LOS TROTSKISMOS. EPISODIOS NACIONALES
Pepe Gutiérrez -Álvarez
Marzo 2007.
La opción pluralista de Daniel Bensaïd inscrita ya en el título significa una liberación. Me estoy refiriendo al libro Los trotskismos, que acaba de aparecer en El Viejo Topo, con amplias notas de Miguel romero y de un servidor, más una cronología de la LCR realizada por Marti Causa, y de un extenso glosario que "nacionalizan" este ensayo que se aparta de las reafirmaciones partidistas-patrióticas para reivindicar un "cierto trotskismo", y que trata de explicar la historia de una corriente política -la del comunismo antiestalinista- que, después de superar viento y marea, sigue viva y actual mientras que muchos otos ismos, a veces muchísimos más poderosos, se han quedado en la cuneta.
Ya no se trata de demostrar pues, quienes el mejor o el más correcto, existen otras explicaciones, una larga marcha que se remonta a mediados de los años veinte, que conoce diversas fases, generaciones, procedencias, y sobre todo una situación extremadamente paradójica. Las revoluciones estaban ahí, pero eran derrotadas y traicionadas. Lo dijo claro Camus al referirse a la guerra de España, no fue otro el signo del signo del siglo corto, iniciado por un acontecimiento que la historiografía conservadora obvia: el horror ilimitado de la Iª guerra Mundial, un horror que - en ausencia de socialismo- llevaría a la IIª Guerra Mundial, al Holocausto, a Nagasaki-Hiroshima, y a la postre, al "apartheid", a Vietnam. La gran esperanza de la revolución de Octubre fue invertida por la combinación de la agresión exterior, y las guerras y atrasos de los que emergió un extraño monstruo, el estalinismo que -debidamente disfrazado- consiguió someter y deformar el joven movimiento comunista internacional...Y en medio de todas estas tormentas, está la historia de una minoría que aspiraba a dar cuerpo a la revolución, pero que a duras penas lograba sobrevivir. Su imagen la ofreció Trotsky: es la de un escalador sobre el que constantemente caen aludes de piedra y nieve, y en semejante posición, es prácticamente imposible mantener el equilibrio.
Bensaïd explica las contradicciones y las patologías, tensiones añadidas a una tensión
primordial, la del cada día de quienes quieren cambiar el mundo pero a duras penas
consiguen mantener sus equilibrios en éste...Podría parecer que, por su propio carácter
de doble Guadiana -desaparece con la guerra, se recompone con otras aguas tras el 68, casi
desaparece con el apogeo de la "revolución conservadora" para volver a resurgir
con el movimiento altermundialista-, tendría que haber evitado la suma de ismos, pero no
fue así. De hecho, se trata de una variación de éstos desde el momento en que la
española es la primera, y única, agrupación trotskista que rompe ya con Trotsky dando
lugar a una controversia que perdurará. En la propia lista de cisma que cita Bensaïd
podemos contar con otro capítulo español ya que tras las proclamas que pone en boca de
Natalia Sedova y de Benjamín Péret, se encontraba Manuel Fernández Grandizo, alias G.
Munis, que representaba al pequeño grupo español ligado a la IVª Internacional, y que
visitó las cárceles de Franco en su frustrada tentativa de inserción en España. Más
tarde creó un grupo internacional propio con unas propuestas vecinas a Bordhiga, y trató
de recomponerse en la segunda mitad de los años setenta, sin conseguirlo.
Poca gente sabe que el trotskismo español de la segunda mitad de los años sesenta tenía
el apellido posadista, y un título grandilocuente, Partido Obrero Revolucionario (POR).
Su núcleo constituyente surgió del seno del FLP y tuvo una cierta incidencia en las
universidades y menor en el campo obrero, aparte de eso se benefició de un potente
aparato de propaganda en una época en que casi nadie lo tenía fuera del PCE-PSUC. De su
historia nos han quedado algunos testimonios personales, Su audacia les llevó a querer
montar una escuela de cuadros en un piso de la Castellana, en Madrid, según testimonio de
Lucía González, feminista y dirigente de la LCR durante muchos años, y en sí misma
toda una biografía militante. Otra de las actividades imaginadas por el grupo fue el
posible desarrollo de un núcleo guerrillero en Andalucía. La evolución del grupo acabó
extraviada con el curso egocentrista de Juan Posadas, sin embargo, buena parte de sus
componentes (Antonio Gil, Jordi Dauder, Diosdado Toledano, entre otros muchos), fueron
claves en la LCR. En una ocasión, el poeta catalán Pere Ginferrer, como miembro de la
Fundación Andreu Nin, tuvo a bien contarme lo que este grupo significó en la Universidad
de Barcelona en la primera mitad de los años sesenta, y desde luego era una historia que
llamaba a la curiosidad y al respeto y no a la fácil ironía (a toro pasado).
