Para reducir residuos: durabilidad  
   
Artículo de Miguel Alcántara (Txelio), miembro de la Comisión Permanente del Área Federal de Ecología de IU, que ha sido publicado en la revista EL VIEJO TOPO  
(El Viejo Topo" Octubre 2003 Número 184-185 Páginas 92 a 97)


Prolongar la vida útil de las cosas es la mejor forma de reducir los residuos que ahora se amontonan en nuestras casas, calles y vertederos. Es cierto que cuando un material ha terminado su vida útil es preciso reciclarlo, pero también es cierto, y es necesario, que la vida útil de las cosas sea lo más larga posible. En este campo, como en muchos otros, además de contribuir a que las administraciones públicas realicen su labor específica, la ciudadanía dispone de un poder directo que ha de utilizar. Somos las personas, las consumidoras y los consumidores finales, quienes compramos y consumimos, quienes elegimos y decidimos.

El acto de consumir

El acto de consumir no es nunca un acto baladí y sin importancia, aunque a veces lo tomemos por rutinario. Es un acto con multitud de significados y que hace resaltar, entre otros elementos, la uniformidad mundial del consumo, nuestras similitudes con los consumidores de Londres, Estocolmo o Las Vegas. No, porque sociológicamente nos parezcamos, porque hayamos tenido una educación similar o unos condicionantes parecidos. No. Nada de eso. Simplemente es que tenemos a las mismas transnacionales suministrándonos los mismos productos. Y dichas multinacionales, aquí y allí, allá y acá, tienen el mismo objetivo: hacernos consumidores de sus productos. Productos que están condicionando nuestra vida, nuestro comportamiento,... incluso nuestro futuro y el futuro de las generaciones venideras. Aparecemos unidos por nuestras ropas, nuestra alimentación, nuestros automóviles, nuestras bebidas,... unidos por las marcas, por el símbolo. Hay una cultura del consumo que sólo beneficia a las multinacionales, y nosotros sólo somos obedientes.

La imagen globalizadora de lo que hemos de ser, debemos vestir, tenemos que comer,... ya está aquí. El acto de consumir es una actitud ante la vida, es un acto concordante con nuestra concepción del mundo, es un acto político.

En este sentido está creciendo un sólo mundo, dentro de nuestros múltiples mundos. Podría pensarse que estoy hablando de la globalización económica. No. No trato sobre esa globalización de grandes alturas, estoy examinando la globalización de nuestros comportamientos diarios, esa globalización de a pie,... la globalización de nuestros hábitos de consumo. Hábitos y costumbres que han ido cambiando. De comprar diariamente pasamos a comprar una vez a la semana o al mes, de comprar ropa con la etiqueta por dentro pasamos a comprar ropa con la etiqueta por fuera, de comprar a granel y en pequeñas cantidades, a comprar envasado y en grandes cantidades, de comprar lo de aquí, a comprar lo de allí... Nuestras costumbres han variado y sin querer, y sobretodo sin saber, nos hemos convertido en seres iguales al resto de los europeos, iguales a los americanos, iguales a los japoneses,... En este aspecto sí que podemos decir, con cierto sonrojo, que somos ciudadanos del mundo, ciudadanos de "este mundo".

Ahora bien, el consumo de mercancías no siempre contribuye al bienestar, a veces lo empeora (1). Muchas veces el consumo responde a unas necesidades ficticias y son estas las que ha llevado a una dinámica de consumo compulsivo. Un modelo de consumo animado por una cultura donde la competitividad y la apariencia reinan en cualquier rincón de nuestro alrededor. Un tipo de vida que obliga a consumir cada vez más productos, no siempre necesarios, para lograr una mejor "calidad de vida". Para ello no sólo se crean necesidades absurdas a través de la publicidad, sino que las transnacionales se ocupan de que esas necesidades se vayan renovando de forma regular. Por un lado buscan que no nos cansemos, que no nos aburra el producto, y por otro lado planifican el rápido deterioro del producto para obligarnos a tirarlo y reponerlo en plazos que cada vez van siendo más cortos (2).

