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Aire de niños

Los factores ambientales multiplican la incidencia de algunas enfermedades infantiles

La mayor incidencia de enfermedades como el asma, la alergia, la leucemia o determinados tipos de cáncer está vinculada a determinados contaminantes presentes tanto en ambientes exteriores como en interiores

Lunes 2 de febrero de 2004

El deterioro del medio ambiente repercute en la salud de todos los ciudadanos aunque los niños constituyen un grupo particularmente vulnerable a estas alteraciones. La mayor incidencia de enfermedades como el asma, la alergia, la leucemia o determinados tipos de cáncer está vinculada a determinados contaminantes presentes tanto en ambientes exteriores como en interiores. Neutralizar esta amenaza se ha convertido en una de las prioridades de la Comisión Europea.

La Comisión Europea ha puesto en marcha una iniciativa denominada SCALE
(Science Children Awareness Legislation Evaluation) con la que pretende
poner freno al impacto sanitario que está causando el deterioro del
medio ambiente. En la actualidad, y según datos de la propia Comisión,
un 20% de los enfermos europeos padecen dolencias relacionadas con
factores ambientales, una situación que genera cierta inquietud en lo
que se refiere, sobre todo, a la población infantil.

La comisaria europea de Medio Ambiente, Margot Wallström, ha puesto de
manifiesto algunos datos que refuerzan esta inquietud. En Europa, por
ejemplo, uno de cada siete niños padece asma, enfermedad cuya incidencia
se ha triplicado en los últimos 30 años. Asimismo, otras dolencias, como
la leucemia, el cáncer infantil más frecuente, también están
experimentando una progresión alarmante. Y en ambos casos, sostiene
Wallström, hay que culpar de este fenómeno a los factores ambientales.

Diferentes grupos de trabajo, compuestos por especialistas en la
materia, han comenzado a estudiar los riesgos que plantean determinadas
sustancias químicas en la salud infantil. Entre otras están siendo
analizadas las dioxinas, los bifenilos policlorados (PCB), los metales
pesados y los disruptores endocrinos. Estos últimos, presentes en
multitud de elementos de uso cotidiano, actúan como falsas hormonas
alterando el correcto funcionamiento del organismo.

La amenaza de éstas y otras sustancias nocivas no sólo está presente en
el aire contaminado de las grandes ciudades o en espacios abiertos
sometidos a un intenso deterioro atmosférico. El interior de los
edificios y viviendas también acumula concentraciones notables de
agentes tóxicos. Los europeos pasan entre un 85% y un 90% de su tiempo
en espacios cerrados, y aunque en ellos se crea la falsa sensación de
estar a salvo de las agresiones ambientales, recientes estudios
amparados por las autoridades de Bruselas revelan cómo los niveles de
contaminación en el interior de inmuebles pueden llegar a duplicar las
cantidades medidas en el exterior.

La preocupación no es exclusiva de los responsable políticos y los
especialistas en cuestiones sanitarias, ya que los propios ciudadanos
comienzan a ser conscientes de la situación. Uno de los últimos
eurobarómetros, sondeo periódico que mide la opinión de los europeos
sobre múltiples cuestiones, revelaba cómo cerca del 89% de los
encuestados se sentían afectados por el impacto potencial del medio
ambiente en su salud.

En España lidera la investigación en este campo el Grupo de Trabajo de
Salud Ambiental de la Sociedad Valenciana de Pediatría, algunos de cuyos
integrantes han acudido en diferentes ocasiones a divulgar su trabajo en
Andalucía. En este tipo de exposiciones, Josep Ferrís, especialista en
la Unidad de Oncología Pediátrica del Hopital Infantil Universitario La
Fe, suele esgrimir un dato incontestable: "Menos del 10% de las más de
100.000 sustancias químicas que contaminan el medio ambiente han sido
valoradas en función de sus efectos en la salud infantil y juvenil".

En definitiva, argumenta con cierta contundencia este pediatra, "si a
finales del siglo XIX los mineros utilizaban canarios para detectar la
peligrosidad ambiental de los fondos de las galerías subterráneas,
actualmente nuestros niños son los canarios de la irresponsabilidad, el
egoísmo, la avaricia y la falta de respeto al medio ambiente". Si bien
es cierto que la mortalidad infantil no ha dejado de reducirse en
nuestro país, poco se sabe aún de los efectos a medio y largo plazo que
tendrá la exposición a un creciente número de sustancias químicas.

Algunos de los trabajos científicos de este grupo ya se han hecho
públicos, y revelan, por ejemplo, los efectos que el cambio climático
puede ocasionar en la incidencia de determinadas enfermedades
pediátricas. También se han ocupado de analizar aquellas dolencias que
están asociadas a la contaminación atmosférica originada por el uso de
combustibles fósiles, o los efectos nocivos de ciertas sustancias
químicas.

Aun cuando su actividad plantea numerosas críticas a las decisiones
empresariales y políticas que tienen que ver con el medio ambiente, los
responsables de este grupo de trabajo advierten de que sus aportaciones
«son indudablemente intelectuales y científicas», debido a que, como
recalcan: «Somos sanitarios y pediatras y no ecologistas». La
información que están generando en torno a este tema se encuentra
disponible en Internet http://www.socvaped.org, con apartados específicos
dedicados a las enfermedades ambientales, toxicología, epidemiología y
formación.

Los más vulnerables

Diferentes factores explican por qué los niños son particularmente
vulnerables a las alteraciones ambientales y a las agresiones de algunas
sustancias químicas.

Tanto en la etapa fetal como en los primeros años de vida hay una
evidente inmadurez anatómica y funcional, de manera que tanto los
órganos vitales como las funciones que éstos desempeñan pueden verse
alterados por determinados agentes químicos, capaces de provocar efectos
adversos a corto, medio y largo plazo. Especialmente graves son las
alteraciones que por esta causa pueden originarse en el desarrollo
neurológico o en la eficaz puesta a punto del sistema inmunológico.

El rápido crecimiento que se manifiesta en estas primeras etapas hace
que los niños coman más alimentos, beban más líquidos y respiren más
aire por kilogramo de peso corporal que los adultos. Y esto quiere decir
que también incorporan más sustancias nocivas por kilo de peso que un
adulto, con el agravante de que no tienen aún plenamente operativos los
mecanismos para neutralizar o eliminar estas sustancias. La capa córnea
de la piel, al ser menos consistente, facilita, asimismo, el que se
introduzcan, por absorción, algunos contaminantes.

Por último hay que anotar los comportamientos sociales, ya que los
niños, por ejemplo, aún no saben interpretar los signos de alerta que
previenen a los adultos. Además, pasan mucho tiempo a ras de suelo,
reptando o gateando, con lo que están más expuestos a los contaminantes
presentes en la tierra o el polvo. Incluso en ambientes domésticos los
niños que aún no son capaces de andar respiran compuestos orgánicos
volátiles que son más densos y pesados que el aire y que, por este
motivo, los adultos no inhalan.


Fuente: El País. José María Merino - Sevilla, 02-02-2004.