ENTREVISTA AL GLAD (GRUPO LIBERTARIO ACCIÓN DIRECTA)

En primer lugar, una cuestión que puede parecer obvia, pero que quizás no lo sea tanto ¿cómo definiríais el internacionalismo y qué formas concretas lo caracterizarían en la actualidad desde una perspectiva libertaria?

El internacionalismo, creemos, expresa sobre todo un deseo, el de encontrarse con los otros, con aquello que se desconoce o que no se comprende, que se entiende como diferente y con quien se intenta establecer un diálogo. En definitiva, subyace en el deseo internacionalista el anhelo por creer en un mundo basado en la diversidad, a la vez que el reconocimiento de la importancia de desarrollar una visión transformadora que integra a esa diversidad, que se manifiesta como una pluralidad de experiencias y necesidades.

Pero por otro lado, el internacionalismo responde a una necesidad objetiva, tanto de nuestra táctica como de nuestras propias ideas libertarias. En primer lugar, es evidente que en un mundo que ha sufrido varias globalizaciones capitalistas las luchas tienen que estar conectadas, del mismo modo que lo está nuestro enemigo. No se trata tanto de realizar campañas mundiales, como de construir un movimiento descentralizado que sume iniciativas locales en una resistencia global, aprendiendo unas de otras, apoyando cuando haga falta y sea posible, compartiendo experiencias, etc. Esta es una necesidad táctica que nos parece insoslayable. Pero además, desde una concepción anarquista de la libertad, como construcción social e histórica que necesita de la libertad de todas para poder ser real y efectiva, surge una vocación universalista del proyecto libertario. Bakunin sigue siendo necesario hoy en día a este respecto. Es decir, no vale que una región determinada alcance altas cotas de libertad, si en la de al lado sigue existiendo el capital explotador y el Estado dictador. Para empezar porque eso amenazaría la pervivencia de las conquistas alcanzadas y, después, porque supone un límite inmediato al ejercicio de éstas fuera de la zona liberada. Por todo ello y por lo anterior, a nuestro entender el anarquismo es necesariamente un proyecto universal, aunque a nadie se le escapan las dificultades en este sentido. Además, por la necesaria concurrencia de los fines y los medios, esto significa que tiene que ser internacionalista.

Pero, ¿acaso al hablar de internacionalismo no estamos reafirmando la idea de nación, con la división y homogeneización que comporta esta noción? Esta cuestión la han tratado en algunas regiones de manera mucho más exhaustiva que lo que se ha hecho en el estado español, y en este sentido se ha hablado de romper con la idea de lo nacional; de si avanzar hacia lo transnacional atendiendo a los territorios, o si, en realidad, simplemente debemos desterrar definitivamente dicha palabreja. Por nuestra parte, nada partidarios de la nación en cualquiera de sus formas, nos parece arriesgado tratar de olvidarnos tan rápidamente de ella, sobre todo cuando continúa existiendo y de una manera nada débil. Reconocemos que, más allá de nuestras ideas, existe una realidad concreta en la cual la mayoría de personas siguen identificándose como pertenecientes a alguna nación y que éste es un factor importante en la construcción de sus identidades, a nivel individual, y en la configuración de patrones culturales, a nivel colectivo. Así, por ejemplo, por muy transnacional o antinacional que se presente alguien, es más que probable que las personas de su entorno tiendan a atribuirle una identidad nacional, por mucho que esa persona la rechace. Esto es evidente cuando alguien va a residir a otro país y ve cómo se le aplica una etiqueta nacional genérica, sea ésta la que sea, pasando por encima de las diferencias que puedan existir en el interior de su país de origen o incluso de si se siente cómodo con esta etiqueta. O de si las rechaza todas. Como hemos mencionado, a menudo la idea de nación comporta una homogeneización de sus integrantes en el imaginario cultural.

Con nuestro internacionalismo no reivindicamos la nación, sino que reconocemos que es un elemento que está ahí, que no podemos obviar ya que produce unos determinados efectos. Y la manera de hacerlo es, creemos, no negando su existencia sino realzando la utilidad que reviste y para quiénes, así como por su calidad de ente construido socioculturalmente y situado históricamente. Un internacionalismo que orienta nuestra práctica en torno a la recuperación de la diversidad, no simplemente identitaria sino que principalmente experiencial, y que surge también como una herramienta analítica que nos sirve para comprender el ámbito histórico en el que buscamos la transformación social. Más allá de su dimensión como principio organizativo, es una herramienta que nos permite entender tanto la forma que toma la represión y la explotación hoy en día, como las necesidades en las que se buscan articular tales prácticas emancipatorias.

Igualmente, valga apuntar que el internacionalismo que defendemos no radica en ser una persona que esté informado de todo lo que ocurre en cada rincón del planeta, ni tampoco el estar involucrados sólo en las luchas globales o en apoyo de X pueblo en Y lugar del mundo, salvo las que se dan donde habitamos.

