Normalmente cuando se aborda la cuestión carcelaria se hace foco lógicamente sobre la población reclusa y sobre los efectos personales y sociales de esta maquinaria represiva. En esta ocasión hemos querido abordar la cuestión de la solidaridad en el ámbito libertario y antiautoritario, acercándonos a la realidad de un grupo de gente que trabaja para dar apoyo a las personas presas o denunciar y reflejar la realidad carcelaria, con sus ignominias, pero también sus luchas y resistencias.
Se dice que “Un movimiento que olvida a sus presxs está condenado al fracaso” ¿cuida el movimiento libertario la cuestión carcelaria?
Al movimiento libertario, como se ha podido ver recientemente en relación con las personas detenidas y presas por la “operación Pandora”, se le dan bien los gestos solidarios animados por sentimientos de afinidad y que se extienden espontáneamente, como en ese caso, a una amplia colectividad. En un primer momento, suele reaccionar dignamente en defensa de “sus” presos. Falla más en la acción a largo plazo, sostenida, consciente, organizada, y en la crítica amplia y profunda, al mismo tiempo práctica y teórica, del poder punitivo del Estado. En nuestra opinión, un movimiento anarquista real, que aspire a enfrentarse seriamente al régimen totalitario de dominación y explotación imperante, tiene que plantearse también seriamente la “cuestión criminal”, uno de los aspectos fundamentales de la “cuestión social”, o de la “cuestión del poder”, tal como se han configurado contemporáneamente. En primer lugar, como autodefensa de los oprimidos frente al sistema penal, que es uno de los principales instrumentos de la opresión. Nosotros no reconocemos la división entre presos políticos y presos comunes. Todos los presos son políticos, ya que la mera existencia del sistema penal es quizá la cuestión política “por excelencia” entre las que se han de plantear si se quieren discutir realmente las relaciones de poder vigentes: ¿Tiene el Estado derecho a amenazarnos, a imponernos pautas de conducta y a castigarnos si nos desviamos de ellas? Únicamente el derecho que le da la fuerza. No estamos de acuerdo en que se reivindique a los presos anarquistas como “presos políticos”, un grupo separado del resto de la población reclusa, con unos intereses particulares que defender por encima del interés común de los oprimidos en enfrentarse a la opresión y en unirse para poder hacerlo.
Como decía desde la cárcel la gente del MIL, la manera de solidarizarse con los presos anarquistas es continuar su lucha. Otra cosa es cómo se articula la afinidad política y personal de unas personas determinadas con otras, pero, si existe un movimiento anarquista, debe luchar por la abolición del Capital, del Estado y de su poder punitivo, cuya principal función es el sostenimiento de las condiciones de explotación y el debilitamiento constante de la subjetividad de los explotados y excluidos. Así que los presos del movimiento libertario son, según nuestra manera de pensar, todos los presos. Pero la presencia de los anarquistas en una supuestamente entablada “lucha anticarcelaria” ha sido más bien testimonial, propagandística, ideológica, de modo que formaría parte más de un catálogo de señas de identidad “libertarias” que de la práctica real de un movimiento realmente existente. Lo suyo se definiría mejor como una especie de sensibilidad anticarcelaria, que no se ha traducido en hechos apreciables. Todas las tentativas se han frustrado, entre otros factores, por ese problema del predominio de las apariencias sobre la realidad. El episodio más remarcable de esa presencia fue la llamada “lucha contra el FIES”, entre el 99 y el 2002, más bien un intento fracasado del que no se ha producido todavía el necesario balance de errores y aciertos. Desde entonces, las cosas no han hecho más que empeorar, en el sentido de que las apariencias, la autocomplacencia, han seguido primando sobre la práctica real. Desde el campo penal, por tanto, lo único que se ha visto del “movimiento libertario” ha sido una especie de espejismo, un verdadero fantasma, y se podría dudar de que exista realmente otra cosa.
¿Qué motivación os llevó a crear vuestra asociación y cuáles son vuestras principales labores?
No somos una “asociación” más que en el sentido de unas cuantas personas libremente asociadas en un proyecto común, determinado también de una manera muy libre, sin otra estructura que la coordinación con pocos formalismos de varios pequeños grupos de trabajo. Se puede decir que entre nosotros “la organización es la organización de tareas”. Tokata y Fuga empezó en Valencia como programa de radio a finales de los 80, y se estuvo emitiendo durante más de diez años con la colaboración sucesiva de una buena cantidad de personas en la calle y bastante participación desde dentro de las cárceles. Después, hubo una ruptura en Radio Klara y el Tokata fue uno de los programas que salieron. Se emitió luego algunas veces en Radio Kinkalla, un proyecto de radio libre que no fue más allá de una primera fase experimental y duró poco. Entonces, el Tokata se convirtió en un colectivo bastante informal que se implicó, por ejemplo, en el apoyo a la lucha contra el FIES, finalizada la cual, algunas personas decidieron encargarse de hacer un boletín que hiciera llegar a las personas presas comunicados, mensajes, reflexiones y noticias, en su mayor parte de otras personas presas. El boletín fue elaborado por diferentes personas durante algunos años, las cuales se implicaron, por ejemplo, hacia 2005-2006, en una propuesta de lucha contra las grandes condenas, hasta que dejó de salir.
