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Artículo de opnión de Margarita Mediavilla Pascual

«Cambio climático y crecimiento»

Si dentro de unos años los límites físicos nos van a forzar a usar menos recursos, deberíamos estar pensando ya cómo lo vamos a hacer para no caer en una crisis económica

Domingo 29 de julio de 2007

Los datos que recibimos acerca del cambio climático son cada día más alarmantes. Algunos piensan que las previsiones más catastrofistas no son acertadas, pero, aún así, la mayor parte creemos que sería sensato hacer algo rápidamente antes de que el problema se haga mayor. Las acciones concretas para frenar en cambio climático, sin embargo, se toman con una enorme lentitud. Kioto apenas se cumple, las energías renovables siguen siendo marginales y seguimos con el mismo modo de vida que, todos sabemos, es causa de gran parte de las emisiones.

En realidad, cada uno de nosotros podríamos hacer muchas cosas para reducir las emisiones de CO2: aparcar el coche e ir en bicicleta al trabajo, viajar menos en avión, consumir menos productos superfluos…pero no las hacemos, ni tampoco los poderes públicos nos animan demasiado a ello. ¿Por qué? Lo sabemos bien: prácticamente todas estas cosas chocan contra el mismo muro. Si todos vamos en bicicleta quebrarían las fábricas de automóviles, si todos compramos menos, cierran las tiendas, los talleres, las distribuidoras…etc. Casi todo lo que reduce significativamente las emisiones de CO2 se basa en consumir menos y, actualmente, eso conduce a un callejón sin salida: recesión y desempleo.

Hace 35 años se publicó el famoso informe Limites del Crecimiento de los esposos Meadows, G. Rangers y W. Behrens. El informe venía a decir que crecimiento económico y sostenibilidad eran incompatibles. Según ellos, el crecimiento conduciría a una gran crisis a mediados del siglo XXI a medida que las fuentes de energía y materias primas se fueran agotando y los sumideros de residuos se fueran llenando. Por ello, la única salida era llegar a una economía de crecimiento cero y basada en energías renovables. La teoría chocaba abiertamente con el capitalismo, y fue duramente combatida. En aquellos años el precio del petróleo subió. Este hecho dio publicidad al informe Meadows, e hizo que se extendiera el pánico al fin del petróleo.

Sin embargo, la escasez de petróleo de los años 70 no era real, sino debida a causas políticas. Cuando, en los 80, volvió a bajar su precio, se pasó de moda demonizar el crecimiento. La producción se hizo mas limpia, se crearon parques naturales y empezó a dar la impresión de que el crecimiento económico y la naturaleza firmaban la paz. El presidente Reagan quitó los paneles solares que Carter había instalado en la Casa Blanca y los tiró al desguace; entramos en una época de exaltación del consumismo, el lujo y la ambición empresarial.

Los años 80 fueron una encrucijada en la historia de la Humanidad. Según los expertos, en aquellos años, la carga que el ser humano ejercía sobre el Planeta igualó su capacidad máxima. Para explicarlo de forma sencilla podríamos decir que el nivel de vida de los años 80 podía continuar indefinidamente si sustituíamos los combustibles fósiles por energías renovables, reciclábamos y no crecíamos más.

Pero no lo hicimos. Con la caída del muro de Berlín, llegamos a la conclusión de que nuestro sistema económico era perfecto y no necesitaba ningún tipo de cambio. El crecimiento cero se olvidó como se olvidó el comunismo. La población siguió aumentando y el consumo se disparó en los países ricos, con lo cual la carga que el ser humano ejerce ahora mismo sobre el Planeta es mayor que lo que éste puede soportar de forma mantenida.

Estos años estamos llegando a otra encrucijada. Se está demostrando que hemos tocado varios límites: el agotamiento de las pesquerías es evidente, el cambio climático constata que la atmósfera no puede reciclar el CO2 que estamos emitiendo, y por tanto, éste se está acumulando y está cambiando el clima, se habla de escasez de agua potable, y también del pico máximo de la producción de petróleo. Todos estos fenómenos nos hablan, en el fondo lo mismo, de limites: límites a los recursos que podemos extraer o límites a las sustancias que podemos emitir. Todo parece indicar que los límites de los que hablaba el estudio Meadows están empezando a llamar a la puerta.

Si los límites están ahí ¿por qué no somos capaces de frenar, de consumir cada vez menos, de emitir menos CO2, de decrecer? No debería ser tan difícil, sobre todo para los habitantes del mundo rico, que cubrimos sobradamente nuestras necesidades materiales… sin embargo la experiencia demuestra que no es tan fácil.

