Salvador (Puig Antich), notas para un debate.

Pepe Gutiérrez-Álvarez.
Agosto 2006.

Para mitad de septiembre del 2006 está previsto el estreno de la película Salvador, una evocación de la lucha de una generación -la del 68- contra la dictadura franquista, y por unos sueños y objetivos muy similares a los que movió a los jóvenes del mayo parisino y de tantos otros mayores. Se trata de una película de productor (Jaume Roures), y dirigida con oficio por Manuel Huerga que ya ha tenido su oportunidad en el último Festival de Cannes desde donde Jaume Figueres envió una crónica emocionada y la crítica ya empezó a distinguir entre la forma y el contenido. En la forma se trata de una película efectiva, dirigida a un público muy amplio, lo que se dice una película política en la tradición de Costa-Gravas y otros, que dejará huella. Y lo dejará no por sus virtudes fílmicas -que son estrictamente "correctas"-, sino por su contenido. Un contenido que te invita a la indignación pero también al debate y la reflexión.

Considerando que el "caso" de Salvador Puig Antich ha ido quedando cada vez más lejos para las generaciones ajenas a las luchas contra la dictadura y contra la explotación social, Salvador les permitirá rememorar un tiempo que, aunque puede parecer lejano, persiste con fuerza en la realidad política inmediata, y anima singularmente a un amplio espectro de la población que ha comenzado a descubrir que se le había escamoteado la memoria. Les mostrará que hubieron jóvenes como Salvador Puig Antich que se jugaron la vida y la libertad para acabar con una dictadura que se había impuesto por encima de miles de cadáveres, por las torturas y el aprobio, obligando, al exilio exterior o interior, a los trabajadores y a todas las personas que pretendían cambiar las cosas, fuese por vía graduales fuese por la revolución. Se podrá hablar de Salvador en la salida de los cines, en casa, en los ateneos y entidades culturales, a la hora del bocadillo, y mucha gente, sobre todo entre los jóvenes querrán saber más.

Una película así plantea una multitud de cuestiones. Sin duda la primera de toda es la naturaleza criminal del franquismo. Este régimen es retratado con toda su sordidez, lanzando a un joven militante (Enrique Rueda) por la ventana de una comisaría, machacando una manifestación estudiantil de protesta, bloqueando las libertades más elementales, y todo a través de una policía brutal que mataba y torturaba (no solamente a los "políticos", también a los "diferentes"), con unas cárceles inmundas y unos carceleros brutales, con un ejército con mandos que "juzgaban" y condenaban a muerte cumpliendo órdenes sin quitarse los guantes, por una puesta en escena en la ejecución de un muchacho en el más puro estilo de la España inquisitorial...Demuestra que este régimen no eran solo Franco y sus cuerpos represivos, que habían ministros que le servían, lo cual no fue obstáculo para que (como el insigne Fraga Iribarne) nos dieran clase de democracia. Este tipo de cosas no se han mostrado muchas veces en el cine, antes al contrario. Películas similares como La noche más larga (1991), limita su crítica a los militares "ultras", y convierte al final en demócrata (¡que asiste a un acto contra la guerra¡) al fiscal que condenara a muerte a varios jóvenes del FRAP que son presentados como unos infelices. En una entrevista reciente, Martin Villa respondería que entonces hicieron lo que tenían que hacer.

La segunda quizás sea la ausencia de una movilización popular capaz de obligar al "Caudillo" a reprimir su reflejo criminal como ya había ocurrido con los juicios de Burgos, con una movilización internacional que fue impresionante...La película deja bastante clara la indiferencia de la Asamblea de Cataluña, plataforma unitaria cuyos principales líderes (113), coincidirán en la cárcel con Salvador. El hecho de que dicha plataforma (que agrupaba a comunistas, maoístas diversos, y minorías socialistas y nacionalistas), considerara que lo máximo que se podía hacer era "presionar" a un conjunto de personalidades internacionales (el Papa, Willy Brandt, Olf Palme, etc), contribuyó a que a la hora de aplicar la sentencia fuesen "cuatro gatos" (la expresión es del abogado de Salvador, papel interpretado por Tristán Ulloa) los que se movieran, y que lo hicieran a la desesperada, rompiendo cristaleras o denunciando el atentismo de la Asamblea como, por ejemplo, hicieron la LCR y otros grupos, o ametralleando el consulado español de Toulouse como harían los amigos de Salvador. Aquí la discusión se hace más plural, de momento Antoni Gutiérrez, el "jefe" del PSUC en la época, se ha justificado argumentando que por esas fechas estaba en la Modelo, lo cual es cierto, pero también es que aún y así seguían teniendo una capacidad de respuesta que contuvieron. No fue hasta después del crimen legal que ya no fue posible contener más y se dieron las manifestaciones multitudinarias en Barcelona. Otro factor a tener en cuenta era la escasa o nula influencia del MIL que, justamente, se acababa de disolver cuando detuvieron a Salvador, y que desde luego no tenía ni de lejos, la influencia que llegó a adquirir ETA que, por cierto, se dividió sobre la cuestión de la lucha armada en los años siguientes a lo de Burgos por la presencia de lo que luego sería ETA VI.

