Respuesta a Morales Solá, en Cartas de Lectores, revista
Veintitrés, 10/01/03 EL PRESTIGIOSO Y HONRADO MORALES
SOLÁ Señor Director: He leído con suma
atención la respuesta de Joaquín Morales Solá
a mi nota-carta que Veintitrés publicó el jueves
26 de diciembre, en la cual refiero, entre otros hechos, la
conferencia de prensa que en marzo de 1976 organizó
el general genocida Antonio Domingo Bussi, en San Miguel de
Tucumán, y a la que, más allá de Morales
Solá, asisitieron los periodistas Marcos Taire, Renée
Salas y Leo Gleizer. Bussi, en esa oportunidad, entregó
a Morales Solá un pergamino en el que agradecía
"su colaboración en la lucha contra la subversión".
La respuesta de Morales Solá, por su vaguedad, mueve
al asombro. Cita el periodista de La Nación el mail
que, efectivamente, me envió el 20 de diciembre, un
mensaje escueto donde, entre otras cosas, dice: "Lo que
no puedo aceptar es el dato deliberadamente falso. Cuando
se publicó tu libro sobre Bussi, te llamé no
para hablar de pecados de juventud, sino para desmentir categóricamente
que yo haya estado en un asado con Bussi en Tucumán.
Te dije más aún: en 1976 yo estaba en Buenos
Aires y no en Tucumán. Y nunca hablé con Bussi,
bajo ninguna circunstancia, cuando estaba en Tucumán.
Te pedí que hicieras esa aclaración en la segunda
edición, no que sacaras el párrafo. Me extraña
que tu memoria sea tan sesgada para el recuerdo de los hechos".
Sesgada, frágil y antojadiza parece la memoria de Morales
Solá. Primero, en su llamado telefónico, repito,
habló de "pecados de juventud" y me pidió
que, en caso de una reedición, suprimiera de mi libro
el párrafo en que narro el encuentro con Bussi; recuerdo,
incluso, haber comentado el episodio a los directores de Editorial
Sudamericana. Segundo, el pasado jueves 2 de enero, durante
un almuerzo con otros periodistas, Marcos Taire volvió
a ratificar la presencia de Morales Solá en dicha conferencia
de prensa. Tercero, el propio Morales Solá, en una
nota publicada en el diario El País, de Madrid, el
24 de marzo de 2001, escribió: "En la triste y
absorta madrugada del 24 de marzo de 1976 me tocó cubrir
como periodista el ungimiento del prepotente general Antonio
Domingo Bussi como gobernador de Tucumán ...".
Presumo que si cubrió "el ungimiento" de
Bussi no tuvo más remedio que verlo, compartir con
él un espacio físico en común, y muy
probablemente, pues para eso lo habían enviado, formularle
alguna pregunta. No conozco casos de periodistas que realicen
coberturas desde una azotea, o metidos en una escafandra.
Por lo demás, en tanto el infortunado Morales Solá
cubría la asunción de Bussi, decenas de periodistas
que habían comprendido que resultaba imposible ejercer
su oficio bajo un régimen que tenía como principio
amordazar la libertad, eran perseguidos, secuestrados, torturados,
asesinados. No recuerdo ningún artículo de Morales
Solá denunciando tamaña barbarie. En su carta
a Veintitrés, dice Morales Solá: "La carta
que se publicó en su revista circuló previamente
por internet y la distribuyeron quienes están interesados
en destruir la honra y el prestigio de los periodistas que
ejercemos la profesión con claros principios éticos.
Lamento que López Echagüe se haya prestado, voluntaria
o involuntariamente, a esa maniobra". Un párrafo,
en fin, que exhala estrambótica paranoia. En principio,
no se trata de una carta, sino de un artículo que tardíamente
publicó el semanario Brecha, de Montevideo. Luego,
¿a qué maniobra se refiere Morales Solá?
¿No cabe en su cráneo la posibilidad de que
alguien, ajeno por completo a intereses políticos o
económicos, desprovisto del sostén que siempre
otorga la pertenencia a un medio de comunicación, redacte
un artículo teniendo por todo apoyo sus ideas, informaciones
y convicciones? ¿Cada una de las palabras que formula
una persona responde, invariablemente, a una campaña,
a una maniobra? Apostaba un poco más a su capacidad
de discernimiento. La existencia de una maniobra o campaña
presupone la existencia de alguien que la dirija, que la haya
elucubrado. A mí no me dirige nadie; cada uno de los
libros y artículos que he escrito a lo largo de me
vida responde a una serie de convicciones, ideales y principios
humanos y éticos que nunca jamás hice a un lado,
conducta, en suma, que me ha llevado a perder el empleo en
más de una oportunidad. Conducta, digamos, que a Morales
Solá, habituado a trabajar alegremente ora bajo una
dictadura, ora en un sistema democrático, debe de resultarle
extravagante. Tuve la buena fortuna de comenzar a dar mis
primeros pasos en el periodismo de la mano de Tomás
Eloy Martínez, escritor y periodista que respeto y
admiro. Solía decirme él: "Lo que escribo
es lo que soy, y si no soy fiel a mí mismo no puedo
ser fiel a quienes me lean". Mis lectores, pues, saben
muy bien quién soy. Hagamos a un lado, por un momento,
el término prestigio, pues en este país, sabemos,
el prestigio de buena parte de los periodistas prestigiosos
se ha construído a partir no ya del talento y del compromiso
con la verdad, sino merced al sutil encadenamiento de influencias,
provechosos silencios y, a menudo, relaciones inconfesables.
