... sino que las cosas que a uno le hicieron creer después,
cuando era grande y empezaba a escribir, a relacionarse con
la literatura y cosas que a uno lo condicionaron, lo frustraron,
lo inhibieron y son frustraciones e inhibiciones que llegan
hasta el día de hoy por más que uno se la sacuda
hasta cierto punto.
marzo de 1970 - Rodolfo Walsh
El título de éste artículo es idéntico
a un pequeño cuento, de una pequeña publicación
de bolsillo, editada por Siglo XXI Argentina Editores S.A.
y que se terminó de imprimir el 10 de enero de 1973.
Para el día de mi cumpleaños de ese mismo año
mi madre me lo regaló, según está consignado
en su actual amarillenta primera página, cuando tan
solo contaba con catorce años. No podría asegurar
cuantas veces lo he releído en los siguientes, producto
quizás de los buenos recuerdos de que su primer lectura
la hicimos con mis padres en voz alta en la cocina y que recuerdo
como si fuera hoy los muchos comentarios realizados por los
tres sobre ese pequeño-gran cuento.
Al tomar conocimiento de algunas de las situaciones que
han pasado ayer en nuestro país me vino inmediatamente
el recuerdo de ese libro, su contenido, lo aprendido de él;
y que me permito recomendarlo por su vigencia y que algunas
frases preceden los siguientes comentarios.
Sí, yo he pensado cosas muy contradictorias...
La Corte Suprema de Justicia de la Nación (CSJN)
resolvió ayer enviar a la Cámara de Casación
Penal un expediente iniciado hace casi dos años para
que se declare inconstitucionales las Leyes de Punto Final
(23.492) y Obediencia Debida (23.521), arrancadas con la fuerza
de las armas por asonadas militares a nuestra democracia naciente.
Ha sido un determinante ejemplo de que los “supremos”
jueces, de nuestra “suprema injusticia”, son unos
perfectos especimenes de la mentira, la inmoralidad y la irresponsabilidad
que hemos heredado de los diferentes gobiernos que los han
colocado en el podio de eso que llaman “justicia”.
La CSJN ha dilatado su fallo desde hace años, durante
los cuales se fueron esgrimiendo diferentes motivos, por demás
inatendibles, para culminar pasando el tema a una instancia
inferior, encima creada con posterioridad al inicio de la
causa. Una resolución del Juzgado Federal Nº 4,
a cargo del Dr. Gabriel Cavallo del 6 de marzo del 2001, otra
del juez federal Claudio Bonadío del 1 de octubre del
2001, un fallo por unanimidad de la Cámara de Apelaciones
en la Criminal y Correccional Federal de la Capital Federal
del 9 de noviembre del 2001, como un dictamen del 29 de agosto
del 2002 del Procurador General de Nación, Nicolás
Becerra, se han pronunciado por la inconstitucionalidad de
ambas leyes. Es más, la Comisión Interamericana
de Derechos Humanos en su informe 28/92 se había pronunciado
por la incompatibilidad de esas ”normas” con la
Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre y con la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, ambas con rango constitucional de acuerdo a la carta
magna argentina.
Imperioso es dejar aclarado que en todo este tiempo los
“supremos” se dejaron presionar por el ámbito
militar y político, como a finales del año 2002
lo intentaron el ex jefe del Ejército General Ricardo
Brinzoni y el ministro de Defensa Horacio Jaunarena.
Cabe mencionar que el Congreso Nacional hace menos de dos
meses atrás estableció la nulidad de ambas “leyes
del olvido y perdón” en una perfecta sintonía
con el sentir de la mayoría del pueblo argentino y
que el Poder Ejecutivo Nacional promulgó de inmediato
la Ley 25.779.
Y ahora todos comprendieron...
La misma impronta “cortesana” se verificó
ayer al impedir la CSJN que se pueda conocer la identidad
real de una hija de desaparecidos, Evelyn Karina Vázquez
Ferrá, que su familia de sangre busca desde hace veintiséis
años.
Fallos anteriores, Juzgado y Cámara Federal, habían
establecido que se debía realizar el examen necesario
para establecer si se trataba de la hija de un matrimonio
que fuera asesinado durante la genocida dictadura militar.
Debo aclarar que el derecho de la joven de no someterse al
ADN por “no traicionar los intensos lazos afectivos”
que mantiene con quienes la criaron, y también robaron,
entra en colisión con el derecho de su familia de origen,
Bauer y Pegoraro, y el derecho que una sociedad entera tiene
de conocer quiénes fueron los que torturaron y asesinaron
a sus padres, como lo hicieron a decenas de miles, y robaron
a bebés. Así será la única forma
de posibilitar su juzgamiento.
La justicia debe permitir que muchos otros casos de detenidos-desaparecidos
puedan ser dilucidados y que sus mentores-ejecutores purguen
las penas que correspondan por los crímenes de lesa
humanidad cometidos. La CSJN ha dado otro claro ejemplo de
que no está dispuesta a que “todos” podamos
saber cual ha sido nuestra lamentable y dolorosa historia
durante aquella larga noche de terrorismo de Estado.
Todos alzaron la mano...
Las recusaciones que, el tenista juez de la CSJN, Eduardo
Moliné O´Connor va presentando en una insospechada
acción dilatoria contra senadores nacionales que intentan
promover su juicio político es una demostración
de la incompetencia de nuestros legisladores. Ayer, una vez
más, debemos aceptar como éste “injusto
juez” encuentra en actuaciones mediáticas y de
incontinencia verbal de senadores los motivos para pretender
descalificar a los “jueces parlamentarios” que
seguramente terminarán con su permanencia como juez
supremo. Ésta debe ser una realidad inexorable.