Por lo que se refiere al Estado español, el lambertismo propició diversas escisiones, la
primera tuvo lugar en el embrión de la LCR, y dio lugar a la Organización Trotskista que
más tarde tomará el nombre de Partido Obrero Revolucionario Español (PORE), cuyo
órgano teórico será La Aurora, aunque, tras una traumática crisis. El grupo liderado
por Arturo Van Eyden (a) Aníbal Ramos (1945-2003), también conocido como
"Alfonso", proveniente del FLP, y cofundador de la LCR, optará al poco tiempo
por el cisma en combinación con el sector ligado a Michael Vargas, seudónimo de Michael
Nagy, hijo del líder de la revolución húngara de 1956, Imre Nagy; y del que será la
sección más destacada. Identificado por su propuesta central de Huelga General
Revolucionaria a lo largo de los años setenta, pasando desde el maximalismo al
minimalismo, el PORE aparece actualmente alineado con las posiciones
"cosuttistas" del PCC en EUiA (y con IU), o sea favorable a una reconducción
hacia la propuesta de gestión neoliberal de izquierdas, protagonizada inequívocamente
por Pascual Maragall a través de un acuerdo previo con Iniciativa-Els Verds, comenzando
de esta manera su modesta marcha por las instituciones.
Un sector lambertista que había formado parte en la refundación del POUM, junto con
algunos miembros de la "vieja guardia", en particular Wilebaldo Solano y Albert
Masó. Sin embargo, durante las elecciones de junio de 1977, el sector lambertista rompió
cuando la mayoría del partido decidió tomar parte en una coalición electoral con la LCR
y la OIC. En aquella época, el lambertismo se mostraba especialmente virulento, y había
protagonizado en Francia algunos enfrentamientos violentos contra la LCR, quien por lo
general, más allá del debate teórico, los ignoraba. Entre ambas fracciones, más otra
que trabajaba incrustada en el PSOE, conformaron el Partido Obrero Socialista
Internacionalista (POSI), muy apegado a los esquemas políticos franceses, que trabaja en
el seno de la UGT y se presenta a todas las consultas electorales. Durante algunos años,
el morenista Partido Socialista de los Trabajadores (que salió del PSOE para entrar en la
LCR en 1978 y salir a principios de los ochenta tras un enconado debate con pretexto de la
revolución sandinista), hicieron ostentación unos resultados electorales por encima de
la media de la extrema izquierda, sin considerar siquiera la hipótesis de sus similitudes
con las siglas del PSOE, un detalle que, por citar un ejemplo, en mi ámbito familiar -de
esta última obediencia- tenia dificultades en distinguir.
El "morenismo" apareció a caballo de los debates en el SU, sobre todo los
relacionados con América Latina, y desde entonces conocerán su propia historia de
fracciones y escisiones. Una historia que en el caso español ha dado lugar a su propia
sopa de siglas, ahora concretada por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT),
con un grupo dirigente proveniente de la antigua Liga con Felipe Alegría al frente, y que
durante años apostó por una tendencia de izquierda en Izquierda Unida, con la
particularidad de mantener una opción sindicalista combativa, y seguida de su escisión,
la Línea Internacionalista Proletaria (LIP), trabaja en la CGT, amén de otro sector que
ha tomado el nombre de la obra en la que Trotsky polemiza con la minoría del SWP a
finales de los años treinta, En defensa del marxismo, pero no estoy seguro que este
cuadro concluya aquí. En la patria de Moreno, la herencia es todavía más prolífica.
Otra variante proviene del complicado curso histórico del influyente trotskismo
británico, tanto o más dividido que el galo, y dentro del cual alcanzó una influencia
notoria el sector liderado por Gerry Healy, el Socialist Labour League, y cuyas obsesiones
políticas y personales acabarían anulando cualquier posibilidad de debate político. Al
tiempo que establecía un "canon" de corrección política
"auténtica" mediante una normativa filosófica, el grupo de Healy, después de
mantener una estrecha relación con el "lambertismo" asumió como una tarea
central el "desenmascarar" las "infiltraciones" estalinistas o
imperialistas en el seno de la IV Internacional, tomando como principal referente la
hipótesis de que el asesinato de Trotsky contó con una colaboración desde dentro de la
propia internacional, objetivo para el que dedicó toda clase de dossier y publicaciones.
