La Jornada- "El Campo no aguanta más". El pasado
mes de junio, Víctor Quintana estuvo en Bogotá
y participó en el Foro contra el ALCA con una ponencia
sobre las desastrosas consecuencias que para la economía
y el bienestar del pueblo mexicano ha tenido la aplicación
por diez años del Tratado de Libre Comercio de América
del Norte, TLCAN:
Colombia no canta mal las rancheras
El campo colombiano tampoco aguanta más. Es una de
las premisas que muy diversos actores rurales, académicos
y políticos han externado en el foro El espejismo del
ALCA y el libre comercio, celebrado hace unos días
en Bogotá. Convocan más de 40 organizaciones
de la sociedad civil y acuden más de mil 200 representantes
de todo Colombia y dos invitados mexicanos.
Son las políticas económicas de ajuste, y no
tanto la violencia y el narcotráfico, las que han llevado
al desastre al agro colombiano. La "apertura económica",
promovida por el gobierno de César Gaviria, se inicia
desde 1990. Colombia llega tarde al programa de ajuste impuesto
por el Consenso de Washington, pero se aplica y recupera el
retraso muy pronto: las barreras arancelarias se reducen de
83 a 7 por ciento y las no arancelarias de 73 a uno por ciento
en promedio.
Posteriormente, los países andinos signan con Estados
Unidos un acuerdo temporal para la sustitución de cultivos
"ilícitos": la Ley de Preferencias Arancelarias
Andinas (ATPA, por sus siglas en inglés), el cual estipula
que para incentivar otro tipo de cultivos que no sea la coca,
los estadounidenses abrirán sus fronteras a algunos
productos colombianos, sobre todo café, y que éste
recibirá un sobreprecio por buena calidad. Los resultados
son muy claros: Colombia reduce drásticamente el cultivo
de granos básicos: trigo, cebada, sorgo, soya. Ahora
importa 95 por ciento del trigo que consume. En los primeros
ocho años del ATPA las exportaciones colombianas sólo
suben de 2 mil 700 a 2 mil 800 millones de dólares
anuales, mientras las importaciones agropecuarias se disparan
de 700 a 7 millones de toneladas.
Los beneficios prometidos no llegan. Estados Unidos abre
sus puertas al café colombiano, pero su mercado se
inunda con aromático de menor calidad procedente de
Vietnam, Brasil y otros países. El precio se derrumba
y con él las divisas que reciben los productores de
Colombia. En 1997 exportan a Estados Unidos 20 millones de
sacos y reciben 5 mil 39 millones de dólares. En 2000
reciben menos de la mitad en dólares: 2 mil 435 millones,
prácticamente con el mismo volumen exportado.
La apertura y el acuerdo con Estados Unidos han hecho que
se dejen de cultivar 800 mil hectáreas del agro colombiano.
Se estima que se han perdido unos 200 mil puestos de trabajo
y han desaparecido prácticamente los cultivos de trigo
y de algodón. El cultivo de arroz está seriamente
amenazado, pues dentro de la Iniciativa Andina se contempla
la compra de varios miles de toneladas a Ecuador. La papa,
otro de los cultivos-fortaleza de Colombia, no puede competir
con los excedentes de papas estadounidenses de Idaho.
Debido a la falta de demanda de sus productos, así
como a la caída del precio de los mismos, y no tanto
por la inseguridad y la violencia, muchos agricultores vuelven
a los narcocultivos. La agricultura, que da empleo a 4 millones
de personas, que representan 11 y medio millones de colombianos,
ya es zona de desastre económico y ambiental. Al productivismo
se suma ahora el bombardeo con glifosatos, promovido por Estados
Unidos dentro del Plan Colombia, para defoliar los cultivos
de coca, pero que también arrasa con los cafetales.
Y cuando el campo no está sano, la economía
en su conjunto no va. Colombia vive la crisis económica
de fines de los años 90, la peor del pasado siglo,
con graves déficit comercial y fiscal, con cifras crecientes
de miseria.
Ante la perspectiva de aprobación y entrada en vigor
del ALCA los colombianos conscientes adelantan cifras del
apocalipsis agrícola que se daría de firmarse
el acuerdo: se dejarán de cultivar 2 millones de hectáreas,
se dejarán de producir 6 millones de litros de leche,
560 mil toneladas de carne de cerdo, 92 millones de libras
de carne de pollo y se perderán 480 mil empleos. Todo
por el espejismo de ganar nichos de mercado, muy reducidos
y competidos en Estados Unidos, como el de las frutas tropicales.
Los campesinos colombianos no se cruzan de brazos, se han
movilizado intensamente. Han creado organizaciones como Salvación
Agropecuaria, que ya ha realizado paros nacionales y prepara
una "toma de Bogotá" para el próximo
12 de agosto. Y con muy diversos sectores del país
están demandando que la decisión de sumarse
o no al ALCA, impuesto por Estados Unidos, no quede en manos
de los 260 congresistas, sino que sea llevada a plebiscito
para que sea decidida por todos los colombianos.
La democracia participativa se convierte ahora en el arma
de los pueblos latinoamericanos contra la globalización
excluyente representada en el ALCA.
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