DONOSTIA, CAPITAL EUROPEA DE LA CULTURA EN 2016: LLAMAMIENTO A LA CONTESTACIÓN

Durante los últimos meses se han desarrollado en Donostia diferentes convocatorias, mesas redondas, asambleas y acciones que han reactivado el debate y la contestación a la Capitalidad Europea de la Cultura Donostia 2016. La difusión de un “Informe cuestionando la Capitalidad Europea de la Cultura de 2016” realizado por el Grupo contra el TAV, publicado tras una sonada acción reivindicativa que se llevó a cabo reemplazando el gran logo de la Capitalidad DSS2016EU que preside la bahía de La Concha por el lema “AHT TAV EZ” y una posterior mesa redonda sobre “Infraestructuras, TAV y Capitalidad Cultural 2016: ¿Transformación cultural o mercantilización de la ciudad?”, invitaba a relanzar un debate y un cuestionamiento social que desde hace algunos años apenas se producían entre los colectivos sociales de la ciudad. La iniciativa “2016 desokupatu” ha surgido así para crear un espacio de encuentro y comunicación desde el que se pueda hacer más fuerte el necesario combate en el terreno del pensamiento y también impulsar nuevas iniciativas, como han sido las jornadas organizadas bajo el lema “DONOSTIA EZ DAGO SALGAI! 2016 DESOKUPATU”. Partiendo de una voluntad clara de no colaboración con este evento, queremos por tanto animar a más gente a plantear batalla para que no solo nos quede la rabia por esta cuestión que asalta nuestra vida y encierra muchas de las claves del modelo de ciudad que se promueve, impulsando un debate y una respuesta social que desde algunos entornos se siguen mirando de soslayo, pero cuya presencia ya no se puede negar.

Capitales de la cultura

La idea de presentar la candidatura de Donostia a la “Capitalidad Europea de la Cultura del 2016 en España” tuvo su origen en la Oficina Estratégica de la ciudad, que desde el principio definió claramente cual era el objetivo, en la línea de una gestión urbana que se asimila cada vez más a la de una gran empresa: “Desde hace años se viene trabajando para desarrollar una Estrategia de Marketing de la Ciudad asociada a la calidad, la creatividad y la innovación (…) La apuesta de la ciudad por la candidatura a Capital Europea de la Cultura en 2016 es una excelente herramienta” para “crear una marca distintiva” y “diseñar la ciudad como marca cultural” con el fin de “situar a Donostia favorablemente en el mercado internacional de ciudades”, señala el Plan Estratégico de Donostia. Dicho documento llega incluso a sorprendernos cuando habla muy precisamente de “entender la cultura como punta de iceberg”. De modo que desde el principio nos encontramos ante una apuesta que bajo la retórica de lo cultural tiene que ver fundamentalmente con lo económico y el marketing urbano.

La “marca cultural” se ha convertido efectivamente en un factor comunicativo y comercial estratégico en la competencia entre las ciudades. La designación anual de Capitalidades Europeas de la Cultura era lanzada en 1985 por los ministros de cultura de la UE (Donostia 2016 sería la capital nº 53 o 54 junto con la ciudad polaca de Wroclaw), y desde la designación de Glasgow en 1990 todos admiten que este acontecimiento, igual que otros grandes eventos, se ha convertido de hecho en una estrategia de desarrollo económico. Suelen resaltar el caso de los ascensos de Lille y de Barcelona a lugares destacados en el sistema europeo de ciudades: en Lille, después de que se le negase la candidatura para acoger los Juegos Olímpicos, el ayuntamiento fue compensado con su designación como Capitalidad Europea de la Cultura en 2004; mientras que en Barcelona (que ya fue sede de los Juegos Olímpicos en 1992), la nueva oportunidad adquirió forma con el Fórum Universal de las Culturas celebrado el mismo año 2004, después de que se le negase ser Capital Europea de la Cultura para 2001… Y es que al parecer no importa el contenido (deportivo, cultural o tecnológico) del evento, sino que el objetivo es transformar la imagen de la ciudad e incrementar sus marcas de distinción para presentarse en el mercado como un territorio atractivo para los inversores internacionales, el ocio mercantilizado y el turismo. “Con la Capitalidad Cultural de Donostia 2016, igual que con la marca Gasteiz Green Capital y el Bilbao Guggenheim, lo que se busca esencialmente es atraer dinero, turistas, inversores”, advierte igualmente Unai Fernandez de Betoño.

