Sección Relaciones Internacionales
Intolerancia el gran mal de la Humanidad
 
   
   

 

 
   
Por:-Clara Britos Marzo de 2002 Argentina
¦Pareciera que la ilimitada creatividad humana anhela ganar posiciones en todos los aspectos, aún en la intolerancia.
Porque ¿Qué es la guerra, la discriminación, la polarización sino el acto de no tolerar? ¿Con qué derecho y cuáles normas el ser humano condena a otro por ser diferente? ¿Cuál es el juicio que formula la tosca inteligencia cuando discrimina socialmente?
Discriminación social es el acto por el cual un grupo de personas esgrimiendo la posesión de ciertos atributos, se siente en condición superior a los demás grupos que no comparten estos dotes, aísla a los que son diferentes y proceden mediante variadas formas de poder, a tomar medidas que perjudican la subsistencia y la vida digna de estas personas, desde el ostracismo y la marginación socio-cultural hasta el exterminio masivo por medio de las armas.
Diferenciar, definir, clasificar..., es una función de la inteligencia, pero nunca debería aplicarse en juicios de valor a los fenómenos humanos, pues existen dos deslizamientos
Peligroso en el discurso discriminatorio: uno de índole ontológica (referido al “ser”), y el otro de índole ética (referido al “valor”).
Sería absurdo el creer que a ciertas diferencias externas, corresponderían diferencias internas de naturaleza, porque esto lleva a pensar que ciertos grupos étnicos religioso-sociales son menos humanos”.
Tampoco podemos compartir un juicio de valor, por el cual el grupo que posee atributos externos (raza, posición social, educación, religión, ideología...), se considera mejor, más valioso y con más derechos que los grupos “distintos”. Es decir, más digno de vivir en desmedro de los otros, cuya existencia se juzga “indeseable”, inconveniente o peligrosa.
Esto justifica el miedo ante posibles rebrotes nazis, aunque no es el miedo lo que puede evitarlos, sino el conocimiento y la madurez de una sociedad. Cuidado, el pensamiento racista, fascista, discriminatorio, se manifiesta en diversas conductas:
La discriminación nacionalista esconde un afán de poder y expansión territorial, por lo cual la autoridad busca encender en sus raíces ciudadanos el odio abstracto por el vecino que nació bajo otras banderas. Según la opinión de los sociólogos, no surge espontáneamente entre los pueblos, sin que una autoridad lo fomente mediante la acción psicológica.
Uno de los peores males que acarrea el fanatismo ideológico es la arrogancia humana, aquella que tiende a ordenar las cosas exactamente, como unos pocos creen que es correcto. Este orgullo desmedido, también llamado “Fe en la razón”, es capaz de generar un optimismo ingenuo que termina por endiosar a la razón y al criterio humano, convirtiéndolos en imposición. Esta imposición finalmente concluye en la paradoja de “querer el bien y hacer el mal” provocada por un pensamiento impuesto.
En la discriminación Cultural y Religiosa, los valores culturales en lugar de servir para un intercambio y enriquecimiento mutuo se exponen como muros, definiéndose una “Cultura oficial (ya sea occidental judío-cristiana, islámica o marginal), para emplear desde allí las armas de la información, el conocimiento y el arte, para descalificar y destruir los grupos que comparten otros códigos. O lo que hoy se denomina “fundamentalismo”. Consiste en argumentar “razones o mandatos divinos” y en adoptar posiciones “mesiánicas”, para someter y erradicar los grupos que creen en otras religiones. Un grupo se erige como salvador y libra una batalla (guerra militar, psicológica, económica etc.), en nombre de “justas causas”. Así se utiliza una doctrina originariamente hasta para justificar el exterminio de otros hombres.
Gabriel Marcel, filósofo francés, caracterizó a esta clase de orgullo en la razón impuesta, como el resultado del espíritu abstracto. El planteo que en el momento en que el Estado, un partido, una fracción o una institución religiosa conviene con un segundo, en cometer actos de guerra sobre otros hombres, a quienes se los debe aniquilar, es imperativamente necesario que ambos pierdan la conciencia de la existencia individual de aquellos. Para convertirlos en “chivos expiatorios es necesario transformarlos en una abstracción como por ejemplo considerarlos una etiqueta - fascistas, comunistas, judíos, musulmanes, etc.- y no seres humanos.
Podemos describir la discriminación económica dando el ejemplo de un país de aparente régimen capitalista o liberal donde la forma de discriminación es más invisible e insidiosa. La aparente igualdad de oportunidades muchas veces termina por concentrar la riqueza, y así conviven grupos ricos y de posición económica estable con poblaciones marginales que no tienen acceso a los mismos bienes, educación, servicios, y participación. El dinero crea, tal vez, automarginación y cuando los sectores más desprotegidos sufren los embates más duros, se forma una peligrosa cuota de violencia contenida que estalla en conflictos sociales. La historia argentina aún vive muchos de estos pasajes.
Poco a poco el pensamiento fanático ocupa las mentes de las personas y se apodera de ellas. Tiende a imponer el orden sobre el espíritu humano, desde afuera, por presiones externas. Afortunadamente la naturaleza humana es un elemento que continuamente se renueva, se recrea, se hace y rehace. Nos equivocamos muchas veces, eso es cierto. Cometemos error tras error y siempre existió una excusa: no somos perfectos,
¿Cuándo llegará el día en que nos cansemos de las imperfecciones humanas y decidamos hacer las cosas bien?
La discriminación racial busca marginar, someter, hostigar, y exterminar a ciertos grupos que, en la clasificación étnica, quedarían excluidos bajo un rótulo distinto al del grupo más poderoso. Sin embargo hoy la antropología ha refutado de un modo irrebatible la teoría el criterio de definición de las razas. Sí bien la antigüedad de las razas no puede ser determinada con precisión, los antropólogos se inclinan por considerar que los mejores indicadores de ascendencia racial son precisamente rasgos accidentales que no obedecen a la adaptación.
Podríamos afirmar que la clave para superar las trampas de los sectarismos y de la discriminación reside en gran medida, en la tarea educativa, llevada a cabo por la sociedad, los maestros, y por sobre todo, por la familia. Es tarea de todos, nadie queda fuera de la historia del mañana. Hoy se trata de captar la realidad de la sociedad correctamente entre el bien y el mal.
El racismo y la discriminación son como una peste que siempre cobra una nueva víctima,
“Porque ese no sabe comportarse en sociedad porque viven en una zona marginal, porque no fue a la escuela, porque no comparte nuestros valores culturales, porque era en otra religión, es un ser inferior, un peligro para nuestra comunidad, que debe ser erradicado, combatido y exterminado. Hacerlo es un acto de bien, un imperativo moral, en defensa de nuestros más preciados valores. Esta clase de personas atentan contra la evolución de la especie humana...”
En este discurso se confunden, en una misma trama falaz, argumentos. 1) Étnicos o raciales, 2) evolucionistas o darvinianos, 3) religiosos, 4) socio-económicos, 5) político- nacionalistas, 6) culturales.
Cuidado, el pensamiento racista, fascista discriminatorio, se manifiesta en diversas conductas...



 

 
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