Una tercera discusión podría darse alrededor de la legitimidad y corrección de la lucha armada en aquellos tiempos. A mi parecer son dos cosas distintas. La película introduce el caso de Enrique Rueda y la impotencia ante la policía como factores que llevaron al grupo por esta línea. En realidad, esta fue una discusión que atravesó todo el expectro político radical, incluyendo sectores de las juventudes comunistas que a principios de los setenta abordó esta posibilidad en la ciudad de mayor implantación del PSUC: Terrassa. En el imaginario del MIL prevalecía por encima de cualquier otro -el "Che" Guevara-, la historia de los maquis catalanas de la postguerra, los Sabater, Facerías, Massana y Caracremada que habían mantenido en vilo al franquismo hasta finales de los años cincuenta...Pero, hay al menos dos consideraciones sobre este referente. Una es que los "maquis" habían hecho dos guerras (la española y la mundial), y tenían una experiencia de primer grado. Otra es que en sus tiempos la resistencia se estaba descomponiendo, en tanto que en los años setenta se estaba dando una recomposición acelerada del movimiento obrero y de toda clase de luchas.

Al margen de todo lo que comporta semejante controversia, justo es señalar que Puig Antich ofrece en la película sus propios razonamientos, y aunque no pretende convencer de que fuese lo justo, tampoco renuncia a lo que había sido una tentativa en la que, indudablemente, él y sus amigos habían puesto sus propias vidas. La película cuenta la historia a través de Salvador (magnífico Daniel Brülh), todo gira alrededor suyo, es el hilo conductor que va construyendo su historia dentro de otras historias. Revisando otras películas que han abordado el desarrollo de un grupo armado minoritario (las alemanas sobre la RFA o las italianas sobre las Brigadas Rojas), la extrema dificultad de "retratar" un colectivo efímero que cuyas ideas se describen a través de discusiones que van variando su tono -más constructivas al principio, más desestructuradas después-, y se ofrecen algunas pinceladas sobre Oriol Solé Amigó, el "Peque", y sobre Oriol Pi i Sugranyes, que interpreta Joel Juan, un actor muy vinculado al catalanismo de izquierdas, dato en el que algunos han querido ver huellas de una presunta orientación más nacionalista, también son ganas.

Es evidente que la película no podía ofrecer un retrato como el de los "tupamaros" en Estado de sitio (1972), de Costa-Gravas, porque no tiene nada que ver, estos representaban un amplísimo movimiento, el MIL era algo muy limitado, sin apoyos sociales dignos de mención, abocado a una crisis que acabaría con su cierre. Se trataba además de un colectivo en movimiento, una fracción de un movimiento mucho más amplio que resurgía después de que la resistencia antifranquista digamos "clásica" (la derivada de la guerra que no consiguió una renovación generacional), había sido destruida. Todo era nuevo, se leía toda clase de autores, se "casaban" Facerías y el "Che", los consejos obreros con Wilhem Reich, y en el fondo se quería vivir plenamente, sin tener que pedir permiso para hacer lo que creía justo. Se distingue un "infantilismo" que era muy de la época.

El retrato personal que se ofrece de Puig Antich es sumamente característico del de una generación. Su historia paterna es la de miles, sino millones, hijos de padres que eran una cosa en 1936 y que serían otra muy distinta después. El franquismo los llegó a utilizar como "antídotos", estaban más que advertidos de lo que eran capaces de hacer. También lo es su vida familiar, "tan normal", pero dentro de la cual hay un eco de un desprecio soterrado al régimen y sus pompas. Que la línea de ruptura corresponda a un varón que es, además, el que estudia, y el que tiene mayor iniciativa, era lo más natural del mundo. El franquismo había sido especialmente brutal y despiadado con las mujeres y sus derechos, de ahí que hasta bien entrado los setenta fuesen una minoría excepcional en los movimientos. En no pocos casos como en la película Entre rojas (1994), siguiendo los pasos del novio o de los hermanos. En medio de todo el horror, la depresión generalizada, y las exigencias de la lucha por la vida, la familia se constituyó en una suerte de refugio, en una célula social muy estrecha. En los casos en que no se daban "malos rollos", la efectividad era muy intensa, y es evidente que Salvador era alguien muy especial para todos los que lo conocían.