Apostando por una suerte de definición de lo que para nosotras sería internacionalismo, tenemos entonces que decir que es aquel deseo de reconocernos en los otros, a objeto de constituir una comunidad donde el otro se transforme en una parte del nosotros, un nosotros diverso.

¿Qué problemas o limitaciones veis como movimiento para que se afiance una práctica internacionalista?

En tanto entendemos el internacionalismo de la manera expresada arriba, vemos que el principal escollo para una práctica orientada en este sentido es la falta, en el estado español, de un deseo por estrechar lazos, de conocer lo que hay más allá de aquello a lo que estamos acostumbradas, etc.

Parece ser que estamos tan acostumbradas a lo que conocemos que no queremos tomarnos la molestia de ir más allá. A veces también se expresa bajo la excusa de que lo de fuera no es tan importante ante lo inmediato y próximo a lo que nos enfrentamos aquí. Pero esto significa no comprender que la idea misma del internacionalismo (libertario) no radica en una suerte de filantropismo acrítico o “buenrollismo” folclórico con todo lo que se mueva y parezca revolucionario fuera de las fronteras nacionales que nos constriñen. Pero esto, que existe y que se da en muchos círculos de manera generalmente irreflexiva, no podemos entenderlo como internacionalismo, al menos desde una perspectiva ácrata.

Internacionalismo no significa convertir al otro en el buen salvaje, sino más bien al contrario, entenderlo como un compañero con el cual se establece una relación basada en la horizontalidad como base. Y es desde este punto que podemos descubrir, quizá, que en algunas ocasiones, para aquellos problemas inmediatos y próximos, otra gente proveniente de otros entornos socioculturales puede tener alguna idea que nos sea útil, o que quizá ha pasado problemas similares, o que simplemente, al revés, seamos nosotras las que le podamos dar una mano. O, más comúnmente quizá, resulte que nos demos la mano mutuamente.

El internacionalismo hoy está marcado en buena medida por orientaciones ideológicas que provienen del marxismo y de las dinámicas históricas desarrolladas en el último medio siglo, a menudo con prácticas de solidaridad y apoyo a colectivos constituidos de forma jerárquica o autoritaria (en muchos casos condicionados por una dinámica represiva o de lucha armada), por el apoyo a formaciones políticas partidarias o a gobiernos populistas o progresistas ¿cómo valoráis esta cuestión y qué semejanzas y diferencias apreciáis con respecto a un internacionalismo de tipo libertario?

Como podréis deducir de nuestra manera de entender el internacionalismo, la horizontalidad, es decir, la simetría entre las partes involucradas, es un aspecto que consideramos fundamental.

En este sentido cuestionamos aquellas prácticas que se articulan a partir de una asimetría de poder, como los casos en que uno apoya a otro en virtud de la estrategia política. En este sentido, cuestionamos aquel internacionalismo que se suele revestir de antiimperialismo, que lleva a muchos grupos, particularmente de la izquierda, a apoyar a tal o cual debido a que se posicionan en contra del imperialismo hegemónico. Esto se traduce muchas veces a confundir el apoyo a los procesos populares impulsados por los movimientos de base con la acción de los gobiernos de los países subalternos.

Igualmente, cuestionamos aquel internacionalismo que se practica desde una postura asistencialista, que atiende a un conocimiento superficial del otro, al que se le identifica como un ente extraño y distinto del nosotros, con lo cual se imposibilita cualquier ocasión de reconocimiento mutuo. Así, tanto la identificación como, sobre todo, la resolución de los problemas quedan a discreción del “benefactor”, quedando aquellos a los que se pretende ayudar como meros sujetos pasivos en la relación que se establece.

Como podéis observar no concordamos en la manera de establecer el internacionalismo por parte de buena parte de la izquierda, en tanto que ésta suele darse en un marco de asimetría permanente y que, si bien muchas veces se manifiesta de manera inconsciente, no es puesta en cuestión. En este sentido, no es que el internacionalismo libertario esté ajeno a tal asimetría, pero ésta se encuentra habitualmente puesta en cuestión y discusión. En decir, la falta de horizontalidad en una relación internacionalista en el marco de relaciones del mundo libertario se materializa como un conflicto.

En lo que sí concordamos todas las internacionalistas es en los intentos de conformar una comunidad de lucha que trascienda las fronteras.

