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Mientras la humanidad entera puede ver como el Primer Mundo
capitalista e imperial disfruta de diferentes maneras y formas
una invasión a Irak, millones de seres humanos esperan
que una decisión alocada del norteamericano George
W. Bush, con los aplausos de español José María
Aznar y el inglés Tony Blair, los convierta en cadáveres
o bien insalvables heridos de una guerra armada que no distinguirá
de edades ni de sexos.
El avance de las decisiones de la muerte se presentan cada
vez más como histéricas necesidades de un Imperio
resquebrajado y astillado en cada uno de los principios, impuestos
durante un siglo, sobre falsas libertades y bienestar, que
pone a la maquinaria militar en movimiento para invadir a
un país que no por causalidad tiene grandes riquezas
energéticas como ayer fue con Afganistán y una
década antes con el desenlace de la Guerra del Golfo
que cumplió el cometido de establecer las bases operativas
de la OTAN en la región petrolera más rica del
planeta.
Los más importantes líderes de las naciones
del orbe no están cumpliendo con el deseo mayoritario
de los ciudadanos de sus países, que categóricamente
se manifiestan en contra de cualquier conflicto armado. Tampoco
escuchan a pensadores, intelectuales, catedráticos
y hombres de la cultura que desde todos los rincones claman
por parar esta locura de bombardeos y sangre, de destrucción
y dominación.
Con tibias diferencias los miembros del Consejo de Seguridad
de la ONU están dando la espalda a la paz general en
todos los territorios del mundo, que es lo mismo que decir
que alienta la destrucción del ser humano para aumentar
el hambre y el miedo, y que solamente conoce como llevarlo
a cabo la máxima expresión imperial, la comandada
desde Washington, que indefectiblemente hará pagar
a todos los pueblos los costos del emprendimiento ideado bajo
el eslogan de terminar con las armas misilísticas,
biológicas, químicas y de destrucción
masiva como de combatir al terrorismo internacional. Nos preguntamos
a qué terrorismo se refiere porque todos sabemos que
hay muchas formas de terrorismo.
El capitalismo, tanto el anglonorteamericano como el israelí
y gran parte del europeo, han puesto de rodillas a la convivencia
pacífica de los hombres del mundo en las diferentes
regiones. Las diferentes formas que han utilizado para aumentar
las riquezas, las rentas y el poder en general no han tenido
como eje y principales beneficiarios a los niños, jóvenes,
adultos ni ancianos sino a los grupos concentrados dentro
del sistema hegemónico de dominio internacional. Los
supuestos bendecidos -hombres y mujeres- por el modelo neoliberal
y globalizador se han convertido en sus presidiarios que deben
soportar la desigualdad y todas las carencias imaginables
para que unos pocos disfruten de la acumulación de
bienes y maximización de beneficios en un nivel de
magnitud nunca visto antes en la historia del género
humano.
Una invasión sin precedentes está por comenzar,
y no será menos dolorosa que cualquier otra sufrida
anteriormente, y necesariamente dejará como secuela
muchos años de inestabilidad por dondequiera que uno
pueda imaginar so pretexto de defender las libertades y las
democracias según la versión oficial del gendarme
mundial. Es una guerra armada que el imperialismo necesita
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