en realidad parte de la salud y hablaríamos más propiamente de procesos dinámicos de equilibro, desequilibrio y reequilibrios dando lugar a una medicina que, en lugar de combatir la enfermedad, comprende, respeta o favorece esos procesos actuando a favor de la naturaleza y a un sistema sanitario que integre todo esto mientras restablece la responsabilidad de cada uno sobre nuestra salud y, por tanto, sobre la institución encargada de gestionarla.

Vamos a desarrollar un poco más estos dos paradigmas.

El modelo estático

La biología que aún se estudia en los institutos y universidades fue concebida en la primera mitad del siglo XIX a partir de la influencia del economista Thomas Malthus y el naturalista Herbert Spencer, acérrimos defensores de la desigualdad, el racismo y la ley del más fuerte; planteamientos filosóficos que posteriormente Charles Darwin y quienes le redactaron sus obras aplicaron a la biología para presentar la evolución como resultado de una lucha permanente entre especies e individuos en la que «el más apto» se hacía con la victoria.

No está de más saber que todos estos autores se apropiaron y tergiversaron las ideas del naturalista francés Jean-Baptiste de Lamarck que en su Filosofía Zoológica, publicada cincuenta años antes de El origen de las especies de Darwin, expuso por primera vez una teoría integral de la evolución basada en la adaptación al medio y la constatación de que las formas sencillas de vida se hacen progresivamente más complejas.

El otro pilar del paradigma mecanicista se debe a otra apropiación indebida: George Mendel no es el autor de las famosas Leyes de Mendel ni las descubrió haciendo los archiconocidos experimentos con guisantes, sino que son un argumento retórico utilizado por el genetista estadounidense Thomas Hunt Morgan en un debate sobre transmisión de genes. En 1936 la revista Annals of Science publicó un artículo denunciando que «los datos de la mayoría de los experimentos de Mendel –si no de todos—- habían sido falsificados para hacerlos coincidir con sus previsiones». Posteriormente, una revisión de los cuadernos de Mendel demostró que el 95% de sus observaciones no encajaban en el modelo determinista que se desprende de las leyes. Autores como Federico di Trocchio, Mae Wan-Ho o Máximo Sandín han puesto en evidencia las falsificaciones de Mendel.

No es de extrañar que el modelo médico imperante basado en estas falsedades mantenga también una visión belicista de la vida: los médicos modernos se empeñan en «luchar» contra la enfermedad, «atacar», «combatir» y «aniquilar» microbios y células «malignas» con todas sus «armas» ampliando cada vez más su «arsenal» terapéutico, y están siempre dispuestos a «abrasar» o «quemar» hasta los propios tejidos, algo que se justifica en las «guerras» como «inevitables efectos colaterales» [10].

El actual modelo médico tiene su origen en el siglo XVIII cuando la ciencia empezó a sustituir a la religión y la autoridad médica definió y clasificó las disfunciones como «enfermedades» adjudicándose la capacidad de actuar contra ellas. Posteriormente, durante el siglo XIX, el pensamiento mecanicista surgido de la Ilustración y la gestación de la industria farmacéutica impulsarían el triunfo de la Teoría Microbiana de Louis Pasteur, Robert Koch y otros, que, sin evidencias científico-médicas, se impuso iniciando primero la guerra contra las bacterias mediante el empleo sistemático de antibióticos, modelo que se consolidó en el siglo XX tras la II Guerra Mundial al lograr las multinacionales farmacéuticas hacerse con el control de la formación, la información, la investigación y los servicios sanitarios. De hecho la industria se introdujo en los principales medios de comunicación de masas, en las revistas sanitarias, en las instituciones académicas, en las universidades, en las asociaciones científicas, en los colegios médicos, en las asociaciones de usuarios y enfermos, en las agencias de regulación de vacunas y medicamentos, en los principales organismos nacionales e internacionales y en los propios gobiernos de los países más influyentes.

Todo ello, junto con el uso masivo de antibióticos, antifúngicos y antivirales para combatir a los ejércitos de microbios y de vacunas para supuestamente entrenar a nuestro ejército defensor contra ellos, ha terminado definiendo un modelo de sistema sanitario basado en la autoridad y el paternalismo de los médicos, que a su vez están controlados o influenciados por los grandes laboratorios farmacéuticos y atrapados en un engranaje de poder que incluye agencias de la sanidad estadounidense –con los Centros para el Control de Enfermedades y el Servicio de Inteligencia de Epidemias a la cabeza– fundaciones privadas –en sus orígenes la Fundación Rockefeller y desde el año 2000 la Fundación Bill y Melinda Gates– y organismos internacionales desde la propia Organización Mundial de la Salud, UNICEF y una multitud de otras organizaciones nacionales, regionales e internacionales públicas y privadas, hasta los capataces mundiales del poder económico y financiero [11].

