Hay campos de concentración en el Imperio.
Seiscientos campos de concentración.
Pero los llaman “campos de salud mental”.
600 campos de concentración están preparados
Para dos millones de prisioneros.
Hay 2.000.000 de personas que no saben, que pueden ser
Futuros prisioneros
Estoy en Madrid, desde hace horas. Me espera Barcelona, me
espera París.
Y después.
Me esperan los signos del mundo. Son muchos. Muchos los prodigios.
Me esperan pintura, música, poesía.
Me espera la belleza que acecha mi siempre sed.
Me esperan los mapas.
Los mapas. Mapas-caras de personas. Geografía interior
que devela el fragmento entre ojos y boca, de cada humano.
Quiero asomarme a ellos.
Grabados en mí, los mapas-caras de los argentinos,
en cuya entraña acecha la desesperanza.
Doliente en mí, la certeza de que la cultura está
en el cadalso.
Y cultura es dignidad, lumbre, pan.
Dolientes en mí, las privaciones crecientes de tantos
seres humanos
Doliente en mí, la certeza de que en mi país
estallará la noche.
Pronto, muy pronto, en días, semanas, no más.
Si me equivocara, qué bien.
Pero no. Hay acopio de sombras que devendrán cerrazón.
Hay políticos espantajo y sociedad con párpados
letargo. Que no ve. Que no quiere ver.
Más aún y entonces, llenaré ojos, oídos
y mi ser entero todo, de belleza.
Que belleza es verdad.
Para abrir las manos en el intento de disparar estrellas.
Para la lucidez, para la fecundidad del corazón. Para
ayudar con modestia del alma a que todos seamos un
Nunca.
Nunca.
Nunca Más.
Pero no hablaré ahora con mi sola voz. La uniré
con “esas” voces, que son todas las voces (*).
Los poetas.
El IV Reich, los idiotas
y el beso de los vivos
Siento que a pesar de todo, hay un hálito de heroísmo.
Y que en él no podrán respirar los mercaderes
que juegan vidas humanas, en mesas de lavado de dinero y vaciamiento
de valores.
Siento que hay un gesto impetuoso que no pueden comprender
los pragmáticos. Los pragmáticos, el Poder.
El Poder que, cuando abra sus puertas a los vientos del mundo
y por ellas pase la Justicia, sabrá que la vida pedirá
la palabra.
Para eso trabajamos tantos en el mundo, quienes queremos vida
para todos. Para sustituir tanta mentira, para llenar de paz
las tinieblas, para fundar otra vez la esperanza. Creo que
si ejercemos nuestros derechos ciudadanos, un día olvidaremos
a estos indiferentes enemigos. Que una muchedumbre repetirá
la llama con voz muy dulce.
Y sentiremos de nuevo el beso de los vivos.
Pero falta.
Y mientras, tanto el IV Reich del Norte matará más
vidas, con sangre y con armas.
Hasta que todos digamos por fin, ya basta.
Basta.
Si todos nacimos de mujer y hombre. Si todos tuvimos hambre
y de pronto dientes. ¿Por qué tantas ventajas
para ellos? ¿Quién les dio la cuchara cuando
no habían nacido?
George Bush, entierra a los hombres, entierra la esperanza,
entierra la vida, entierra el amor, entierra el silencio en
silencio. ¿Cómo se puede comer y dormir en paz,
mientras hombres así anden sueltos por el mundo? ¿Cómo
no recordar que La libertad es una cárcel, mientras
haya un sólo hombre esclavizado en la tierra?
Pero “el idiota”, quien no es idiota porque sus
idioteces son siempre Poder y muerte y nunca vida, no está
solo.
En esta España desde donde hoy escribo y en Inglaterra
y en Argentina –y más-lo acompañan los
gobiernos. Y también, la cosecha de su siembra de muerte:
la indiferencia de millones de ciudadanos, borrachos de parálisis
para “sus” demás.
Volar del vuelo
Países en democracia, dicen.
Mentiras.
Democracia es igualdad. Es libertad definitiva y en nosotros,
como hiedra reverdecida. Hiedra que no envejece ni termina.
Que es como el horizonte fijo. Y perpetúa astros y
estrellas tímidas.
¿Somos demócratas? Sólo cuando amamos
el sol libre que encontramos en los hombres.
Cuando entendemos por fin, que no hay otro oficio que el que
enseña al hombre a ser un hombre.
Que el hombre es lo que importa. El hombre, frente al misterio.
Si la mayoría lo sintiera, recuperaríamos la
vida.
Y podríamos decir de nuevo un día que entonces
al salir, volaba el vuelo porque ahí anda otra vez
volando y al fin, la primavera.
En tanto y también después, se trata del basta
a párpados letargo
Siempre es bueno tener los ojos tremendamente abiertos.
Para la belleza, sí. Pero también, para ver
la corrupción de alma y de bolsillos, que los “idiotas”
albergan.
Para ver sus gestos. Gestos que parecen eructos de almas enfermizas.
