Portada del sitio > Vida silvestre > Propuestas y documentos > Reflexiones sobre la plaga

Topillos

Reflexiones sobre la plaga

Miércoles 22 de agosto de 2007

Probablemente la noticia regional que más ha trascendido al resto de España este verano ha sido la plaga de topillos, portada de los diarios castellanos durante numerosas jornadas. Antes de que se iniciase la polémica, en el mes de febrero, publiqué un artículo en EL NORTE que intentaba desmontar las leyendas rurales que se han ido tejiendo alrededor de la plaga, y explicaba, a modo de revisión científica, cómo se ha producido su expansión y las fuertes fluctuaciones demográficas de la especie, al tiempo que proponía algunas medidas que se deberían emprender para el futuro y desaconsejaba absoluta y razonadamente la utilización de venenos. Analizaré los acontecimientos que han tenido lugar desde entonces a la luz de las recomendaciones que ya hice en su día.

Personalmente he echado de menos que algún responsable de Agricultura diga claramente que las prácticas agrícolas modernas conllevan este tipo de problemas. Si queremos agricultura a nivel europeo, debemos asumir también el riesgo de padecer ’plagas europeas’: el fomento de los regadíos y la intensificación indudablemente han favorecido la expansión del topillo campesino en nuestros campos. Y no vale decir que ese modelo se ha impuesto desde Europa, pues la política de fomento de regadíos ha sido prioritaria desde hace mucho tiempo, con las consiguientes ventajas para el aumento de
la producción agraria y las rentas de los agricultores, pero también con los problemas colaterales de esquilmación y contaminación de acuíferos y desaparición de cursos de agua superficiales. En consecuencia, es necesario ser más autocríticos, asumiendo que lo que hacemos en un momento dado puede tener consecuencias que nos disgusten después. Los agricultores que han realizado numerosas manifestaciones y concentraciones reivindicativas deben asumir, por tanto, su parte de responsabilidad en el estado de las cosas.

Por otra parte los mismos que han asegurado que la plaga es un engendro de laboratorio (incluso portavoces de asociaciones agrarias), afirmación que obviamente carece de cualquier respaldo científico, se han convertido en los paladines de la lucha contra la plaga y han promovido, reivindicado y decidido las medidas que se debían tomar. Se ha prescindido de otras recomendaciones técnicas serias, y se han asumido dócilmente aquellas propuestas como acertadas, envenenando el campo con productos pensados para la desratización de almacenes y bodegas, elevando el riesgo de acumulación de residuos de clorofacinona y bromadiolona en carnívoros, en especies cinegéticas e incluso de entrada en la cadena alimentaria humana, como denunciabavrecientemente una asociación de consumidores.

Se ha hablado de daños en muchos miles de hectáreas, pero cualquiera que conozca el campo y haya pateado tierras de cultivo en el transcurso de algún episodio de plaga de topillos, conoce que el reparto de daños es muy heterogéneo, concentrándose especialmente en la periferia de humedales, en los márgenes de regatos y ríos, o en las hondonadas más húmedas y dañando en distinto grado cada tipo de cultivo. Una inspección rigurosa es necesaria si se trata de indemnizar los daños, pero en ese caso no habría sido necesario tomar otro tipo de medidas con un grave impacto.

Aunque la experiencia nos dice que en estos casos suelen ganar la partida las tesis intervencionistas, los topillos desaparecerán en los próximos meses hasta niveles que pasen desapercibidos. Pero no por los envenenamientos, quemas de rastrojos fuera de época o por el arado en profundidad que mezcla horizontes y reducen la futura productividad del suelo. Desaparecerán porque los ciclos de la especie se comportan de esa manera de forma natural. Del mismo modo que se sabe que la plaga resurgirá de nuevo en el futuro, dentro de tres o cinco años, y que afectará a otras zonas de la comunidad. Por eso es tan importante prevenir y estar preparados para ello (¿será necesario abrir líneas de seguros como para el pedrisco?).

Es público que éste ha sido un año de cosechas magníficas en la región, con un precio de cereal que casi se ha duplicado por la necesidad de materia prima para la producción de biocombustibles. Sin embargo desde las citadas asociaciones agrarias se pide con insistencia la declaración de zona catastrófica y se reivindican ayudas al Gobierno central. Este comportamiento es inadmisible y deteriora gravemente la credibilidad del hombre de campo. La pregunta sería entonces: ¿para qué se han tomado todas esas medidas que no han dejado conformes a las asociaciones de agricultores ni han solventado el problema de la plaga, aún habiendo creado problemas más graves, teniendo en cuenta que la plaga desaparecerá por sí misma y que al final se va a indemnizar incluso en el contexto de uno de los años con mejor
cosecha?

ALFONSO BALMORI/BIÓLOGO