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Ecología Social / Artículo de Margarita Mediavilla

«Crisis y sostenibilidad»

Hay ya muchas voces en el ámbito internacional que dicen que nuestro concepto de crecimiento debe empezar a cambiar, que ya no es posible buscarse otro “bosque” que explotar fuera de nuestras fronteras porque el planeta entero está bastante sobreexplotado y debemos empezar a llegar a un equilibrio si no queremos exponernos a un colapso global

Jueves 8 de octubre de 2009

La crisis continúa y los partidos políticos nos prometen salvarnos de ella si les damos nuestro voto. Pero no da la impresión de que esos mismos partidos políticos estén diagnosticando muy seriamente qué ha causado la crisis ni quién tiene la culpa de ello. Quizá pueden decir que la crisis bancaria internacional escapa al ámbito de nuestro país, pero ¿y la crisis de la construcción? ¿no es esta crisis culpa nuestra?¿ no se debe a los errores de las políticas seguidas estos últimos años bajo gobiernos de uno y otro color?¿Cómo pretendemos los españoles salir de nuestra burbuja inmobiliaria sin hacer primero un buen examen de conciencia?

Y hablando de causas deberíamos hacer un poco de memoria ¿Quién criticó en su día las actitudes que nos han llevado a la burbuja inmobiliaria? Muy pocos. Hemos de reconocer que en aquellos días muy pocos llamaban a la prudencia ante aquel alegre crecimiento. Ciertamente no el PSOE, pero mucho menos el PP. Las voces discordantes apenas se oían, provenían de sectores muy marginales, y uno de los que más claramente criticaba esto era el movimiento ecologista. Sin embargo, cuando los ecologistas decíamos que esta oleada de urbanismo estaba llenando de hormigón los mejores suelos fértiles de este país, las vegas de las ciudades que tradicionalmente han sido las huertas que las alimentaban, la gente nos miraba como a seres venidos de otro planeta. ¿Qué importaban los suelos fértiles cuando se estaba creando empleo y revitalizando la industria? Pues quizá sí importaban, porque ahora lo único que tenemos son un montón de viviendas vacías y unas ciudades más grandes de lo necesario que obligan a gastar dinero público en servicios. A los ecologistas nos llamaban irresponsables por poner en peligro los puestos de trabajo, pero ¿era eso un empleo serio o simplemente era pan para hoy y hambre para mañana? Ahora se ha visto que era hambre para mañana, es decir, hambre para hoy, y para colmo de males hemos perdido para siempre los suelos fértiles, siendo un país, como somos, amenazado por la desertificación y la expansión del Sáhara

Quizá los españoles deberíamos empezar nuestro examen de conciencia escuchando un poco a esas voces minoritarias de intelectuales marginales y movimientos sociales que normalmente no escuchamos. Quizá deberíamos retomar esa vieja costumbre de criticarnos a nosotros mismos, como hicieron los autores de principio del siglo XX. Y quizá debamos escuchar a una de las voces que aporta ideas más originales en este principio del siglo XXI (y que es calificada de “radical” precisamente por ello): la del movimiento ecologista. Porque cuando el ecologismo criticaba la expansión urbanística no lo hacía sólo por proteger los suelos fértiles. Hay una idea en el pensamiento ecologista que es la clave de todas sus incómodas críticas y puede ser la mejor herramienta para analizar burbujas como la que estamos sufriendo: la idea de la sostenibilidad.

La sostenibilidad es un concepto muy útil, pero ha sido tan manipulado que parece casi una etiqueta publicitaria. Sin embargo es muy sencillo entender su significado. Sostenible es, por ejemplo, extraer de un bosque cada año la madera que crece; insostenible es extraer más. Está claro que si uno extrae más madera de la que se genera, puede tener unos años de espectacular bonanza y crecimiento artificial, pero al final lo único que consigue es quedarse sin bosque. Esto es lo que se llama en ecología un colapso resultado de una sobreexplotación. Sostenible era que, cada año, en España, se construyeran las viviendas que se necesitaban para sustituir las desfasadas y satisfacer la demanda, y no tres o cuatro veces esa cantidad, como hicimos durante años. ¿No será que nuestra burbuja inmobiliaria se debe a que hemos sobreexplotado el negocio igual que se puede sobreexplotar un bosque?

¿Qué se puede hacer para no sobreexplotar un bosque? Un ecologista hablaría de restringir el crecimiento voluntariamente y llegar al equilibrio; un economista diría que restringir el crecimiento es poco menos que un delito y que la historia demuestra que el crecimiento siempre es posible sustituyendo un recurso por otro. El economista diría que Inglaterra no paró su crecimiento por falta de madera ni de carbón, ni EEUU dejó de crecer cuando sus pozos de petróleo empezaron a agotarse. A esto el ecologista respondería que Inglaterra y EEUU simplemente lo que hicieron fue buscarse otro “bosque” que explotar fuera de sus fronteras. ¿Quién tiene la razón en estas discusiones? ¿el “agorero” del ecologista o el “optimista” del economista?

¿Qué podríamos haber hecho en España para evitar la burbuja inmobiliaria? Hace años que se barajaban varias ideas, pero ninguna de ellas se puso en práctica. Se hablaba de mejorar la financiación de los ayuntamientos para no hacerles caer en esa necesidad de vender suelo urbanizable, se hablaba de bajar los precios a base de impuestos o vivienda protegida para hacer algo menos rentable el negocio, pero ninguna de esas medidas se puso en práctica, eran medidas para restringir el crecimiento. Tampoco los capitales parece que hayan sabido buscarse otro “bosque” que explotar, quizá porque no han querido invertir en sectores con beneficios más modestos...

En estos tiempos de crisis convendría plantearse si el “agorero” del ecologista tiene razón. Porque quizá estas ideas de los ecologistas, aunque choquen frontalmente con la mentalidad dominante, no sean radicales en absoluto. Hay ya muchas voces en el ámbito internacional que dicen que nuestro concepto de crecimiento debe empezar a cambiar, que ya no es posible buscarse otro “bosque” que explotar fuera de nuestras fronteras porque el planeta entero está bastante sobreexplotado y debemos empezar a llegar a un equilibrio si no queremos exponernos a un colapso global. Algunos hablan incluso de decrecimiento. Quizá todo lo que ahora nos parece radical dentro de poco nos resulte de sentido común,...o quizá no, o quizá haya otra forma de seguir creciendo. Pero, por si acaso, no estaría de más plantearse por qué crecemos y por qué, a veces, eso que llamamos crecimiento, no es más que una burbuja.

Margarita Mediavilla Pascual
Profera de la Universidad de Valladolid y miembro de Ecologistas en Acción de Valladolid
marga@eis.uva.es