En las políticas gubernamentales, partidistas y académicas
sobre la economía latinoamericana existe un asombroso
vacío: el debate sobre la necesidad de empresas transnacionales
latinoamericanas (ETL) para salir de la miseria. Del Banco
Interamericano de Desarrollo (BID) al Banco Mundial, desde
las universidades hasta los medios de comunicación,
el silencio cómplice sobre el imperativo de las ETL
es total. Lo absurdo de esta situación es obvio. Excluir
del debate sobre la ingeniería económica del
progreso tal tópico, es como excluir de la discusión
sobre la ingeniería mecánica de un automóvil
el tema de su fuente de energía y dinámica,
el motor. Diseñar un medio de desplazamiento sin considerar
su propulsión, sería tal desatino que nadie
se atrevería a hacerlo.
En el debate de los partidos políticos, de los gobiernos
y de los economistas académicos, sin embargo, sucede
exactamente esto. Quieren desplazarse económicamente,
pero con un vehículo sin máquina ni energía.
Dentro de estos genuinos new age economics -donde se mezclan
los dogmas de la economía neoclásica con la
lucrativa esotérica mercantil del Dalai Lama (Spirit
in Business) y el neocolonialismo intelectual- que pretenden
discutir la mecánica del sistema solar abstrayendo
del sol, la verdad de la economía global desaparece.
Y la verdad de la economía mundial es que nada tiene
que ver con el modelo, intuitivamente cibernético,
de Adam Smith, en el cual un infinito número de pequeñas
empresas en pleno laissez faire determinan el comportamiento
del sistema. Hoy día, la economía global está
organizada en un sistema de cuatro anillos. El primer anillo
o centro estratégico de este macrosistema, que determina
su direccionalidad y velocidad de evolución, lo forman
las quinientas corporaciones transnacionales más importantes
de la elite global, del grupo G-7. El segundo anillo lo constituyen
las restantes treinta y siete mil empresas transnacionales
que, en su abrumadora mayoría, también pertenecen
al G-7. El tercer anillo son las millones de pequeñas
y medianas empresas y el último que prácticamente
no decide nada y está siendo arrastrado como una cola
de cometa, son las decenas de millones de microempresas en
todo el mundo. La función de las corporaciones transnacionales
en la aldea global es tan evidente como lo fue en su tiempo
la función de los galeones españoles. Eran los
vehículos que permitían acceder al plus producto
mundial. Quién no disponía de esos vehículos,
estaba separado del surplusmundial y, por lo tanto, tenía
que vivir en la miseria y la dependencia. En la economía
contemporánea las ETN acceden al surplus mundial a
través de su poder económico-político-cultural
y de las tecnologías de punta, los cuales, a su vez,
se nutren de la ciencia de excelencia; de tal manera que empresas
transnacionales, tecnología de punta y excelencia científica
forman una unidad indisoluble que determina la sustentabilidad
y las condiciones de vida de una nación. La nación
que no tiene ETNs, tampoco necesita tecnología ni ciencia
avanzada, porque está condenada al subdesarrollo. El
desmantelamiento de las universidades públicas y el
tabú de las transnacionales latinoamericanas encuentran
ahí su raíz común: el destino colonial
de la Patria Grande. Sin embargo, a diferencia de África,
América Latina dispone de todos los elementos necesarios
para desarrollar sus propias empresas transnacionales o Complejos
de Investigación-Producción-Comercialización
(CIPC), capaces de enfrentar a las transnacionales del Primer
Mundo; actuando dentro de un bloque regional de capitalismo
proteccionista, el Mercosur ampliado, profundizado y democratizado,
y sosteniéndose sobre cuatro polos de crecimiento:
1. las pequeñas y medianas empresas (PYMES); 2. las
corporaciones transnacionales nacionales (CTN); 3. las cooperativas
y, 4. las empresas estratégicas del Estado. Las empresas
transnacionales latinoamericanas pueden tener diferentes regímenes
de propiedad, desde el capital privado y cooperativista hasta
empresas mixtas (privadas-estatales) y estatales y, de hecho,
existen ya en todas esas formas. Pero, donde más sistemáticamente
se ha avanzado en esa estrategia de desarrollo por vía
de los Complejos de Investigación, Producción
y Comercialización global (CIPC), es en Cuba, en el
área de las ciencias bio-médicas. El complejo
biotecnológico-farmacéutico-medico de Cuba es,
hoy día, en todos sus aspectos, comparable a una de
las grandes transnacionales de Occidente. Si se uniera en
una o dos grandes holdings con la respectiva industria brasileña
y argentina, podría ocupar exitosamente una parte considerable
del surplus mundial en este segmento de mercado que alcanza
los trescientos mil millones de dólares. La empresa
aeronáutica brasileña Embraer, a su vez, tiene
todo el potencial para compartir en partes iguales con Airbus
y Boeing el mercado mundial dela aviación y, más
temprano que tarde, de la industria espacial, aprovechándose
al Ecuador como el lugar geográfico de mayor ventaja
comparativa para el lanzamiento de cohetes al espacio. Varias
líneas aéreas latinoamericanas podrían
fusionarse y garantizar no sólo un mercado natural
para la industria aeroespacial criolla, sino que competiría
en condiciones iguales con los europeos y estadounidenses.
Las gigantescas exportaciones de materia prima -petróleo,
minerales, granos, madera, etc.- garantizarían, por
otra parte, varias grandes industrias navales en el subcontinente.
En el sector energético se ofrece un CIPC latinoamericano,
creado a través de la unión entre PdVSA de Venezuela,
Petrobras de Brasil y la reestatizada YPF de Argentina. La
física nuclear argentina y la brasileña mantienen
todavía, pese a los sabotajes de los gobiernos neoliberales,
un alto nivel de competencia y podrían ser el germen
de un CIPC capaz de competir con las transnacionales Westinghouse
y Siemens en energía nuclear. Y así, ad infinitum.
Sin embargo, en lugar de operar dentro de esta lógica,
concentrando los grandes recursos nacionales en Complejos
de Investigación-Producción-Comercialización,
para recapitalizar a América Latina y darle trabajo
y educación, los discípulos de Adam Smith siguen
enajenándolos. Privatizan hacia el exterior el potencial
del mañana, para equilibrar sus cuentas fiscales de
hoy y quedar bien con el capital financiero internacional,
en la quimérica esperanza de escapar al inexorable
fin de Argentina y Brasil. Adam Smith, quien vivía
de los ingresos transnacionales británicos, "must
be smiling in hell".
(ATTAC INFORMATIVO 155 - Sí a la vida - No al ALCA)
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