Esta forma de consumir es el camino más recto para acabar con los recursos naturales en breve plazo. Esta forma de consumir, implica, al mismo tiempo, una gran libertad para las grandes empresas transnacionales pues pueden establecer los centros de producción donde quieran, y desplegar luego medianos o pequeños centros de distribución cerca de los mercados de consumo. Al tener grandes facilidades para elegir la ubicación de sus centros productivos, las multinacionales, evidentemente, eligen lugares donde la mano de obra es más barata, donde los impuestos son más bajos, donde reciben ayudas, complementos o subvenciones que mejoran substancialmente los rendimientos financieros,... Las empresas transnacionales, del primer mundo habitualmente utilizan y se aprovechan de las sociedades en desarrollo.

Las marcas están en todos los sitios, las fábricas en ninguno. Las fábricas golondrinas (3), como las llama Naomi Klein, están hoy en México y mañana en China. Si los trabajadores se organizan sindicalmente para tratar de superar situaciones de trabajo en circunstancias lamentables y de esclavitud, se van a otro sitio, si un movimiento social u organización no gubernamental las ha denunciado por contratar niñas o niños, se van a otra parte. Siempre encuentran gobiernos que miran para otro lado, incluso gobiernos que se ofrecen para lograr que esas fábricas golondrinas se posen en sus tierras. Por eso según como compramos estamos ayudando o estorbando a que esta situación continué. Muchas veces, se trata de empresas que no tienen fábricas, que no tienen trabajadores,... sólo tienen anuncios, publicidad,... sólo tienen marcas.

Esta globalización de a pie, hay que rechazarla, contestarla día a día, no tenemos porque esperar a las grandes manifestaciones, ni a las elecciones, para expresar nuestros puntos de vista, podemos expresarla cada vez que vamos a comprar.

La basura de la globalización: reciclar no siempre es lo mejor

La comercialización de estos productos que se producen en una parte del mundo y se consumen en otra parte no sería posible sin unos envases y unos embalajes determinados. No sería posible esta mundialización del comercio si estos envases o embalajes tuvieran que volver a su origen para ser reutilizados, es por ello que el reciclaje adquiere una importancia vital.

Francesc Cairncross -editora jefe de The Economist y especialista en temas medioambientales- estima que las empresas deben vestirse de verde porque les resulta económicamente beneficioso (4). Cuando un producto lleva el dibujo de un delfín, se asume que respeta el medio ambiente más que otro sin él. Las empresas se van tomando en serio el cuidado de su imagen de respeto al medio ambiente. Cada vez encontramos más entidades industriales y comerciales que nos ofrecen esta idílica visión sobre sus actividades, aunque la mayoría esconden un cuarto oscuro donde guardan todas sus atrocidades ambientales.

Sobre el reciclaje todo el mundo está de acuerdo, los gobiernos, los movimientos ecologistas, la ciudadanía,... y las grandes empresas (5). Hemos asumido que la basura es un gran problema y el reciclaje puede ser una buena solución. Hace un tiempo, en la prensa sueca apareció un anuncio que decía: "Harry es el típico europeo de un año de edad. En su primer año, Harry ha producido más de 200 kg de basura, la mayoría pañales. Durante toda su existencia Harry producirá más de 650.000 kg de residuos, de sustancias tóxicas y otras formas de contaminación. ¡Él solito! Y él, no es el único. 650.000 kg es la producción media de residuos durante la vida de cada europeo"(6). Esta historia de "Harry el sucio", la hemos entendido. Las basuras son un gran problema y los vertederos, que se ha utilizado hasta ahora, no es la solución.

