“La guerra clásica que se nos pretende imponer
como una fatalidad es peor que inútil, puesto que no
sólo no eliminará ni reducirá el terror,
sino que lo estimulará. Me sumo aquí a la voz
de nuestro hermano Nelson Mandela y a los millones de voces
que se están levantando en todos los rincones del mundo,
reclamando que una eventual agresión militar unilateral
instruida por el presidente Bush en contra de Irak no se haga
en nuestro nombre”
Octubre del 2002- Rigoberta Menchú
Tum - Premio Nobel de la Paz
Por http://usuarios.advance.com.ar/hugo-de-pedro/hdp.htm
A comienzos del Siglo XXI la comunidad internacional se encuentra
frente al nacimiento de un nuevo extremismo ideológico,
al que sin precedentes en la historia se le suma un poderío
industrial-militar inconmensurable dirigido por George W.
Bush -petrolero de la Texas Ranger que como único mérito
tiene haber sido por dos veces gobernador de Texas- y Richard
B. Cheney quien otrora fuera Secretario de Defensa mientras
se desarrollaron la invasión a Panamá y la de
Irak en 1991. A ellos se les suman una serie de personajes
ideológicamente tan peligrosos como ellos. Este peligro
es el “bushismo”.
Antecedentes
Si bien esto lo venimos observando desde que Bush se hizo
cargo de la presidencia de los Estados Unidos de Norteamérica
(EEUU) en enero del 2001, a pesar de no haber recibido los
votos suficientes del poco participativo electorado estadounidense,
ha sido a partir de los atentados del 11 de setiembre a las
Torres Gemelas y el Pentágono donde la furia imperial
se vio desatada sin freno alguno, tal como bestia desbocada.
Aún se encuentran pendientes de conocerse la verdad
de estos hechos en el país que tiene la inteligencia
más fuerte y sofisticada de la tierra, como asimismo,
desconocemos la veracidad de la tenencia de armas de destrucción
masiva y químicas además del compromiso con
el terrorismo de la República de Irak.
La mesiánica idea del “Eje del poder del mal”
señalado con el dedo acusador hacia Irán, Irak
y Corea del Norte, acompañada de la autoritaria frase
“O están con nosotros, o contra nosotros”
-donde todos en consecuencia también somos terroristas-
han sido las piedras fundamentales, valga la redundancia,
de un verdadero “fundamentalismo imperialista”.
Sería faltar a la verdad y a la historia norteamericana
si no recordáramos a dos ex-presidentes: Ronald Reagan
-actor de profesión y dos veces gobernador de California-
y George Bush (padre) -Director de la CIA en los años
de dictaduras y desapariciones de personas en América
Latina y vicepresidente del antes nombrado-. Ellos ya venían
anticipando la idea de combatir al terrorismo fuera de los
EEUU y así lo llevaron a cabo en oportunidad de dirigir
los destinos del coloso imperial y de construir las bases
necesarias para llegar al estado actual de vehemencia del
creído emperador y actual dueño de la Casa Blanca.
Con la festejada caída del Muro de Berlín y
la del régimen soviético los EEUU han encontrado
un camino libre de toda adversidad tanto en el campo de las
ideologías como el militar y económico. Las
arbitrariedades e imposiciones realizadas por la Unión
de República Socialistas Soviéticas a pueblos,
países y regiones enteras terminaron en groseros e
impúdicos ataques a las consignas más elementales
de las posiciones de las ideas de izquierda en el mundo. Durante
decenas de años, y más precisamente desde la
finalización de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta
mediados de los 80, el eje marxista actuaba como contrapeso
del capitalista. Una situación que hoy no existe.
EEUU está viviendo un proceso interno de silencio
y mentiras, de censura y persecución interna; similar
al implantado por Joseph McCarthy desde el Comité de
Actividades Antiamericanas del Senado de ese país que
diseño y llevo adelante una verdadera “caza de
brujas”. Ahora es Bush el que pretende convertirse en
un Dios omnipotente y omnipresente que ”todo lo puede”
y “todo lo sabe”, con el agregado que, además
“todo lo hace” llevándolo a cabo hasta
las últimas instancias a las cuestiones mundiales que
él mismo pone los límites.
