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SUMARIO REVISTA Nº 32 -- OTOÑO 2.002 |
Editorial
El
corazón y la piedra
En
1998 la Asamblea General de las Naciones Unidas tomó la
decisión, dando un plazo de cuatro años para su posible
preparación, de que el 2002 se declarase "Año
Internacional de las Montañas".
Por alguna razón que desconozco designó a la FAO su organismo
coordinador, lo que permitía cierto traslado de intenciones (o
cierta confusión al menos de propósitos) hacia los fines más
propios de esta organización. No obstante, a ésta se
adscribieron unas agencias colaboradoras, entre ellas la UNESCO,
que centraban mejor el fondo de esta celebración, pues el eje de
la declaración consiste en promover la conservación y el
desarrollo sostenible de las montañas.
Pasaron los cuatro años prácticamente sin enterarnos y nos
dimos de pronto con el hecho cuando íbamos a cambiar el
calendario del uno al dos. Nos percatamos de la importancia de
dar sentido a tal "año", miramos alrededor, vimos poco
panorama, algunos se agitaron o nos agitamos aquí y allá y por
un lado u otro están y estamos haciendo lo que podemos contra el
paso de los meses.
Se creó, como solicitaba la proclama de Naciones Unidas, una
amplia Comisión española del AIM, organizada por el Ministerio
de Medio Ambiente, con ecologistas, senadores, representantes de
autonomías y de instituciones, etc. También algunas regiones
destacadamente montañosas tuvieron su propia iniciativa, como el
Gobierno de Aragón, que formó su comité autonómico para este
año, o el Principado de Asturias que montó un ciclo de nueve
conferencias en Oviedo sobre la montaña asturiana, entre otras
programaciones de actividades.
El Organismo Autónomo de Parques Nacionales sintió
particularmente como propia esta celebración en los espacios
protegidos de montaña que tiene a su cargo y aplicó un programa
que ya se va ejecutando de visitas, conferencias, exposiciones y
publicaciones, abierto en Madrid y seguido en Zaragoza, el Teide,
Picos de Europa y Sierra Nevada, que seguirá en Monte Perdido,
etc.
En este pico, parte sustancial de uno de nuestros Parques
Nacionales de montaña más antiguos y simbólicos -Ordesa y
Monte Perdido-, se añade otra celebración en el 2002: la del
bicentenario de su ascensión por el naturalista alsaciano Ramond
de Carbonnières, que no fue sólo un hecho montañero muy
significativo, sino que se asienta en las obras excelentes de
este autor sobre el macizo entre 1801 y 1804, donde vertió los
resultados de sus observaciones geográficas, geológicas y
botánicas, producto de una exploración sistemática que le
llevó desde su pie hasta la misma cumbre. Los escritos de Ramond
introdujeron en aquel momento, de modo especialmente brillante,
una montaña peninsular española en los grandes ejemplos cultos
de la naturaleza y de la exploración científica y alpinista de
las montañas, asociada a una obra famosa de un sabio reconocido,
haciéndola célebre en Europa, como el Mont Blanc descrito por
de Saussure o el Teide por Humboldt, que le habían precedido
poco tiempo antes. Nuevamente Parques Nacionales ha emprendido la
edición de una traducción, por fin, de los escritos más
importantes de Ramond, en esta reunión de las dos celebraciones.
Entretanto, las mismas fuerzas económicas, técnicas y sociales
que tenían emprendidos sus proyectos sobre montañas concretas
siguen lógicamente activas, sin necesitar un año internacional
de apoyo. El Pirineo aragonés, por poner un ejemplo, está
materialmente en obras, con la mayor densidad de grúas por metro
cuadrado de este país, que es por cierto el mayor consumidor de
cemento de la Comunidad Europea. Los proyectos olímpicos o las
megaestaciones de esquí y sus secuelas siguen tenaces a sus
fines por encima de nuestra celebración, el valle de Aspe no ha
dejado de ser una joya a punto de recibir su martillazo, mientras
pueblos de arquitectura rural con entraña son aceleradamente
sustituidos por anodinos edificios de apartamentos.
El AIM tiene que servir, en lo que pueda, hasta donde llegue, en
esta causa, en este proceso concreto para defender la protección
de nuestras montañas. Hay tres modos preferentes para hacerlo,
limitados, pero, en lo suyo, factibles: mediante la difusión,
mediante la acción y mediante la redacción de una "carta
de la montaña". Pero antes, no debe desviarse de los dos
propósitos explícitos y combinados que hemos señalado:
conservación y sostenibilidad. Lo digo porque no es impensable
tal desvío hacia un apoyo incluso de un tipo de desarrollo como
el vigente, bajo argumentos conocidos o mediante su manejo por
instituciones dedicadas a la promoción económica de lo que se
viene denominando "áreas de montaña", o de su uso por
criterios empresariales de las actividades cada vez más
turísticas en alta montaña.