Cuando llevaba bastante tiempo sin hacerlo, desde una asamblea que se había formado en el 2007 para tratar el tema de la solidaridad con la lucha de los presos italianos contra el ergastolo —la cadena perpetua italiana—, viendo su necesidad como herramienta de comunicación entre las personas presas, se envió a algunas personas voluntarias a ofrecer su ayuda a quienes habían estado haciendo últimamente el boletín, pero lo que esa gente les pidió fue que se hicieran cargo de todo el trabajo. Después de discutirlo un tiempo, se pusieron a ello y empezó en el 2008 la actual etapa, apoyando la propuesta de un grupo de presos de iniciar una campaña “contra la cadena perpetua legal o encubierta” sumándose a la iniciativa italiana de continuar un año más la lucha contra el ergastolo. Por entonces, el mismo grupo que hacía el Tokata propuso la creación de una comisión de solidaridad en la caja de resistencia colectiva existente entonces en Valencia, que se encargara del apoyo jurídico a presos en lucha. El grupo salió bastante quemado de su implicación entre el 2011 y el 2012 en la fracasada campaña “Cárcel=Tortura” y el boletín estuvo más de un año sin salir, por diversas circunstancias, dedicándose la gente a otras faenas, como la de participar en la asamblea de solidaridad que se encargó de las tareas de la citada comisión, al desaparecer la asamblea de la caja de resistencia.
En septiembre del 2013, algunas personas decidieron volver a empezar con el programa de radio y, unos meses después, un grupo de trabajo distinto, aunque coordinado con el de la radio, consiguió rehacer la lista de corresponsales y sacar otra vez el boletín. Otro grupo distinto, cuando el Ateneo Al Margen decidió suprimir la sección anticarcelaria de su página web, donde se solían colgar los boletines y las informaciones necesarias para elaborarlos, empezó a gestionar desde el 2010 primero un blog y luego una página web que han hecho desde entonces esas funciones. Últimamente han empezado las “ediciones Tokata” que en el último año han participado en la publicación de dos libros: “Un resquicio para levantarse” y “A un latido de distancia”. Resumiendo, bajo el nombre “Tokata” se agrupan un conjunto de instrumentos de comunicación al servicio de la lucha anticarcelaria: elaboramos y enviamos el boletín y mantenemos correspondencia con los presos que lo reciben; tenemos al día la página web tokata.info; hacemos semanalmente el programa de radio Tokata y Fuga; vamos sacando adelante las ediciones Tokata, y, finalmente, intentamos contribuir a organizar cierto apoyo jurídico, sobre todo a presos en lucha, dando prioridad a las grandes condenas, así como a denuncias por malos tratos y otras situaciones de abuso. Pero no formamos un grupo cerrado sino que intentamos coordinarnos entre personas y pequeños grupos que se han ido implicando en esas tareas. Lo cual no quiere decir que no nos hayamos puesto de acuerdo en lo fundamental, pero eso no lo vemos como una función “orgánica”, sino como el resultado de un debate permanente que también está entre nuestros objetivos contribuir a mantener abierto.
¿Cuáles son las dificultades más significativas con las que os enfrentáis en vuestro trabajo? ¿Cómo es vuestra relación con el entramado legal?
Nuestras tareas no son demasiado complicadas y tenemos bastante pericia en ellas, fruto de la experiencia, individual y colectiva. Las dificultades vienen del escaso interés que suscitan estos temas, en general y también en el gueto libertario en particular, la poca gente que se implica y el débil compromiso de la mayoría. El programa de radio se enfrenta a la dificultad de hacer que se oiga dentro, ya que lo impiden ciertas interferencias; se ha emitido durante algunas semanas en una radio municipal de Picassent, pero al final su “dirección” ha decidido dejar de hacerlo. El boletín se enfrenta a todos los obstáculos que pone la administración penitenciaria para impedir que les llegue a los presos. Con el entramado legal tenemos relaciones pragmáticas, ya que le damos gran importancia al apoyo jurídico, y también nos obliga a ello el esfuerzo por llegar a la gente de dentro, pues nos enfrentamos a menudo a intercepciones, intervención de “comunicaciones” y otras represalias a nuestros corresponsales. Además de que la información sobre temas legales también forma parte de nuestros objetivos.