Dicho esto, este tipo de macro-eventos se fundamentan igualmente en la descarada mercantilización de la cultura, que es otro de los sellos de nuestro tiempo (hasta el punto de que “nuestros sueños son estandarizados, nuestra imaginación industrializada, nuestra fantasía programada”, como advertía Ivan Illich). En este contexto, el Presidente de la Cámara de Comercio y de la Capitalidad “Marsella 2013” afirma que “por cada euro que los patrocinadores invierten en este evento van a recuperar 6 o 7”, indicando que “los elementos culturales son cada vez más sólo negocio”, como apunta el antropólogo Manuel Delgado. Pero no solamente es eso, sino que además, para Marina Garcés “la cultura se ha convertido en el principal instrumento del capitalismo avanzado”. En efecto, la superproducción de mercancías y servicios por industrias culturales y “creativas” en constante expansión (audiovisual, entretenimiento y multimedia, música, ocio, diseño y moda, arquitectura, turismo cultural, lujo, etc.) incrementa el poder que tienen las empresas para definir los valores (cultura, educación, información, bienestar) y afianza la hegemonía cultural del capitalismo, que también establece su dominio sobre la imaginación, los deseos y la motivación. Llegados a este punto, las fuerzas del mercado y las instituciones proclaman ahora abiertamente que el mundo de los negocios va a asumir un papel impulsor de todo el sector cultural para rentabilizar la explotación del “valor de las ideas y de su capacidad para generar beneficios”. Sin ir más lejos, el proyecto Donostia 2016 es muy claro respecto a esta síntesis de la cultura y de los negocios: partiendo del Patronato de 2016 (formado por el Ayuntamiento, la Diputación, el Gobierno Vasco y el Ministerio de Cultura), insiste en buscar patrocinadores privados para promover la creación de una Fundación Empresarial por la Cultura y la Creatividad, precisando además que la “vinculación entre el mundo empresarial y la cultura” se plantea “sin renunciar a nuestros objetivos, valores y propuestas creativas, entre otras cosas porque es esa creatividad, y son esos valores, los que resultan altamente atractivos para las empresas”.

Por otra parte, David Harvey analiza en un texto titulado “El arte de la renta: la mercantilización y la globalización de la cultura” las denominadas “capitales culturales” y los procesos bajo los que las élites urbanas sistematizan, capitalizan y se enriquecen a costa de la producción simbólica de base ciudadana que se genera en los entornos urbanos y las metrópolis. En esta perspectiva, se observa que Donostia 2016 actúa ya como como un poderoso dispositivo de captura de las dinámicas ciudadanas; nos referimos a que en muchos casos “monitoriza” actividades que hasta ahora se producían autónomamente (tal y como sucede por ejemplo en el festival anual “Olatu Talka” promovido por el 2016), tratando en suma de recuperar, espectacularizar y rentabilizar el potencial creativo y las capacidades de los movimientos de base al servicio de la marca 2016. Por este camino, la sobre-programación cultural deviene finalmente monopolio y pretende alcanzar una movilización total de la ciudad hacia un solo proyecto en el que todo debe entrar a formar parte de Donostia 2016, como si fuera un “rodillo compresor” al que nadie debe escapar (como nos decían los compañeros de Lille acerca del dispositivo de “Lille 2004”) o un verdadero chicle que nos han pegado a todos.

