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Biodiésel o bicicletas

Artículo de Margarita Mediavilla publicado en el Norte de Castillla

Lunes 24 de septiembre de 2007

Los biocombustibles se están convirtiendo en objeto de polémica, se les culpa de la alarmante subida del precio de los alimentos de este año: el 60%, el maíz; el 50%, el trigo y cebada, y el 80%, la leche en el mercado internacional. Los ganaderos españoles están muy preocupados y la alarma ha llegado en Italia incluso a los consumidores, que han decretado un día sin pasta, en protesta por la subida del precio del plato nacional.

Todavía es pronto para dilucidar si realmente son los biocombustibles los causantes de estas subidas, y también es complicado discernir si éstos pueden ser aplicados a gran escala, pero en principio hay datos que hablan en su contra. Uno de ellos constata que los biocombustibles necesitan una ocupación del territorio muy elevada, ya que las plantas almacenan un escaso 1% de la energía que procede del Sol, a lo que hay que restar la energía perdida en el procesamiento, transporte y uso del combustible en el motor de explosión. Además, ocupan las tierras más fértiles, al contrario que otras tecnologías, como la solar que pueden ocupar terrenos baldíos o tejados.

Otro aspecto es el retorno energético, es decir, la relación entre la energía que se obtiene en relación con la que se ha usado en producirlos. Los retornos actualmente son bajos (en torno a 1,2-2,5) y los rendimientos más elevados (7-8) son los obtenidos de la palma aceitera y la caña de azúcar, que crecen únicamente en climas tropicales. Por otra parte, los retornos del petróleo y el gas natural se calculan en torno a 10-15, mientras, mientras el carbón llega a 70 y la eólica a 35, aunque estos dos últimos no producen combustibles para automoción.

Pero quizá la forma más sencilla de entrever hasta dónde los biocombustibles pueden aportar energía sea mirar hacia el pasado. Al fin y al cabo el uso de plantas para generar energía es tan antiguo como la humanidad y los biocombustibles actuales sólo añaden el hecho de que son aptos para vehículos de explosión por ser líquidos, pero la energía que aportan es sólo la de la fotosíntesis, como antaño.

Antes del uso masivo del petróleo las únicas fuentes de energía usadas por los humanos eran el carbón y las extraídas de la tierra en forma de madera y cosechas. Ello sirvió para que en 1900 la población humana alcanzase 1.700 millones de habitantes. Aun así, gran parte de los bosques y las tierras de cultivo de la actualidad eran ya explotados.

Actualmente, sin embargo, la abundante energía del petróleo hace que apenas se extraiga madera del bosque para quemar, ni se use parte de la cosecha para alimentar al animal de tiro. Además, ahora el petróleo y el gas natural se utilizan para hacer abonos y mover al tractor. De esta forma, nuestra agricultura moderna, en muchos casos, no sólo no produce energía, sino que la consume.

El biocombustible significa volver a lo que hacíamos antes: usar la agricultura para extraer energía. Por ello tenemos que ser conscientes de que la cantidad de energía no va a poder ser mucho mayor de la extraída en 1900. Podemos esperar que los rendimientos mejoren por la aplicación de tecnologías modernas, pero no de forma desorbitada. Además, ahora es necesario alimentar a una población cuatro veces mayor que la de 1900.

El petróleo escasea y los biocombustibles se ven como una alternativa ¿lo son? Pueden serlo en alguna medida, pero tenemos que ser conscientes de que son mucho menos ventajosos y atractivos que el petróleo actual. El biocombustible nos obliga a volver a la situación del siglo XVIII y tener que elegir a qué dedicamos las tierras: a producir energía o alimentos.

¿Habrá tierra fértil suficiente para compaginar la producción de biocombustible con la agrícola? ¿Cuánta tierra podemos destinar a ellos sin comprometer los precios de los alimentos y la alimentación mundial? Teniendo en cuenta que estamos acostumbrados a la energía fácil del petróleo y que nuestro modo de vida tiene mucho de derrochador, seguramente nos van a aportar mucho menos de lo que esperamos.

Por ello, antes de empezar a consumir bioetanol en nuestros vehículos, deberíamos pensar si realmente necesitamos ese combustible. Este es un buen momento para plantearnos muy seriamente la forma en que nos movemos y el papel del automóvil en nuestra sociedad.

Es absurdo que gastemos alimentos en mover el coche cuando ganaríamos en salud usando nuestras propias piernas caminando o yendo en bicicleta. En una ciudad como Valladolid la gran mayoría de los vehículos se destinan al transporte de personas, y éste podría realizarse perfectamente por medio de bicicletas y pequeñas motocicletas eléctricas. Las pequeñas furgonetas eléctricas podrían sustituir a un gran porcentaje de los vehículos de transporte de mercancías, dejando el petróleo o los biocombustibles para las aplicaciones donde realmente hay pocas alternativas.

Si no usamos la cabeza y las piernas es posible que tengamos que pagar precios muy altos por el combustible de nuestros vehículos, precios que no deberíamos pagar, como el encarecimiento de los alimentos, inflación, erosión, pérdida de bosques y sabanas tropicales, etcétera. Estos días se celebra en Valladolid la Semana de la Movilidad. Es una buena ocasión para plantearnos nuestra forma de movernos y las alternativas al automóvil a la luz de esta polémica tan actual suscitada por los biocombustibles.