EL OTRO AZNAR

Alejo Aznar, 33 años, seropositivo y pobre, vivía y dormía en la calle en Getxo, uno de los municipios más ricos de Euskadi. Seguramente alguna vez oyó decir eso de «España va bien», pero andaría demasiado ocupado buscándose la vida como para prestarle atención. El 24 de abril, mientras dormía en el pórtico de una iglesia, un grupo de jóvenes le golpeó hasta matarlo. El siguiente texto lo hemos encontrado pegado en una pared de Getxo.

Alejo no tenía bandera

Y «es una pena», porque si la hubiese tenido…

– Podría haber sido una «víctima del terrorismo» si hubiese sido socialista, o del PP, o empresario…
Y habría tenido un funeral importante, con mucha TV, y rostros importantes…

– O podría haber sido una «victima de la violencia policial o de los aparatos del estado», si hubiese sido un militante abertzale…

Y habría tenido un funeral con txalaparta, ikurriñas con lazos negros, y alguna barricada…

– O, incluso, podría haber sido una víctima del racismo, si hubiera sido «negro», «moro» o «gitano»…
Y los miembros de su comunidad le habrían dado su último adiós…

– Pero sólo era un chaval seropositivo sin techo, un «drogadicto de mierda». Si se drogaba o no, si había intentado encontrar un curro, si estaba en tratamiento de metadona… es lo de menos.

– No estudiaba en ninguna universidad, ni pública ni privada. No militaba en ningún partido ni sindicato. Por supuesto, no llevaba ropa de marca.

– La única ropa que exhibió era un jersey quemado, del penúltimo ataque, cuando le quemaron. Según me ha contado una persona que le vio, a las 5 de la mañana corria en calzoncillos gritando que le querían matar, mientras salía una gran humareda del lugar donde tenía las mantas en las que estaba durmiendo.

– La verdad es que siento rabia e impotencia. No por él, que ya ha dejado de sufrir. Es por mí, por nosotros. Porque vivimos en una sociedad llena de hipocresía, donde las personas nos importan bien poco, y donde las víctimas se las mide con distinta vara según sean de «los buenos» (los nuestros) o «los malos» (los otros).

– Creo que somos bastantes los que no queremos dejarnos llevar a estas batallas de buenos y malos.

– Creo que somos bastantes los que estamos preocupados y avergonzados por cómo ha muerto, por cómo han asesinado a Alejo.

– Es fácil que en poco tiempo cojan a los autores materiales del asesinato, los juzguen y los condenen. Pero a quien no van a coger ni a juzgar es una buena parte de los que miran hacia otro lado porque, total, estaba terminal, y ya había vivido más de los dos años de plazo que le habían dado los médicos. O los que no van a montar ningún numerito, porque si la víctima es «una escoria» no vende.

– La verdad es que me gustaría que a Alejo se le hiciera una despedida digna en el barrio, en Romo-Las Arenas, en la que le pudiésemos decir adiós masivamente los que le conocimos (…).

R. M.

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