DE REPENTE…

De repente se despertó. Hubiera jurado que estaba durmiendo, pero si así fuera ¿qué hacía vestido, sentado a una mesa, con una botella y dos vasos, y frente a un desconocido? ¿Dónde estaba? Se giró, y miró a su alrededor. Se asustó: todo era blanco. No había mueble alguno, ningún detalle, estaba rodeado de blanco. De un blanco espeso. ¿Dónde estaba?
– ¿ Dónde estoy ?
– En mi casa.
Le respondió el desconocido. Se fijó en él, y vio que era un persona mayor, debía de tener unos sesenta años.
– Pareces sorprendido, joven. Si te sirve de consuelo yo también lo estoy. Has aparecido como por arte de magia.
¿Dónde estoy? En Banja Luka. ¿Banja Luka?
– Sí, en Banja Luka. Bosnia. En 1992.
– En Bosnia… ¿qué pinto aquí?
– No lo sé, joven. De todas formas, ya que estás podemos tomarnos un trago. ¿Quieres una copita? Es un aguardiente típico de la tierra.

Normalmente no bebía, pero la situación tampoco lo era, así que asintió. Afuera, o dentro, del blanco se oían sonidos de ametralladoras, explosiones y gritos.
– ¿Qué sucede?
El desconocido se bebió de un trago el aguardiente, y se sirvió otra copa.
– Es la guerra.
Una explosión muy fuerte lo asustó, su vaso cayó, y se estrelló fragmentándose contra el blanco.
– Oh, lo siento.
Sin embargo, no se podía calmar, había sonado muy cerca, y no se atrevía a preguntarle al desconocido qué estaba sucediendo. Respiraba agitadamente. Se intentó calmar.
– Tranquilo. Seguramente ha sido la casa de Jaroslav Raskovitj. Es un bosnio musulmán, como yo. Esta noche nos toca. Bueno, no me quejo, ya era hora. Es angustioso tener que esperar.
– ¿Os toca?
– Morir. A los musulmanes los serbios de Banja Luka no nos matan de golpe. Primero nos quitaron de los puestos de responsabilidad en las fábricas, las empresas y las instituciones. No pienses mal, no hubo maltratos. Fue legal. Higiénico. Después, nos quitaron el trabajo, y a muchos, la casa. Entonces los más inteligentes, o valientes, huyeron. Los demás nos hemos quedado. Nos matan lentamente.
– ¿Pero?
Sí, joven. Hitler hizo lo mismo con los judíos. Recuerdo que en la escuela estudiábamos la Segunda Guerra Mundial, y los campos de concentración. ¿Has visto las fotos de los campos de concentración, los muertos, los rostros, la crueldad?… Ahora, en Bosnia, aquellas imágenes en blanco y negro son en color… No me lo puedo creer… Es terrible. Recuerdo que acabábamos las clases diciendo: «Nunca más». ¿Acaban así, también, las clases sobre la Segunda Guerra Mundial, en tu tierra?

¿Y?

– ¿Huir? ¿ Quieres decir, por qué no huyo?
Mírame soy un hombre que comienza el otoño de su vida. Toda mi vida he vivido en Banja Luka. El único deseo que puedo permitirme, viendo cómo está acabando Bosnia, es morir aquí.
Afuera, o dentro del blanco, se oyen unos pasos que se acercan a ellos. Oye las voces, y no le cuesta nada imaginarse al grupo de hombres armados que se acerca a ellos.

El desconocido se arregla la ropa. Bebe un último trago del vaso de aguardiente. Se levanta, se dirige hacia el interior del color blanco que les rodea. Se gira hacia él.
– Ahora viene a por mi. Adiós amigo. Gracias por la compañía. Te recomiendo que si puedes desaparecer con la facilidad con la que has aparecido, lo hagas.

Y desapareció entre el blancor.

Albert Herranz
(Mallorca)

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