¦Esta es una de las muchas historias vividas durante
la violenta e injustificada represión policial hacia
manifestantes en el Puente Pueyrredón.
Contamos la de “Juan” y su familia.
Como muchas veces, el reclamo de piqueteros iba dirigido
al Puente Pueyrredón. Tantas veces habían cortado
pacíficamente el acceso, que nadie sospechaba los terribles
acontecimientos que esta vez aguardaban sobre el Puente.
La imagen era sobrecogedora, más de 300 efectivos de
seguridad aguardaban sobre el puente.
Un testigo, “Juan”, responsable de la seguridad
del grupo, cuenta que junto a su esposa e hija y demás
manifestantes enfilaron hacia el Puente con el solo objetivo
de cruzarlo, tras la posibilidad de enfrentamientos, y debido
a la gran cantidad de policías deciden no cortarlo.
Fue entonces cuando observaron que otro grupo se adelantaba,
encapuchados y desoyendo el alto de otros manifestantes, acercándose
a la policía en actitud desafiante y provocativa, insultando,
lo que se reproduce en represión, disparos, gases lacrimógenos
y el caos general.
Según Juan, la refriega entre los manifestantes y la
policía se trasladó a los alrededores del puente,
ellos observaban lo que pasaba. Es entonces cuando el impacto
de una bala desprende parte de la pared, a unos cincuenta
centímetros de su cabeza. - Tomé a mi señora
muy fuerte de las manos y nos replegamos- dice.
Todo era confusión en las calles, humo, balas, gente
herida, mujeres y niños gritando, mientras la policía
seguía avanzando, como dispuestos a matar.
¿Matar el hambre, matar el reclamo popular, matar
la desocupación?
Juan se acercó al local de izquierda unida que fuera
allanado por efectivos policiales, recibió el impactante
cuadro de un "muerto" en su interior, una persona
que habría sido herida mortalmente dentro del lugar,
hecho que no fuera registrado oficialmente.
Luego se dirigen hacia la estación de Avellaneda, en
el trayecto se encuentran con compañeros que como ellos
corren confundidos.
En las cercanías de la estación, se quita el
chaleco que lo identifica como miembro de una de las organizaciones
piqueteras y lo tira, de esa forma evitaría ser relacionado
con los hechos, logrando así escapar de la muerte.
Ante lo cual su esposa decide por el contrario, guardarlo
en su bolso ya que ella misma lo había confeccionado
y en el acceso a la estación, son interceptados por
un grupo de policías fuertemente armado, que a la voz
“Por acá no va a pasar nadie”, les cierran
el camino, donde se oyen disparos, hay más gente herida
que grita, gases… sin sospechar que ese sería
el escenario en que la muerte encontraba al joven Darío
Santillán, quien auxiliara a su compañero herido,
Maximiliano Kostecki, la otra víctima fatal, ambos
fueron baleados por la espalda, ambos realizaban trabajos
sociales, eran solidarios y estaban construyendo su casa y
ayudando a construir, Darío en Lanús y Maximiliano
en Guernica, Pte. Perón.
Juan piensa en el chaleco. En su familia. En la posibilidad
“de que se los lleven”. Durante eternos minutos
buscó la manera de alejarse, en un momento lo consiguen.
No queda otra opción que caminar hasta la estación
de Gerli, y ahí sí, retornada la calma abordar
el tren que los alejaría definitivamente de esa pesadilla.
Al llegar a la estación de Gerli, descubre que existe
la misma presencia de efectivos que en Avellaneda. Se sorprende
al comprender la magnitud del operativo que no dejaba vías
de escape.
El cerrojo se estaba cerrando.
Muy atrás había quedado la intención
de cortar el Puente Pueyrredón.
En el trayecto se le suman algunos de sus compañeros,
pero al ver la posibilidad de ser detenidos por los patrullajes,
que verían sus gestos de miedo como “actitud
sospechosa”, los alienta a separarse, dándole
dos pesos para el pasaje, ya que se veían imposibilitados
de presentar el carnet que los identifica y les permite viajar.
Al desvanecerse la esperanza que vislumbraban en Gerli, prosiguen
su marcha, con la angustia de no saber como se sucederían
los hechos siguientes.
Varios kilómetros debieron caminar hasta la estación
de Lanús, donde sí, pudieron ascender al tren
que los devolvería a sus hogares, dejando atrás
una triste jornada, de una familia más, que fue a manifestar
en favor de los derechos más elementales del ser humano.
La Tapa n°7
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