Impronta
La política invasora de Washington tiene una impronta
de la que solamente conocemos su comienzo totalitario, unipolar
y colonizador. El desarrollo de la misma augura la creación
de campos de batalla plagados de muertos y pueblos enteros
desbandados corridos por la persecución, el hambre
y la devastación de sus territorios. Todo se hará
en nombre de la libertad, la justicia, la democracia y los
derechos humanos a los cuales EEUU no ha sabido respetar,
y en muchos casos tampoco firmar, los acuerdos internacionales
realizados.
La forma en que los jerarcas norteamericanos se dirigen,
en todos sus estamentos sin excepciones, hacia los líderes,
representantes, organizaciones y pueblos del mundo tiene parangón
solamente con los imperios más crueles y dañinos
de que tengamos memoria. La supuesta democracia del país
autodenominado más libre y democrático del mundo,
si alguna vez lo fue es una verdadera duda y falacia a la
vez, ha caído en manos de gerentes de las corporaciones
más grandes y poderosas del país de Abraham
Lincoln. Desde ésta óptica de supremacía
mundial hacen de su potencia descomunal el motor de ejércitos
invasores en lo económico, financiero y militar.
Los norteamericanos
Haber decidido convertir en letra muerta a la Carta de las
Naciones Unidas como en una caja vacía al Consejo de
Seguridad, les ha permitido que ante los acontecimientos guerreros
e invasores del momento no se haya reunido la Asamblea General
por una cobardía manifiesta de muchos países
que temen enfrentarse ante los EEUU. Esos países conocen
muy bien la opinión de sus pueblos con respecto a lo
que están realizando los yanquis en el Golfo Pérsico.
Con todo no han enfrentado en foro mundial o regional alguno
por temor a las represalias de cualquier tipo, o bien por
saber que ellos también serán considerados como
parte integrante del eje del mal o por temor de ser invadidos
y masacrados, no solo por el uso de las armas de sangre sino
por las económicas y financieras.
Haber logrado que unánimemente toda la humanidad comience
a odiar, muchos antes ya habían perdido todo tipo de
respeto y reconocimiento, no solamente a los “halcones
norteamericanos” sino también a su pueblo es
un síntoma terrible para conseguir algún día
la paz en el orbe. No se trata de una población, la
norteamericana, que tenga la instrucción, conocimiento
y formación suficientes sobre pensamientos, vida, idiosincrasia,
religión, problemas y necesidades del resto de los
países, regiones y comunidades. Eso los hace aceptar
sin dudas ni discusión todas las consignas y ordenes
emanadas desde el Pentágono -verdadero corazón
del poder- que también ha terminado con las bases republicanas
y democráticas del país ubicado al norte de
toda la Iberoamérica empobrecida.
El hecho de haber pasado de ser un país más,
en el concierto de las naciones, en el siglo XIX a una potencia
en el XX, hasta una superpotencia o hiperpotencia en el presente
siglo, ha generado en el ciudadano norteamericano, potenciándose
en ello en las clases dirigenciales, una sensación
y percepción de superioridad y autoridad sobre el resto
del mundo que los envilece cada vez más, mientras aterroriza
al resto de los ciudadanos del mundo con su garrote de muerte.
El creciente “nazionalismo” norteamericano esta
siendo abonado desde la cúpula política del
Partido Republicano, en connivencia con el Demócrata,
de manera tal que abarca a los 290 millones de personas viven
en los EEUU, donde más de una cuarta parte de ellos
no son de origen anglo-norteamericano. Desde sus universidades
y centros de estudios, medios de comunicación social
de los más diversos, ámbitos culturales, sociales
y deportivos, empresarios, sindicales, etcétera, únicamente
tiene cabida el discurso único que obliga necesariamente
a ser consecuentes con la opinión oficial. La que pone
a todo su arsenal de comunicaciones corporativas para ese
fin, que no es más ni menos un fervor patriótico
y nacionalista excluyente que presenta a muchos pueblos como
sus enemigos.