En este ámbito, Donostia 2016 está desarrollando de hecho toda una serie de proyectos que penetran en el mundo asociativo, desde las más selectas agrupaciones gastronómicas a las asociaciones de vecinos, generando una amplia red de relaciones clientelares que buscan “profundizar” en lo social para involucrar a todas las dinámicas ciudadanas posibles. De esta manera, “cada opción, debidamente organizada y neutralizada, es movilizada y puesta a trabajar” para que funcione toda la maquinaria, ofreciendo a su vez una experiencia despolitizada de la libertad y de la participación que neutraliza de modo sutil cierta idea de protesta que conllevan implícitamente muchos movimientos sociales urbanos. Por eso, en la programación de Donostia 2016, junto a los “grandes acontecimientos” concebidos “a fin de adquirir una gran dimensión social e impacto internacional, con mayor capacidad de movilización ciudadana y atracción turística”, se integran asimismo toda una serie de elementos y actividades heterogéneas, como son la organización de un encuentro internacional “¿Podemos vivir sin dinero?” sobre “posibles modelos económicos menos monetaristas”, la creación de una “divisa alternativa DSS016EU”, o la realización de un pretendido “Congreso de iniciativas de auto-organización popular”, entre otros muchos ejemplos.

Es más, para Andeka Larrea, el marketing de ciudades y la propaganda que se generan en torno a un evento como DSS2016EU se vuelven altamente manipuladores: los discursos de la paz y la convivencia, la sostenibilidad, la llamada a “movilizar las emociones”, los laboratorios de participación ciudadana, la creatividad, la innovación y la gestión de la diversidad, son exactamente los mismos en todos los casos y tiran sus mimbres de las grandes falacias del urbanismo neoliberal contemporáneo, que hace desaparecer del espacio público los antagonismos de clase, borra las expresiones de la cultura autónoma, relega la conflictividad social y silencia las resistencias para convertir el espacio urbano en pura mercancía. En el fondo -nos explica Andeka-, el capitalismo “cognitivo” busca nichos de negocio cada vez más íntimos, cada vez más invasivos, de manera que se trata de alterar las formas de vida de la población urbana -el habitar una ciudad significa tener un modo de vida-, generando “nuevos imaginarios urbanos que vienen a imponerse como hegemónicos, íntimamente ligados a la despolitización y fácilmente consumibles, para que nuestros cuerpos también se conviertan en productores de capital simbólico”. Es decir: “Con mi presencia, mi cuerpo es utilizado simbólicamente para generar plusvalía, genero plusvalía si se me identifica como un valor en el espacio de la ciudad-marca. Por eso la marca necesita nuestra implicación y movilizar la ciudadanía hacia el punto de referencia preparado estratégicamente por los profesionales del marketing para capturar las micro-plusvalías que uno genera si forma parte directa o indirectamente de un evento o de una ciudad-marca (…) Significa asumir unos modos de comportamiento que alteran nuestras maneras de habitar la ciudad y de representarnos simbólicamente, para interiorizar el modelo de ciudadano en el que los urbanistas y los planificadores desean que todos nos convirtamos, y que viene a ser el turista”. En el mismo sentido, se ha escrito desde colectivos como Espai en Blanc que “una marca esconde una brutal simplificación de nuestra historia y de nuestra memoria”, o que “Lille 2004 ha querido instituir un modo de vida”. “Ni se habla de aquellas personas y colectivos que quedan fuera y son invisibilizados por la fuerza”…

Todo lo que acabamos de exponer habrá parecido un poco negativo, pero insistimos, no es más que una puesta en guardia para evitar caer en la trampa de discutir sobre el “programa cultural” de la Capitalidad sin perspectivas políticas. En cuanto a esto, disentimos de la actitud de aquellas personas que, seducidas por la engañosa idea de “aprovechar la oportunidad”, ocupan un lugar ciego, sin expresar ningún posicionamiento crítico, dando lugar a un acomodamiento que se traduce en la propuesta de algunas iniciativas particulares incentivadas a ser posible institucionalmente. En este caso, el debate es soslayado porque se pretenden ignorar las determinaciones que dan sentido al conjunto del evento. “Cuando te venden un concierto en la calle, muchas veces gratis, no parecen vender nada…pero están vendiendo tu ciudad”, nos decían los compañeros de Lille.