Para ver –mirar –sentir, a las miles de almas
que en Argentina –y será en el mundo-, día
a día quedan sin trabajo.
Jóvenes sin futuro, ancianos en humillación,
personas que llegan a su fin en la mitad de la vida.
Basta de párpados letargo.
Ojos abiertos para ver, en mi ¿país? que las
fuerzas de "seguridad" del IV Reich, quieren ocupar
el territorio para reprimir a los hambreados.
Para sentir que este "modelo" en mi ¿país?
y en el mundo, quiere cerrar las puertas del Azul, todas.
Que quiere palpar de armas a todos los espíritus en
vuelo; que quiere decretar feriado en todo el cielo y atrapar
a todos los pájaros contentos.
Para no olvidar que los niños en Argentina no sólo
–y tanto- mueren. Ahora, también muchos matan.
Sí. Cuando la muerte sale al encuentro de la infancia,
la infancia sale al encuentro de la muerte.
Permanecer despiertos
Y la poesía, que es luz y es vida. La poesía
hoy.
Hoy no puedo tener un verso dulce que anestesie el llanto
de los niños y mueva suavemente las hamacas, como una
brisa esclava.
Sé que las grandes renovaciones, siempre vienen de
abajo. Y al igual que los árboles, nunca crecen desde
el suelo hacia los abismos sino hacia lo alto.
Y ahí, uno de los secretos para la libertad.
En que conspire nuestro deseo de liberación.
En que conspire nuestro sentimiento de justicia.
En que conspire la voz de la sabiduría.
En que conspiren los anhelos de nuestras vidas insumisas.
Y la poesía no es pan para vísceras hambrientas.
Y no se propone ser efectiva ni dar soluciones.
Pero en la disputa entre lo que sucederá y aquello
que desearíamos que ocurriera, mantiene la atención
en vilo.
No es distracción. Es un núcleo en el que nuestro
poder de concentración vuelve, concentrado, a nosotros
mismos.
Es la carencia de resignación.
Y no me cansaré de repetir que no podemos renunciar,
ni siquiera a nuestro derecho a renunciar.
Que cortar las amarras que nos dicen que son lógicas,
nos implican la única y verdadera posibilidad de aventura.
Que si permaneciéramos inmóviles, nos desplomaríamos,
con los brazos estúpidamente en cruz. Y nunca más
podríamos tampoco, hacer el amor.
Que ayudaríamos a cambiar el mundo, si termináramos
con el argumento de que nada puede hacerse, porque todo está
combinado de antemano.
Y no es lirismo y si lo es, qué importa.
Palabras muerte
Palabras vida
Si en caso de vida o muerte, estamos siempre con el más
próximo.
Si decimos y nos decimos, que la tentativa a proponer se resume
en dos palabras. Permanecer despiertos.
Si recordamos que el hombre vale más por el ahondamiento
de sus preguntas, que por sus respuestas.
Que es nuestro deber no dejar a la libertad volcada bajo un
muro de escombros.
Que.
Entonces, no tendremos que lamentar un día, por tanta
palabra de amor desperdiciada. Y tanta palabra de fe esparcida
y tanta risa de niño confundida. Y tanta música
de pájaro desesperada.
No más dolor si cada uno siente que ve el dolor del
hambriento y sabe que su hambre anda tan lejos de su sufrimiento,
que de quedarse ayuno hasta morir, saldría siempre
de su tumba una brizna de hierba al menos.
No más, si estamos en rebeldía y contagiamos
Guerras, imperio, George Bush. Palabras muerte
Pero hay palabras que hacen vivir y son palabras inocentes.
La palabra calor. La palabra confianza. Amor, justicia y la
palabra libertad. La palabra niño y la palabra gentileza.
Y ciertos nombres de flores y ciertos nombres de frutos. La
palabra valor y la palabra descubrir.
Resistencia, palabra vida
Y poesía. Y Paul Eluard y William Yeats y Lorca, Miguel
Hernández y Celan. Y Quasimodo y Celaya y Ungaretti
y Rimbaud.
Y.
Y Robert Desnos
Palabras con un ser interior que las sustenta.
Para que las sombras no devengan noche
Por la libertad.
* Aprendí a hablar, a leer y a escribir e intento aprender
la vida, con poesía.
Por eso, hay tantas en mi memoria y en mis palabras anteriores.
Vaya esto como explicación de “La vida pedirá
la palabra”.
Es una suerte de guión mío sobre decires de:
Friedrich Hölderlin. León Felipe, Pablo Neruda
Paul Eluard, J. Elliot, Enrique Bossero, Mario Benedetti,
Karl Jung, Germán Arciniegas, Louis Aragon, Jacques
Prevert, Oliverio Girondo, Antonio Machado, Seamus Heaney,
Rene Daumal, Andre Malraux, Rafael Alberti, Raymond Queneau,
William Yeats, Albert Camus, David Lawrence, Salvatore Quasimodo
y Robert Desnos
Así “salieron” de mí.
Porque me habitan.
Cristina Castello
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