Este año se ha celebrado la 55 edición del Festival Internacional de Cine de Berlin. Un evento «cultural» perfectamente instalado en la cadena de una industria, la cinematográfica, que utiliza escaparates más o menos glamurosos como este para añadir un toque de distinción a un producto destinado finalmente al consumo de masas.
Aún así, entre los muchos films que se proyectan, tanto en la sección Oficial, como en las paralelas (o especialmente en éstas) siempre se pueden encontrar algunos trabajos interesantes. Este año destacamos dos: «eviannaïve», alemana y «On the objection front», de Israel.
Eviannaïve
Su título hace referencia a la cumbre y contra-cumbre del G-8 de 2003 en Evian (Suiza). De una parte, los ocho países más poderosos del mundo representados por Bush, Putin, Blair, Chirac, Schröder, Berlusconi y los presidentes de Canadá y Japón, por la otra, miles de personas también dispuestas a hacer oir su voz. El documental se centra en estos últimos, en concreto en quienes se reunieron en la Acampada Intergaláctica, auténtica «zona temporalmente autónoma» poblada por miles de personas desde la que se planea el asalto o el bloqueo de la cumbre. Ahí se pone enseguida de manifiesto la dualidad acción directa violenta o no violenta.
En mi opinión, el documental muestra con bastante fidelidad esa atmósfera especial de libertad, alegría y utopía que se crea en este tipo de concentraciones. También se puede observar la evolución del grupo de militantes de attac, escogidos como hilo narrativo del documental, desde que salen de Alemania hasta que vuelven a casa, tras haber intentado bloquear la cumbre y enfrentarse a la violencia policial.
«Yo querÍa ser un héroe»
Este es el título original de un documental que fuera de Israel se verá con el título de «En el frente de la Objeción». Un documental en el que seis ex-oficiales del ejército de Israel explican sus motivos para no servir fuera de las fronteras de Israel, es decir, dentro de los territorios ocupados de Palestina. En su opinión, aquello «no tenía nada que ver con la defensa del Estado de Israel, sino que su intención era la de expandir las colonias al precio de oprimir a la población local palestina».
Este movimiento de objección comenzó en 2002 con la publicación de un manifiesto, del que está extraída la cita anterior, y ya son más de 600 militares quienes lo han firmado, de los que casi la mitad han tenido que pasar después por la cárcel. Sus testimonios son valientes y duros. Hablan de muertes sin sentido y de torturas, incluso a niños, contempladas en primera persona. También habla de otros niños que soñaban con ser héroes para su patria, Israel, y que ahora se avergüenzan de haber colaborado del lado de la injusticia. Uno de los seis entrevistados es el capitán Tomer, de 28 años, quien tras ocho de servicio en la aviación, fue expulsado al firmar el manifiesto. Ahora trabaja de jardinero en Londres. Afirma: «Aquí soy un héroe, allí un traidor».
Otra parte importante de este documental consiste en reflejar la reacción que la actitud de estas personas ha despertado en la propia sociedad israelí. La misma directora del film tuvo que oír de parte de su familia, tras contemplarlo: «A pesar de todo, te queremos». Su propio padre le comentó: «Creo que tienen razón, pero no les apoyo». En cierto modo, esto refleja también un conflicto generacional. Los más mayores están con el Estado, por las vicisitudes que ha pasado Israel, mientras que los más jóvenes han vivido otro Israel, más afianzado y también más verdugo.
Un film autocrítico, pensado para la sociedad israelí, pero que desgraciadamente ésta no verá. Pese a su éxito en el pasado Festival de Cine de Jerusalem, donde incluso resultó premiado, no recibió ninguna oferta ni de televisiones, ni de distribuidoras cinematográficas de Israel.
Puedes encontrar más información en inglés sobre este documental en: www.objectionfront.com y sobre los objetores en www.seuv.org
Retrospectiva: «Vendiendo democracia»
Se suele afirmar que la guerra es la continuación de la política por otros medios. El Plan Marshall supondría entonces la vuelta de lo político tras el paréntesis militar de la II Guerra Mundial. EEUU se enfrentaba en 1945 a un doble problema: su capacidad industrial estaba intacta, pero la Europa arrasada no tenía capacidad para comprar sus productos. Por otra parte, la Unión Soviética era la competencia en la nueva fase de la Guerra Fría. A esta doble situación se intentó poner remedio a través del Plan Marshall. Una inyección de miles de millones de dólares para condicionar la reconstrucción de Europa hacia un modelo política y económicamente en sintonía con el norteamericano. Junto al dinero invertido en crear infraestructuras, también se dedicó una parte de él a financiar más de 200 films de unos 15 minutos de duración, que se proyectaban en los cines antes de los largometrajes o en los centros educativos.
En la Berlinale de este año se han proyectado muchos de estos mediometrajes dentro del ciclo «Selling democracy» (Vendiendo democracia). Los han agrupado en tres temas:
– Films de reorientación: los primeros muestran los horrores y crímenes del nacionalsocialismo, posteriormente se dedicarán más a criticar la falta de libertad del comunismo y las ventajas de la economía de libre mercado y de la democracia parlamentaria. Algunos títulos: Die Todesmühlen (1945) y Nürnberg und seine Lehre (1948).
– Un segundo grupo lo forman los filmes propios del Plan Marshall, desde documentales formativos especializados (en agricultura, por ejemplo) a custiones más generales, como Marketing (1953) o Men and Machines (1951), este último una loa a la mecanización en la producción.
– El tercer y último bloque lo forman las películas creadas en la Alemania del Este como crítica al Plan Marshall o como alabanza del propio sistema: Brigade Anton Trinks (1952), sobre el aumento de producción en las minas, Kampf um Wasser (1950), acerca de las ventajas que traerá un nuevo pantano o Mädchen mit dem Schraubenzieher (1949), que promociona la incorporación de las mujeres a la industria.
50 años después se puede afirmar que el Plan Marshall fue un auténtico éxito. George Marshall, ministro de asuntos exteriores de EEUU, se convirtió en el primer ex-general que recibió el Premio Nobel de la Paz (1953) y hoy en día en Europa consumimos toda la basura que nos llega desde EEUU (y encima pagamos por ella).
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