El crecimiento galopante del turismo

La Capitalidad 2016 es actualmente la más potente herramienta para la promoción turística de Donostia y encubre el servilismo con el que los políticos y gestores municipales están poniendo los recursos y el espacio público a disposición de los lobbies económicos que operan en la ciudad. Ciertamente, es conocida la larga tradición de Donostia como ciudad mercantil y turística, aunque con períodos de industrialización de pequeñas y medianas empresas, lo cual ha legado un grado de turistificación notable. Aun así, resalta el protagonismo cada vez mayor adquirido hoy en día por la industria turística y por el comercio más poderoso, que están transformando cada día más la ciudad en una vasta zona turística, de ocio y comercial. De hecho, asistimos a una masificación y mercantilización sin precedentes del espacio urbano, convertido en un lugar codiciado por todas las grandes firmas comerciales (siendo la Capitalidad del 2016 uno de los motivos de su interés por una “ciudad con alto nivel económico y con grandes flujos de visitantes franceses y turistas”); a la inflación de proyectos hoteleros y “residencias-hoteles”, pensiones y apartamentos turísticos; así como a la ampliación del territorio turístico, prevista en un primer plazo desde Gros a la zona de Tabakalera (la gran “infraestructura cultural” de Donostia 2016 o “Centro Internacional de Arte Contemporáneo” actualmente en construcción); a la vez que se incentiva desde el Ayuntamiento la modernización de locales comerciales y hosteleros rebajando las tasas e impuestos municipales con el objetivo de “mejorar la imagen de la ciudad de cara a 2016”. Así las cosas, no existe voluntad para que la industria turística encuentre regulaciones y límites eficaces, sino que solo conocemos planes de expansión y felicitaciones por las “cifras record” que se van alcanzando, cuando no porque Donostia ha aparecido en la prensa internacional y en una lista de las “mejores ciudades del mundo” publicada por la CNN empatada en el quinto lugar, “siendo probable que se haga aún más popular pronto, ya que será Capital Europea de la Cultura en 2016”. Al tiempo, el proyecto DSS2016EU apuesta por desarrollar una campaña para comercializar Donostia en todo el mundo y establecer un nuevo hito en el crecimiento del turismo vinculado a una clase media internacional opulenta, pasando de cerca de un millón de pernoctaciones hoteleras registradas en Donostia en 2013, lo que supuso un record histórico, a 1.400.000 en Donostia en 2016 a la vez que a “2.500.000 en el entorno metropolitano”.

Por supuesto, ni se habla de las consecuencias de semejante incremento de la actividad turística (la ratio de turistas/habitante en Donostia alcanza ya el 57% de la de Barcelona). Cabe destacar el aumento de las desigualdades sociales que comporta en una comarca con una parte importante de la población en situación de pobreza (se estima que más de un 11% de la población de Donostialdea, una de cada nueve personas, dedica a su alimentación diaria del orden de 2,00 euros/persona, muy aproximadamente el precio de venta de un pintxo, emblema o atractivo turístico asociado a la marca Donostia); el reparto absolutamente desigual y el acaparamiento de los beneficios que se generan en el sector de mayor precariedad, sobreexplotación y chantaje laboral que es la hostelería (¿qué sucederá, por ejemplo, con los supuestos beneficios de 200 a 250 millones de euros que la Capitalidad va a generar para la ciudad?); o los problemas que ya se están planteando en zonas como la Parte Vieja a consecuencia del secuestro del espacio público y las concesiones a los lobbies del turismo y la hostelería (un buen ejemplo lo tenemos en la nueva “ordenanza municipal de terrazas” denunciada por la Asociación de Vecinos porque “cede a la industria del ocio y del turismo, con el sector de la hostelería a la cabeza, la ocupación y privatización de una buena parte del espacio público de la ciudad”). En suma, está constatado que en las ciudades que desarrollan un turismo masivo se perjudica la habitabilidad y se refuerza la sensación de expulsión de una buena parte de la población porque en ciertos aspectos la vida se vuelve insoportable (masificación, pérdida de relaciones vecinales, carestía de la vida y de la vivienda, desaparición del comercio de proximidad). Por no hablar de la limitación de los mecanismos de protesta (incluidas las ordenanzas de civismo) que han ido preparando esta escena urbana para desocuparla del conflicto social y de lo que quedaba de la independencia de los vecinos.

