:: Sábado, 02 de Marzo de 2013 ::
Desde hace ya unos años la expresión fracking recorre la mayor parte de los países ¿De qué se trata? Es una técnica de extracción de gases acumulados en las entrañas de la tierra para su uso posterior. Esos gases se conocen como “no convencionales” por su difícil acceso y explotación.
Los expertos describen el proceso asociado al fracking de forma sencilla: “Perforación vertical de un pozo (atravesando rocas y acuíferos) hasta llegar al lugar donde se halla el gas mezclado con pizarra, esquisto u otros materiales. Cuando se encuentra el lugar adecuado la perforación pasa a ser horizontal y se utilizan explosivos para crear pequeñas grietas. La fractura hidráulica (también llamada fracking) consiste en bombear un fluido (mezcla de agua y productos químicos altamente contaminantes) a presión elevada para abrir y extender las fracturas. Al reducir la presión, parte del fluido regresa a la superficie junto al gas y otros productos. Allí se separa el gas para su utilización”. Una buena parte de lo inyectado queda abajo con evidentes riesgos de contaminación de aguas y de movimientos de tierra.
Si los riesgos son evidentes, ¿porqué tanto empeño en esta técnica? La respuesta nos remite al contexto social en que se desenvuelven este tipo de explotaciones y al modelo energético dominante. Empecemos por este último. Nuestra sociedad se caracteriza por la utilización desmesurada de hidrocarburos fósiles a pesar de que su consumo comporta graves riesgos ambientales de sobra conocidos. En lugar de iniciar de forma decidida la transición hacia un modelo energético sostenible quienes defienden el fracking quieren prolongar la agonía del viejo modelo a costa de aumentar los problemas medioambientales (con mayores problemas para las aguas freáticas) y con el riesgo de incrementar los accidentes geológicos.
Prestemos atención al contexto social de esta técnica porque las cosas están cada vez más claras. En Estados Unidos (que las empresas ponen como ejemplo a imitar) las explotaciones han llegado a ser viables económicamente gracias, entre otras cosas, a que han conseguido “la exención del cumplimiento de la Ley de Seguridad del Agua Potable y olvidarse de la mayor parte de las regulaciones de la Agencia de Protección del Medio Ambiente de ese país.” Mal vamos si olvidamos el cuidado de agua, tierra y aire, elementos imprescindibles para la vida.
La llegada de la técnica a los países europeos está produciendo groserías de mayor calibre. En la provincia holandesa de Groningen la extracción de gas natural ha provocado, desde 1986, cerca de un millar de pequeños terremotos con una intensidad entre 2 y 3,4 grados de magnitud sin perforaciones horizontales significativas. Los pequeños terremotos ya han causado grietas en edificios y los daños son observables a simple vista. Pues bien, Henk Kemp, ministro de Economía de Holanda, ha respondido a la petición social de atemperar las extracciones de gas con contundencia: “Debo prolongar la inseguridad ciudadana un año más. Es un riesgo que asumo y del que me hago responsable”. Nadie había dejado tan claro el asunto, preparémonos para una larga batalla.
Javier Gutiérrez Hurtado
Profesor de economía y miembro de Ecologistas en Acción de Valladolid