Al experimentar un cierto sentimiento de culpa ante tanto residuo que va al contenedor, el acto de reciclar parece exonerarnos de esa culpa. El reciclaje parece salvarnos de todo, de nuestro excesivo consumo, de tanto plástico, de tanta basura, de tanta contaminación,... "Yo reciclo". A partir de ahí, todo esta dicho. Pero el reciclaje no siempre es lo mejor, el reciclaje en realidad es lo último que se debe hacer con un material que no se puede utilizar en su composición original. Sin embargo las multinacionales, las grandes empresas, ensalzan el reciclaje como la gran solución. Se pueden generar grandes cantidades de basura si luego reciclamos. Existe un interés especial en que se queden en el olvido las dos primeras erres: reducir y reutilizar.

La industria del envase y embalaje es la más interesada en que se hable del reciclaje, dejando oculto el hablar de reducir o de reutilizar. Pero lo cierto es que reciclar materiales de plástico es muy contaminante y caro. Es preferible, y más barata, la materia prima original. ¿Entonces cuando las grandes multinacionales hablan de reciclar qué están diciendo? Están hablando de valorizar, de darle valor a algo que ya no tiene valor: al residuo. De hecho han conseguido que en la terminología de la Unión Europea se relacione directamente el término reciclar con el concepto de valorización, y ésta a su vez con valorización energética. Traduciendo al castellano de andar por casa, están hablando de quemar las basuras, de incineración de basuras. Así es, cuando las industrias del plástico hablan de reciclar están hablando habitualmente de quemar los residuos de plástico. Explican que al quemar el plástico se obtiene energía, pero no explican que esta incineración es un proceso contaminante y contrario al ciclo natural, que reducen la calidad del aire y que aumentan la mortalidad de las personas.

Si se aplica una auténtica política de reutilización de los envases, aunque los centros de producción estén muy lejos, como los centros de distribución están muy cerca de las áreas de consumo, los envases pueden volver fácilmente al inicio de la cadena productiva. Los envases alcanzarían así una gran durabilidad. Si las grandes empresas estiman que esto les sale muy caro en transporte, a la ciudadanía no nos importa ser suministrados por empresas pequeñas, de producción local. La reutilización de envases potenciaría una economía cercana, de proximidad, sin gasto de transporte (reduciendo contaminación y ahorrando energía), y sin uso de nuevas materias primas. Es decir obtendríamos mayores beneficios para el medio ambiente. Aquí está quid de la cuestión, o embalaje reutilizable o embalaje reciclable. Las grandes multinacionales no aceptan la reutilización, con ella la durabilidad de los envases, y como el mal menor optan por el reciclaje/valorización como destino final de sus envases. De ahí la eficaz y maldita consigna de "usar y tirar", pero faltará tiempo para que a la consigna se le una "y reciclar".

En las normas de la Unión Europea se establece que los fabricantes de envases y embalajes son los responsables últimos de sus productos. La trasposición de este criterio a las legislaciones internas de los Estados miembros es desigual. En Alemania desde el 1 de enero de 2003, se fomenta la reutilización de los envases pagando 25 céntimos, al vendedor, por la devolución de los envases de plástico PET, vidrio y latas. En Irlanda se han tomado medidas drásticas contra la gratuidad de las bolsas de plástico que se entregan en los supermercados, y se ha generado una reducción muy importante de residuos. Dinamarca prohíbe los envases de un único uso para refrescos, cervezas, bebidas carbónicas, etc.

El problema de los envases y embalajes de plástico, no se plantea sólo en España, es un problema mundial. ¿Qué hacer con los plásticos separados en origen, introducidos en el contenedor amarillo, depositados en el lugar fijado por las autoridades y destinados al reciclado? No hay industria recicladora que asuma la enorme cantidad de plástico a reciclar, no porque físicamente no se pueda hacer, sino porque los fabricantes de productos plásticos no quieren comprar ese material reciclado. Por eso, en estos momentos, el residuo plástico, salvo pequeñas excepciones, sólo tiene un camino: vertedero o incineración. Por esta razón, siempre alguna de las grandes potencias industriales del plástico aparece entre los promotores de la instalación de una nueva incineradora.