De forma que, más allá del “Tourist, remember, you are in the Basque Country”, también creemos que ha llegado el momento de plantear algo más –como decía Gorka Bereziartua en ARGIA.

Las empresas tecnológicas al asalto del 2016

Aprovechando el tirón del 2016, las cosas se están precipitando igualmente en el campo de la innovación y el desarrollo de la denominada “Smart city” o “ciudad inteligente”, que ha pasado bajo la dirección de Fomento de San Sebastián a formar parte de la agenda municipal en muy poco tiempo y sin haberse realizado ningún debate público. Presentada con ese optimismo que siempre acompaña a los grandes negocios, la Smart city es un concepto promovido por las corporaciones tecnológicas para poner las ciudades al servicio de su gestión mercantil, basada en la centralización informatizada de datos recogidos por miles de sensores y dispositivos de control que permitirían lograr supuestamente una mayor eficiencia y sostenibilidad urbana. Pues bien, el gran pistoletazo de salida en esta materia se ha producido en Donostia el pasado mes de julio con la visita realizada a la ciudad por el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, quien antes de cerrar su gira en la sede del 2016 firmó un solemne acuerdo de colaboración con el Ayuntamiento para “fomentar la colaboración público-privada en ámbitos como la Smart City, la transferencia de tecnologías y las nuevas oportunidades de negocio que pueden generar las dos ciudades como Capitales Europeas de la Cultura y la Innovación”. Desde entonces, una importante empresa del sector de las tecnologías de la Información (Ikusi) se ha puesto rápidamente manos a la obra para coordinar el plan Smart City de Donostia y desarrollar a modo de experiencia piloto la “Smart kalea” en la Calle Mayor de la Parte Vieja; a la vez que Tecnalia y otros centros tecnológicos también trabajarán con el Ayuntamiento para el desarrollo de iniciativas de cara al 2016, explicando además sus promotores que estos proyectos se sitúan como “elemento central de la Estrategia de crecimiento Europa 2020”.

Denunciamos por tanto que de esta forma se está imponiendo de facto el despliegue unas tecnologías que muchos estudios ponen por el contrario en cuestión, advirtiendo de las implicaciones políticas y sociales del modelo de “ciudad hiper-conectada” que se promueve y que se traducirá irremisiblemente en nuevas formas de control social y desigualdad. A este propósito, en un debate acerca de “Marsella 2013 en cuestión, ¿Qué Capitalidad Cultural?”, el redactor de la revista “Agône” Eugène Benoît manifestaba justamente acerca de la innovación tecnológica que se invoca en las versiones más desbocadas de las capitalidades culturales: “La Estrategia de Lisboa, crear una Europa competitiva bajo la égida de la sociedad del conocimiento, a fin de cuentas, es un proyecto patronal que encuentra sus primeros orígenes en un informe de la mesa redonda de industriales europeos, que es el principal lobby de las multinacionales en Bruselas y que describe qué es esta sociedad en la que la creación de empleo se produce por la competitividad y la innovación: se trata de una economía en plena ebullición, influenciada por productos y servicios siempre cada vez más recientes y supuestamente con más prestaciones, que continuamente convierten a los productos más antiguos en obsoletos, al igual que los empleos con los que están relacionados. En el sentido patronal del término, la creatividad es esto: es decir que vas a tener que reciclarte continuamente, adquirir nuevos conocimientos o procedimientos, y estar sometido a la inseguridad del empleo continuamente. Es la sociedad de la inseguridad, a la que se le da un paraguas cultural, un disfraz cultural”… En esta misma lógica, los compañeros de Lille también nos contaron que la Capitalidad Europea de la Cultura “Lille 2004” sirvió como de palanca para volcar su ciudad hacia las nuevas tecnologías, hasta el punto de que la cultura es utilizada actualmente para apoyar las estrategias de desarrollo económico de las empresas tecnológicas que organizan eventos de hibridación entre arte y tecnología, realidad y virtualidad, ser humano y máquina.

