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Si la velocidad de la luz se comparara con la de los políticos
argentinos para apurarse en quedarse atornillados al poder,
estaríamos ante un nuevo descubrimiento de la ciencia,
o bien para ser más justos para el segundo caso ante
un nuevo "proceso de ocupación democrática",
que no necesitaría de los estudios de científicos
sino de la simple observación y sufrimiento de cualquier
habitante.
Decimos "ocupación" a la forma y la manera
que los gerentes políticos han tenido la capacidad
de desalentar el exigente pedido y reclamo de la mayoría
del pueblo, el que asqueado solicitaba al unísono "Que
se vayan todos". Aunque todavía sigue vigente
esa premisa pero con mucha menos fuerza lo que posibilitó
"Que se queden todos".
Si bien la salida "por los aires" del último
gobierno democráticamente elegido parecía ser
el comienzo de un nuevo tiempo, éste una vez más
se ha postergado dando la posibilidad de que los mismos de
siempre estrechen filas olvidando intencional y rápidamente
que no han tenido la capacidad y el patriotismo necesario
para llevar por el buen camino el destino de la mismísima
República.
Más de lo mismo y sin ningún tipo de cambio,
o por lo menos de un innovador maquillaje mentiroso, vemos
hoy nuevamente instalados en la vida política gubernamental
y parlamentaria, a lo largo y ancho de nuestro extenso territorio,
a los personeros que desde hace décadas hacen y deshacen
a su agrado y al de sus mandantes cualquier desmán
en contra de los intereses de todos. Es cómo recordar
el célebre ciclo televisivo de "El hombre que
volvió de la muerte" de Narciso Ibáñez
Menta, porque para cualquier observador a fines del año
2001 estaban muertos en sus pretensiones de enquistarse en
"sus" poderes, pero que sin embargo no van dejando
las siete ranitas como pistas sino hambre, desnutrición,
indigencia, represión, muerte, exclusión e injusticia.
Con la asistencia de los medios de comunicación y
de los comunicadores se ha quitado del debate público
la imperiosa necesidad de realizar un recambio total de la
dirigencia política del país. Lo que nos llevó
a tolerar nuevamente que aquellos que en veinte años
de ininterrumpida vida teóricamente democrática
ocuparan todos los espacios habidos, y los creados para cubrir
solamente sus necesidades partidarias, lo sigan haciendo con
una desfachatez insoportable tanto hoy como seguramente mañana.
La responsabilidad que le cabe a la clase política,
en la calamitosa situación reinante y las necesidades
que sufren millones de conciudadanos que las verán
agravarse inexorablemente, es a todas luces producto de su
incapacidad manifiesta y la perversidad llevada a cada uno
de los que deberían haber sido honorables cargos electivos.
Muchos nos preguntamos si la responsabilidad en la falta
de vocación de cambiar de una vez por todas las reglas
impuestas no es de todos nosotros, o sea del conjunto de la
población, debiendo a fuerza de toda sinceridad reconocer
que la falta de conciencia y organización ha motivado
perder una excelente oportunidad de cambio que muchos considerábamos
como una etapa prerrevolucionaria. Ello es producto de haber
delegado en los diferentes representantes todas las iniciativas
de gobierno y las legislativas que demasiado daño han
causado y muy pocas las soluciones que han aportado para encontrar
la salida de la dependencia política y económica
tanto externa como de los grupos oligárquicos internos.
No hemos podido dar vuelta la taba y que roten los vientos
para cambiar todo, ya que solamente cambiar algo ha sido simplemente
no cambiar nada.
La democracia por sí sola no produce ni propicia la
verdadera participación democrática de los pueblos,
cuestión ésta demostrada en todo el mundo, ya
que es una doctrina convertida en sistema político
con grandes falencias en asegurar el predominio del pueblo
y el cumplimiento de sus deseos. Éstos se pierden inevitablemente
en las de decisiones de los grupos de poder económico
que han logrado apresar y asfixiar a los diferentes gobiernos
y a las representaciones legislativas de los cuales son sus
socios mayoritarios en la empresa de la indignidad democrática.
Para mantenerse en los sitiales que ésta representación
democrática permite las diferentes "bandas"
políticas hoy invierten sus tiempos y nuestros dineros
en preparar un escenario mentiroso de elecciones presidenciales
que tienen una vez más a ellos como exclusivos protagonistas
y únicos beneficiarios.
Por todo esto, únicamente encontraremos una digna
salida, la única posible si pretendemos un cambio serio
y responsable, si conseguimos apartarnos de cualquier organización,
partido o movimiento político existentes que indudablemente
se encuentran vacíos de ideologías y doctrinas.
Debemos encontrar en todas las nuevas formas de asociación
popular la nueva manera de irnos reencontrando todos los que
no bajamos los brazos ni arriamos las banderas por conseguir
el poder nacional y popular que desde una visión progresista
superadora e innovadora encuentre la salida para la refundación
de la Patria, el bienestar del pueblo y la independencia política.
El "pasado" y el "presente" fueron de
los que han quebrado el pacto de lealtad con el pueblo y han
entregado todo por conservar su inocultable obsesión
de manejar arbitrariamente los destinos de la Patria a nuestras
espaldas y pidiéndonos los votos necesarios para confirmarse
en sus sitios mugrientos de transas y corrupciones.
El "futuro" debe ser de todos los que sentimos
que nuestras esperanzas de construir otro país es posible,
basado en nuestras fuerzas y convicciones sociales y políticas,
y que ese camino lo debemos emprender sin descanso alguno
y con todos nuestros ímpetus y decisiones puestas en
que al final del recorrido la Argentina será emancipada
y liberada definitivamente para que en ella las próximas
generaciones se puedan desarrollar libre y plenamente.
Para lograr esto es indispensable pensar que es posible exigirles
a ellos que se olviden, tanto de seguir adelante como de que
"Se quedaron todos".
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