En Alemania, por medio del decreto Töpfer, se obligó a los industriales a recoger y aprovechar los envases y embalajes, en ese contexto, el sistema alemán recogió, en 1993, el 96 por ciento de los residuos de envases. La industria recicladora no fue capaz de absorber tanta materia, y como en Alemania esta prohibido incinerar o verter residuos de envases reciclables, las empresas recicladoras exportaron los residuos a precio cero. España fue uno de los Estados importadores. Al igual que en Francia o Países Bajos, donde se ha llegado a establecer acuerdos de reciclaje con los fabricantes, España ha tratado de seguir el mismo camino, y ha creado la figura del "sistema integrado de gestión", donde los fabricantes de envases y embalajes se hacen cargo del sobrecoste de la recogida y posterior tratamiento. Los envases van a las plantas de transferencia y desde allí tendrían que llegar a las industrias del reciclado. Pero he aquí que el sistema no es transparente y es desconocido este circuito comercial. En el mundo ecologista se sospecha, y con mucha lógica, que los hornos de las incineradoras y de las cementeras son el final de estos materiales "reciclables".

"El embalaje es algo desechable pero persistente, un producto tan barato y no querido que no vale la pena guardarlo,... es una mercancía vil que nadie quiere guardar", ha señalado Simon Fairlie. Los fabricantes, las grandes empresas, abandonan lo reutilizable y abrazan los envases de un solo uso y potenciar el binomio reciclaje/valorización. Además, de esta forma, no tienen que hacer envases duraderos, y pueden generar costes externos, que la sociedad en su conjunto absorberá, mientras que ellos, basándose en los datos de su contabilidad interna, dicen ahorrar materias primas y energía.

La Unión Europea, así como los gobiernos delos Estados miembros, subvencionan el reciclaje. Como es una subvención al final del proceso comercial, de alguna forma están potenciando el sistema de "usar y tirar". La ambigüedad de todas las administraciones públicas sobre la reducción o la reutilización de residuos es sorprendente. No se está subvencionando el uso de bolsas de tela en vez de las bolsas de plástico, ni los pañales lavables, ni las máquinas de afeitar no desechables... no se está subvencionando la reutilización de los objetos. Es evidente que los grupos de presión de las multinacionales son verdaderamente eficientes y la prueba es la legislación actual. En general, hoy duran menos todas las cosas, los automóviles, las lavadoras, los teléfonos, las viviendas, los edificios,... Todo dura menos.

Un ejemplo de lo que decimos lo estamos viviendo en la moda. Cada año nuevos modelos, los del año pasado ya no sirven. Pero no sólo porque ya no se lleven, sino porque la ropa está gastada o rota. Los materiales utilizados al fabricarla están preparados para durar una temporada. Incluso han existido intentos de promover, desde la industria textil, vestidos y ropa interior de papel, alcanzando aquí también el sumo del "usar y tirar".

El camino está en reducir el consumo de lo innecesario, reemplazar los productos de "usar y tirar" o de vida corta por los de mayor durabilidad, reutilizar y reparar y en último lugar el reciclaje. Nuestra actitud es fundamental, pero hay que exigir a nuestras instituciones que se tomen medidas, nuestro futuro está en juego.

Reciclar ha sido y sigue siendo unas de las alternativas que el movimiento ecologista a defendido, pero en mi opinión es el momento de poner el acento en la reducción y en la mayor durabilidad de los productos.

 

(1) Humberto Da Cruz. "Las Basuras recurso del futuro" (1980). Revista Transición (2) Santiago Álvarez, Oscar Carpintero. "Consumo y necesidades humanas:..." (3) Naomi Klein, "No logo, el poder de las marcas" (1999) Paidos, (4) Francesc Cairncross, "Ecología SA" (5) Simón Fairlie "Por la cultura de la durabilidad" (1993) Gaia (6) Alberto Martínez, Fernando Ojeda "Las basuras un tesoro en tus manos". Ecotopia

 
 
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