Nuestra posición no es abolicionista ni garantista ni asistencialista aunque participe en parte de todos esos planteamientos. El nuestro es, por un lado, un planteamiento anarquista, pues nuestro objetivo a largo plazo no es la abolición de la cárcel, como un cambio a mejor dentro de la sociedad capitalista, ni la defensa de un sistema estatal democrático que garantice los derechos de los “ciudadanos”, sino la destrucción del Capital y el Estado, sin la cual no pensamos que se pueda acabar tampoco con el sistema punitivo. Y, por otro lado, es un planteamiento de autodefensa solidaria, basada en la autoorganización de los afectados por cada faceta del sistema penal. El cual amenaza a todos los oprimidos, y funciona en bloque, por lo que hay que atacarlo en bloque, no atomizados en grupos de interés, sino todos unidos por una solidaridad bien entendida, basada en el apoyo mutuo y la coordinación horizontal y en la idea compartida de que el interés general pasa por la desaparición del Estado y de todos sus instrumentos de control y dominación de la población.
Sin embargo, en ese contexto, nos parece que la defensa jurídica es una necesidad tanto de las personas presas como de las que intentan luchar en la calle. La maquinaria jurídico-penal está en funcionamiento permanente, queramos o no, y no se la puede combatir ignorándola. Si queremos sabotearla hemos de conocerla y ese conocimiento, dado además que ella se inmiscuye permanentemente en nuestras vidas, no puede ser sólo teórico. La indefensión de los pobres es un presupuesto de su funcionamiento, e intentar contrarrestarla, en contra de quienes piensan que implica reconocer las leyes del Estado y contribuir a su vigencia, para nosotros es crear una tensión permanente que lo que hace es debilitar la maquinaria punitiva, no apuntalarla. En todo caso, se trata de defendernos, y de ir fortaleciéndonos, a través de la práctica necesaria, hasta que llegue el momento de pasar a la ofensiva, no de contribuir a crear y explotar héroes y mártires.
¿Cómo es la relación con las personas presas? Imaginamos que será compleja y que a lo largo de los años habréis acumulando experiencias y enseñanzas al respecto…
La relación con las personas presas es difícil, sobre todo por la situación en que se encuentran, y porque la administración carcelera hace todo lo que puede para mantenerlas atomizadas entre ellas e incomunicadas de la calle, lo cual ha sido su principal objetivo estratégico al menos desde los tiempos de la COPEL. Para eso son las macrocárceles, el “régimen modular”, el FIES, el primer grado, los continuos traslados que sufren los presos “conflictivos”, las prohibiciones, intercepciones e intervenciones de comunicaciones, etc. Una dificultad añadida es que desde el gueto libertario se les ha vendido mucho humo a las personas presas, y ha habido, desde tiempo atrás, una especie de mitificación mutua, por la que desde la calle se suele mirar a los presos como una especie de “sujeto revolucionario” sustitutivo, mientras ellos asumen la existencia de un “movimiento” mucho más fuerte, consciente y articulado que el que existe verdaderamente. Todo lo cual, dada la alienación en que vivimos los individuos sometidos al actual régimen social, crea problemas para discernir la ficción de la realidad.
En no pocas ocasiones las personas represaliadas tienen que afrontar largas condenas lo que se contrapone también a menudo con la inestabilidad de los núcleos de apoyo exteriores. ¿Cómo veis esta cuestión y cómo creéis que se puede mejorar?
Eso de la inestabilidad es también un problema grave a cuya solución nosotros intentamos contribuir con los medios de que disponemos aportando lo que podemos a la articulación de un debate estratégico sobre la posibilidad y oportunidades de una verdadera lucha anticarcelaria. Tanto en lo que se refiere a la memoria de las luchas o intentos de lucha y a la reflexión sobre sus aciertos y errores, como al análisis permanente de las medidas represivas y preventivas que va tomando el Estado y a la investigación sobre qué se puede hacer para defenderse de ellas. Los presos con grandes condenas, veteranos de gran parte de los intentos de lucha que se han producido, son probablemente quienes han hecho contribuciones más valiosas a ese debate, y el diálogo entre ellos y con ellos nos parece la mejor manera de darle vida. En realidad, en el centro de nuestro planteamiento hay una idea propuesta por los propios presos en lucha en los llamamientos que dieron lugar a la campaña contra el FIES. Como decían en uno de sus primeros comunicados: “nos parece necesaria la creación de un espacio en el cual cada cual pudiere expresarse y participar en la planificación de la lucha contra la cárcel. Ello implicaría una autocrítica de los medios empleados y por lo tanto un no estancamiento de los mismos. (…) Creemos que es importante crear un espacio que nos permita comunicar entre todos. Nos permitiría romper con no pocos estereotipos y enriquecernos mutuamente. Unificarnos a partir de nuestras diferencias es el único modo viable de hacer frente a la represión. (…) En los aislamientos no nos falta combatividad. Nos falta coordinar nuestras propuestas. Vosotros, desde el exterior podéis ayudarnos a organizarnos, y, a partir del mencionado espacio, juntos promover acciones y reclamar que se cumpla la legalidad. Con vuestro apoyo creemos posible erradicar las torturas y malos tratos. Tenemos la convicción de poder hacer frente a los abusos, pero os necesitamos, nada podemos hacer sin vosotros salvo seguir pudriéndonos en la celda”.