Dejando de lado toda una montaña de documentación, el lector se podrá hacer una idea
del alcance de esta obsesión con la imagen de unos muchachos que, durante los años
1976-79, en plena crisis social española, aparecían voceando en las puertas de algunos
metros con el periódico de la Liga Obrera Comunista (LOC, el grupo "healysta"
español germinado en Gran Bretaña), la "noticia" de que se habían encontrado
"pruebas" de la "complicidad" de dos de los más reputados
representantes del SWP, uno era Joseph Hansen, el principal dirigente de la sección
después de Cannon, y el otro, George Novack, filósofo (y del que Fontamara editó
algunas de sus obras como Democracia y Revolución, y Para comprender la historia), ambos
envueltos en las oscuras trama de un asesinato que según Healy, ligaba la mano de Stalin
con la del SWP. Una mínima racionalidad, ajena a la cuestión, podría fácilmente
preguntarse, de ser así, ¿qué pintaba semejante obsesión en un espacio vital de un
barrio obrero donde absolutamente nadie conocía tales nombres?, y puestos a razonar:
¿cómo era posible que durante más de medio siglo estos hombres destacaran como
activistas en un medio tan claramente hostil como el norteamericano, escribieran obras
marxistas traducidas a varios idiomas, para acabar sus días en la misma penuria
económica que caracterizó sus vidas militantes?.
Sobre esta cuestión, contaba Broué, que cuando se abrieron los Archivos de Trotsky en
Harvard, un par de estudiosos pertenecientes a la secta fueron directos a encontrar las
"pruebas" que ya habían ofrecido al mundo como ciertas. Lo que encontraron
fueron documentos que implicaba al mismo Trotsky. Éste había dado su permiso para
"sondear" la posibilidad de una ayuda por parte del FBI, concretamente para
desmontar la trama asesina de algunos de los sicarios de Stalin; el asunto no pasó de
ahí, de un "tanteo", pero pudo concretarse, por ejemplo denunciando a algún
sicario estalinista inmerso en la trama del asesinato de Coyoacán.
De derivación británica igualmente resultan, "Militante" y "En
Lucha", aunque sus rasgos son muy diferentes. "Militante" tiene cierta
similitudes con el lambertismo por el apego a la tradición y a la historia (tarea que
desarrolla a través de una esforzada labor divulgadora desde la fundación Federico
Engels), trabaja en el PSOE y en la UIGT, pero sobre todo, su principal empeño y vía de
inserción es el Sindicato de Estudiantes..."En Lucha" está más distanciada de
las querellas de la Internacional, y está ligada a la inquieta tradición de Tony Clift,
con una inspiración muy bolchevique, muy áspera con las discrepancias. Se distingue
empero por una mayor apertura y por atención concentrada hacia el movimiento
altermundialista en el que interviene...
Si nos metemos en los vericuetos doctrinarios, tenemos para un libro interminable, de
entrada porque las motivaciones de la dispersión son prioritariamente de este tipo, y
todas se remiten a los años cuarenta-cincuenta. El lector de los manuales del historiador
de filiación "lambertista", Jean-Jacques Marie, tales como El trotskismo (Ed.
Península, Barcelona, 1975), o Trotsky, le trotskysme et la IVª Internationale (PUF,
París, 1980), podrá creer que el SU (la mayoría) ostentaba el "Guinnes" en lo
que se refiere a revisiones doctrinales y traiciones políticas, todas ellas tan evidente
que le bastaban unas pocas líneas para saldar cuestiones cuanto menos bastante
complejas...La "cuestión de las cuestiones" para Marie-Lambert radicaba en la
total vigencia de El programa de Transición, escrito en 1938, un dictamen que aprobaba
Moreno. En una aportación más reciente, El trotskismo y los trotskistas (traducido y
editado por el POSI), Marie se muestra ahora mucho más comedido. Centrando su análisis
en Francia, en la triada: LCR, Lutte Ouvriére y grupo lambertista, en ningún momento
informa sobre las enormes diferencias en la implantación los dos primeros y el último, y
siguiendo la tradición envenenada, convierte los Foros Sociales en montajes financiados
por filántropos como Bill Gates. Pero ya no se atreve a mandar a la LCR a los infiernos
del revisionismo, lo que valga la redundancia, no deja de ser una revisión de sus
parámetros originales.
Curiosamente, algunos de estos grupos que trabajan en el seno del PSOE, UGT, CGT o IU,
están de vuelta de la posibilidad de compartir una sección de la IVª Internacional que
según los cánones, aceptaría los derechos de tendencia e incluso de fracción. En su
línea rupturista, al igual que se muestran muy sensibles cuando se expresa una línea
más de izquierdas en estas formaciones, anteponen a la mayoría una enmienda a la
totalidad. Esto no es por casualidad, responde a unas características, y es la
sobredimensionar la importancia de sus respectivos ABC programáticos, lo que les
diferencia, y por ello se ven obligados a sobredimensionar los desastres
"revisionistas". La realidad no supera la teoría según el axioma hegeliano,
sino que por el contrario, son los principios, y el programa los que están por delante de
la realidad. Dichos principios se derivan de un culto a una historia en la que no caben
problemas de interpretación, de que Deutscher llegara a ser una "Bestia negra"
para el lambertismo, y en Militante lo traten de "basura". Hay un solo Trotsky,
no un marxista que a veces vuela más alto, pero a veces más bajo, que se contradice, que
baraja hipótesis, que rectificar....Si hay una razón que justifique históricamente el
trotskismo, fue su capacidad para abordar nuevas situaciones, nuevos fenómenos (Trotsky
ante el nazismo y el estalinismo; Mandel ante el neocapitalismo, etc)...No fue otra cosa
lo que hizo Lenin en víspera de Octubre, tirar la camisa vieja y aprender de las
transformaciones. Claro que eso es mucho más duro.
