Sección Opinión
El escándalo de la deuda
 
   
   

 

 
   
Por:-Norberto Galasso

Por Los medios de comunicación “informan”, en estos días -algunos, con suspiros
de alivio, otros, con implícito júbilo- que Argentina celebró un acuerdo con
el FMI. Dan cuenta, asimismo, que esta “reconciliación” ha sido producto de
arduas negociaciones, a través de las cuales el ministro Lavagna supo hacer
respetar nuestra soberanía y derechos. ¿De qué estamos hablando? Por
supuesto, si partimos de una óptica según la cual el FMI es el protector de
los países pobres que están endeudados porque despilfarraron los préstamos
que recibieron, resulta sensato entender el acuerdo como la vuelta al hogar,
al cobijo de ese padre afectuoso y regalón, que con alguna reprimenda de por
medio, enderezaría nuestro destino. Pero resulta que ésta es una óptica
colonial, propia del esclavo que lame la cadena.
La verdad, en cambio, anda escandalosamente desnuda por las calles desde
hace tiempo y es otra bien distinta. Como sabemos, la creación del FMI, al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, se sustentó en la excusa de que era
necesario un organismo financiero internacional -neutro, no sujeto a ningún
interés privado ni de país alguno- que recibiera aportes en oro y divisas de
los diversos países y cumpliese la función de suministrar fondos, a sus
asociados, cuando éstos cayeran en déficit, crisis, etc. Sin embargo, como
también es público, este organismo se convirtió en regente-administrador del
sistema capitalista mundial. Los aportes financieros desiguales determinaron
asimismo votos desiguales, lo convirtieron de organismo neutro en brazo
ejecutor de políticas al servicio de los intereses imperialistas. De tal
modo que la función del FMI, en los hechos concretos, apuntó a imponer
políticas económicas coloniales a los países de América latina, Asia y
África, y a asegurar un permanente drenaje de riqueza desde estos países
hacia el mundo desarrollado, es decir, planes Marshall al revés, que
enriquecían cada vez más a los ricos y empobrecían cada vez más a los
pobres. Basta con recordar que el FMI impuso, e impone, a los países
periféricos: apertura económica para abrir los mercados a los productos
europeos y norteamericanos, libre flujo de capitales para asegurar las
transferencias de riqueza, privatización de empresas públicas y en general,
achicamiento del Estado para ofrecer negocios a la inversión extranjera (en
salud, educación, previsión social, etc.), superávit del presupuesto estatal
para asegurar el pago de intereses. Con esas políticas, los países
periféricos tuvieron déficit del comercio exterior y de la balanza de pagos
y no tuvieron otra alternativa que endeudarse. El FMI y otras beneméritas
organizaciones financieras mundiales otorgaron préstamos, pero por supuesto
a altos intereses, por aquello del “riesgo país”, tratándose de países
primitivos, bárbaros, despilfarradores, etc. Y luego, basándose en ese
endeudamiento creciente, avanzaron y avanzan con nuevas imposiciones
(impunidad para sus “testaferros”, privatización de los sistemas bancarios
locales, capitalización de deuda para apropiarse por centavos de las
empresas de servicios públicos). Al mismo tiempo, el FMI facilita a las
grandes potencias la defensa de sus economías, admitiéndoles altísimos
subsidios a las producciones locales, tarifas protectoras para impedir la
competencia extranjera, así como instrumentos paraarancelarios, y la
aplicación de tasas usurarias, al tiempo que operan, en el mismo sentido, el
deterioro de los términos del intercambio, los paraísos fiscales y otros
diversos instrumentos de protección para las altas finanzas mundiales.
Por esta razón, para analizar cualquier acuerdo o refinanciación con el FMI,
es preciso recordar que fueron los “planes”, “recetas” y “consejos” del
FMI -impuestos merced al entrelazamiento de los intereses imperialistas con
los consorcios nativos de cada país ligados a las finanzas, y a la
exportación- las que promovieron déficit y posteriores endeudamientos. Como
dice un viejo adagio español, Gil Robles creó los hospitales, pero primero
creó a los pobres. Y luego, seguramente, Gil Robles pretende estatuas como
benefactor. Por tanto, negociar dentro del sistema del FMI significa decorar
la celda donde estamos atrapados, aceptar que la deuda externa sea eterna,
admitir que continúe la expoliación. Esta es la cuestión fundamental, más
allá de que Lavagna aparezca negociando en términos menos lacayunos que
otros ministros de economía que hemos padecido.
Además, en esta cuestión de la fundación del FMI, existe otro hecho que
generalmente se omite pero que resulta importantísimo para establecer la
conducta más adecuada que debemos seguir. En un manualito de divulgación,
publicado por Salvat acerca del sistema monetario internacional, se nos
informa esta verdad escamoteada por nuestros economistas y periodistas de la
Argentina semicolonial. En página 51, aparecen los países que adhieren al
FMI según los acuerdos de Bretton Woods: por supuesto, Estados Unidos y las
principales potencias europeas, así como países asiáticos e incluso,
Australia, Nueva Zelandia y hasta la Unión Sudafricana, indicándose que la
URSS y el resto de países del mundo socialista adhirieron al principio, pero
luego se separaron de tan benefactora institución. Y allí se señala a 19
países latinoamericanos que se incorporan a ese régimen, con lo cual sólo un
lector perspicaz se da cuenta que falta uno: la Argentina.
Efectivamente, nuestro país permanece al margen del FMI, entre 1946 y 1955.
Producido el derrocamiento del peronismo, el gobierno de facto, a mediados
de 1956, introduce a la Argentina en el sistema del FMI. El otro dato que
generalmente se escamotea en las polémicas económicas es que, precisamente,
durante ese período en que Argentina se mantuvo al margen del FMI, los
trabajadores alcanzan su mayor participación en el Ingreso Nacional, en
condiciones de pleno empleo, avance de la legislación social y laboral,
organización sindical, etc.
¿Cuál es la razón por la cual estos hechos tan importantes -la no
incorporación al FMI y la participación de los trabajadores superando el 50
por ciento del Ingreso Nacional- carezcan de la suficiente publicidad? La
respuesta es simple: porque se hallan estrechamente ligados. La política
económica desde 46 en adelante hizo eje en el control de cambios, la
aplicación de tipos selectivos, y el control del comercio exterior, lo cual
permitió financiar a la industria con parte de la renta agraria diferencial
proveniente de las exportaciones y generar pleno empleo, así como altos
salarios. Si el país hubiese estado atado al FMI no habría podido aplicar
esa política. Precisamente, no la aplica desde que se incorpora a ese
organismo, salvo el breve interregno del 73/74.
La enseñanza histórica y política es muy clara y la comprende hasta un niño.
El camino a seguir también es claro: no volver a prisión, por más dorada que
ella sea.
Por otra parte, esa deuda -originada en la política económica que impusieron
esos organismos internacionales que expresan los intereses imperiales- tiene
vicios de toda índole, desde autopréstamos, hasta cancelaciones de deudas no
registradas, y con sólo reducir a valores normales las tasas usurarias que
nos cobraron a partir de 1980, ya está cancelada. Difunda esta información y
no se olvide jamás de este consejo de Raúl Scalabrini Ortiz: “Estos asuntos
de economía y finanzas son tan simples que están al alcance de cualquier
niño. Sólo requieren sumar y restar. Cuando usted no entienda una cosa,
pregunte hasta que la entienda. Si no la entiende, es que están tratando de
robarlo"*

Integrante de Proyecto Sur.

 

 
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