No se puede ser periodista ocho, diez horas al día,
y, luego, contertulio del poder. ¿De qué periodismo
independiente puede hablar Morales Solá, hombre que,
en los inicios de los ochenta, solía tener como informante
a Guillermo Cherasny, entonces oficial de Inteligencia de
la Marina? Si acaso no lo recuerda, sus encuentros en el Florida
Garden, Paraguay y Florida, eran habituales. ¿Con qué
autoridad puede hablar sobre ética periodística
un hombre que ofició de escriba de los militares genocidas
en los diarios La Gaceta y Clarín, periódicos
que, cabe recordar, recibieron de brazos abiertos a Bussi,
Videla, Agosti, Massera y sus feroces grupos de tareas? Si
ejercer el oficio de columnista político durante la
dictadura, sometiéndose sin rodeo alguno a censuras,
engañando, ocultando información, ya comporta
una conducta digna de reproche, más llamativo resulta
que el crecimiento de Morales Solá como periodista
hubiera ocurrido, precisamente, al amparo de los dictadores.
En fin, el melancólico propósito de Morales
Solá de presentarse hoy como paradigma del periodismo
independiente y albacea de los principios éticos, suena
a insulto, a burda ocurrencia. Equivale, por ejemplo, a considerar
a Carlos Menem como el hacedor de un país digno, justo
y soberano. La cuestión, estimado Morales Solá,
es muy sencilla. El que quiere honra, ha escrito García
Lorca, que se porte bien. Y el ocultamiento de la verdad,
la sumisión a los dictados de militares genocidas y
las amables tertulias con políticos corruptos, en particular
cuando de periodismo y periodistas estamos hablando, no son,
creo, los caminos más adecuados para alcanzar la honradez.
El prestigio, hoy, es más fácil ganarlo. Basta
hacer a un lado la independencia periodística y convertirse
en fiel empleado de un medio de comunicación afecto
al vaivén, al romance con el poder de turno, o, como
ocurrió en las semanas previas al golpe de marzo de
1976, al más desfachatado de los golpismos. Por último,
la honradez y la ética no se enuncian, se practican.
La honradez es una virtud que solamente adquiere vuelo e identidad
con el correr del tiempo, y nunca jamás a partir de
su mera enunciación. El hombre que desde el llano solemnemente
se declara honrado, incurre en un atrevimiento, pues su honradez
no puede ni debe ser declarada, sí, en cambio, advertida,
admirada y celebrada, pero no por él sino por el otro,
por el vecino, y, en el caso que nos compete, por los lectores.
Todo es cuestión de tiempo. Morales Solá necesitó
un buen puñado de años para caer en la cuenta
de que la madrugada del 24 de marzo de 1976 fue triste; lapso
similar precisó para cobrar coraje y anteponer el amable
adjetivo "prepotente" al infausto apellido Bussi.
Los periodistas, me atrevo a colegir, no somos historiadores;
debemos llamar a las cosas por su nombre, no años después,
sino en el momento en que los acontecimientos ocurren. Si
un régimen nos lo prohíbe, o si nos asalta el
miedo, entonces más sensato, y, por sobre todas las
cosas, más digno y plausible, es procurar fortuna en
otro oficio. No me anima el propósito de entablar una
polémica exclusiva y personal con Morales Solá.
Todo lo contrario. Sería en extremo útil e interesante
que este diálogo epistolar cobrara la forma de debate
abierto y franco acerca del papel que ha tenido el periodismo,
los periodistas, en los últimos 25 años. Sus
relaciones con el poder, sea este dictatorial o democrático;
sus responsabilidades, sus omisiones; los principios éticos,
la independencia, la libertad de expresión y la libertad
de empresa; los monopolios, etc.etc. Mucho se ha discutido
sobre las responsabilidades de la Iglesia, de las Fuerzas
Armadas, de la dirigencia política y sindical en el
lamentable estado de cosas que padece el país. Y el
periodismo, ¿qué? Morales Solá ha puesto
el dedo en la llaga. Atentamente, Hernán López
Echagüe
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