Son muy pocas las voces que se alzan dentro de las fronteras
del imperio para denunciar éstas políticas,
y cuando lo hacen cada vez es más fuerte la censura
recibida junto a la descalificación y la exclusión
de los medios. La intelectualidad, el periodismo independiente
del poder y los políticos díscolos y no funcionales
al sistema impuesto son ignorados totalmente. Ello hace imposible
generar el caldo de cultivo necesario para frenar la embestida
de Bush y de sus guerreros internacionales que actúan
como brigadas en la denominada “preventiva legítima
defensa”.
Actualidad
Cuando las premisas del sistema capitalista de justicia,
igualdad de oportunidades y con su economía de mercado
de libertades económicas que harían posible
todo bienestar, se va desvaneciendo al ritmo de una globalización
insostenible. Solamente ha permitido ensanchar las diferencias
entre hombres ricos y pobres, países ricos y pobres,
regiones ricas y pobres; o sea, los dos mundos que desconoce
de fronteras, nacionalidades, historias, soberanías
y religiones para solamente establecer los límites
entre lo rico y lo pobre. Esa es la dependencia.
Ahora se les hace necesario e imprescindible ejercer una
política mundial de mano dura, invasiones, guerras,
colonización y control de territorios. Ese ideal viejo
aunque ahora renovado con mucha energía solamente puede
ser llevado adelante con la utilización de las armas,
la tecnología militar y sus ejércitos esparcidos
tácticamente por todo el planeta. Todo lo cual nos
sigue convenciendo que el modelo se está astillando
en cada una de sus premisas.
La falta de capacidad intelectual, política y de estadista
del “bárbaro” Bush, que debe manejar a
ésta mole de control mundial, lo convierte en un dictador
planetario con poderes inmensurables que se sirve de otros
dislocados, descerebrados e imprudentes líderes mundiales
que permiten ir diseñando y “armando” una
coalición de intereses imperiales. Se está diseminando
por todo el mundo, siendo paradójico ver como muchos
dictadores son los actuales socios de quienes dicen representar
a la democracia mundial, es por eso que no debemos confundirnos
y sostener que son cómplices y no miembros de una coalición.
La era inaugurada por George W. Bush, el “bushismo”,
será sin dudas una etapa de salvaje imperialismo, que
basado en el fundamentalismo de mercado y apoyado en toda
una estructura financiera será muy difícil de
desactivar, y menos aún en el plano bélico debido
a su potencial supremo y determinante.
Bushismo y Futuro
Es, entonces, el mismo pueblo norteamericano el que permitió
el nacimiento del “bushismo” como expresión
de un autoritarismo internacional, como otrora lo permitieron
otros pueblos del mundo -alemanes, italianos, españoles
y rusos- con el nazismo, fascismo, franquismo y stalinismo.
Son las propias necesidades hegemónicas las que necesitan
más que nunca no perder privilegios y negocios mundiales
que no querrán compartir con nadie por carecer de principios
ético, solidarios, morales y universales.
Los habitantes de todo el mundo tenemos la responsabilidad
y la obligación de encontrar los caminos que nos permitan
enfrentar a éste flagelo que es el “bushismo”
para herirlo hasta doblegarlo. No serán los políticos
representantes del estabhisment mundial y de la globalización
los que se conviertan en los abanderados de ésta lucha.
De eso no debería quedarnos la menor de las dudas.
A los regímenes autoritarios se los debe enfrentar
desde la resistencia, con reglas que no se encuentran en los
manuales de la actuación política sino del compromiso
social, como por ejemplo lo es la desobediencia civil y la
rebelión organizada. Ellas permitirán desactivar
las reglas impuestas y desestabilizar las estructuras de dominación
económicas establecidas.
Será con miles de millones de personas que a lo largo
y ancho del mundo hagan suyas las calles y avenidas evitando
así la utilización de las armas de muerte y
pólvora, porque no se animarán a usarlas. La
posibilidad de represión es inversamente proporcional
a la de los pueblos convencidos y dispuestos a diseñar
nuevas reglas de juego y con el convencimiento llevado a la
lucha por su soberanía, libertad y autodeterminación.
Sabemos que todo imperialismo crea necesariamente una fuerza
antiimperialista.
Por ahora la inmoral batalla la tiene controlada el “bushismo”,
de nosotros depende ganar la guerra de las ideas, las morales,
las éticas y las solidarias. Entonces debemos seguir
defendiendo la idea que otro mundo es posible.
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