Lo era por el grado de su compromiso y por su encanto personal. En lo de la lucha armada, más allá de la discusión teórica estaba el punto de saber que se estará a la altura de unas circunstancias excepcionales desde el momento en que llevas una pistola. El enfrentamiento con los cuerpos represivos puede ser de vida o muerte en cualquier momento, y así fue. No hay la menor duda de que, cuando lo detuvieron, Salvador reaccionó como tenía programado hacerlo desde que tomó parte del primer atraco. El "chico" tenía temple, nervios bien templados, era capaz de actuar y de razonar en momentos en los que muchos jóvenes de su edad perdían los estribos u observaban lo que hacían sus líderes. Por supuesto, una de sus mayores críticas a aquella España de luto, era la de miseria sexual. Sabíamos que en lo del amor y el sexo, los papás nadaban por lo general en la más absoluta pobreza. No es pues de extrañar que uno de los estupendos "comics" hechos por lo del MIL tuviera su parte verde. Era una de las obsesiones del momento (de hecho lo era también antes, lo que pasaba es que se era mucho más cohibido/a), una obsesión que lo atravesaba casi todo. Lo expresó muy bien Eric Rohmer en Ma nuit chez Maud (1968), donde detrás de las discusiones más trascendentales se ocultaban los deseos reprimidos. La película recoge está faceta, pero no se recrea en ella más que lo justo. No hay ninguna historia de Casanova como se ha dicho, simplemente es una muestra rotunda de las ganas de vivir...No es por casualidad que el libro que Salvador le regala al carcelero Irurren fue La función del orgasmo.

Salvador/Brühl es alguien con capacidad de lectura, de estudio, capaz de debatir con su abogado detalles capitales o estrategias ante la "Justicia" franquista, de leer con dominio todo lo que le cae entre manos, Homero incluido, que busca respuestas a sus interrogantes, que trata de situarse ante el drama de su padre derrotado, que ofrece sus análisis políticos al grupo, que es capaz de reflexionar con lucidez sobre cada detalle, que proclama sus ideales ante los espadones que le juzgan, que defiende el comunismo delante de las medallas, que trata de evitarle a sus seres queridos más quebrantos de los necesarios, que sabe entender el problema filial del carcelero, al igual que el significado del atentado contra Carrero Blanco. Temió como temieron otros que permanecían entre rejas, y por lo tanto, las palabras recogidas por Irruren resultan perfectamente creibles. En ningún momento la película trata de endilgarle a ETA nada que no le corresponda.

Otra línea nos lleva a la lóbrega vida carcelaria. La Modelo entonces estaba totalmente masificada, la mayor parte de sus servicios estaban en descomposición, y los 113 de .la Asamblea impulsaron diversas denuncias. Los carceleros eran -por lo general-, unos bestias por más que toda regla tiene su excepción. La película describe al menos tres, al mandamás interpretado por Joaquín Hinojosa que se limita a hacer cumplir las ordenanzas, y que se encuentra con un caso que le desborda. El del carcelero que sigue igual al principio y al final, y el de Jesús Irruren, que en un primer momento responde a lo que se espera de un fascista. Maltrata a Salvador, lo insulta, increpa a su abogado, y clama que: "espera que lo maten". Este personaje interpretado por Leonardo Srabaglia, acabará haciendo un viaje en solitario. No representa a los policías que esperan como buitres la ejecución y vejan a la hermana de Salvador, ni tampoco a sus compañeros que no se relacionan con Salvador. Salvador era toda una personalidad, sabía estar en su sitio, mostrar su cara más humana. Poco a poco va haciendo tambalear a Jesús, algo sobre la experiencia de Nelson Mandela resulta un ejemplo impresionante. Irruren es la única voz que estalla cuando la ejecución se hace insoportable, grita lo que todos queremos gritar. Se puede debatir sobre hasta qué punto la escena resulta forzada, pero no creo que nadie afirme seriamente que el grito de Jesús "lava" a ningún cuerpo represivo. Ni mucho menos.