Al margen de su valor como colectivos y militantes, y es obvio que los hay de buena madera
(recordemos por ejemplo que Ken Loach y Vanessa Redgrave fueron healystas, que Pierre
Broué fue lambertista, etc), el hecho de que esta proliferación de ismos que se niegan
mutuamente, carece de cualquier importancia objetiva, no cuenta en ningún movimiento, en
ninguna empresa. No contribuyen a crear nuevas bases. Dependen ante todo de "la
Internacional" que a su vez les cita como sección. Sus revistas son básicamente
traducciones de la sección-madre, no hay espacio para la creación, lo que fue dicho no
se modifica. Por ejemplo, ninguno de ellos se cuestiona lo escrito sobre la guerra España
por parte de Trotsky (con los añadidos de Morrow, Borten o Munis), y eso por más que se
hayan producido montañas de aportaciones históricas y teóricas, por más que sus
referentes hagan aguas de la documentación por el simple hecho de que escribieron desde
muy lejos (Trotsky, Morrow) o desde experiencias muy parciales (Borten, Munis). Esta
autarquía doctrinaria garantiza la ortodoxia y la cohesión del grupo, una estancia
organizativa que se justifica por sí misma, y que ofrece al militante resguardo y
seguridad. No está a la merced de los ciclones de las luchas cotidianas que exigen
respuestas, de debates que pueden hacer tambalear las creencias. Ya llegará el "gran
día".
El grupo y la "garantía" programática del ideal sublime (como en el caso de
los anarquistas) es pues, un sólido refugio contra las inclemencias del caos exterior,
ante la duda, mejor volver al origen. De una propuesta socialista que se ha mostrado muy
ardua y difícil de lo que se podía soñar en otros tiempos, en el siglo XIX, o en albor
del siglo XX, cuando un muchacho llamado León Davidovich podía declamar: "!Tú, tú
solamente eres el presente¡". La revolución USA quedó aislada, la socialdemocracia
traicionó sus propios principios, la derecha aprendió la lección, no iban a dejar que
llegara Kerensky, las contrarrevoluciones eran "preventivas", todo se torció,
todo está torcido. Otro mundo es posible y necesario, existen las condiciones objetivas
para que todo el mundo viva como viven los trabajadores españoles y portugueses, y sin
embargo...Cada victoria del capitalismo acrecienta los abismos de miseria, desigualdades y
las guerras, cuando no la mediocridad y el cretinismo.
Después de caer una y otra vez, Sísifo tiene que tratar de levantar nuevamente esa
piedra, pero esto es cualquier cosa menos fácil, pero las guerras de escuelas lo hacen
todo más penoso. La de las tribus trotskista, que no han sido ninguna exclusiva, pero
seguramente sí la más llamativa, Bensaïd las vicesecciona con respeto y penetración.
Han producido mucho texto, pero su repercusión, aún resultando dolorosa (¿cuántas
secciones como la boliviana ha destruido el cainismo?), no es nada comparado con los
abismos que acabó separando a marxistas de anarquistas, y luego a todos los demás. Unos
de los mayores crímenes perpetrado por el estalinismo fue -ahora agoniza- envenenar estos
conflictos hasta llegar a exaltar el exterminio de los adversarios, de los trotskistas,
inmersos en una historia marcada por el horror y el absurdo.
Dichos conflictos son hasta cierto punto inevitables, pero lo que no lo son, es que, en
vez de resolverse por el debate y el juego pluralista, se enconen y se martiricen. No es
posible que la reafirmación de una fracción pase -obligatoriamente- por la denigración
de las demás, y ante todo de las más próximas. Hay en todo esto una vena irracional que
ya los marxistas con clase criticaron en la revolución francesa, y que los bolcheviques
juraron no repetir. Cierto, se olvidaron de todas las circunstancias que le iban a caer
encima, y lo que se iba a hacer en su nombre. Pero ahora, después de tantos naufragios,
este es un tiempo para reflexionar y aprender. No puede ser que mi Marx, Bakunin, Lenin,
mi "Che" o mi Trotsky sean lo contrario que el tuyo. Tendremos pues, que hablar
y razonar.
Empezando por cuestionar este mismo escrito, obra de un actor y no de un espectador.