Muchos de los legisladores que hoy quieren llevar a juicio
político a los jueces de la “Suprema Corte de
Injusticia” son los mismos que callaron al momento de
sus nombramientos y que alzaron sus manos para no permitir
el juicio político a todos los supremos en el año
2002. Para ellos el tiempo de la nueva justicia no cuenta
de la misma forma que la urgencia de sus agendas electorales.
Con el agravante de haber propiciado, aceptado y votado
en sus provincias modificaciones a sus constituciones para
aumentar los miembros de tribunales superiores y cortes, convalidando
el ingreso a ellos de sus “amigos jueces” para
realizar sus juegos políticos llenos de arreglos y
arrebatos a los derechos y libertades ciudadanas, ajustando
todo lo necesario a sus conveniencias ejecutivas.
Una sociedad entera quiere ver a los miembros de la CSJN
fuera de ella y parece mentira que el accionar de algunos
legisladores demore tanto ésta cuestión que
concierne a la seguridad jurídica de todo un pueblo.
Sonó la campana convocando...
Desde ayer, por la acción del fiscal federal Francisco
Sosa, se va en camino de reabrir la causa sobre el ex jefe
de Policía de Santa Fe, el Comandante de Gendarmería
Agustín Feced, por los Centros Clandestinos de Detención.
El que fuera presidente de facto de diciembre de 1981 a julio
de 1982, el General Leopoldo Fortunato Galtieri, cuatro años
antes era responsable del Segundo Cuerpo de Ejército
con asiento en Rosario en la provincia de Santa Fe.
El informe de la CONADEP del año 1984 establecía
con referencia al accionar de la genocida militar dictadura
en esa zona lo siguiente: “...ilegalidad de las detenciones,
torturas y ensañamiento, que muchas veces culminó
en asesinatos”.
Algunos testimonios establecían por ejemplo: “Feced
me expresó que iban a trasladar a mi hija a Jefatura
y que me la entregarían. Me dijo que me entretuviera
mirando las fotos de unos álbumes de gran tamaño.
No pude ver más de dos páginas. Eran fotos en
colores de cuerpos destrozados de ambos sexos, bañados
en sangre. Feced me expresó que lo que estaba viendo
era sólo una muestra, que él era el hombre clave
que iba a barrer con la subversión”, “El
Comandante -por Galtieri- entrevistó a cada uno personalmente.
A mi me preguntó si sabía quién era él;
me dijo que era la única persona que podía decidir
sobre mi vida”.
Han pasado veinte años del informe, de estos testimonios,
del juicio a las Juntas Militares. Galtieri ha fallecido mientras
la justicia argentina jugaba a las escondidas con la Verdad,
la Justicia y el Castigo sobre lo que sucedió en la
Quinta de Funes, un centro clandestino del terror cómo
otros 340 más que existieron a la largo y ancho del
país. Estos sitios de la tortura, la muerte y la desaparición
de personas fueron negados oficialmente como también
se negaba la existencia de seres humanos privados de la libertad.
Así que el lunes se levantó, algo tembloroso...
El 18 de julio de 1994 se produjo el atentado a la sede
de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA)
con ochenta y seis muertos y ciento nueve heridos. Y han pasado
nueve años. La justicia a cargo del juez federal Juan
José Galeano sigue haciendo agua por todos lados. Compra
de testigos, mentiras, dilaciones, encubrimientos, millonarios
dineros dispuestos, viajes al exterior, sobornos, mentiras,
servicios, menemismo, policías, etc. son los únicos
datos que nos entrega la realidad.
Poder llegar a la verdad mediante una seria investigación
sigue siendo para la justicia argentina “una misión
imposible”.
Ayer nomás, Hugo Anzorreguy, abogado y ex titular
de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE),
en su declaratoria en el juicio oral llenó el recinto
de dudas, mentiras y falta de memoria, lo que nos demuestra
en las perversas manos que se maneja la “inteligencia
argentina” y de cómo puede influir sobre la justicia.
En ese lamentable hecho, como el sucedido el 17 de marzo
de 1992 en la Embajada de Israel, la Justicia administrada
por los hombres niega a los familiares poder conocer absolutamente
toda la verdad.
Allí acabó la felicidad, tan buena mientras
duraba...
No estaba equivocado Rodolfo Walsh antes de ser asesinado
el 25 de marzo de 1977, él se había encargado
de investigar y denunciar las atrocidades que estaban sucediendo
en Argentina. Diez años antes, en 1967, había
escrito el gran cuento “Un oscuro día de justicia”
que sobre su final nos dice sobre el celador Gielty, Malcolm
el tío de un alumno y sobre éstos que asimila
al Pueblo:
“Allí acabó la felicidad, tan buena
mientras duraba, tan parecida al pan, al vino y al amor. Recuperado
Gielty sacudió al saludante Malcolm con un mazazo al
hígado, y mientras Malcolm se doblaba tras una mueca
de sorpresa y de dolor, el pueblo aprendió, y mientras
Gielty lo arrastraba en la punta de sus puños como
en los cuernos de un toro, el pueblo aprendió que estaba
solo, y cuando los puñetazos que sonaban en la tarde
abrieron una llaga incurable en la memoria, el pueblo aprendió
que estaba solo y que debía pelear por sí mismo,
y después que las figuras se perdieron en los límites
del parque, el pueblo aprendió que estaba solo y que
debía pelear por sí mismo y que de su propia
entraña sacaría los medios, el silencio, la
astucia y la fuerza, mientras un último golpe lanzaba
al querido tío Malcolm del otro lado de la cerca donde
permaneció insensible y un héroe en la mitad
del camino.
Entonces el celador Gielty volvió, y con la primera
sombra de la noche en los ojos, miró una sola vez la
hilera de caras majestuosamente calladas y de banderas muertas,
se persignó y entró rápido”.
1 de octubre del 2003
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