Lo que nosotros pretendemos es contribuir a abrir y a mantener abierto un “espacio de lucha” de ese tipo, a “tejer una red de comunicación”, donde pueda desarrollarse un debate abierto entre los enemigos del sistema penal que proporcione, desarrolle y refine herramientas críticas, estrategias y tácticas para esa lucha. Nos importa mucho el realismo, el pragmatismo, y estamos en contra de los planteamientos meramente ideológicos, espectaculares, aparentes… Pensamos que la lucha social real no puede entablarse más que a partir del planteamiento de necesidades concretas y de la elección de los medios para atenderlas, desarrollados por los propios afectados en un contexto de autoorganización. Queremos fomentar el debate permanente entre todas las personas implicadas para que no se pierda ninguna experiencia ni enseñanza y, a ser posible, para ponernos de acuerdo, comprometernos unos con otros en proyectos realizables que se puedan transformar paso a paso, al hilo de la práctica y del diálogo, reflexionando colectivamente sobre aciertos y errores, objetivos a corto, medio y largo plazo, medios, procedimientos, tácticas que se pueden emplear para alcanzarlos, su eficacia, el uso que se ha de hacer de ellos… Contribuir a la formación de una conciencia colectiva, de una comunidad de lucha. Así es como entendemos también, en un plano más amplio, las posibilidades de que exista algún día de verdad un movimiento anarquista que merezca ese nombre.
¿Cómo afectan las cuestiones represivas tanto a la relación y el trabajo con los presos como vuestra actividad en general?
Los “servicios de información” del Estado prestan especial atención a todo lo que se mueva en este campo, y carceleros, policías, jueces y “medios de formación de masas” están muy dispuestos a criminalizar todo lo que se haga. El mero hecho de que los presos puedan comunicarse entre ellos y con la calle y ponerse de acuerdo para actuar juntos, debilita la acción de la máquina carcelaria y el poder punitivo e intimidatorio del Estado. Así que, en una situación de la que una de las principales finalidades es el control extremo de las personas sometidas a ella, no se puede evitar que éste se extienda también a la gente de la calle que se implique. Como sabemos por experiencia, cabe esperar que la represión y la manipulación informativa de la que no se puede separar hoy en día las acciones del sistema penal se empleen a fondo al menor indicio de lucha real. Hace falta prudencia, discreción y realismo, por lo tanto, y, en primer lugar, evitar crear fantasmas ideológicos y mediáticos dándoles el trabajo hecho a nuestros enemigos. Nuestra faena, tanto la de los “anarquistas” como la de la “lucha anticarcelaria”, es a largo plazo y son contraproducentes el afán de protagonismo y ese “inmediatismo”, tan típico entre los integrantes del gueto libertario, que no es más que la versión “subversiva” de la impaciencia neurótica por satisfacer todos “sus” deseos típica del ciudadano consumidor.
¿Qué creéis que os ha aportado vuestra labor en lo personal y también en una perspectiva de movimiento?
Nuestra labor nos ha aportado pocas satisfacciones narcisistas, porque de éxitos aparentes hemos tenido pocos, pero nos hemos mantenido en la brecha, hemos afirmado y reafirmado nuestros principios, hemos puesto en juego nuestras ideas teóricas y prácticas, hemos desarrollado algunas habilidades, hemos aprendido mucho sobre cómo funciona la máquina punitiva, hemos adquirido experiencia, hemos encontrado afinidad política y personal con alguna gente. A escala colectiva, aparte de lo ya dicho en las anteriores respuestas, pensamos que aún se puede aprovechar todas las enseñanzas acumuladas en intentos anteriores para aspirar a levantar, aprovechando las oportunidades que ofrezca el imparable proceso de descomposición social que estamos viviendo, al tiempo que un verdadero movimiento anarquista, una verdadera lucha anticarcelaria.
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