...y unas pocas escopetas de cazar pajaritos, se baten contra
la dictadura de Fulgencio Batista y contra medio siglo de colonia
mentida de república.
Algunos, pocos, mueren en la batalla, pero a más de setenta
los remata el ejército al cabo de una semana de tormentos.
Los torturadores arrancan los ojos de Abel Santamaría
y otros prisioneros.
El jefe de la rebelión, prisionero, pronuncia su alegato
de defensa. Fidel Castro tiene cara de hombre que todo lo
da, que se da todo, sin pedir el vuelto. Los jueces lo escuchan,
atónitos, sin perder palabra, pero su palabra no es
para los besados por los dioses: él habla para los
meados por los diablos, y por ellos, en nombre de ellos, explica
lo que ha hecho.
Fidel reivindica el antiguo derecho de rebelión contra
el despotismo:
—Primero se hundirá esta isla en el mar antes
de que consintamos en ser esclavos de nadie…
Majestuoso, cabecea como un árbol. Acusa a Batista
y a sus oficiales, que han cambiado el uniforme por el delantal
del carnicero. Y expone el programa de la revolución.
En Cuba podría haber comida y trabajo para todos, y
de sobra:
—No, eso no es inconcebible…
De Memoria del fuego (1986) un libro con infinitas lecturas
que se presta, de manera especial, para el hipertexto. Estas
páginas recogen fragmentos del libro ordenados en forma
cronológica y enriquecidos, en algunos casos, con fotografías,
audio y textos adicionales tomados de las fuentes originales.
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