Imaginamos el último minuto de su vida, de cara a
sus asesinos, escapando a la muerte, no conseguirlo, intentar
correr, alejarse, ¿qué hubiéramos hecho
nosotros en su lugar? El último aliento de Darío,
en manos de sus verdugos, el cadáver muy cerca de Maxi,
la sonrisa escalofriante y estúpida de un policía,
los tirones a su cuerpo, ser arrastrado y ahogar un grito,
ser filmado y fotografiado hasta que la vida se escurre de
nuestro cuerpo y la última imagen es la de tu asesino.
Todos somos un poco Darío. La gente que arrinconada
contra las convulsionadas paredes de la estación Avellaneda
observaba impávida la escena, día a día
escapan a la muerte, desde las sombras de lo permitido, desde
las sombras de un sistema que oprime. Los que veíamos
mentir a un asesino en la pantalla, frente al televisor, escapamos
día a día a la muerte, desde el trabajo que
no alcanza, desde la desocupación que margina pero
también mata... desde un comedor popular que se desborda
de pibes con hambre que escapan a la muerte, como una madre,
que por vergüenza no pide y come plástico...
Los miles y miles que intentaron escapar y no lo consiguieron,
desde un hospital de niños o ancianos sin medicamentos,
sin alimentos.
¿Cómo escapar a tanta muerte?
Los docentes que apenas sobreviven y los alumnos que mueren
día a día, tras el desmayo de sus cuerpos y
el bostezo del gobierno... Los desocupados que trascienden
la frontera de lo inimaginable, escapando, cada vez que manifiestan
su reclamo de vida o muerte.
Los que protestamos desde un medio de comunicación,
también estamos escapando de la realidad conocida,
y en esa tarea, dejamos a un lado a aquellos que desde sus
posiciones “funcionales”, ayudan a escapar a la
muerte, a políticos sin escrúpulos.
También en su desesperada carrera electoral, intentan
escapar a la muerte. Cada candidato, en plena campaña,
en realidad buscan no desaparecer de la arena. En un afiebrado
combate “cuerpo a cuerpo”con la sociedad, utilizando
como arma la mentira, la represión y la desidia política.
Las elecciones parecen ser el “gran escape”, los
partidos tradicionales y el oficialismo, se lanzaron a conseguir
a como de lugar, acceder al podio aunque el trofeo sea ni
más ni menos, que la impunidad...
Para lo cual, el “imaginario popular” es consultado
como manual de uso frecuente, las encuestas están a
la orden del día y según quién las realice
y al servicio de quién, podemos tener un Menem bien
posesionado, un De La Sota bien encaminado o un Rodríguez
Saá muy feliz... escapando a la muerte de las internas.
Pocas garantías y mucha confusión y virulencia,
la sociedad argentina se debate entre la encrucijada del hambre
y la inseguridad, inseguridad de llegar a alimentar a la familia,
temas candentes que preocupan, los chicos en la calle, la
delincuencia y la corrupción en las fuerzas que deberían
dar seguridad y protección, policías que asustan.
Todos escapan también a la muerte, esa muerte amiga
del sistema, que hoy como una enorme olla a presión
está a punto de estallar en las narices de los que
pregonan que “el sistema solo cierra con represión”.
El desfile de innombrables por televisión, explicando
lo que fue, víctimas y victimarios expuestos ante la
opinión pública, el increíble debate
abierto sobre pena de muerte... ¿Cómo hoy un
argentino puede pensar siquiera en una ley como esa?
Con la corrupción enquistada en la policía,
con la corrupta justicia, con los corruptos políticos...
Con tanto escapar a la muerte de inocentes que mueren en manos
de quienes imparten las leyes.
Todo es parte de esta ruleta rusa que se genera a partir del
propio miedo, la señora que no habla con nadie en la
calle, la que aterrorizada “enjaula” su casa,
la que acude a la empresa de vigilancia, los que le ponemos
alarma a la propiedad privada, quizás al intentar escapar
a la muerte, nos olvidamos de la vida, de las causas, del
amor al prójimo, del que muere en manos de un delincuente,
del que mueren en manos de un policía y es inocente,
del que muere en manos del gobierno por negligencia de éste,
de los que mueren traicionados por su voto. ¿No hay
ya demasiadas muertes?
En la Argentina de 2002 ¿será suficiente una
elección presidencial para escapar a la muerte?
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