El modelo dinámico

A partir de la visión de Lamarck y de nuevos descubrimientos en biología, epigenética, microbiología, virología… una nueva corriente de científicos –entre los que destacan Ernst Haeckel, Ludwig Von Bertalanfly, Lynn Margulis, Humberto Maturana, Rupert Cheldrake, Bruce Lipton o Fritjof Capra–, plantea una visión dinámica de la vida cuestionando incluso el propio concepto de «gen», el funcionamiento de la célula y la estructura y funciones de nuestro medio interno.

Desde ese punto de vista los microbios conectan el mundo orgánico y el inorgánico haciendo posible la vida. De hecho son bacterias las que purifican el agua, reciclan los productos de desecho y las sustancias tóxicas, regeneran los suelos y los ecosistemas marinos y terrestres, posibilitan la utilización del nitrógeno por las plantas… Más aún: todos los gases de la atmósfera son producidos por el metabolismo de diferentes tipos de bacterias. Podemos incluso decir que las bacterias «hablan» entre sí fabricando «palabras» químicas que reconocen y les sirven como consignas para llevar a cabo acciones de grupo.

La bióloga Lynn Margulis dio un paso fundamental en este enfoque de la vida como cooperación y no como lucha planteando que la clave de la evolución, y del mismo origen de la vida, es la simbiosis. Su teoría, poco a poco aceptada por más científicos de mente abierta, la Simbiogénesis, postula que hace unos cuatro mil millones de años se produjo una primera fusión de arqueobacterias fermentadoras con espiroquetas nadadoras dando lugar a la primera célula con núcleo base de los hongos y de todas las células animales y vegetales.

En una segunda fusión se incorporaron bacterias capaces de obtener energía mediante el uso del oxígeno que serían las antecesoras de las mitocondrias, que generan la energía en las células animales y humanas. Por último, en una tercera fusión se agregaron cianobacterias aportando la fotosíntesis y dando lugar a las plantas [12].

Las investigaciones del histólogo y embriólogo Alfred Pischinger, desarrolladas posteriormente por otros autores como Otto Heinrich Warburg y Heinrich Kremer, han replanteado totalmente el papel del mal llamado Sistema Inmunitario considerando que su función básica no es la lucha contra invasores sino la limpieza y el reciclaje de elementos internos regulando así la homeostasis o equilibrio interno. Sus hallazgos han permitido asimismo comprender el origen real del cáncer debido a un programa biológico relacionado con la obtención de energía en las células y no con mutaciones genéticas como afirma la medicina moderna [13].

Microecología

Un artículo publicado en 2014 en PLOS Biology dice: «las implicaciones de la trasmisión microbiana materna tanto interna como externa representan un cambio de paradigma para las ciencias básicas y biomédicas» [14].

Contrariamente a lo que se creía hasta hace poco, la madre trasmite al feto poblaciones microbianas estando en el útero y se han encontrado bacterias en la placenta, el cordón umbilical, el líquido amniótico, las membranas y el meconio. Así esas primeras bacterias llegan a través de la sangre y proceden de la boca de la madre, del interior de sus mamas y del útero. A estas se suman posteriormente las que se trasmiten durante el parto vaginal y luego por el contacto con la piel de la madre y a través del calostro.

La leche materna contiene más de 700 especies bacterianas cuyas funciones no se conocen aún totalmente aunque muy probablemente tengan relación con los mecanismos de equilibrio y convivencia que caracterizan la simbiosis. Se puede considerar la leche materna como un segundo cordón umbilical que estimula la maduración de los órganos desarrollados en el útero aportando hormonas, factores de crecimiento, células madre para emergencias, linfocitos T para uso a largo plazo, compuestos antiinflamatorios naturales y factores neurotróficos necesarios para la maduración del sistema nervioso y neuronal, así como todo lo necesario para la simbiosis de las células con las bacterias adquiridas, enzimas, citoquinas y prebióticos.

El proceso de simbiosis requiere aproximadamente dos años para estar a punto mediante un entrenamiento que abarca otros sistemas incluyendo el mal llamado «sistema inmunitario» que regula esa convivencia en la que a veces se producen molestias, fiebre, dolores de cabeza u otros síntomas que son erróneamente interpretados como «enfermedades bacterianas» y tratados con antibióticos, vacunas, vitaminas sintéticas, fármacos y nutrición inadecuada a base de leches artificiales que alteran la homeostasis del bebé, obstaculizan su proceso de maduración interna y sientan a menudo las bases de futuros problemas.

Conocer y respetar estos procesos en los comienzos de la vida supone una transformación profunda de los conceptos de salud, enfermedad, genética, sistema inmune y otros muchos, y supone un nuevo enfoque de la medicina favoreciendo los procesos vitales naturales y respetando y colaborando con la naturaleza. Esta concepción y el creciente protagonismo de colectivos ciudadanos más conscientes y mejor informados sobre salud -tanto la humana como la del planeta- favorecerá sin duda un cambio radical que permita a la gente adquirir hábitos de vida saludables y recurrir a tratamientos no medicalizados.

Volviendo al comienzo de nuestra exposición: El concepto de «salud pública» se basa en el concepto de salud. Si el concepto de salud proviene de una biología mecanicista, falsa y dominada por el belicismo contra nuestros microbios, el concepto de «salud pública» será un instrumento totalitario al servicio del poder que justificará cualquier intervención que se ampare en proteger a la comunidad del individuo «infectado» o simplemente sospechoso de estarlo.