Ni que decir tiene que el testimonio de las hermanas resulta inexcusable, y solidamente contenido. Las suyas son vidas paralelas desde la más absoluta proximidad. Son como una prolongación de Salvador, forman parte de un mismo mundo. Para ellas la opción política del hermano queda un tanto apartada, sobre los motivos, ya ofrezco unas notas más arriba. Es un tema que conozco porque yo también tengo tres hermanas, y sé lo que significó mi militancia para ellas y para mis padres, ya lo he explicado en otra parte. Su propia visión ha alimentado buen parte de los libros testimonios de Carlota Tolosa, del libro y del documental de Francesc Escribano, más un capítulo del documental "Mujeres de armas tomar". En la película son las principales testigos, las que llevaran el trauma de aquellos días para siempre, todos los días de todos los años. Se muestran enteras ante su hermano, y actúan con toda la dignidad del mundo delante de policías y funcionarios. También ellos como Oriol son parte de nosotros, que a estas alturas ya nos hemos metido de pleno en la película, en una historia que es nuestra historia. La de una generación.

Para los de la generación del 68, y sobre todo vivido desde Barcelona, pasando, un día sí y otro no, por la Modelo, tomando parte en actividades, la historia de Salvador se hizo muy nuestra. Lo explicamos en toda clase de asambleas, en boletines ciclostilados, en charlas. Nos hacíamos hombres, y nos hicimos conscientes de la magnitud de la barbarie. Creo que Lluis Llach tuvo en aquel momento la virtud de ser nuestro oráculo con una de sus canciones, de esas que nos hacen vibrar cuando la escuchamos. La película se cierra como una tragedia, como el día después de un crimen de Estado, la síntesis de todos aquellos crímenes de los que tantos habíamos escuchado o leído. Es un final que refleja la magnitud de la depresión de la gente que vivió aquello desde la amistad revolucionaria. Cierra una historia y deja claro que luego todo cambiará. Si cambió en un sentido muy diferente al que preconizaban jóvenes como Salvador, no fue culpa de los que, como él, trataron de evitarlo dándole un sentido más radical, anticapitalista, a una lucha que nos podía hacer enfermar de odio y repugnancia.

En la preparación de los debates que tendrán lugar (los hubo y muchos con Tierra y Libertad), se impondrá informarse, y la verdad es que existe una amplia documentación, parte de ella resulta asequible a través de la Red.

Más allá de sus posibles defectos (el salto de la primera a la segunda parte produce desconcierto) y virtudes de "Salvador", lo que no se le puede negar es su condición de película necesaria. Es una película que se tendría que haber hecho hace décadas, y no es por casualidad que se ha hecho ahora, cuando la memoria popular de la República, la guerra, la revolución, el exilio y el antifranquismo parecían encerrado bajo las siete llaves de la nueva historia oficial. Se podría haber optado por el formato documental, una puerta que la ficción de Salvador no cierra ni mucho menos. La fórmula de una ficción con acción dramática y personajes estaba llena de riesgos, comenzando por el más común, que el mensaje se coma o neutralice lo que ante todo, debe ser una película. Un hilo que mantenga el espectador en vilo hasta el final. El equilibrio requiere libertades, licencias, pero también mucho rigor en los datos, en su entramado y en su dosificación. Aquí el montaje ha trabajo lo suyo, numerosas escenas de la Modelo fueron suprimidas. No obstante, la película como tal, se mantiene aunque desconcierta la dificultad de engarce, una primera parte muy animada, y una segunda muy densa.

Para conseguir un producto digno además de necesario, se requería un equipo de profesionales capaces de dar lo mejor de sí. Aparte de la dificultad del entramado entre las dos partes, la película funciona, las tonalidades oscuras, próximas a las de "thriller" en color que busca las tonalidades del blanco y negro, la música que va haciéndose sentir hasta el arrebato final, la integración de las diversas lenguas, la pertinente explicación de la censura sufrida por el catalán, la conexión entre el protagonista y los sucesivos personajes, la dosificación de los momentos más dramáticos con otros que explican de que va todo, y sobre todo, la dirección de actores, sin fisuras... Evidentemente, la película informa de lo necesario para su desarrollo dramático. Los espectadores que quieren ir más lejos tendrán que ir a los libros de Historia.

Otra cuestión que ya se está debatiendo es ¿por qué esta película?, y ¿por qué está producida por una empresa que en los medias aparece con la lucha entre los monopolios en las cadenas de TV, en las emisiones del fútbol, etc.?. En realidad está es una cuestión aparte, que nadie planteó con Novecento o con Sacco y Vanzetti, que no se plantea a lo largo de obras como -por citar un ejemplo- Cine y anarquismo, de Richard N. Porton, porque el cine es una industria, la industria responde a numerosas contradicciones, la de Jaume Roures es la de un vinculo con la historia. En esta apuesta a mi me recuerda antes al antiguo militante que al financiero, una parte de su vida que ya no tiene nada que ver con la mía.

Con todas sus posibles limitaciones, Salvador es una película honesta y valiente que representa una batalla ganada de la memoria contra el olvido.