Tras la convulsa gestión política de la capitalidad

La candidatura de Donostia a la Capitalidad 2016 fue impulsada a partir de 2009 por el alcalde Odón Elorza (PSOE) y despertó inicialmente reacciones sociales y expresiones de rechazo, surgidas ante la hipocresía del Gobierno municipal que alardeaba de “participación”, convivencia en paz y de promoción de la cultura vasca en el proyecto DSS2016EU. Entonces se sacaron pegatinas con el lema “Donostia Capital de la Tortura” y otras que denunciaban la “Cultura del Capital”, llegando varias comisiones de fiestas, asociaciones de vecinos y agrupaciones de defensa del euskara a convocar en el año 2010 una manifestación que se realizó bajo el lema “Tantos mensajes…tantas (2016) MENTIRAS!” ante el tamaño que estaba adquiriendo la campaña de marketing orquestada por el Ayuntamiento. Sin embargo, aquel incipiente movimiento no tuvo tiempo para consolidarse: desde el momento en que el jurado europeo proclamó en junio 2011 vencedor al proyecto DSS2016EU (frente a otras 21 ciudades españolas que también presentaron su candidatura), Bildu asumió el proyecto y el antagonismo se diluyó, frenado rápidamente por el cambio de la situación política. El PSOE acababa de perder las elecciones municipales celebradas justo un mes antes y se avecinaba la declaración del cese definitivo de la lucha armada de ETA, cosa que el propio jurado europeo tuvo muy en cuenta a la hora de designar Donostia para la Capitalidad, destacando la “inteligencia del proyecto de San Sebastián al poner la cultura como un elemento al servicio de la paz”.

Más adelante, sucedió que las disputas partidistas y las acusaciones de “falta de liderazgo” en la gestión de la Capitalidad llevada por Bildu fueron progresivamente en aumento, hasta que los ataques lanzados sobre todo por el PSOE, con Odón Elorza a la cabeza, llegaron a provocar una fuerte crisis que estalló finalmente en abril del 2014 cuando la directora general de la Oficina de 2016 presentó su dimisión culpando a la “batalla política entre partidos” del “bloqueo” del proyecto, a lo que siguieron la renuncia de la directora de comunicación y la destitución de la directora cultural, dejando a todo el tinglado sin dirección alguna. Ahora bien, la respuesta a la crisis fue un completo cierre de filas a favor de la Capitalidad y supuso un verdadero punto de inflexión: realmente, la crisis tuvo el efecto de investir al Gobierno municipal de Bildu de su misión institucional para desarrollar plenamente este proyecto tan ambicionado por los lobbies económicos y las élites gestoras de la ciudad. Efectivamente, éstas fueron entonces reunidas en una comisión de “coordinación” creada por el Gobierno municipal con el objetivo de “aprovechar al 100% las oportunidades que ofrece la Capitalidad” (se trata de una comisión formada por varios “pesos pesados” de la administración municipal, como son el director de la Oficina Estratégica y los directores de Fomento, Turismo y Cultura, junto con la exjefa de Gabinete de la Alcaldía de Odon Elorza). Desde entonces, se ha producido un cambio de tónica general en la gestión política de este asunto: a partir del mes de junio se observa por ejemplo que el alcalde se ha prodigado en viajes a Dallas, Bogotá, Barcelona, etc., a fin de presentar junto con delegaciones de empresas y de Donostia 2016 “las oportunidades de negocio que proporciona la ciudad a través de la concentración de centros tecnológicos, los proyectos empresariales en el marco de las Smart cities y la celebración de la capitalidad Europea de la Cultura 2016”. Asimismo, la polémica designación de un nuevo director general de la Capitalidad Cultural que no sabe euskara ha sido reveladora de esta deriva.