Por el contrario, un concepto de salud holístico determinará una visión de la «salud pública» basada en la protección del entorno y en propiciar hábitos saludables de vida y alimentación. Pero lo más importante es que devolverá la esencia individual de la salud propia de las medicinas tradicionales impidiendo que la protección de la salud de la comunidad se convierta en excusa o instrumento para imponer diagnósticos, tratamientos, vacunas o cualquier otro tipo de intervención sanitaria mediante leyes o presión social, laboral o psicológica mediante la manipulación o las campañas de miedo.

Jesús García Blanca*

NOTAS:

[1] Mi investigación de la falsa pandemia: http://saludypoder.blogspot.com/2021/01/mi-investigacion-de-la-falsa-pandemia.html

[2] García Blanca, J. Wilhelm Reich inspirador de rebeldía. Cauac Editorial Nativa, 2017.

García Blanca, J. La medicalización de las madres como distorsión mecanicista de los comienzos de la vida humana. Daimón Revista Internacional de Filosofía, 2017. http://revistas .um.es/daimon/article/view/302601.

[3] Rodrigáñez, C. y Cachafeiro, A. La represión del deseo materno y la génesis del estado de sumisión inconsciente. Nossa y Jara Editores, 1995.

[4] Escohotado, A. Idiotas. El País, 5 de mayo, 1993. https://elpais.com/diario/1993/05/05/ opinion/736552801_850215.html.

[5] Sabato, E. Hombres y engranajes. Alianza Editorial, 1980.

[6] Ibáñez, T. Ciencia, retórica de la «verdad» y relativismo. Archipiélago, 20, 1995.

Lizcano, E. El anarquismo y el fundamentalismo científico. En AAVV, El lenguaje libertario: antología del pensamiento anaquista contemporáneo. Altamira, 1998. https://estaciencia. files.wordpress.com/2017/04/lizcanofundamentalismocientc3adfico.pdf.

[7] García Blanca, J. Contra el fundamentalismo científico. Ekintza Zuzena, 2016. https:// www.nodo50.org/ekintza/2016/contra-el-fundamentalismo-cientifico/.

García Blanca, J. Las publicaciones científicas al servicio del Poder. Diario CNT, 2003. http: //archivo-periodico.cnt.es/286ene2003 /opinion/index.htm.

[8] García Blanca, J. La Sanidad contra la Salud: una mirada global para la autogestión. Ediciones i, 2015.

[9] Costa Vercher, E. Iatrogenia: la medicina de la Bestia. Cauac Editorial Nativa, 2020.

[10] Sandín, M. Una nueva biología para una nueva sociedad. Política y Sociedad, 39-3, 2002. http://www.somosbacteriasyvirus.com /nuevasociedad.pdf.

[11] Tejiendo la Red de la Vida: http:// www.somosbacteriasyvirus.com/.

[12] Margulis, L. Origin of Eukaryotic Cells;Evidence and Research Implications for a Theory of the Origin and Evolution of Microbial, Plant, and Animal Cells on the Precambrian Earth. New Haven: Yale University Press. 1970.

Margulis, L. Symbiosis in Cell Evolution: Life and its Environment on the Early Earth. San Francisco: W. H. Freeman, 1981.

Margulis, L. Symbiosis in Cell Evolution: Microbial Communities in the Archean and Proterozoic Eons. 2nd ed. New York: Freeman, 1993.

Margulis, L. Symbiogenesis. A new principle of evolution rediscovery of Boris Mikhaylovich Kozo-Polyansky (1890–1957). Paleontological Journal 44 (2010): 1525–39.

Sagan, L. On the Origin of Mitosing Cells. Journal of Theoretical Biology14 (1967): 225–74.

[13] Kremer, H. The silent revolution in cancer and AIDS medicine. Xlibris Corporation, 2008.

[14] Funkhouser, L. J. y Bordenstein, S. Mom knows best: The Universality of Maternal Microbial Transmisión (Mami lo sabe mejor: la universalidad de la transmisión microbiana materna) PLOS Biology, 2013. https://doi.org/ 10.1371/journal.pbio.1001631.

* Jesús García Blanca es escritor e investigador independiente, especializado en engranajes de poder en el terreno de la salud, la ecología y la educación. Miembro fundador del grupo STOP VACUNAS. Ha publicado numerosos artículos y los libros: El Rapto de Higea (Virus, 2010), La Sanidad contra la Salud (Ediciones i, 2015), Vacunas: una reflexión crítica, en coautoría con el doctor Enric Costa (Ediciones i, 2015), Wilhelm Reich, inspirador de rebeldía (Cauac Editorial Nativa, 2019) y ha participado en el proyecto colectivo CoVid20, una radiografía del Covid19 y una ventana hacia un nuevo paradigma impulsado por Cauac Editorial Nativa (https://cauac.org /v20/). Colabora con la revista Discovery DSalud desde 2010 y administra el blog Salud y Poder.

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