Una idea muy interesante que explica por qué decrecer no es sencillo fue esbozada por un geólogo llamado Hubbert. Este científico se hizo famoso por pronosticar el cenit o pico máximo de la producción de petróleo de EEUU. Dicho cenit se produjo en 1970, como él había predicho 20 años antes.

Hubbert reflexionó acerca de la tendencia de la economía a gastar cada vez más energía y recursos naturales y llegó a la conclusión de que la clave estaba en el interés bancario. Según Hubbert existen dos sistemas en colisión: el interés bancario con tendencia a hacer crecer el dinero continuamente (y de forma exponencial, es decir, cada vez más rápidamente) y el mundo físico, donde recursos como el petróleo son limitados, y después de unos años de extracción, acaban declinando y escaseando. Estos dos sistemas deben crecer de forma pareja, porque si el dinero se incrementa más que los recursos físicos, se produce inflación. Por lo tanto, para que el crecimiento económico continúe y el sistema monetario se mantenga estable, debemos usar un tanto por ciento más de energía y recursos naturales cada año. El problema es que los recursos naturales no pueden crecer exponencialmente de forma continuada, llega un momento que su extracción es menor y acaba declinando.

Esta es una hipótesis muy pesimista. Viene a decir que, para que una economía crezca, es necesario gastar cada año más energía y dañar, de una manera u otra, cada vez más al Planeta, y que el Planeta tiene un límite.

Lo cierto es que los datos confirman tozudamente estas observaciones de Hubbert. En los últimos 200 años crecimiento económico y gasto energético han ido siempre de la mano. Por otra parte, el inicio del capitalismo y el crecimiento económico coincide con la explotación de los combustibles fósiles, que permitieron en el siglo XIX usar nuevas formas de energía. Además, todos podemos constatar lo difícil que es conjugar la defensa del medio ambiente con el crecimiento económico: normalmente son enemigos irreconciliables.

Queramos o no, lo cierto es que el crecimiento material tiene que parar en algún momento, como dice el informe Meadows. Eso es evidente porque la Tierra es finita. El problema está en ver si nuestra economía se puede adaptar a un crecimiento material cero y seguir creciendo económicamente. En los últimos 200 años nunca hemos sido capaces de hacer esto. Sí es cierto que se ha conseguido ser más eficiente, es decir, requerir menos energía por unidad de PIB generado, pero nunca tanto como para invertir la tendencia y aumentar el PIB gastando menos energía y menos recursos.

¿Y si Hubbert tiene razón y la única forma de llegar a un equilibrio con la naturaleza está en modificar el sistema bancario? Esta es una solución sorprendente, porque, a la hora de buscar soluciones al deterioro medioambiental, siempre se mira hacia la tecnología y nunca hacia la banca. Sin embargo, es posible que sea mucho más sencillo cambiar el sistema bancario y llegar al crecimiento económico cero que buscar unas tecnologías casi milagrosas que cada vez nos den más y más energía usando menos recursos naturales y en un planeta cada vez más cálido, más contaminado, con menos recursos naturales y más superpoblado.

No estaría de más que, ante el reto del cambio climático, volviéramos la mirada hacia el debate sobre los límites del crecimiento que dimos falsamente por zanjado hace 30 años. De momento estamos viendo que nuestro sistema económico no es capaz de crecer sin requerir recursos naturales. Si dentro de unos años los límites físicos nos van a forzar a usar menos recursos, deberíamos estar pensando ya cómo lo vamos a hacer para no caer en una crisis económica. No hay que ser alarmistas y pensar que la crisis va a tener lugar mañana mismo, pero si previsores, ya que 15 ó 20 años no son tantos.

Por ello más vale que tengamos utopías político-económicas en la manga que podamos esgrimir como bandera, porque los únicos sistemas alternativos al capitalismo que conocemos son regímenes totalitarios, ya sean comunistas, fascistas o teocráticos y han dado resultados bastante poco alentadores. Merece la pena plantearlo y pensarlo, aunque sólo sea por si acaso Meadows y Hubbert tienen razón y el capitalismo necesita cambios radicales para adaptarse al siglo XXI, igual que tenían razón los científicos que hace 20 años hablaban de cambio climático.

Margarita Mediavilla Pascual
Profesora de Ingeniería de Sistemas y Automática en la Escuela Universitaria Politécnica


Fuente: Texto: Margarita Mediavilla Pascual, El Día de Valladolid, 18-06-2007.