Finalmente, es preciso señalar que el partido político Sortu también ha elaborado un documento (“Donostia 2016 Europako Kultur Hiriburuaren inguruan jarrera argitzen”) en el que trata de aclarar y justificar su postura ante este dilema que perjudica inevitablemente a su imagen de fuerza política transformadora. Reconociendo que en el proyecto de la Capitalidad “se impulsan dinámicas como las grandes infraestructuras, la mercantilización, el fomento del turismo masivo”, añade que “podría decirse que las Capitalidades Europeas de la Cultura son concebidas desde el capitalismo financiero”. No obstante, enseguida destaca que el proyecto tendría “una gran potencial para difundir ante la comunidad internacional y la sociedad vasca el mensaje de la izquierda abertzale en la cuestión de la resolución del conflicto”, a la vez que se ampara en los “valores progresistas contenidos en el proyecto cultural” para llamar a “implicarse y participar lo más posible”. De forma que, salvando “algunas características de este instrumento que no nos gustan y no quisiéramos legitimar”, concluye que “desde el principio los prejuicios han guiado a muchos de nosotros ante la Capitalidad Europea de la Cultura”, aunque también propone “poner límites a quienes pretenden orientar el proyecto hacia la mercantilización cultural y hacia un modelo de ciudad contrario al nuestro”. El documento es a nuestro juicio contradictorio y refleja la existencia de diferentes opiniones en el seno de la izquierda abertzale.

En todo caso, el problema es que si los planificadores obtienen plenamente sus objetivos, para Donostia habrá un antes y un después de la Capitalidad. Entonces, ¿cómo concretar una línea de acción? ¿Cómo desocupar la marca 2016 que se nos impone para contraponer otros imaginarios de ciudad? ¿Qué posibilidades tenemos para oponer resistencias desde el espacio real –estrecho y complicado– en el que la contestación a la Capitalidad debe moverse hoy en día?

NOTAS (ALGUNOS DOCUMENTOS Y ENLACES):
– Blog de información: 2016desokupatu.wordpress.com
– Contacto: 2016desokupatu@gmail.com
– “Cuestionando la Capitalidad Europea de la Cultura Donostia 2016”. Grupo contra el TAV. 2016desokupatu.wordpress.com
– “Encuesta Ciudadanista 2016”: ihec2016.wordpress.com
– “Capitalidad Europea de la Cultura de 2016 en Donostia: Documento Final”.
– “Donostia 2016: Hegemonia eta simulazioa”. Andeka Larrea, ARGIA Urtekaria 2015.
– Intervención de Andeka Larrea en la mesa redonda sobre “Donostia 2016 y modelo de ciudad”.
– Lille 2004. “La Fête est finie”. Editions La Brique. http://lafeteestfinie.free.fr/
– “L’Enfer Vert”. Ce que nous résèrvent les écolo-technocrates à partir de Lille-Métropole. Autor: Tomjo. Badaboum Editions.
– “Barcelona 2004: el fascismo postmoderno” (publicado por Espai en Blanc con motivo del “Foro de las Culturas” celebrado en Barcelona en 2004).
– “Abrir los posibles”, Marina Garcés.
– “Marseille 2013 en question. Quelle capitale culturelle?”. Tabasco Video.
– “Crítica razonada al turismo de masas”. Entrevista a Rodrigo Fernández Miranda. Alba S

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