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Artículo de opinión

«Un mes de asfixia»

El elevado nivel de partículas en suspensión, fruto del tráfico rodado, la niebla y una fuerte bajada térmica, fueron saturando de enfermos los hospitales de Valladolid, hasta el borde mismo del colapso

Viernes 4 de febrero de 2005

Durante años se ha venido pidiendo, por organizaciones conservacionistas, un estudio epidemiológico que estableciera los efectos que causan los niveles
altos de contaminación en los pacientes afectados por dolencias respiratorias y cardiovasculares. Vano intento.

A la falta de datos clínicos que ha caracterizado a nuestras instituciones sanitarias, se unía el rechazo que suscita en los organismos medioambientales cualquier reclamación procedente de sectores ecologistas.

El 19 de enero, no se sabe por qué extraño milagro, el propio Servicio de Medio Ambiente del Ayuntamiento alertaba desde los medios informativos sobre la mala calidad del aire que los vallisoletanos venían respirando desde el
uno de enero, pero muy especialmente desde cinco días antes de la primera fecha citada.

El elevado nivel de partículas en suspensión, fruto del tráfico rodado, la niebla y una fuerte bajada térmica, fueron saturando de enfermos los hospitales, hasta el borde mismo del colapso.

A partir de este año, ya nadie podrá negar la estrecha relación que existe entre la contaminación y el agravamiento de determinadas patologías, tal como venían señalando insistentemente los que una autoridad local llegó a bautizar de «ecojetas».

Guillermo Díez