La propuesta de las Naciones Unidas surgió justamente del
aprecio a los valores naturales y culturales que aún persisten
en esas montañas haciendo de ellas un bien patrimonial y de las
constantes pruebas de su fragilidad ante unos procesos de
transformación que perturban su armonía y comprometen su
perduración. Es para evitar las pérdidas de esos valores para
lo que se hace explícitamente esta celebración y, con ella,
para difundir un estímulo a su protección: lo que se solicita
es el fomento de su conocimiento, de la información, de la
sensibilidad por sus contenidos y sus deterioros, de la
conciencia en suma de su estado. Y, si es posible, aun más:
proponer intervenciones, pensar y proyectar modos válidos de uso
sostenible en lugares específicos. Ello requiere cooperación
tanto de los gobiernos y las instituciones, como de las
organizaciones no gubernamentales y de las personas, sea con
estudios, extensión cultural, información o con proyectos y
actividades, que atañen a todos. Ésta es una circunstancia
idónea para otorgar un claro y expansivo sentido protector a
nuestras montañas, para no dejarlas abiertas a ese conocido
desamparo que aparece de modo inevitable cuando la convincente
palabra "prosperidad" -que nadie se atrevería a
contradecir- se maneja para tapar pérdidas de los sentidos más
hondos de sus paisajes naturales y humanos.
Pero si algo puede que quede de esta celebración tan oportuna y
necesaria, no serán las mismas actividades culturales en ella
emprendidas, sino sus consecuencias, lo que se haya despertado de
modo duradero, lo que se haya emprendido de manera perdurable. Y,
sobre todo, la redacción de una Carta de la montaña. Si alguien
es capaz de escribirla en este ambiente creado por el Año
Internacional, quedará de él al menos un documento base, unos
principios a los que atenernos en el futuro, una
"constitución" a la que recurrir, porque sabemos que
cada vez va a ser más necesario armar la defensa de los paisajes
de montaña al menos de argumentos, de criterios, de principios
sólidos y compartidos: frágiles ingenios frente a la vanguardia
de unos nuevos modos de asalto ya bien visibles, potentemente
financiados, eficientemente planeados, cada vez más extensos,
más altos, más exclusivistas. Pero no tenemos para oponernos a
los deterioros sino conocimientos, sentimientos y, tal vez, una
buena parte de la razón. Ni queremos tener más. Quizás un día
se materialicen también en esto aquellos esperanzados versos de
Machado:
"mañana hablarán los mudos:
el corazón y la piedra"
EDUARDO
MARTÍNEZ DE PISÓN
SUMARIO:
Editorial | El corazón y la piedra. |
En Acción | Noticias de los grupos de Ecologistas en Acción. |
Internacional | Noticias de todo el mundo. |
Imprescindibles montañas | |
Arquitectura popular | De lo tradicional a las casas ecológicas, por Eduardo Viñuales. |
Estaciones de esquí | El esquí alpino masificado es una de las actividades que más degradan las montañas, por Jesús Sánchez. |
Jaca 2010 | La mera posibilidad de la olimpiada ya está originando graves perjuicios, por Daniel Goñi Martínez. |
La perdiz nival | El lagópodo alpino, un genuino habitante de las alturas montañosas de Europa, por Eduardo Viñuales. |
Ecología política de la pobreza | El ecologismo social de los países empobrecidos, por Francisco Fernández Buey. |
Vuelve el tranvía | Un medio de transporte urbano confortable, silencioso, rápido y fiable, por José Luis Ordóñez. |
Crisis del proyecto modernizador | Hacia la justicia social y ecológica desde los ámbitos comunitarios y locales, por Ramón Fernández Durán. |
Más insostenibilidad | La presidencia española de la UE, un fuerte retroceso en política ambiental, por Luis González Reyes. |
Petróleo, que no terrorismo | La trama energética en la política estadounidense, por Carlos Taibo. |
Utilización energética de la biomasa | Es posible desarrollar mucho más esta fuente renovable de energía, por Comisión de Energía. |
Plaguicidas y salud | El riesgo de padecer cáncer aumenta con la exposición a muchos pesticidas, por Marta Castillo, Mª José López y Nicolás Olea. |
Júcar-Vinalopó: el trasvase olvidado | Datos falsos y omisiones para justificar una obra de gran impacto, por Carlos Arribas y Carlos Feuerriegel. |
Los humedales a examen | En noviembre se celebra en Valencia la 8ª Conferencia del Convenio de Ramsar, por Theo Oberhuber. |
Parques nacionales españoles | Una gestión más política que científica o conservacionista, por Raquel Albano. |
Fondos de inversión ecológicos | Las inversiones con responsabilidad social y ambiental empiezan a ser una realidad, por Laura Albareda. |
Libros | Reseñas sobre libros de ecología, medio ambiente o globalización. |
Revistas | Reseñas sobre revistas. |
Puntos de venta en Albacete | |
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