Por otro lado, quizá algo importante para responder a esta pregunta es no olvidarnos de las distintas formas del internacionalismo. Aunque desde el ámbito de lucha lo más común es enfrentarnos con los problemas que conlleva el internacionalismo marxista, es importante recordar que también existe una suerte de “internacionalismo capitalista” a veces expresado como “internacionalismo imperialista”. Los orígenes del internacionalismo liberal del siglo XIX continúan expresándose a través de las formas de organización del capital a nivel transnacional. El auge de la Unión Europea y de las organizaciones económicas internacionales ha supuesto un ataque al estado nacional que ha facilitado la explotación de los recursos a nivel global. Esto se ha manifestado, por un lado, en el debilitamiento de los movimientos tradicionales de izquierda a nivel nacional, mientras que ha acelerado el desmantelamiento del estado de bienestar. Pero esta forma del imperialismo, expresión ideológica de las necesidades del movimiento del capital, no está, en el fondo, opuesta al Estado; sino que más bien, podemos decir, se ha subordinado y fortalecido al estado nacional, en cuanto éste apoya la circulación transnacional del capital. La movilización contemporánea antiimperialista de la extrema derecha, que recupera la nación como sujeto revolucionario, hace aún más necesario desarrollar y aclarar el internacionalismo libertario como un horizonte en el cual se encuentran y se integran las distintas trayectorias socio-históricas en el terreno de la lucha anticapitalista y antiautoritaria.

Aunque sabemos que es una cuestión complicada, ¿cómo creéis que debería ser la práctica internacionalista libertaria o antiautoritaria a futuro y a qué campos o formas de acción debería apostar?

Creemos que es fundamental que exista al interior de nuestras organizaciones, así como también a título individual, el interés por establecer lazos con otras compañeras y organizaciones afines fuera de las fronteras, fuera de lo conocido por nosotras. Esto es importante para poder tener nuevas ideas dentro de nuestros marcos conceptuales, lo cual nos ayuda a evitar el anquilosamiento. Además, esto nos permite compartir las experiencias, los problemas y aciertos, como también poder desarrollar afinidades que nos permitan conocer los entornos que desconocemos sin estar ahí directamente.

Esto se traduce en apostar por bregar por un crecimiento del anarquismo a nivel global. Y esto se hace, creemos, estableciendo contactos con los afines, desarrollando proyectos que establezcan una práctica común y una generación de una comunidad global de lucha antiautoritaria.

Lo que decimos puede parecer algo imposible, pero existe, se está dando en este momento, y la cuestión pasa por cómo lo fortalecemos e intensificamos. Y cómo hacemos para tomar conciencia de que debería ser una parte de nuestro trabajo diario.

Ejemplo de esto que hemos mencionado podemos observarlo actualmente a propósito de la crisis y el empleo a nivel europeo. En circunstancias donde una cantidad relevante de coetáneos de una determinada región marchan a buscarse la vida a lugares en los cuales muchas veces no tienen ni redes sociales ni conocen el idioma, este hecho es un nicho en que las organizaciones libertarias pueden incidir. Así, por ejemplo, tenemos el caso de la FAU de Berlín, que cuenta con una sección de internacionales, que se comunican en inglés y que atiende a los problemas de ser migrante en la capital alemana. Algo similar han tratado de hacer los compañeros de la SolFed, en Reino Unido, que invitaban a través de las redes a que los migrantes españoles se acercaran a sus locales para que ellos les diesen una mano en un ambiente de horizontalidad y apoyo mutuo.

En este sentido, en un mundo donde la migración se ha convertido para los gobiernos en un problema contra el que luchar, pero a la vez es un imperativo por la necesidad de mano de obra, es un tema sobre el que se debería establecer algún tipo de trabajo transversal, en los términos internacionalistas que hemos estado diciendo. Así, por ejemplo, se podrían hacer esfuerzos en encontrar entre las migrantes a aquéllas que son más receptivas al mensaje libertario, que posteriormente podrían servir de enlaces con sus propias comunidades. Esto es, no partir de la base de que todo migrante es en sí un sujeto revolucionario, ni tan siquiera de izquierdas, sino tan solo aceptar que, como en la comunidad local, habrá sujetos más cercanos a nosotras que otras, y que al igual que en el caso de los nativos son con éstos con los que primero establecemos nuestros nexos y posibilidades de afinidad.

Otro campo sobre el cual trabajar desde una perspectiva internacionalista es el de compartir información y quizá trabajar en maneras de estructurar una labor comunicativa un poco más orgánica que el mero trasvase de hecho de un lugar a otro, de un idioma al otro. Esto se hace ya por medio de algunos colectivos de traductores, como el caso de los que han trabajado difundiendo las informaciones de la situación griega, así como también en parte procuramos hacerlo nosotras prestando colaboración con la Radio Anarquista de Berlín.

Y, finalmente, valdría la pena ver cómo poder articular de mejor manera y de forma más efectiva la respuesta colectiva e internacionalista en determinadas circunstancias. Cabría ver cómo realizar esta tarea de una manera mucho más práctica de lo que se ha hecho hasta ahora. En este sentido han obrado desde hace años los anarcosindicatos con piquetes en industrias transnacionales, así como también lo han hecho grupos de corte más insurreccional, con ataques en diversas partes del mundo a un mismo objetivo al que se quería presionar.

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